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Carta 7 Juan Pablo Villamil parte I

* Les pido que escuchen la canción mientras leen está primera parte. Es muy esencial que lo hagan *

Nadie nos advirtió que extrañar  es el costo que tienen los buenos momentos.  — Mario Beneditti.

Siento una ya familiar punzada latente en mi cabeza que me molesta tanto. Giro mi cuerpo para acomodarme mejor y ver si asi se calma el dolor pero ahora no solo la punzada me molesta, ahora es la potente luz del sol.
De mala gana intento abrir los ojos y cuando lo hago, el dolor de cabeza es aún más fuerte.

Cuando me incorporo caen botellas de vidrio que reposaban sobre mi pecho. Sentado en el suelo, busco con la mirada algún resto de alcohol en ellas, lo necesito para alivianar el dolor de cabeza pero no encuentro nada. Las botellas están vacías.
Los ojos los siento hincados desde hace meses. Y creo que ya es algo que se está haciendo normal.

A mi derecha está tirado un portaretratos que guarda la foto de la chica mas hermosa que llegó a mi vida y misma vida se encargó de arrebatarmela.

Corro a recogerlo del suelo. Supongo que mientras dormía, lo tiré por accidente de mi pecho.
Desde hace meses que no lo suelto ni por error. Y por las noches suelo abrazarlo fuerte contra mi pecho susurrando su nombre...

Jules...

Parece que el alcohol sigue en mi sistema porque me tambaleó al intentar subir las escaleras.
Nuestra habitación está intacta. Tal cual la dejó ella el día que se fue. Solo que ahora el polvo la adorna y la cama está desecha.

El perfume que ella solia usar sigue en su tocador. Algunas veces suelo echarlo porque asi la siento más cerca.
Tristemente su aroma se va perdiendo con el tiempo. Y daría lo que fuera porque siempre estuviera impregnado en el ambiente, en mi ropa o en la cama.
La cual lleva meses sin tenderse. En las noches más frías vengo aquí para acostarme y abrazar tan fuerte su almohada imaginando que es a ella a quien abrazo fuerte y susurro cuanto la necesito, cuánto la amo y cuanta falta hace en mi ahora miserable vida.

Parado, ahí, en medio de la habitación viendo los recuerdos que guarda cada rincón, logró ver mi reflejo en el espejo que está cerca de la ventana. Donde Jules solía mirarse mientras se arreglaba y a la vez admirar el paisaje que se presentase afuera. Un amanecer, un atardecer o días nublados donde la lluvia golpeaba fuertemente la ventana y yo la interrumpía poniéndome detrás de ella para besarle el cuello, los hombros o las rosadas mejillas.

El hombre que se refleja ahora es un completo desconocido. Ese no era yo y lo sabía porque ahora tenía unas enormes ojeras bajo mis ojos a causa del insomnio. El rostro mas delgado y sin color.
La barba me había vuelto a crecer de manera desaliñada que me hacia parecer un vagabundo.

Los ojos rojos e hinchados y mi cuerpo estaba más delgado. Claramente por la falta de buena alimentación.

Los primeros días deje de comer y solo vivía tomando botellas de vodka o cualquier bebida que tuviera a la mano. Después, mi estómago estaba harto de eso que me pidió comida.

Comenzé a vivir ahora de whisky, pizza y hamburguesas. Algo rapido. Pero después mi madre y mi hermana comenzaron a dejar comida afuera de mi puerta.

Escuchaba sus regaños y sus súplicas por que las dejara entrar y cuando se cansaban de mis gritos o de que simplemente las ignorara, se iban y era ahi cuando aprovechaba para tomar la comida.

Se dieron cuenta que la recibí porque seguirton dejando guisos cada día. Hasta la fecha.

Mis ojos se posan en mi mesita de noche y camino hacia ella donde están los resultados de los estudios de fertilidad que Jules ya no alcanzo a conocer. Y de solo pensar que los dos estuvimos tan cerca de alcanzar nuestro sueño me inundan las lágrimas y el llanto vuelve.

