Las niñas buenas ven, oyen y callan
Volver a pasar tiempo con mi tío Gale después de tantos años no fue tan difícil como en un principio pensé. Descubrí que él era de esas personas que, no importa cuando tiempo pase, cuando lo vuelves a ver es como si hubierais estado hablando el día anterior.
Pero la realidad es que el tiempo sí que había pasado.
La última vez que lo vi él era un adolescente y yo una cría, ahora los dos éramos adultos (yo al menos me veía adulta) y ni los juegos eran los mismos, ni podíamos pasar por alto ciertos detalles que entonces ignorábamos, bien por inocencia, bien porque era más fácil fingir no habernos dado cuenta.
La vida de Gale, al igual que la de mi madre, era un entresijo de secretos y mentiras que yo seguía sin estar dispuesta a destapar porque sospechaba que iba a causar más dolor que otra cosa y, como decía mi padre, "el pasado pasado está, lo importante es aprender de los errores para tener un buen presente y un prometedor futuro". Y esa era la máxima que Gale, mi madre y yo estuvimos cumpliendo durante nuestra estancia, pero en la tensión del ambiente se podía notar que esa burbuja de aparente calma y felicidad nos iba a explotar en plena cara antes o después.
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Tras el lapsus del delantal y pedir perdón un millón de veces a mi madre, mi tío nos llevó a pasar un par de días a una casa de campo.
El lugar estaba a las afueras de un pueblecito en los Alpes. El paisaje era increíble y yo me sentía como Heidi... sólo que bastante más mayor.
- Gabriela -Gale me sacó de mi ensoñación- te aviso de que en la casa no hay cobertura, así que te recomiendo hacer lo que tengas que hacer antes de quedarte incomunicada de tus amigas.
Entrecerré los ojos porque me pareció notar cierto tono de retintín en su voz, pero decidí dejarlo pasar por esta vez y aproveché para avisar a Rose y Lena. También le mandé un mensaje a Takeshi.
No estoy enfadada contigo, pero si quieres que vuelva a ser tu amiga te lo vas a tener que currar.
Pensé en mandarle un mensaje a Mikael, pero finalmente lo dejé como borrador. Lo mejor que podía hacer era olvidarme de él y seguir adelante, como siempre hacía.
La casa de campo de Gale era una cabaña muy mona con tres habitaciones. Además tenía un salón con una gran chimenea y un sofá de lo más cómodo.
Pasamos el día de excursión, entre Gale y yo preparamos unos bocadillos para comer en el campo y así aprovechar mejor el día. Cuando volvimos casi estaba anocheciendo, cenamos una sopa calentita y los tres nos sentamos a charlar frente a la chimenea hasta que el sueño venció a mamá y se fue a dormir. Momento que aprovechó Gale para empezar a contarme historias de miedo como hacía cuando era niña.
- Gale -le dije disimulando un bostezo- ya no tengo 10 años, esas cosas no me asustan.
Gale me miró sonriendo y se acercó a mí, pasando un brazo por encima obligándome así a pegarme a él.
- ¿Y qué es lo que te asusta entonces, pequeña?
- ¿La verdad? -le miré fijamente dándole a entender que no estaba bromeando y él asintió mientras me retiraba un mechón de pelo de la cara- tengo miedo de morir... y de hacerlo sola. Desde que murió papá estoy obsesionada con ello...
- Gabriela...
- Sí, sé que son paranoias y que acabaré por superarlas, pero realmente me aterra.
- ¿Sabes que no estás sola, verdad? tu madre no va a dejar que lo estés... y yo tampoco.
- Sí, pero mamá tiene su propia vida y estoy segura que antes o después la rehará, tú seguro que ya tienes a alguien en tu vida y yo ni siquiera tengo gatos propios que me hagan compañía. No podéis estar siempre pendientes de mí.
- Eso no es verdad, antes o después serás tú la que nos dejes solos a ambos. Seguro que ya hay algún chico que esté dispuesto a robarte.
En ese momento pensé en Mikael y una lágrima se me escapó. Seguro que me tenía que bajar la regla, estaba demasiado sensible.
- No, Gale. No hay nadie para mí. No existe nadie que me quiera única y exclusivamente a mí.
Gale levantó una ceja y me revolví incómoda. Probablemente había hablado más de la cuenta y no me agradaba mucho. Había secretos que prefería guardar para mí, sobre todo ante mi tío. No quería que pensara que era mala persona.
- Bueno, en ese caso tendré que hacerme cargo de ti para siempre, enana. Pero las tareas de casa son tuyas y nada de colarte en mi cama, porque quizá la encuentres ocupada.
Acompañó su frase con un gesto con las cejas que me hizo reír y le besé en la mejilla, lo que le tomó por sorpresa.
- Gracias, Gale, tú sí que sabes cómo hacerme sentir mejor.
Tras esa conversación me fui a la cama, pero no me pude dormir pensando en Mikael y en mi futuro. ¿Y si me enamoraba de alguien que ya tenía novia? ¿iba a pasarme el resto de la vida siendo "la otra"? De repente la oferta de Gale de vivir con él no me resultaba tan descabellada.
