Carta 6 Martín Vargas
Mis pies pesaban al arrastrarlos por el pavimento sin ninguna prisa. La fría lluvia callendo sobre mi cabeza y mojando mi ropa.
No tenía interés en acelerar el paso o de buscar algún lugar para cubirme de la lluvia. No tenía interés de apurarme a llegar a mi departamento para estar tumbado encima del sofá o sobré mi cama mirando el techo sin saber que hacer.
Hoy se cumplían tres meses desde que ella se había ido. Tres meses en que la vida de todos cambió drásticamente y perdimos el rumbo.
— ¡¿Martín?!
Salí de mis cavilaciones al escuchar mi nombre. Giré la cabeza buscando a quien me había nombrado y di un leve asentamiento con la cabeza en forma de saludo al ver a mi hermano en su auto parado en el semáforo.
— ¿Qué mierda haces? — preguntó arrugando el ceño y entonces la luz cambió a verde — ¡Te veo espero mas adelante! — gritó cuando los autos de atrás comenzaban a pitar.
Suspiré pesadamente y seguí mi caminando bajo la fuerte lluvia.
En cuanto me monté al auto sentí un escalofrío correr por todo mi cuerpo al sentir el aire acondicionado caliente y un latigazo de satisfacción de calidez llegó a todo mi ser. Agradecí internamente el aire caliente.
— ¿Estás loco? ¿Como es que andas caminando ahora mismo por las calles como si estuviera la fresca primavera? — me riño mirándome fijamente — Vas a congelarte el culo.
Solté una risita bajando la cabeza a mis manos.
Sentí algo cálido en mi ser cuando lo hice.
— Créeme, fue lo primero que se me congeló — solté una broma sin siquiera pensarla y me sentí raro al hacerlo.
Simón me miró sorprendido y no lo culpo, yo también lo estaba de mi mismo.
Sacudió la cabeza y volvió a reñirme.
— No puedes estar caminando bajo la tormenta, Martín ¿Estás loco?
— Es la segunda vez que me llamas loco en menos de dos minutos.
— Es por que lo estás — me da una última ojeada antes de arrancar el auto — en el asiento de atrás tengo una sudadera extra, pontela, ya.
Ruedo los ojos y me apresuro a quitarme la chaqueta y playera mojadas.
— ¿A dónde ibas? — pregunto mientras meto la cabeza en la sudadera.
— Iba a verte a ti y a Juan Pablo.
— No creo que quiera verte él a ti.
— Deberá hacerlo. Estoy harto de que nos evada cada que queremos ir a verlo y saber como carajo está.
— Así.
— ¿Así, qué?
— Así está — me encojo de hombros.
— ¿Cómo?
— Del carajo — murmuro — Todos lo estamos y no me vengas con terapias baratas de que tú e Isaza están sobrellevando esta mierda porque sé de mas que están igual de jodidos que el resto.
— Lo estamos, no lo niego pero ya te dije a que se debe el que estemos sobrellevando esto.
Suelto una risa seca.
— Sí, si, las cartas que le escriben a... — detuve mis palabras antes de pronunciar su nombre.
En mi garganta se formaba un molesto nudo cada que intentaba decir su nombre.
No lo había echo desde hace tiempo. Descubrí que al pronunciarla, la herida en mi pecho dolía aún más y las lágrimas comenzában a salir de mis ojos por si solas. Los recuerdos del estruendoso disparo, verla parada mirando a Juan Pablo y a mí con temor y confusión. Su ropa tiñendose de rojo...
— ... A Jules. — terminó de decir.
Miré la ventanilla de mi lado serio.
— Inténtalo, Marto. Te juro que te ayudará, a todos nos a ayudado de cierta manera.
— Quienes son todos, ¿eh? ¿Isaza y tú? Ja.
— Isaza, Micaela, Nathalia, yo...
— ¿Nathalia y Micaela también?
— Micaela fue quien inició todo esto. No sabe que copiamos su idea pero según Isaza, ella y Jules se comunicaban por medio de cartas cuando eran niñas y escribir y recibir cartas era algo que le fascinaba a Jules.
