Prólogo
Nunca había pertenecido a ningún sitio.
Cuando era joven nos mudábamos constantemente y, aunque no nos faltaba nada por la herencia que obtuvimos tras la muerte mi abuelo, era una familia muy desunida, y eso que por muchísimos años solo fuimos mi madre y yo hasta que llegó mi hermano menor, Aioria.
Cualquiera pensaría que la llegada de un bebé siempre es bien recibida, una bendición...
Bueno...
No lo era.
Al menos no para mí.
¿Quién a sus 22 años querría tener que lidiar con un hermanito menor? Definitivamente yo no.
Mi vida me resultaba aburrida. Mis horas del día a día se dividían entre la universidad, un mediocre trabajo de medio tiempo, que me "aconsejaron" tomar para aprender sobre la responsabilidad del dinero, y tener que aguantar a mi madre con un bebé llorón cuando llegaba a casa.
Como consecuencia a las constantes mudanzas me costaba encariñarme a los demás, pues de niño aprendí que era más difícil decirle adiós a un amigo que a un conocido y creo que eso acentuó el sentimiento de ser ajeno en cualquier sitio en el que me encontrara.
Tampoco sentía que estaba haciendo nada significativo de mi vida y eso me agobiaba.
Sentía que tenía mucho potencial para ser solo otra persona más con un trabajo aburrido que no impacta ni aporta en nada al mundo, yo deseaba volar y muy alto.
Fue entonces cuando tuve el llamado de mi vida, la invitación que había estado ahí desde que era un niño, pero que ahora sonaba más fuerte que nunca y se quedó atrapada en mi mente como si de un deber divino se tratara.
Era un llamado para cargar con el peso de una larga y sombría lucha contra los enemigos del hombre:
La tiranía
La pobreza
La enfermedad
Y la guerra misma.
Mi pechó se infló de emoción, así que no lo pensé mucho.
Recordé a mi padre, lo mucho que lo quise y sin importar en donde se encontrara deseaba hacerlo sentir orgulloso y que mejor forma de enorgullecer a un veterano que siguiendo sus pasos, así que me alisté en el ejército.
La opinión de mi madre sinceramente no me importó, era algo que llevaba ignorando durante años producto por el rencor hacia la mujer que me dio la vida por separarme de los brazos de mi padre, y no es como si ella hubiese hecho un gran esfuerzo para detenerme más que derramar unas cuantas lágrimas en silencio.
Recuerdo el día que me fui de su casa, permanecí unos instantes observándola, sonreía de una forma que no había visto en mucho tiempo, de una manera muy hermosa mientras alentaba a mi regordete hermano de 14 meses de edad a dar sus primeros pasos; yo tampoco pude evitar sonreír al ver al chiquillo andando solo y mucho menos cuando caminó hacia mí agitando sus bracitos los cuales estiró mientras me veía de forma animada para que lo cargara, la mayoría del tiempo era un fastidio pero en ese momento su expresión eran tan adorable que me derritió por dentro y cedí, dejé la maleta para alzarlo y lo abracé con cuidado. Debo de admitir que cuando me despedí de él mis piernas temblaron al sufrir un escalofrío, pero lo pude disimular.
En cambio, cuando mis ojos se encontraron con los de mi progenitora todo el encanto del momento se esfumó. La despedida hacia mi madre fue tan seca que ni siquiera vale la pena mencionar, además no tenía tiempo para ella, tenía un compromiso al que no podía llegar tarde y si algo odiaban los militares era el incumplimiento.
Fue así como inicié aquella misión autoimpuesta con total determinación porque "No es lo que el país pueda hacer por ti sino lo que tu puedas hacer por el país" y yo anhelaba con fervor hacer algo que tuviera impacto haciendo hasta el máximo sacrificio de ser necesario.
Porque en la mentalidad de los ganadores con fe en la justicia había una relación proporcional respecto al tamaño del sacrificio con la recompensa obtenida y yo me consideraba un ganador de un país ganador y justo, y era el momento de impactar al mundo con mi gratitud.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro