8
Todo el tiempo me la pasaba empapado en Vietnam, la humedad siempre hacía estragos en esa zona del mundo, mis ropajes con camuflaje nunca duraban secas, pero esta vez no estaban así producto del sudor, ahora era por la entrada de la temporada de lluvias torrenciales.
Todos decían que las lluvias se habían adelantado este año, que debían llegar hasta octubre, pero que llegaran dos semanas antes no hacía realmente ninguna diferencia, ni aunque algún Dios de la lluvia nos azotara con su ira cambiaría algo.
No podíamos detenernos por la lluvia, no en una guerra y mucho menos en una que ya se había extendido demasiado para el gusto de todo, pero los Vietnamitas del Norte no daban su brazo a torcer sin importar nada. Nunca me agradó que Shura hablara bien de ellos, a veces parecía adularlos, pero debo de reconocer que eran bastante persistentes y eso era admirable, aunque lo hicieran por las razones equivocadas.
En fin... No sé porque me estoy dando el lujo de pensar en esas cosas cuando toda mi atención debería estar en mi alrededor durante el patrullaje, quizás mi cerebro ya se había cansado de mantenerse en un estado de alerta mientras la lluvia caía sobre todos los miembros del pelotón, no tenía caso, por más que lo intentara no había forma de escuchar cualquier cosa sospechosa por el golpeteo de las gotas y tampoco éramos capaces de ver gran cosa gracias a las gotas que nos molestaban en los ojos cada que mirábamos al frente y ¡Ah! ¡Claro! No podía olvidar que caminar dentro de un terreno repleto de trampas, animales salvajes y con fortines ocultos donde se resguardaba el enemigo, se volvía más peligroso pues a veces resbalábamos si pisábamos follaje mojado.
—¿Ves algo, Aioros?
Reí en mis adentros al escuchar la pregunta de Saga, ni siquiera usando los binoculares lograba percibir gran cosa con claridad, separé el dispositivo de mis ojos y negué con la cabeza. —Con esta lluvia es imposible, teniente.
Saga suspiró resignado, su casco protegía su rostro del agua, sin embargo, las gotitas que caían frente a su rostro lo tenían con el ceño fruncido. —Ojalá se ahoguen todos esos malditos en sus madrigueras de una buena vez. —Levantó el rostro para mirar al resto del pelotón que estaban detrás de él en espera de sus órdenes, todos lo miraban con expresión de súplica pues a nadie le gustaba estar bajo la lluvia y mucho menos en las condiciones con las que ya teníamos que lidiar al ser soldados; y después miró al cielo gris oscuro lleno de nubes cargadas de agua que parecía no cedería en un muy bien rato. Suspiró resignado al tomar una decisión. —Bien... Esperaremos a que se calme un poco la lluvia antes de continuar avanzando.
Eso era un alivio para todos nosotros, uno bastante relativo considerando nuestra posición en medio de la jungla, pero un pequeño descanso no le caía mal a nadie, sobre todo a nosotros después de haber estado 5 horas de pie caminando sobre lodo.
Observé como Shura se acercaba a un árbol y comenzó a desabotonar la gabardina larga de plástico que lo cubría, al principio me pareció una locura pues se estaba descubriendo de lo único que lo estaba protegiendo del agua, pero rápidamente la colocó sobre su casco y se sentó en el suelo procurando haberlo hecho sobre la gabardina para no mojarse el trasero y después volvió a sujetar su rifle contra su pecho para seguir preparado en caso de algún altercado; después Ángelo y Aldebarán hicieron lo mismo y se sentaron a su derecha. Giré a ver al resto de mis compañeros y habían hecho lo mismo, los únicos que no habíamos reaccionado de esa forma fuimos Afrodita, Camus y yo, pero no tardamos en hacer lo mismo, juntándonos con nuestros respectivos grupos de amigos.
Me senté a la izquierda de Shura, aunque en un inicio la idea de quitarme la gabardina de plástico para ponerla sobre mis hombros me pareció una tontería, una vez que me di cuenta que se había formado una pequeña carpa individual para mi todo tuvo sentido.