— Está muerta ¿Cómo crees que las recibirá?
Me fuí para adelante cuando mi hermano frenó en seco sobre la calle. Me miró dolido y volvió a arrancar. No supe porque había echo eso hasta que caí en cuenta de que fue por mis crudas palabras.
— No hace falta que lo digas — dijo molesto.
— Lo siento, Simón, es que es... — mi voz comenzó a temblar. Pasé con pesar el jodido nudo en la garganta y seguí —... No puedo, no estoy listo para hablar con ella. No se siquiera si me escuchará.
Un silencio pesado se formó dentro de ese auto.
No tenía idea del porque estaba pasando esto. Por que nos estaba pasando a nosotros. Por que tuvo que ser ella, exactamente ella. Justo cuando todo parecía ir bien, tuvo que venir una loca a terminar lo único bueno que había llegado a nuestras vidas.
— ¿Cómo fue que ella se volvió tan importante, tan indispensable en nuestras vidas, Moncho?
Hizo una pesada y ruidosa respiración antes de responderme.
— No tengo idea — dijo rascándose la cabeza — Recuerdo él día en que Juan Pablo la llevó a esa fiesta de compromiso de Alejandro. Recuerdo verla tímida cuando la presentó a nosotros — sonrió.
— Yo la conocí horas antes que ustedes — me atrevo a presumir — Una chica completamente diferente a como llegó a la fiesta. Rebelde y decidida a patearle las bolas a Juan Pablo si la seguía molestando.
Ambos reímos.
— Ella me escuchaba, se reía de mis bromas a su novio, me apoyaba... — continúo mientras mi mente viaja a todos esos recuerdos.
— Nos ayudó a todos a su manera. Fue como esa chispa que dió luz a nuestro interior — agrega.
Aparca fuera de mi edificio y cuando apaga el coche, me mirá con lágrimas en los ojos.
— No tenía que irse, no tenía porque ser ella... — digo llorando — tenía... Tenía muchos planes, había aprendido a superar su pasado... Estaba feliz de encontrar una familia. De encontrarnos a todos nosotros. L- la necesito...
El llanto me impide seguir hablando y entonces Simón me envuelve en sus brazos. Me abraza tan fuerte que siento su calidez llenar todo mi ser.
Su mentón está sobre mi coronilla y puedo sertir las caricias que da a mi espalda.
— ¿Recuerdas cuando éramos niños y el conejo que tenías de mascota murió?
Arrugo las cejas confundido despegandome de él.
En la mayoría de las ocasiones, cuando todos nos juntabamos para pasar el rato y hablamos de un tema en específico, Simón siempre salía con otra cosa que no tenia nada que ver con el tema principal y eso era gracioso, solo que en esta ocasión no lo era.
— ¿Eso que tiene que ver?
— Estuviste llorando por esa bola de pelos por un mes. Era tu mascota preferida, le hablabas como si te fuera a responder, le dabas cariño y te daba tanta alegría tenerlo cerca de ti — arrugo las las cejas sin comprender el mensaje — Deja de verme así por dios — resopla — se que esto no tiene nada que ver con Jules, y sé que incluso ella estaría partiéndose de la risa por las cosas sin sentido que digo pero Martín, yo estuve para ti cuando murió ese conejo. Yo cuidaba de ti aún siendo niños y te ayudé a superar ese pequeño duelo — pozo sus manos sobre mis hombros mirándome fijamente —. Quiero que sepas, hermano, que aún siendo adultos o ancianos voy a seguir aquí para ti. Voy a escucharte, voy a seguir cuidando de ti porque eres mi hermanito menor y nada es más importante que tú. Te amo, Marto y voy a ayudarte a ti, al resto porque también son mis hermanos y voy a ayudarme a mi a pasar este duelo. Se que nada volverá a ser lo mismo sin ella pero debemos seguir con nuestras vidas. Eso es lo que Jules hubiera querido y es lo que Jules hizo cuando su mundo se vino abajo. Si algo debemos aprender de ella es a luchar día tras día tal cual lo hizo ¿Entiendes?
Asiento. Sus palabras haciendo hueco por toda mi cabeza. Repitiéndose una y otra vez.
