Cumpleaños
Querida hija, a lo largo de tu vida vivirás situaciones difíciles que, según se resuelvan, te llevarán a tomar una decisión u otra. Hay veces que esas situaciones son tan complicadas, que pueden llegar a hacerte cambiar totalmente de rumbo.
A lo largo de mi vida he pasado por muchas de esas situaciones, pero son tres las que marcaron mi relación con Mikael, las que hicieron que me enamorase de él a pesar de que jamás lo hubiese hecho en otras circunstancias, las que hicieron que mandase a la mierda todos mis principios, mi moral y me lanzase a sus brazos sabiendo que lo que hacía estaba mal y que antes o después me iba a pasar factura.
Porque Dios lleva castigándome desde el primer día que le besé. Porque conocer a la persona que te completa el alma, la mente, que te hace feliz, que logra que mojes las bragas sólo con un roce de sus dedos, que te lleva al cielo con sólo unas palabras y saber que jamás podrás tenerlo más que unas horas robadas. Que no es para ti... eso, hija mía, es el infierno en vida. Porque a día de hoy no he conocido a nadie más que me haya destrozado y curado el corazón tantas veces.
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A raíz de aquella declaración de guerra, nuestra relación cambió, mejoró y se fortaleció. Nos hicimos amigos, podíamos hablar horas de mil cosas distintas, sin cansarnos, sin quedarnos sin tema. Era muy fácil estar con él. Era muy fácil ser yo misma. Lo difícil era ignorar la tensión sexual que se había instalado entre nosotros.
Él lo llevaba bien, o eso creo. Hay cosas que jamás me he atrevido a preguntar, hija mía. Tu madre siempre ha sido una mujer fuerte y lanzada, pero cuando se trataba de saber cuáles eran sus sentimientos hacia mí, nunca me atreví a preguntar.
Lo que sí sabía es que le atraía, porque de vez en cuando me lanzaba indirectas que fingía no pillar o, simplemente, ignoraba. Y también que me había convertido en su salvavidas cuando alguna de sus amigas le exigía algo más de lo que le daba y no sabía cómo quitársela de encima. Cosa que solía pasar muchos viernes cuando yo salía con mis amigas: siempre me encontraba, estuviera donde estuviera. Y yo sabía que esa sería noche de terapia.
- ¡Gabriela! ¡por fin te encuentro! te estaba buscando...
- Ya... ¿de quién se trata esta vez, Casanova?
Él se rió, porque era una situación que se repetía con demasiada frecuencia y ya lo veía venir.
- Es Ariadne, no hace más que insistir en que vayamos a su casa...
- ¿Y...?
- Yyyy... prefiero quedarme hablando un rato con mi gatita -contestó con una sonrisa de oreja a oreja.
- Jolín, Mikael, me duele la boca de decirte que dejes ya a tus "esposas", en especial a Ariadne. Es un mal bicho y sólo te va a dar problemas... además, tampoco es tan guapa.
- Gabriela, si tú aceptases ser mi "esposa" como las llamas, no tendría estos problemas.
- Mikael, me niego ser tu "esposa" número novecientos treinta y ocho. Prefiero ser tu amiga, sinceramente.
- Si tú quisieras serías la número tres. Ya tienes muchas cosas que hacen que sumes puntos. Por ejemplo, eres la única que se preocupa por Tessa.
- Eso es porque soy la única que no se acuesta contigo, idiota.
- Ahí tienes razón, gatita. Y por eso me vas a tener que aguantar hasta que te vayas.
Los dos nos echamos a reir y la noche pasó rápido. hablando, bailando y riendo por tonterías. El tiempo con él ya entonces se me escurría entre los dedos.
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El día de mi cumpleaños llegó, y aunque caía en martes, me empeñé en salir a celebrarlo. Claro, el local estaba prácticamente vacío. Vinieron varios amigos, la noche estaba siendo tranquila. No avisé a Mikael porque nuestra amistad se limitaba a nuestros encuentros de fiesta en fiesta y no sabía si querría venir.
Lena y Rose llegaron las primeras con una tarta pequeña con velas, después fueron llegando varios amigos.
