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Carta 7 Juan Pablo parte II

Cuatro días habían pasado desde que vi a Simón. Cuatro días donde nadie había llamado a mi puerta.

Únicamente encontraba comida afuera pero no habia señales de mi madre o de mi hermana. Tampoco Isaza habia asomado las narices por aquí.
Parecía que a Simón le había quedado claro mi reclamo y se había encargado de concederme el deseo.

Desde que nadie había tocado esa maldita puerta, me di cuenta de cuan solo me encontraba. No había nadie. Solamente yo y mi latente dolor.

Volví a empinarme la botella para sentir el liquido bajar por mi garganta dejando un ardor en el camino.
Ya ni siquiera me molestaba en usar vasos para beber. No me percaté de cual fue el momento en que comencé a beber así. De este modo que seguramente no le gustaría para nada a Jules.

Y tal vez tenía la estúpida esperanza de que se molestará tanto que encontrará la manera de volver de dónde fuera que estuviera solo para sermonearme mirándome con esos ojos verdes ardiendo de furia y tal vez darme unas buenas cachetadas porque vaya que me hacían falta.

Siempre me preguntaba el porque había dejado de soñarla.
El porque también había desaparecido de mis sueños y porque me estaba castigado de esta manera tan jodidamente cruel.

¿Era que no se percataba de todo el daño que esta situación me estaba causando?

¿Era que quería verme hundirme en alcohol cada minuto del día y llorarle toda la noche?

Por qué si era así, entonces estaba comportándose como una maldita egoísta.

Sacudí la cabeza quitando ese último pensamiento de mi cabeza.

En realidad no podría culparla. Nada de esto estaba en nuestros planes. Ninguno de los dos jamás imagino que algo asi podría ocurrir.

No estábamos preparados para esto. Ella no estaba preparada para morir, para irse de la forma mas cruel y horrible en la que se fue.
Y yo no estaba preparado para morir con ella por que una gran parte de mi se fue con Jules aquél día que su precioso corazón dejó de latir.

No estaba preparado para dejarla ir. Y creo que jamas lo iba a estar.

Dejé la botella sobre la barra de la cocina - que era un asco-, salí hacía la sala para tomar mi chaqueta, mi cartera y las llaves de la casa y de mi...

¿Donde diablos estaban las llaves del auto?

Gruñi molesto buscando por todos lados las malditas llaves.

Pero el vago recuerdo de que las había dejado pegadas a el cuando se agotó la gasolina el mismo dia que encontré a Simón aporreando mi puerta llegó a mi cabeza.

Cuando salí de la casa no había rastro de mi auto.

Ni fuera de mi casa ni en la esquina donde se había apagado.

¿Dónde carajo estaba mi auto?

- Mierda - me reproche por estúpido.

Ahora me lo habían robado desde quien sabe cuando y yo ni puta cuenta me había dado.

Ya lo reportaría después, ahora solo quería largarme a un maldito bar a tomar como loco porque ya estaba harto de hacerlo solo.

Caminé no se por cuanto tiempo, tampoco se por donde pero mientras lo hacía me puse a observar como la gente caminaba despreocupada por la acera de las calles.
Era una tarde bonita para muchos dónde el cielo estaba teñido de naranja.

Mientras que para mi era una tarde triste y gris como lo habían sido estos últimos meses.

Recuerdo la primera vez que salí a la calle después de estar encerrado en mi mundo.
Todo parecía ir con normalidad. Las personas iban a venian de sus empleos. Las parejas solían sonreírse entre si mientras se daban cariños.

Parecía que el mundo no extrañaba a Jules.

Afuera estaba el maldito sol, radiante y brillante, mientras que en mi casa y en mi vida estaba lloviendo. Estaba todo de la mierda y no había nadie que pudiera hacer nada. Ni yo mismo era capaz de enmendar algo y seguir con la vida que ya no tenía.

- ¿Que te sirvo? - me preguntó un hombreton con voz gruesa que hacía de barman.

- Un whiskey en las rocas... - hablé pero vi a mi lado a otro hombre tomando cerveza ¿Hace cuanto no bebía cerveza? - No, quiero una cerveza.

El hombre asintió y se giró para tomarla y ponerla frente a mis ojos en una velocidad impresionante.

- ¿Te encuentras bien, chico? - preguntó de pronto.

Lo miré extrañado por su pregunta.

¿Porqué un hombreton que tiene cara de asesino con humor del demonio, me preguntaba si estaba bien?

Di un largo trago a la cerveza que ¡Dios! Sabía tan exquisita.

- Sabe a gloria - levanté la botella evadiendo su pregunta.

Él soltó una carcajada meneando la cabeza.

- No deberías beber por una chica - dijo - ninguno de todos los que están aquí deberían hacerlo. No deberíamos hacerlo - corrigió rápido.