Si tan solo la hubiera convencido de que se quedará un poco mas en la cama aquel día...
Si tan solo la hubiera besado con mas fuerza...
Si tan solo le hubiera propuesto irnos los dos juntos al dia siguiente...
Si tan solo me hubiera dado cuenta que llevaban días siguiéndonos el rastro...
Nada de esto estaría pasando.

Yo no estuviera aquí llorando y rogándole a dios que me regresara al amor de vida. Que fue una injusticia la que me jugó la vida.
Yo solo la queria de vuelta. Aquí conmigo.

Me enjuago las lágrimas con el dorso de la mano y vuelvo a dejar la hoja en la mesita de noche.

Tomo un poco de ropa del armario no sin antes pasar acariciando con mis dedos las prendas colgadas de ella.

Me meto a la ducha y al estar bajo el agua caliente, cierro los ojos por instinto recordándola una y otra vez. Porque no puedo dejar de hacerlo. Porque no puedo arrancarmela de la mente. Sus risas, sus gritos, su voz... Odio pensar en la idea de que con el paso del tiempo, mi cabeza olvide el tono tan dulce de su voz. No quiero olvidarla. No quiero soltarla. No quiero estar sin ella... Simplemente me niego a dejarla ir.

Llevo tres largos y torturosos meses sin tener éxito en admitir que ya no está ni estará nunca más porque la arrebataron de mis brazos.
Nunca en mi vida pensé que algo asi pasaría.

¿Cómo olvidas a quien llegó a tu vida sin siquiera pedir conocerla?

El llanto vuelve y siento mi pecho arder y mi corazón romperse fragmento por fragmento. El dolor es tanto que me cuesta estar de pie y solo alcanzo a recargar las palmas de las manos sobre la pared para no caerme.

Sollozo tan fuerte para arrancarme este maldito dolor.

— ¡JULES! — grito desgarrando mis cuerdas vocales — ¡Jules, regresa! ¡Regresa por favor que te necesito! Por favor... Amor solo regresa y dime que todo va estar bien... — murmuro— Vuelve... Por favor...

...

Cuando salgo de la ducha, salgo desganado, como siempre.
No alzo la vista hacia el interior de la habitación, solo tomo mis cosas y salgo dando un portazo.
Bajo las escaleras a toda velocidad. Vuelvo a escanear con la mirada algún resto de alcohol pero no hay nada.

Descubrí en este tiempo que el no tener ni una gota de alcohol me ponía de mal humor.
Cuando llegué aquel dia del funeral, llegué con cinco cajas de vodka en mi auto y me encerré un mes a beber mientras recordaba cada momento a su lado. Tomando el vodka como único analgésico para mi dolor.

Cuando el maldito licor se terminó me vi obligado a salir y comprar mas cajas.
Este tercer mes decidí comprar alcohol pero no sin antes pasarme por distintos bares de la cuidad para salir de la rutina.

Tenia la tonta esperanza de al regresar a casa, la vería bailando sin sentido alguno por toda la casa con sus canciones a volúmen alto. Cantando mientras preparaba su clase del dia siguiente.

Esperaba encontrar sus "Hola cariño ¿Que tal tu dia?" O "¡Llegaste, te extrañé tanto" "Ven conmigo, bailemos"

Pero me llenaba de desilusión cuando en lugar de eso, solo encontraba la casa vacía, fría y en total silencio.

— Una botella de tequila, por favor — pido al mesero del bar mientras tomo asiento en una de las mesas del rincón.

— En seguida señor — responde amable mientras pasa su trapo por la mesa para limpiarla.

— ¿Una botella no es mucho para ti solito, guapo?

Una mujer alta de cabello rojizo y curvas escándalosas se acerca a mi mesa.

— Déjalo en paz, Regina — le dice el camarero terminando de limpiar.

— ¿Qué? Solo quiero hacerle compañía — reclama moviendo los hombros sin importancia.

— Ahora vuelvo con su botella, señor — vuelve a hablar el camarero y se aleja mirando mal a la tal Regina.

