Carta 4 Simón V
Simón Vargas.
- ¿Cómo estás?
Me restriego la cara. Los ojos me arden y estoy seguro que es por las pesadillas que últimamente no me han dejado dormir en una semana.
- De todo menos bien - le respondo - ¿Cómo estás tu, Mica y bebé?
Isaza se levanta del sofá y va con dirección hasta el refrigerador de mi cocina.
Saca dos botellas de cerveza, me lanza una en el camino que logro tomar antes de que se me resbale de las manos por lo húmeda que está.
Le da un sorbo largo y responde.
- Sigo con el miedo de que ella caiga en una depresión - baja la mirada hasta la cerveza -. No quiere ayuda de un profesional, y temo que todo esto le haga daño a ella y al bebé.
- Intentaré hablar con ella si gustas - me ofresco y doy un pequeño sorbo a mi cerveza.
- No - me dice - Cada que alguien de su familia toca ese tema se pone de un humor horrible. Edwin se enojó ayer con ella por esa razón. Creo que encontró algo con lo cual se desahoga, pero aún así vivo con el miedo latiente de que eso no sea suficiente.
- ¿Algo?
- Jules - la nombra con un tono dolido.
- No entiendo, Isa.
Suspira pesadamente mientras toma asiento en el sofá frente a mi.
- Le escribe cartas a Jules. Cartas contándole todo lo que ha pasado desde que ella se... - vacila un poco - fue.
- Vaya, creo que Mica está más loca que de costumbre.
- No, bueno si está loca - sonreí un poco - pero es algo bueno lo que hace.
- ¿Cómo podría ser bueno algo que la sigue lastimando?
- Creo que no la lastima, sino todo lo contrario. Es como si... - balbucea intentando encontrar las palabras adecuadas - como si sintiera a Jules cerca ¿Entiendes? Como si de algún modo todo lo que ella le escribe, supiera que Jules lo llega a saber.
- Es imposible.
- Nada es imposible, Simón.
Nos quedamos en silencio por unos segundos en donde todo lo que se escucha son los sobos que damos a la cerveza.
- ¿Cómo estás tan seguro de que esas cartas sirven de ayuda a Micaela?
- Por que lo he hecho yo también y me ha ayudado - confiesa - Mica no sabe que encontré el lugar donde guarda esas cartas. No sabe que leí la primera cuando la duda me asalto al ver el nombre de Jules como destinatario. No sabe que robé su idea y que también me ha ayudado.
- Pero escribirle... ¿No crees que sea más difícil de llevar todo esto?
- Lo pensé al inicio. Estuve días dándole vueltas al asunto pero cuando tomé una pluma y una hoja y pude contarle todo, fue... Liberador -lleva una mano hasta su cara para rascar su mejilla mientras sus orbes cafés están perdidos en la maceta que adorna la mesa del centro - Fue algo raro, Simón. Fue como si ella estuviera ahí, atenta a todo lo que la voz de mi conciencia mandaba a mi mano para escribir y plasmar en esa estúpida hoja.
La idea de que Jules estuviera aún atenta a nosotros, fue... Extraña.
No solía creer en esas cosas de fantasmas ni nada pero el tono de voz que mi amigo usaba mientras me seguía contando y las expresiones de su rostro, me hicieron dudar de mis creencias.
- ¿Cuánto tiempo llevas escribiendo esas cartas? - pregunté de repente con la curiosidad naciendo en mi interior.
- Dos semanas.
- ¿Y Micaela?
Levanta los hombros.
- Ni idea. Pero lleva mas de siete cartas.
- ¿Has leído las demás? - elevo la ceja curiosioso por saber que dicen.
- Obvio no. Es algo privado de ella. Son sus sentimientos plasmados en tinta y papel.
¿Será posible que escribiéndole me ayude también a sanar?
- Deberías intentarlo - me dice.
- Amo escribir, pero sería un poco raro no tener a quién mandar la carta...
- Nada de eso - interrumpe - ¿Sabes que es lo pienso cada que termino de doblar la hoja y meterla en un sobre con su nombre plasmado en el?
- ¿Qué?
- Que será una carta que llegará hasta Jules. Por que se fue de viaje a un lugar del mundo donde no existe ni un celular, ni internet.
- ¿Cómo en las épocas de antes donde no había electricidad y la única fuente de luz eran unas simples velas? - sonrio un poco y él lo hace conmigo asintiendo.
- Exactamente - se echa a reír - algo parecido - bebe otro trago - Pienso que tal vez ella necesitaba descansar de todo esto - señala su alrededor -. Descansar del lugar que le trajo malos ratos y decidió irse un tiempo para pasar tiempo con ella misma, a solas.
Explica y la idea ya no me parece tan descabellada, de echo, suena genial, suena ideal y sanadora para esta terrible situación.
Ahora estoy tan ansioso por querer escribirle que los dedos me pican por querer agarrar una pluma y estampar todo lo que quiero decirle.
- El resto de los chicos también debería hacerlo - digo de pronto.
- Deberías plantear la idea en Nath y Martín.
- Y Juan Pablo.
Suspira frustrado negando.
- Juan Pablo está peor que nunca. Nunca lo había visto así.
- ¿Y cómo esperas que esté luego de que su novia haya muerto? - reclamo frunciendo las cejas.
- Ya sé. Solo que creí que reaccionaría de otra forma. No hundiéndose en el maldito alcohol.