Un par de horas después y asumiendo que no iba a dormir, me levanté de la cama con la intención de ir a la cocina y prepararme una tila o un vaso de leche calentita. Pero en ese momento la puerta de mi habitación se abrió y volví corriendo a meterme en mi cama haciéndome la dormida para evitar una charla de mi madre sobre la importancia del descanso.
Pero no era mi madre la intrusa nocturna, sino Gale, que se metió en mi cama.
Pensé en regañarle y echarle, pero antes de poder hablar su voz me interrumpió.
- Nunca más te voy a dejar sola, enana. Esta vez no pienso separarme de ti, me importas demasiado como para permitirlo...
Me giré para poder mirarle a la cara. Por un instante pareció confuso, parecía que no se había dado cuenta de que estaba despierta, pero finalmente me sonrió y me acarició la mejilla con el pulgar.
- Te quiero mucho, enana. Lo sabes, ¿verdad?
Yo asentí y él me abrazó para acercarme más a él. Nuestros alientos casi se tocaban y, por primera vez en mi vida, fui consciente de la proximidad de él y de lo profundo del azul de sus ojos. Ojos que por un instante se oscurecieron, a la vez que sus labios se acercaban peligrosamente a los míos. Yo tragué saliva nerviosa, pero no podía apartar la mirada ni alejarme... ¿realmente iba a besarme?
De repente él se echó a reír y me dio un beso en la frente.
- Enana, se te va a salir el corazón por la boca. Anda, date media vuelta y duerme o mañana no vas a tener fuerzas para nada.
Él entonces se volvió dándome la espalda y yo le imité. Pero mi cabeza era un torbellino y aún tenía la boca reseca... ¿qué acababa de pasar ahí?
Cuando desperté por la mañana Gale ya no estaba en mi cama. Tampoco estaba en el salón cuando me vestí y salí para desayunar. De hecho no volvió hasta un par de horas más tarde, todo sudado y con ropa de deporte. No pude evitar fijarme en él, en su cuerpo bien definido y en sus labios bebiendo de una botella de agua; entonces él se giró pillándome en mi momento de admiración, me dí una colleja mental por ello. Cuando pasó por mi lado me sonrió y me revolvió el pelo, como si no hubiera ocurrido nada.
O quizá realmente no había ocurrido nada y todo era producto de mis hormonas revolucionadas. Llevaba tanto tiempo sin verlo que era casi normal que lo viera más como a un hombre que como un miembro de mi familia.
El resto del día se comportó como si nada, así que yo me fui relajando. A la noche ya me había autoconvencido de que el problema era mi líbido, así que decidí olvidar e ignorar esa vocecita que me insistía en que estaba equivocada.
Esa noche Gale no se coló en mi cama, aunque estoy segura de los pasos que oí llegar hasta mi puerta, vacilantes, eran los suyos.
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Cuando volvimos a la ciudad, Gale retomó su rutina y se marchó a trabajar, así que mi madre y yo aprovechamos para ir de tiendas. Hacía mucho tiempo que no pasábamos tiempo juntas. Hacía mucho que no nos reíamos.
Cuando nos hartamos de ver tiendas, nos sentamos en una cafetería en una plaza bastante tranquila a tomar un refresco. Mi madre se veía relajada y serena y eso me gustó.
- Gabriela...
- Dime mamá
- Muchas gracias por venir conmigo hasta aquí... sé que hubieras preferido quedarte y pasar el verano con tus amigas, pero... gracias.
- ¡Venga ya, mamá! sabes que estoy encantada de estar contigo y con Gale. Yo también necesitaba pasar un poco de tiempo con la familia.
- Sí... parece que Gale ha logrado grandes cosas en su vida por sí mismo...
Miré a mi madre, sabía que se estaba sintiendo culpable por haber cortado la relación con él de forma tan brusca, así que traté de cambiar de tema.
- Sí, pero no te creas, en el fondo no ha cambiado nada. ¿Sabes que...? -de repente la vocecita me hizo callar para que no le contase a mi madre nada sobre las visitas nocturnas. "las niñas buenas ven, oyen y callan" pareció querer decirme.
- ¿Qué es lo que ibas a decir, cielo?
- Ehhh... nada, que Gale sigue contando historias de miedo como cuando éramos críos.
Mi madre se echó a reír a carcajadas y yo me uní a ella. ¡Hacía tanto que no la escuchaba reír de verdad!
- Me alegra ver que os lleváis tan bien como siempre, porque él va a quedarse contigo unos días en casa. Tengo unos asuntos que atender aquí y así me quedo más tranquila.
- ¡Claro mamá! seguro que estaremos bien.
Esa noche mamá habló con Gale para ultimar los detalles. Él volvería conmigo a finales de semana y mamá se uniría unos 10 días después. Noté que estaba un poco dudoso al principio, pero entonces me miró y finalmente aceptó.
Cada vez quedaba menos para que la burbuja explotase, mi vocecita me lo gritaba, pero yo preferí fingir que no la escuchaba porque en cierto modo mis sentimientos ya estaban empezando a cambiar.
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Siento mucho la tardanza, pero aquí tenéis un nuevo capítulo. ¡Espero que os guste y que me dejéis muchos, muchos comentarios y votos!
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