Y también llegó Mikael acompañado de unos amigos. Lo cual me pareció una maravillosa casualidad ya que en realidad quería que él estuviese allí en ese día tan especial.
- ¡Felicidades, gatita! -me dijo dándome un fuerte abrazo.
- ¿Sabías que era mi cumpleaños?
- ¡Claro! ¡y no iba a dejar que lo celebrases sin mí!
La noche se animó, bailaba, me reía... estaba divirtiéndome mucho hasta que, por las puertas, entró mi ex.
Mi ex, como ya te dije, no es más que alguien a quien le di mi primera vez. Pero no era muy buen chico y en cierto modo disfrutaba haciéndome daño. Con lo que su presencia me hizo sentir muy incómoda. Como el local era grande, no nos cruzábamos mucho, pero saber que estaba allí ya me afectaba demasiado. Además, mis amigas hacían lo posible para entretenerme, aunque no tenían mucho éxito.
Tras un par de horas, hablé con Lena y Rose y les dije que iba a salir un poco fuera para que me diera el aire.
Saliendo por la puerta noté que alguien me agarraba el brazo, me giré pensando que sería alguno de mis amigos y, con horror, descubrí que se trataba de mi ex. Me quedé bloqueada y traté de zafarme de su agarre, pero él no me dejaba tranquila. Entonces alguien me tomó de la cintura y con cuidado me apartó interponiéndose entre mi ex y yo: era Mikael.
- Quítate de enmedio -le increpó mi ex- esto es entre ella y yo.
Él me dio una mirada de reojo y yo negué con la cabeza, estaba muy nerviosa y los ojos se me habían anegado de lágrimas.
- Creo que es mejor que la dejes tranquila, ella no parece querer hablar contigo.
- ¿Y tú quién eres? ¿te la estás tirando? esta perra es una frígida que no sabe follar...
Abrí los ojos de par en par, ¿cómo se atrevía el maldito a decir esas cosas de mí? Iba a contestar cuando Mikael le dio un puñetazo en la cara que hizo que cayera al suelo de culo.
- ¡Lárgate! y cómo te escuche decir alguna otra mierda sobre Gabriela, mis amigos y yo nos encargaremos de ti.
Mi ex se levantó maldiciendo y se fue. Los amigos de Mikael fueron hacia la puerta para segurarse de que se marchaba y Mikael me tomó de la mano y me llevó a un rincón más tranquilo. Después me tomó la cara y me miró preocupado secando una lágrima que se me había escapado. Yo estaba muerta de vergüenza porque lo que había dicho tenía una parte de verdad: realmente me sentía muy torpe e insegura en la cama. No era capaz de mirarle directamente a los ojos y él lo notó.
- Gatita... no estés triste, no voy a dejar que se te acerque más.
- No es eso Mikael, es que...
No fui capaz de acabar la frase, volví a bajar la mirada. Él me tomó por la barbilla y me obligó a mirarle a los ojos.
- No dejes que lo que dice ese imbécil te afecte, Gabriela, eres una chica, divertida, inteligente, preciosa... y algo me dice que eres bastante salvaje. Probablemente él no sea más que un egoista en la cama y tú necesitas a alguien que te sepa guiar y que piense en ti, no en sí mismo.
No pude evitar sonreir. Él tenía una capacidad asombros de hacerme sentir bien.
- Te voy a tener que dar tu regalo de cumpleaños -me dijo en un susurro y se acercó a mis labios dispuesto a besarme.
Pero entonces retrocedí apartándome y él me miró un poco dolido.
- Pero tú... tienes novia... lo siento, no puedo, lo siento. -solté atropelladamente porque estaba realmente nerviosa. ¡Habíamos estado a punto de besarnos!
Mikael suspiró, se echó a reir y luego me acercó a él para besarme la frente.
- Realmente eres única, gatita. Y por eso me encantas.
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Ese fue, hija mía, el primer punto de inflexión, ya que descubrí que era capaz de mover el suelo bajo mis pies.
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Capítulo especialmente dedicado a mi autora favorita: ¡me inspiras a querer escribir!
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