Nos quedamos en silencio algunos minutos más antes de volver a hablar.
— ¿Quieres pasar? — pregunto tomando mi ropa mojada.
— No, debo ir a ver a Juan Pablo — mira el reloj en su muñeca.
Suelto un suspiro negando con la cabeza.
— Entiendo que estés preocupado por él, yo también lo estoy pero si nada de esto es fácil para ninguno de nosotros, imagina para él.
— No puedo dejar que siga cayendo en el alcohol, Martín — dice irritado.
— Lo sé, pero... — rasco mi nuca buscando las palabras adecuadas — Trata de comprenderlo a él y a su dolor. Déjalo por lo menos hoy en paz.
— No pienso dejarlo otro más así. Hundiéndose — recalca molesto.
— Hoy son tres meses — digo entre dientes — déjalo.
— ¡Ya sé que son tres meses, no tienes que recordármelo! — estalla haciendo que su rostro se pinte de rojo y su respiración se acelere.
La poca paciencia que me queda se pierde y doy paso a mis palabras afiladas.
— Dime una cosa ¿Qué harías tú en el lugar de Juan Pablo? — elevo una ceja enfadado — ¿Cómo tomarías el hecho de Nath haya muerto y tengas que hacerte a la idea de no volver a verla nunca jamás?
La furia abandona a su rostro y trae a la confusión y miedo en su lugar.
— Dime, ¿Crees que te resignarias pronto? ¿Crees que tu dolor sería igual al mío o al de los demás por perder nosotros a una amiga y tú a tu novia, al amor de tu vida?
Sí se que fue un ejemplo horrible pero a veces no sabemos la gravedad de las cosas o el dolor de los demás hasta que piensas y te pones en sus zapatos.
Sabía que la partida de aquella chica de melena corta nos había dejado devastados a todos por igual, pero había alguien a quien había dejado peor, a alguien con quién compartió miles de cosas en tan poco tiempo y que ambos se llenaban de manera única. Esa persona era su novio. Era Juan Pablo.
— Perdona hermano, pero debes comprender. Sólo te pido que lo dejes llorar un día más y ahogar su dolor de la forma en que lo ha hecho. En la forma en que él anestesia todo recuerdo — estiro una mano y la poso sobre su hombro dándole un apretón — Te prometo ayudar a levantarlo al día siguiente. Te prometo salir de este hoyo primero para poder ayudar al los demás. Para ayudar a Juan Pablo.
— Entonces escríbele a Jules y vuelve a ser tú porque quiero de regreso a la cabra loca que tenía por hermano — fija sus orbes en mí con una leve y débil sonrisa — Te quiero de vuelta, Marto.
Los ojos se me llenan de lágrimas y asiento.
— Buscaré el camino para volver — respondo —, todos lo encontraremos.
No digo nada más y salgo del auto pero antes de cerrar la puerta me agacho para verlo.
— Déjalo por hoy en paz ¿Si?
Gruñe y asiente poco convencido.
Cierro la puerta y no tarda en salir del fraccionamiento.
— Buenas tardes, joven Martín — saluda amable el portero.
— Buenas tardes Zeus.
— ¿Cómo se encuentra?
— Pasando el trago amargo, Zeus, gracias por preguntar.
Me regala una sonrisa nostálgica antes girarse y darme un pequeño montón de facturas.
— También se extraña por aquí a la señorita Davies.
— Lo sé — apenas digo — Que pases buena tarde, Zeus.
Asiente y sigo mi camino.
Jules solía llevarse bien con Zeus cada que venía a mi departamento. De hecho, hasta con los vecinos se hablaba bien.
Apesar de ser una chica seria y algo cerrada con su entorno, tenía una facilidad enorme para conectar con los demás.
Recuerdo que cuando supe todo el martirio que había pasado, entendí porque se mostraba tanto a la defensiva en algunos aspectos de su vida como hablar de su familia o de su pasado, recuerdo haberla comparado igual a un ave herida que encuentras por el camino. Se muestra tímida y agresiva cuando te acercas a ella para intentar ayudarla, pero cuando te tomaba confianza, se dejaba acoger entre tus brazos para que pudieras ayudarla a sanar.