- No es tu problema amigo - fruncí el ceño.

- No, tienes razón. No lo es. Yo solo hago mi trabajo - sonrió tranquilo limpiando unos vasos.

- Quiero otra - dije tomando el resto del líquido como si fuera agua.

- Como ordenes - volvió s girarse esta vez con dos botellas - ¿Vienes con amigos?

Comenzó a destapar ambas botellas.

- Solo. Vine solo - hice una mueca.

- Bien, en todo caso te haré compañía - extendió una de las botellas hacia mi y a la otra le dio un sorbo - yo invito esta ronda.

- Juan Pablo - dije después de unos segundos de confusión por su acción.

- Román - respondió.

Asiento volviendo a dar un sorbo a la botella para después bajar la mirada a mis manos.

- Vienen muchos como tú al bar.

Levanto la cabeza.

- ¿Cómo yo?

- Desesperados por olvidar un amor.

- No hables si no sabes una mierda - ladré.

- Llevo ocho años trabajando aquí y lo he visto todo, Juan Pablo - Da un sorbo pequeño a la bebida - Por tu semblante...- me observó con atención - Llevas dias sin dormir, sin comer bien. Tus ojos estan rojos y levemente hinchados...

- Gracias por la cerveza pero no pedí tu opinión en nada - lo corto antes de de que siga metiendose dónde no lo llaman.

- Es fácil descifrar que tu novia te ha abandonado - sigue.

- Mi novia está muerta - digo por fin y su rostro cambia completamente a una expresión de haberla cagado en grande - Y tienes razón, llevo días, meses sin dormir bien. He descuidado mi alimentación y a cambio solo me dedico a embriagarme para no estar sobrio - sigo y aprieto la botella en mis manos -. Si que eres bueno en leer a los tipos abandonados como yo, Román, solo que esta vez es diferente y apuesto lo que quieras a que no estás acostumbrado a lidiar con personas en mi situación de mierda.

Román era moreno y su rostro se perdió todo su color.
Soltó una maldición por lo bajo antes de tomar de su cerveza un largo trago.

- Vaya detalle... - murmuró.

- Vaya detalle - repetí.

- Aún así, no deberías estar emborrachandote. No creo que a tu novia le hubiese gustado saber que por su culpa, estás matandote a ti mismo - opina.

La botella queda a mitad de camino de mi boca y entonces la bajo con lentitud hacía la barra.

Nunca lo había pensado de esa forma. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza pensar en que estaría pensando Jules si me viera en este estado.
Estaba completamente perdido pensando en ella que me olvidé por completo de como estaría pasándola ella si me viera ahora. Si su fantasma me estuviera viendo ahora mismo.

- Estaría tan furiosa conmigo, tan triste...- digo de pronto.

- ¿Porque tus amigos no están apoyandote a pasar esto? ¿O no tienes amigos? - preguntó curioso.

Mire a mi alrededor para ver si acaso no había mas gente borracha a la cual atender pero por primera vez dese que llegué, me fije a que tipo de bar me había ido a meter. Era uno de los prestigiosos de la cuidad por lo tanto, la barra era larga con mas bartenders atendiendo.

- Los tengo, solo que... Los alejé de mí en cuando ella se fue.

- ¿Cuál era su nombre?

Lo miré a los ojos. No quería hablar sobre esto pero el tipo apesar de tener cara de asesino inspiraba cierta confianza.

- ¿Preguntar sobre las penas de los demás también es parte de tu trabajo? - sonrio levemente.

- Y dar consejos también lo es - me sigue el juego - Soy Barman de calidad cinco estrellas - dice orgulloso.

Sonrió mientras llevo la cerveza a mis labios.

- Jules... - digo lentamente acariciando cada letra de de nombre - Se llamaba Jules Davies y era la chica mas fabulosa que hubiera podido conocer.

Román asiente y cuando intenta decir algo alguien lo interrumpe.

- Dos mojitos y una margarita - pide un chico acompañado de una chica.

El Barman asiente, los prepara, los sierve y se los extiende sobre la barra rápidamente. Encerio que tiene una facilidad increíble para hacer su trabajo.

Ambos chicos se van felices con sus tragos y entonces el ceño de Román se frunce cuando vuelve a fijar su atención en mí.

- Puedo... Eh... - rasca su mejilla - ah... Preguntar como... Como ella...

- ¿Murió? - salta los ojos y asiente un poco avergonzado - Una loca que tuve por novia hace años le disparó en el aeropuerto hace casi cuatro meses.

- ¿Qué? - pregunta sorprendido - ¿Ella era la chica del aeropuerto?

Asiento bajando la mirada.

El acto fue público, imagino que varios noticieros del país tuvieron esa noticia en sus manos.

Dejé de ver incluso la televisión y mi celular después de aquello.

- Mierda. Si que fue una verdadera tragedia - dice - Lo siento hermano. Mi más sentido pésame.