—¿Deberíamos aprovechar y dormir un rato?
—Si gustan hazerlo adelante, yo permaneceré vigilando. —Y dicho esto Shura sacó un cigarrillo el cual encendió aprovechando el espacio seco improvisado.
Aunque todos apreciábamos su oferta nadie la aceptó, creo que todos nos sentimos mal por aprovecharnos de su generosidad, incluso Ángelo permaneció despierto, pero bueno, después de todo ellos eran buenos amigos.
—No sé como encuentran forma para seguir fumando en estas condiciones. —Señaló Aldebarán cuando el moreno imitó al español, arrugando la nariz con asco pues nunca le gustó ni le gustaría el olor a cigarro.
—Y yo no sé perché te juntas con nosotro si tanto lo odia. —Contratacó Deathmask con su marcado acento, sonriendo descaradamente permitiendo que el humo escapara de sus labios lentamente el cual, desafortunadamente, la brisa llevaba hacia el más alto.
—Me junto con Shura porque al menos el me tiene respeto, pero porqué me junto contigo, humm bueno... —Aprovechó un descuido del joven de cabellos azules cortos para atajar su cigarro y apagarlo con el lodo. —... Debe de ser porque de vez en cuando me haces reir. —Cubrió su boca antes de comenzar a reír con fuerza, cubriéndose para no ser tan ruidoso durante esa pausa entre el patrullaje.
Ángelo chasqueó la lengua con hastío y abrazó sus piernas contra su pecho, durante unos segundos se mantuvo observando en silencio la lluvia tal cual como lo hacíamos el resto a excepción de Shura que continuaba con su cigarrillo encendido sosteniéndolo entre sus delgados labios.
—Lo che daría per estare en il campamento, ¡No! Lo che daría por estare en casa, en una camita deliciosa, con mi vicina la rubia... In cambio estoy aquí atrapado con ustede, engendros masculinos.
—Parece que alguien ya necesita vacaciones para descargar sus ansias. —Mencionó Shura divertido por el apelativo que había usado el moreno marcando en las penúltimas sílabas.
—¡Ahhh! No sé cómo ustede aguantan, me imagino che Alde se consuela en sus pensamientos con su prometida... —Sus palabras hicieron sonrojar al aludido. —Tu, Aioros, llevas solo unos mesese aquí, pero yo después di una semana che llegué ya me sentía como perro en celo, y tu Shura... —El español clavo su dura mirada sobre los ojos azules del italiano, quien frunció el ceño al percibir la amenaza implícita en los ojos olivos. —Beh, tu eres raro.
La expresión de Shura se relajó un poco, aunque no se veía muy contento con aquel adjetivo con el cual fue descrito. Yo solo sonreí escuchando atentamente esa conversación durante nuestro descanso patrocinado por la lluvia torrencial.
—A la mierda todo, ya chiero que sean di nuovo unas vacaciones. —Suspiró resignado dejando que su espalda descansara sobre el tronco del árbol detrás del grupo.
—Faltan más de 2 meses. —Informó Shura. —Aguanta tus ganas de perro jadeoso.
El italiano chasqueó la lengua, molesto. —Supplica a Dio que me de fuerza perché sino no sé de ché soy capace, pienso che los empezaré a ver bonitos a ustedese.
—No seas ridículo, por favor.
Volví a sonreír ante la respuesta del español, Shura solía ser muy correcto y respetuoso con todos, pero a veces era tremendo, sobre todo con su amigo, con quien parecía que le costaba morderse la lengua.
—¡Es verdade! Los evento de entretenimiento no alcanzane, no se perché traen bailarinas, lo che nosotros necesitamos son putas.
Aldebarán rodó los ojos, odiaba que Deathmask hablara así de las mujeres, pero aún así se dirigió a el con un tono afable. —No tienes que ser así de grosero.
—¡No lo soy! Solo soy un admiradore de su trabajo y reconozco il servicio che hacen por la sociedade.