La pelirroja se acerca más a la mesa y jala de una silla pero la freno antes de que se siente.

— No quiero tu compañía. Hazme de el favor de retirarte — digo.

— No la quieres pero se ve a simple vista que la necesitas — responde juguetona — Puedo hacerte un trabajito, uno que te va a gustar tanto que te va a quitar el mal humor — baja la mirada hasta mis pantalones pícara mientras que yo arrugo las cejas.

— Dije que no quiero ni necesito de tu sucia compañía. Asi que largate de una buena vez.

— ¡Uy si!— exclama sonriente aplaudiendo emocionada — Me encantan los hombres con carácter fuerte. Esos son los mejores en la cama — da la vuelta intentando acercarse hasta mi lugar pero me pongo de pie demandando ira.

— Lárgate de aquí.

— Oh, cariño — esa simple palabra me hace tensar la mandíbula — ¿Tu novia te ha dejado? No te preocupes, yo te haré olvidarla, lo harás para siem...

— ¡Basta! ¡He dicho que te largues! ¡No quiero la compañía de una ramera! — golpeó la mesa furioso.

— Ya te he dicho que te haré olvidar a la perra de tu novia — pestañea coqueta pasandose las manos por el escote que deja al descubierto sus pechos.

— ¡No vuelvas a mencionar a mi novia con tu sucia boca! — gruño a punto de estallar — ¡Lar-ga-te!

— ¿Todo en orden? — regresa el mesero mirando mal a la chica.

— Dame la botella y ten— pongo algunos billetes sobre su pecho arrebatandole la botella de las manos.

— No es necesario que se vaya, señor. Regina ya se iba, ¿Verdad?

La tal Regina me da una última mirada y asiente dándome un gesto de odio que ignoro.

El mesero parece estar enojado con la chica por qué la ve con el ceño fruncido.

No doy mas vueltas al asunto y solo comienzo a caminar hacia la salida.

— Deja de molestar a los clientes. Con él ya van cuatro que se largan y asi el bar pierde ventas — escucho rugir al mesero a mis espaldas.

Destapo la botella y le doy un largo trago antes de subir a mi auto.
El líquido baja caliente por mi garganta y lo siento como gloria.
Dejo la botella en el asiento del copiloto y conduzco a toda velocidad por las calles hasta llegar a mi destino.

Miro mi reloj, 5:33 pm.
Llegué justo a tiempo para ver el atardecer desde aquel campo donde se podía apreciar todo el paisaje lleno de naturaleza. El pasto estaba tan grande que me llegaba hasta las rodillas. Algunas flores silvestres adornaban del pasto y era una vista tan espectacular que a Jules sin duda alguna le hubiera encantado ver.

Llevo algunos días escapandome de mi casa y viniendo hasta aquí para recordar las tantas tardes que pasamos juntos en este lugar.

Algunas otras cuando reacciono, estoy fuera de la casa que solia rentar. Las luces estan apagadas, por lo que se, sigue deshabitada. Ella fue la última inquilina.

Pienso en la primera vez que me trajo a este lugar, a este campo. Lo hizo en un momento donde me encontraba vulnerable y ella estaba ahí para mí, asi como yo estuve ahí para ella.

Nuestro amor era mutuo y lo sabía por la forma en que sus orbes verdes con marrón brillaban cada que me miraba. Cada que me decia cuanto me amaba, cuan agradecida estaba por haberme encontrado y tenerme en su vida.

Para cuando el sol comienza a ocultarse tras las montañas que se ven a lo lejos y las luces de la cuidad comienzan a notarse, estoy bebiendo admirando el suceso. Imaginando que está a mi lado.

No tengo idea de como logré conducir de regreso a casa pero cuando estoy a punto de llegar, el coche se queda parado justo en la esquina. Al parecer la gasolina se terminó porque un sonido resuena y es el que dice que acabas de joderte porque el tanque está vacío.

Salgo del auto y camino lo que falta. Con dos botellas cargando en mis brazos. El aire me golpea pesadamente y siento el vértigo. Me tambaleó un poco pero logro recuperar el equilibrio porque no quiero caerme y romper el preciado whisky.