Tuerzo la boca tragando duro volviendo a beber.

Román no vuelve a decir nada y se gira a otro lado para seguir con su trabajo mientras que yo voy perdiendo la cuenta de cuantas botellas ya he ingerido.

La mezcla del vodka que había bebido antes y la cerveza que estaba tomando ahora, comienza a hacer su efecto y de pronto me siento mareado.

La música que resuena por el bar la escucho lejana.
Estoy tan absorto en mis pensamientos que day un respingo cuando alguien azota otra botella de cerveza hacia mi.

Al levantar la cabeza vuelvo a mirar a Román frente a mi.

- Era encerio cuando te dije que no deberias llorar. Se que tu dolor es un fuego que no se acabará de la noche a la mañana pero si algo debes saber es que no debes seguir derramando lágrimas por ella - se inclina sobre la barra un poco poniendo una mano sobre mi hombro mientras trato de enfocarlo bien y prestarle atención - Mi abuela solia decir que cuanto mas lloramos a nuestros difuntos, mas difícil será para ellos encontrar el camino que los lleve hacia la luz - rie de pronto - No tengo ni puta idea de si eso es verdad. Ella era una mujer religiosa pero si algo de eso es cierto... - aprieta el agarre sobre mi hombro y me hace mirarlo - No sigas retrasando su camino. No sigas reteniendo algo que ya no es de este plano terrenal, Juan Pablo. Es duro y es jodidamente cruel pero debes dejarla ir y solo recordarla con buenos momentos.

- Yo no... No puedo - susurró - No puedo, no quiero.

- No vas a traerla de regreso si te la vives llorando y pudriéndote en alcohol. No vas a conseguir nada.

Muerdo el interior de mi mejilla bajando la mirada.

- Recuerdala de la mejor manera que tengas y deja que tus amigos vulevan a entrar en tu vida para ayudarte en este proceso. Estoy seguro que eso pondrá feliz a tu novia y haga que se marche tranquila sabiendo que estás en buenas manos.

Trato de procesar todas sus palabras que se repiten una y otra vez en mi cabeza.

Si algo de lo que me dijo es cierto... No quiero que Jules se quede a sufrir viendo como yo sufro por ella.

- Vaya, si que eres bueno en tu trabajo - me echo a reír arrastrando las palabras.

- Te dije que era Barman calidad cinco estrellas.

Asiento.

- Dame otras dos cervezas. Es mi turno de invitarte.

- No puedo beber en el trabajo.

Gruño por su respuesta

- Acabas de beber una conmigo hace un rato - elevo la ceja.

- Exactamente, solo una y fue para acerte compañía para que no bebieras solo.

Ruedo los ojos negando.

- Vamos amigo, no seas amargado.

- No lo soy, solo que van a darme una patada en el culo si me ven ingeriendo alcohol - Explica - Debo estar sobrio si quiero seguir sirviendo los mejores tragos de Bogota.

Suelto una carcajada asintiendo.

- Bien, serán las dos para mi.

- Las últimas porque en una hora debemos cerrar - mira su reloj - son casi las 3 de mañana ¿Quieres que llame a uno de tus amigos?

- No.

- Pediré un taxi entonces.

Un taxi me parece mejor que lidiar con mis amigos a estas horas.

- Bien - accedo.

- ¿Puedes pasarme tu móvil para llamar a uno desde ahí?

Saco el pequeño aparato y entonces se lo extiendo.

Román mira el aparato y después me mira de forma sospechosa.
Se gira para llamar y hablar y no soy conciente de que es lo que dice. Mi nivel de alcohol ya está elevado.

- Listo amigo - vuelve a extender el aparato hasta mi - tu taxi llegará en quince minutos - asiento mirando mi fondo de pantalla - Es... Era bonita tu novia.

Sonrió mirando la foto.

Era una dónde estábamos Jules y yo en el campo. Ella tomando la foto con una enorme sonrisa, su cabello algo alborotado por el aire que hacía, mientras que yo le besaba la mejilla con amor y ternura achinando los ojos.

- Era hermosa... Muy hermosa para ser de este mundo.

- Sinceramente si - lo escucho decir y entonces levanto la cabeza para mirarlo y encontrarlo viendo el fondo de pantalla conmigo.

- ¡Ey! Es mi novia - arrugo las cejas.

Román da un respingo por el grito y se echa a reír.

Los siguientes quince minutos me la paso haciéndole preguntas sobre el porque su apariencia es complementamente diferente a su forma de ser.

- Encerio amigo. Cuando te vi en la barra creí que eras un maniático - me echo a reír - casi me orino en los pantalones.

- Si es lo que todos me dicen cuando me conocen - se rasca la barba.

- Sinceramente nunca creí que fueras tan bueno oyendo y dando consejos a los miserables como yo y...

- ¡Que mierda haces aquí a estas horas!

Ruedo los ojos al escuchar esa voz tan familiar.

Me doy la vuelta lentamente sobre el banco para encarlo.

- Buenas madrugadas para ti también, Martincho - sonrió inocente antes de volver a girarme para darle una mirada venenosa a Román - Dije que quería un taxi.

- No hay taxi más confiable que un amigo ¿No? - se encoge de hombros limpiando la barra - Él era el último que te había llamado bastantes veces.

- Dios, mirate - el mas pequeño de mis amigos me mira como si no me reconociera - Hace meses que no te veo ni las narices y... - su voz flaquea por un instante y se aclara la garganta - Te eche mucho de menos, amigo - me abraza con fuerza - Estaba tan preocupado por ti y tú eres lo mas cercano a ella y yo... Te extrañé mucho.

- Si, si, yo también - le palmeó la espalda - Él es Román, el mejor barman de la historia calidad cinco estrellas - digo en cuanto me separo de él.

- Gracias por llamarme, Román. Soy Martín.

- Un gusto - dice - será mejor que te lleves a tu amigo. Se a pasado de copas y lo mejor es que vaya a casa a descansar.

- ¿Me estas corriendo? - digo ofendido.

- Técnicamente... Si - sonríe - ya vamos a cerrar.

- Volveré mañana - me pongo de pie tambaleandome pero Martín me sostiene fuerte.

- No lo creo - murmura.

- Vuelve cuando quieras - Román me estrecha la mano- espero sigas mis consejos, Juan Pablo, eres muy joven para seguir sufriendo. Fue un placer conocerte.

Martín se queda a pagar la cuenta mientras que yo camino hasta la puerta de salida.

- ¡Damas y caballeros, el mejor barman cinco estrellas! - grito cuando estoy en la salida.

Martín me jala para salir y evitar que lo siga ridiculizando.

- ¿Dónde esta tu auto?

- ¿Mi auto? - finjo buscarlo por la calle - Oh, me lo robaron.

- ¡¿Qué?! ¿Cuándo?

Me encogo de hombros.

- No tengo idea.

- Pero Juan Pablo...

- Solo es un puto carro, Martín. Su maldita perdida no es nada a comparación de Jules.

Parece que el mencionarla es una fibra sensible para él también porque su rostro se vuelve triste en milésimas de segundos.

- Sube al mío, te llevaré a casa.

No rechisto, solo camino con él hasta llegar a su auto.

- Gracias por venir, Marto - digo cuando aparca afuera de mi casa.

- Vamos, te acompaño.

Introduzco las llaves en la cerradura después de varios intentos hasta que le atino y la puerta se abre.

- ¡Estoy en casa cariño, te extrañé! - grito con la voz quebrada.

- ¿A quien diablos le gritas?

- Jules - digo.

Martín no dice nada solo mira el desastre que es la casa y vaya que lo es.

Es un asco.

- Necesitas limpieza profunda en este mugrero de casa- murmura - ¿Qué es esto?

Toma entre sus manos la bolsa de hospital donde estan las últimas pertenecías de ella.

Le da vueltas a la bolsa tratándo de ver que hay dentro hasta que se detiene en la etiqueta que tiene su nombre plantado.

- Esto es... - su voz suena temblorosa.

- Sí - respondo - la ropa que llevaba ese día y sus maletas están ahí - señalo a su lado.

- Pero... ¿No has sacado nada aún? - niego caminado hasta él - ¿Porqué?

- Se que será aun peor cuando vea todo lo hay ahí dentro pero...

Suelta la bolsa al suelo, sus manos están temblando y parece asustado. Está pálido y su mirada parece perdida.

- ¿Martín? - me acerco aún más, preocupado.

Entonces me doy cuenta que que comienza a hiperventilar y tiene los ojos llenos de lágrimas fijos en la bolsa del suelo.
El temblor ya no solo está en sus manos, sino también en todo su cuerpo.

- ¿Marto, estás bien?

Alza la vista hasta mi y puedo ver el mismo temor que tenía esa noche.

- Debo... Yo... Tengo que irme ya - dice apenas - No puedo... Ella... Ju-Jules...

Se gira abriendo la puerta con brusquedad pero entonces se detiene unos segundos antes de salir completamente dando un portazo.

No sabía que rayos acababa de pasar pero me dejó preocupado, así que voy tras él abriendo la puerta pero es demasiado tarde cuando arranca su auto rechinando las llantas sobre el pavimento.

Suspiro frustrado volviendo adentro.

Levanto la bolsa caminando hasta el sillón, pensando en que tal vez ya sea hora de abrirla y afrontar de una buena vez todo el dolor que esto implicará.

Pero el sueño comienza a asomarse apenas me recuesto en el sillón.

Y lo último que recuerdo es el susurrar su nombre.

- Jules...

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