Saco las llaves de la chaqueta húmeda que tengo entre las manos y procedo a abrir.
La poca luz que queda de la tarde aún entra por la ventana.
Una caja de pizza y botellas de cerveza y latas de refresco están encima de la mesita del centro de la pequeña sala.
Reproduzco un álbum de Mac Miler en los altavoces para que sus melodías llenen el silencio del departamento.
La idea de la dichosa carta esta latente en mi cabeza desde hace semanas que Simón me dijo que era su manera mas fácil de llevar el dolor.
Camino hasta la caja de pizza para tomar la única rebanada que queda y meterla al horno de microondas para calentarla.
Normalmente, suelo ser el integrante de nuestro grupo que es el más fit y mamado,
— según Isaza—pero que a su vez puede comer lo que le venga en gana porque se que sigo mis rutinas en el gimnasio.
El hacer ejercicio para mentener una buena condición física no quiere decir que vas a matarte de hambre y limitar la comida que tanto te gusta. Siempre he pensado que eso es una mierda y que todo depende también del autocontrol que uno mismo tenga.
Pero desde hace tres meses perdí mi autocontrol y mi entusiasmo por seguir ejercitándome y ahora solo vivo de comidas rápidas y poco saludables.
Saco el pedazo de pizza humeante, tomo una lata de refresco del refrigerador y voy directo a mi habitación.
Lo primero que veo sobre mi escritorio es la libreta de dibujo — que uso para dibujar en mis tiempos libres — con los lápices y colores desordenados sobre el escritorio.
— A la mierda.
Dejo caer el trasero en la silla. Y así comienzo mientras doy una gran mordida a la pizza.
Para: Jules Davies.
Hola, Jujus, la verdad es que ni siquiera recuerdo como hacer una carta pero se que es lo de menos.
No se si los demás te han dicho o hablado de mí y mi jodida situación. Pero si no es asi entonces debes saber que estoy mal, muy mal. Tanto que llevo meses sin pronunciar tu nombre en voz alta porque cada que lo hago, la herida duele como si le echara alcohol.
Dejé de hacer las cosas que mas me gustaban hacer y ahora solo salgo de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, andando como zombie entre las personas.
Perdí todas las ganas que creo que lo bueno de la vida se me está olvidando.
Simón viene a verme tres o cuatro dias a la semana. Está preocupado al igual que mis padres.
Mamá dice que debo recordarte de la mejor manera y lo intento pero aún sigo escuchando el disparo y los gritos desgarradores de Juan Pablo cuando todo está todo en silencio. Procuro tener siempre música en el departamento para que eso no pase pero de nada sirve si al dormir tengo esas horribles pesadillas sobre ti sufriendo y llorando cada noche.
Mi padre me ayudó a encontrar un psicólogo y ha ayudado bastante el ir a terapias. Solo voy un dia a la semana. Nadie mas sabe sobre esto. Ni siquiera mi hermano.
Estoy tratando de sanar y recordarte feliz y sonriendo aunque no lo parezca. Se que no volveré a ser el mismo porque ya no estás tú pero trataré de formar una nueva versión de mí porque quiero ayudar a tu amado — léase con broma— pero antes de ayudarlo a sanar, debo sanar yo primero.
Espero que estás cartas sean terapéuticas como insiste Simon que lo son.
Espero volver a escribirte pronto.
Con amor, tu favorito. Martín.
Hola, holaaa ¿Cómo van? Hace mucho no hago una notita pero aquí estoy
Espero les estén gustando las cartas que los chicos envían a Jules. Espero les esté gustando el proceso que están llevando cada uno para afrontar su ausencia.
Nos falta la carta de Juan Pablo y pronto sabremos que está pasando con él.
Gracias por seguir aquí a mis fieles lectorxs y bienvenidos a los nuevos.
No olviden votar en los capítulos si es que les gustan (y si no también 🌝)
También no olviden seguirme para estar mas al pendiente de las actualizaciones de mis historias.
Lxs adorooooo y nos vemos hasta la próxima carta❤️🩹
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