No sé si ya había pasado tanto tiempo desde que recibí... mi último estímulo sexual, pero las palabras de Ángelo comenzaron a tener sentido en mi cabeza. En esos tres meses y medio rodeado todo el tiempo de soldados, donde ni podíamos estar encerrados en el baño por más de 2 minutos sin que nos estuvieran molestando, no había oportunidad alguna para buscar alivio ni por nuestra propia mano; al menos yo no me atrevía hacerlo, sé que podía ser un sinvergüenza y que había hecho locuras enormes en mis arrebatos de imprudencia, pero si tenía mis limites, y no quería que mis compañeros conocieran de esa forma taaaaan íntima aunque ya me habían conocido como Dios me trajo al mundo.
—¿No te ha bastado con la revolcada que te puso Aioros después de que le quitarás su toalla?
Esta vez el rostro moreno de Ángelo se puso colorado, y desafortunadamente el mío también al recordar el rumor que se había corrido por mi atrevida e impúdica venganza días atrás, sin embargo, una parte de mi me motivo a unirme a molestar a Ángelo, así que disimuladamente estiré mi mano hacía el, pasando por encima de los hombros de Shura, para acariciar su hombro de manera provocativo, provocando que Ángelo se erizara como un felino, cuando se asomó para ver quien había sido le guiñé un ojo.
Ángelo chasqueó la lengua, molesto, con todo su rostro colorado por la pena y el coraje. —¡Dejen di joderme a mí y mejore jódanse entre ustedes!
Eso me había tomado por sorpresa, a todos los que estábamos ahí de hecho, Aldebarán había arqueado una de sus cejas pobladas y despeinadas, yo estaba anonadado, y el cuerpo de Shura se puso rígido y se contrajo bajo su refugio personal contra la lluvia, no podía ver su rostro ya que la chaqueta me lo impedía, pero podía imaginar que sus mejillas estaban sonrojadas por lo penoso que era sobre todo en esos aspectos.
—Questa è l'ultima volta che ti faccio un favore, Capra
No me quedó de otra más que sonreír de lado antes de regresar mi brazo a su sitio, abrazando mis piernas contra mi pecho para evitar que mis zapatos se mojaran aún más de lo que ya estaban. No entendí ni una sola de las palabras que Ángelo dijo en ese momento, pero tampoco me atreví a averiguar que fue lo que dijo porque imaginé que no iban para mí, en cambio el cuerpo de Shura, a mi lado, intentó fundirse aún más contra el árbol... Me pregunto si el había entendido lo que dijo.
La risa de Aldebarán rompió la tensión del momento, era tan fuerte incluso cubriéndose los labios y tan armoniosa y contagiosa que me uní a él.
—Ay, ya... —Exclamé relajado con la esperanza de darle fin a eso, no sabía cuánto tiempo faltaba para que dejara de llover, o para que Saga se cansara de esperar y nos hiciera avanzar, aunque el cielo se callera sobre nosotros, pero debía aprovecharlo. —Tranquilos por favor, no soy un depravado sexual así que no le haré nada a nadie.
—Es tu culpa por correr desnudo por el campamento y hacer gritar a Ángelo lejos de todos. —Mencionó Aldebarán.
—Lo sé, pero preferiría que solo creyeran que soy un exhibicionista y no un depravado. —Aunque me gustaba molestar de vez en cuando a los demás, borrar por un largo tiempo la sonrisa cínica del italiano o hacer que Shura deseara que la tierra se lo tragara estaba más allá de mis límites.
—Podrías aclarárselo a todos en il campamento para che dejen de creere que lo hicimos. —Murmuró por lo bajo Ángelo. —No ayudó che nunca lo negaras.
—Si... —Desvié la mirada para ver como caía la lluvia frente a nosotros, golpeando al follaje de la vegetación que nos rodeaba antes de terminar creando más lodo bajo nuestros pies. —Pero a la gente le gusta creer en lo que les parezca más interesante y no me creerían sin importar lo que diga o cuantas veces lo aclare.
Escuché como Shura suspiraba a mi lado. —Eso es zierto.