- Deberiamos entenderlo, Isaza. No está pasando un buen momento. Él la tenía aún más cerca que el resto de nosotros. Solo ellos dos sabían lo que tenían y todas las cosas que compartieron juntos.
- Debería dejarnos ayudarlo - me reprocha.
- Juan Pablo sabe que nos tiene, pero por ahora todo lo que necesita es a ella. Jules, nos marcó a todos de distinta forma. Él ahora la necesita y ya no la tiene.
- Pero tampoco vamos a dejar se pura el hígado con alcohol.
Restriego mi cara cansado de esta conversación.
Isaza siempre ha sido como el padre de la manada. Siempre preocupándose más por todos. Siempre al pendiente, siempre estando allí cuando más lo necesitábamos.
- Vamos a ayudarlo - le aseguro -, pero ahora la herida está tan fresca. Tan expuesta que él es como un animalillo que intenta curarse y se pone a la defensiva cuando alguien se le acerca - explico - No quiere que lo sigan hiriendo. No quiere que nadie lo ayude a sanar. Dejémoslo algunos días más y te prometo que iremos a su casa y romperemos la puerta o los vidrios para poder entrar de ser necesario.
Sonrió un poco detrás de la botella que se había llevado a la boca segundos antes.
Miró el reloj en su muñeca e hizo una mueca.
- Debo irme. Llevaré a Mica con la ginecóloga.
Me levanté a la par de él y estreche su mano mientras que con la otra di una palmada a su espalda.
- Que vaya todo bien, hermano.
- Cuidate, ¿Si? Y cuida de tu hermano - me dijo.
Asentí mientras lo acompañaba a la puerta.
- Ah, - se detuvo - intenta lo de las cartas, se que te serán de ayuda a ti también.
Sonrió ante su sugerencia y asiento.
- Lo intentaré, hermano. Gracias.
Me regala un guiño antes de alejarse por el pasillo y subir al elevador.
Cierro la puerta y apresuro mis pasos hasta llegar al pequeño escritorio que tengo en mi habitación, en donde encuentro todo lo adecuado para escribir una carta.
Es como si el universo y Jules quisieran que escribira.
Saco de mi mochila uno de los libros que Jules me había dado y que guardaban aún notas que ella misma había agregado.
Abrazo el libro y camino de regreso al escritorio poniendo eo libro a un lado.
Tomo la pluma entre mis dedos y respiro hondo cerrando los ojos.
De: Simón Vargas M.
Para: Jules Davies L.
Adorada Jules
Esto es demasiado difícil para mí. No imaginas cuanto. Es duro tener que hacerme a la idea de que ya no estás aquí.
Es duro saber que no tendré con quien hablar sobre libros y teorías conspirativas sobre el universo. No he pisado el café literario desde la última vez que fuimos juntos. No creo volver a pisar ese lugar para ser sincero.
Pero no te preocupes, seguro encontraré otra buen lugar para seguir con esas bellas costumbres que creamos juntos.
No se que más decir al respecto. Seguro que Mica e Isaza ya te han puesto al corriente de los últimos acontecimientos y seguro será una pereza volver a escuchar las mismas cosas.
¿Sabes? Aún me creo todo esto que está pasando. Cuando despierto al día siguiente sigo creyendo que todos iremos a casa de Juan Pablo a comernos toda su despensa y servirnos de su casa como siempre lo hacíamos y que en algún momento vamos a escuchar la puerta abrirse para poder verte entrar con esa sonrisa tuya que tanto te caracterizaba. Con los brazos llenos de carpetas, hojas y la bata de preescolar que usabas llena de pintura.
Detrás de ti, ver a Juan Pablo cargando tu bolsa y sus planos, con el claro gesto de desesperación pintado en su rostro, gritando lo mismo de siempre ¿Es que ninguno de ustedes tiene casa ni comida cuarteto de vagos?
Pienso miles de veces en todas nuestras conversaciones, en la primera vez que Juan Pablo llegó con otra cara. Una llena de ilusión y alegría. Esa primera vez en que nos habló sobre la ruda chica de ojos hermosamente verdes que había robado su corazón sin siquiera él saberlo.
La primera vez en que te llevó a la fiesta de compromiso de nuestro amigo Alejandro y te presento a nosotros.
- "Tengo tantos planes, tantas metas, tantos sueños por cumplir que solo ruego me alcance la vida para poder cumplirlos todos" - Jules me dijo luego de subir su mano pálida hasta mi cabello para comenzar a revolverlo igual que una hermana mayor molestando.
Pienso en ti y en todos las ideas y los planes que tenías y... ¡ Mierda, Jules, tenías muchas que hacer!
Te prometo que estoy tratando de ser fuerte por ti y todos los demás. Pero llega un momento en el que ya no soportas el peso de las cosas y caes. Y no te tengo a nadie que esté detrás de mi para sostenerme, no cuando todos han caído.
Se que vamos a superar este amargo trago pero por el momento todo resulta imposible. La vida siguió su curso sin ti pero nosotros no podemos continuar con nuestras vidas sin ti.
Estaremos bien, Jules, no te preocupes. Vamos a estarlo y estarás orgullosa de nosotros. Seré el soporte de todos los demás por ti. Te juro no dejar caer a ninguno.
- Te quiere con toda su alma poética. Simón V.
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