A lo lejos veo a una persona dando golpes fuertes a mi puerta mientras grita.

Simón.

— ¡Juro que si no me abres la maldita puerta voy a tirarla, Juan Pablo! — brama furioso — ¡Estoy harto ¿Me has escuchado?! ¡HARTO!

Ruedo los ojos deteniéndome algunos metros atrás de él.

— ¡A-bre-me! ¡YAAA!

Un eructo se me escapa y él da un respingo dándose la vuelta para verme.
Está rojo del rostro por tanto gritar sepa dios desde a que hora.

— ¿Y si no quiero qué?

— ¿Que haces afuera?

— ¿Que no querías que saliera? Bueno pues ya salí — respondo subiendo los hombros.

— Llevo diez minutos gritando como estúpido y tu estás afuera, tomando?

— Sip — sonrio.

— Eres un cabron.

— Lo que digas — respondo llevandome la botella a la boca y dando un largo, largo trago.

— ¿Desde hace cuánto sales? Todos pensabamos que llevabas tres meses sin ver el sol.

— Desde que el licor se agotó hace dos meses y he tenido que salir para comprar más o pasarme por algún bar.

Vuelvo a beber.

Simón suspira pesadamente negando con la cabeza.

— Debemos hablar, Villa. No puedes seguir asi.

— ¿Asi, como? ¿Borracho? ¿Deprimido?

— Si, Juan Pablo. Si. Joder, mírate. Estas hecho mierda.

— ¿Y cuál es tu jodido problema? Que yo sepa es mi cuerpo, es mi casa, mi dinero, mi licor y mi dolor — una botella se me resbala y y es todo lo que necesito para explotar al igual que ella — ¿Sabes la razón por la cual estoy echo mierda? ¡¿La sabes?!

Baja la mirada.

— ¡Es porque mi novia está muerta, Simón! ¡Esta muerta y nunca más la volveré a ver!

El nudo vuelve a mi cuerpo instalándose en mi garganta y mis ojos escosean en lágrimas.

Es la primera vez que digo esas palabras en voz alta y arde una mierda. Arde en lo mas profundo de mi ser.

— Jules era todo lo que más quería en esta vida y ya no está. Ya no la tengo conmigo para reír, para besarla. Ya no siento su presencia en la casa y no puedo con eso por que soy un maldito cobarde que no sabe como lidiar con toda esta mierda — extiendo la mano libre para señalar la casa — Mi única ayuda es esto que tengo en la mano — lavanto la botella hasta su cara —. Asi que, si tienes una mejor idea para ayudarme con esta mierda o hasta traerme de regreso a Jules, no dejaré esta botella ni todas las demás.

Simón intenta decir algo pero no lo dejo porque paso por su lado golpeando su hombro con fuerza.

— No te quiero de vuelta aquí. Ni a ti, ni a Isaza, ni a nadie ¿Escuchaste? Si quieres hacer algo bueno por mi, entonces diles que no vuelvan a joderme cada día tocando a mi puerta — abro y me quedo parado mirando a mi amigo que ya tiene lágrimas en los ojos — No vuelvan más si no traen consigo a Jules Davies.

Y azoto la puerta haciendo que algunos cuadros que adornaban la pared de la entrada se caigan al suelo.

Suspiro cansado mirando el interior.

— Jules, cariño... — sollozo — ya... Ya llegué...

Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y miro las maletas que posan en la entrada desde hace tres meses.

Al dia siguiente que sepultamos a Jules, los del aeropuerto me mandaron sus maletas. Y desde entonces están allí. Cerradas, con todas sus cosas dentro.

Su ropa y sus pertenencias de aquel día están en una bolsa que me entregó el hospital. Arriba de las maletas. No he abierto nada porque no tengo fuerzas para hacerlo.

Y ahí, en medio de la noche, sentado en el suelo frente a la chimenea, vuelvo a emborracharme mientras velo la pérdida de mi niña de ojos hazel.


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