La tristeza en su voz me llamó la atención, no sabía el motivo de ello, pero si podía imaginarlo, creo que no existe una sola persona en el mundo que nunca ha tenido que lidiar con la amargura de un chisme o rumor acerca de su vida. Un suspiró también abandonó mis labios, a veces la gente podía ser demasiado cruel. Lo único que podía hacer por Shura fue desear que lo que sea que le haya pasado no fuera tan malo y darle un suave empujón con el hombro para sacarlo de sus pensamientos negativos, el cual al principio lo tomó por sorpresa, pero después, cuando me miró para obtener una explicación por mi acción, la sonrisa en mi rostro se contagió en el suyo.
—Creo que deberías aprovechar este momento para descansar un poco, Shura. —Le dije a mi compañero. —Siempre estás a la expectativa de todo, incluso cuando no te toca, deberías de confiar más en tus compañeros.
Shura pasó saliva mientras sus dedos apretaban al arma entre sus manos al meditar mis palabras.
—Siempre andas cuidándote de todo y cuidándonos a nosotros, pero deberías dejar que nosotros te cuidemos de vuelta.
—Yo...
—¿Es que no confías en tus compañeros?
—...
—¿Confiarías en mí?
Sus ojos verdes se desviaron de los míos y eso, sumado a su silencio, me dolió un poco.
—Pues deberías... —Sin embargo, no dejé que mi dolor mermara mi tono relajado. —Todo lo que he aprendido aquí es gracias a ti y me agradas, jamás dejarían que nada malo te suceda, no me lo perdonaría.
De nuevo hubo otro silencio el cual fue roto por Aldebarán. —Al menos deberías cerrar los ojos por un momento, Shura, para descansar un poco.
Shura volteó a ambos lados para mirarnos, todos lo mirábamos con una expresión que intentaba transmitirle confianza para que dejara el deber por un rato y descansara, aunque fuera un poco.
—Vale... —Respondió al no tener otra opción y le puso seguro a su arma antes de abrazarla contra su pecho. —No dormiré, pero si zerraré los ojos un momento.
Sonreí por lo empecinado que podía ser aunque fuera por ese enorme sentido de responsabilidad que nunca le daba un momento de calma.
Shura se apoyó contra el árbol, sin embargo, para mi sorpresa poco después pude sentir su peso contra mi hombro, lo cual era prueba que se había quedado dormido porque despierto era bastante tímido como para tomarse esas confianzas.
Sonreí ante la victoria.
No se si fue por el relajante sonido constante de la lluvia y lo fresco del ambiente, pero quería creer que su cuerpo había cedido al cansancio porque si confiaba en nosotros, aunque le costara reconocerlo. ¡Ah! Que bonito sentí en el pecho al saber que me confiaba su vida.
Los tres guardamos silencio durante todo el tiempo que Shura permaneció dormido, y yo me mantuve lo más quieto que podía para no molestarlo mientras hacia guardia. Mis ojos miraban de un lado en busca de movimiento, a veces ver al resto de mis compañeros me distraía un poco, Afrodita estaba con los gemelos, y Milo y Camus estaban juntos por su lado, sonreí al ver de lejos como ese ultimo par platicaba entre ellos con tanta confianza, me sorprendía mucho de Camus porque era alguien distante, pero si ignoraba que Milo a veces podía ser un idiota era bastante encantador y divertido.
Miré a Shura de reojo, a penas y podía ver su rostro, estaba relajado. Sonreí... Él tenía unos ojos verdes muy bonitos, pero había una dureza característica en su mirada que solo desaparecía cuando sus parpados los escondían, ocultando ese aspecto aguerrido para darle paso al del simple muchacho que era.
El calor de su cuerpo me resultaba confortante y el movimiento constante de su respiración era muy arrullador, pero me negaba a dejar que su cercanía me hechizara y me hiciera caer dormido, ni loco le fallaría, además estoy seguro que si Shura se despertaba y me encontraba dormido jamás volvería a confiar en mí.
Debía ser fuerte y resistir por él así que traté de disfrutar lo más que pude de la tranquilidad de la situación. Al menos algo bueno salió de esa lluvia torrencial, mas, desafortunadamente, todo lo bueno siempre parece durar muy poco tiempo.
—¡Soldados!
Shura se despertó de golpe al escuchar la voz imponente de Saga, separándose de mí de manera abrupta y sonrojándose al notar sobre que, o más específicamente, sobre quien, se había quedado dormido, yo le sonreí para decirle en silencio que no se preocupara por ello, no me había molestado de ninguna manera.
—Partimos en 1 minuto.
Como las palabras de Saga eran nuestras ordenes en el minuto estipulado ya estábamos todos de pie retomando nuestro camino entre los árboles.
El cielo seguía gris, aunque ya no llovía tanto, pero aun así todo estaba resbaladizo. Esperaba que la temporada de lluvias no fuera tan larga, y quizás si tenía suerte que no me tocarían varias tan intensas durante los patrullajes.
Caminamos durante un largo tiempo entre la vegetación, a la expectativa de todo, como era la debida costumbre, pero todo era más difícil y estresante en esas condiciones. Caminar sobre la tierra húmeda ya era reto suficiente, pero lo que más nos preocupaba era que aunque fuera una lluvia ligera contra la que ahora nos enfrentábamos esta seguía alterando las percepciones de nuestros sentidos, disfrazaba el ambiente con su encanto, algo que disfrutaría en la calidez de mi hogar pero que odiaba rotundamente en terreno enemigo, las gotas nos distraían, el ruido de su impacto disimulaba todo a nuestro alrededor, incluso el aroma a tierra mojada me molestaba.
Sin embargo, Saga ya no se detendría y mucho menos después de todo el tiempo que habíamos perdido en lo que esperábamos a que el aguacero se apaciguara, o al menos no lo haría hasta encontrar un buen refugio o dar por terminado ese patrullaje y pedir asistencia a nuestro capitán para que nos sacaran de ahí mediante un helicóptero y nos regresaran al campamento donde podríamos pasar la noche usando ropa seca; rogaba a Dios porque pronto sucediera la segunda opción. Mientras tanto no nos quedaba de otra más que seguir caminando detrás de nuestro teniente en nuestras posiciones designadas con la cual formábamos una pirámide donde él gemelo mayor era la punta, sin embargo, todos nos detuvimos en seco cuando Saga lo hizo de golpe.
Fue raro...
Sin razón aparente se quedó quieto justo al lado de un árbol y no se giró para decirnos nada, ni siquiera para comentar algo a su hermano Kanon, quien era el que le miraba más extrañado, detrás de él.
—¿Saga? —Kanon dio un paso para acercarse a él y averiguar el motivo de tanto suspenso al detenerse, sin embargo, en cuanto dio ese paso, detrás del árbol junto al que su hermano se había detenido salió un soldado que tenía apoyado el cañón de su fusil contra el mentón de nuestro teniente, colocándose rápidamente frente a él para usarlo de escudo cuando todas nuestras armas lo apuntaron.
—¡Baja el arma! —Gritó Kanon al ver la delicada situación en la que se encontraba su hermano mayor, apuntando su arma hacia el soldado sospechoso.
Los demás también hicimos lo mismo, pero no creía que nadie tenía la posibilidad de realizar ese tiro sin herir a Saga en el proceso pues era usado vilmente como escudo, ni siquiera yo que consideraba que tenía una puntería excelente me atrevería a intentarlo.
Pero debía de haber algo que pudiéramos hacer...
Algo...
¡Lo que sea!
Estar ahí solo parados, tensos, sudando frio ante la incertidumbre de apretar o no el gatillo tampoco nos ayudaba en algo.
Tenía que haber algo que pudiéramos hacer, después de todo se trataba de un solo soldado...
De repente el sonido de la vegetación moviéndose a nuestro alrededor llamó la atención de todos y desafortunadamente, en ese momento nos dimos cuenta muy tarde de la verdadera situación contra la que nos enfrentábamos. Cuando giré mi rostro a la izquierda inmediatamente vi el cañón de un fusil apuntando hacia mi cara y de reojo me percaté que el resto de mis compañeros estaba en una situación parecida.
Maldición...
Estábamos rodeados.
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