7
Al principio, dos minutos de ducha me parecían insatisfactorios. Si los comparaba con las agradables y largas duchas que podía darme en mi país eran una miseria, pero después de unos meses me acostumbré a ellos, e incluso aprendí a disfrutarlo, esos 120 segundos eran el único momento en el que no sudaba en el ambiente caluroso de Vietnam.
¿Cuánto tardé en apreciar algo tan simple en aquel ambiente hostil?
¿Dos meses?
No lo sé, pero actualmente estábamos en Septiembre, habían transcurrido tres meses desde que inicié mi servicio y el calor parecía que jamás se alteraría sin importar la estación.
Mientras dejaba que el agua fresca descendiera sobre mi piel acanelada llevándose los restos de jabón y suciedad me tomé los 60 segundos que restaban para pensar en mi estadía hasta ese momento.
Siempre supe que ser soldado sería difícil, pero estaba convencido que con determinación suficiente cualquiera podría llegar a serlo, un ejemplo de ello era mi padre, a quien yo recordaba como un santo, un buen hombre, con una sonrisa sincera y una personalidad confortable, parecía que no podía matar ni una mosca, pero realmente era un coronel respetable.
No recordaba mucho de él, sin embargo, imagino que él vivió situaciones muy similares a las mías.
Ah... Lo que daría por volver a hablar con él, pedirle un consejo, preguntarle como hacía para lidiar con la culpa después de apretar el gatillo y arrebatar una vida, cual era el método que tenía para sobrellevar todas esas situaciones.
Dudo muchísimo que él usara una táctica como el autoengaño en el que se resguardaba Shura al dejar de usar su nombre, pero a él, al parecer le funcionaba, y por eso no lo juzgaba.
"Es el enemigo"
"Es tu vida o la de ellos"
Esas frases consolaban a muchos, sin embargo, para mi nunca fue suficiente.
¿Cuál era mi consuelo? Pensar que hacia lo correcto. Lo sé, se escuchaba moralmente dudoso, pero era lo que me quitaba el peso de los hombros y despejaba mi consciencia antes de dormir cada noche sin tener que noquearme tomando alcohol o ingiriendo drogas como otros. ¡Es que era necesario! Y alguien tenía que hacerlo, después de todo nuestra misión siempre había sido ayudar, y a veces para ello se requieren ciertos sacrificios.
¿Cuántas vidas había terminado hasta ese momento? Eso era muy difícil de saberlo con exactitud, pues en la mayoría de los momentos de los disparos desconocía con certeza si mis balas habían sido las ejecutoras de nuestros contrincantes, pero que más daba, sinceramente era un dato que no deseaba conocer, era algo que dudaba podría exclamar con orgullo algún día.
A veces me sentía frustrado conmigo mismo. Aunque cumplía con las misiones y los deberes que me encargaban exitosamente, y aunque sabía que eso me acercaba a ser un hombre de digno de codearse con su padre algún día, una parte de mi seguía bastante inquieta e insatisfecha con la situación...
—¡Siguiente!
La voz que escuché fuera de el pequeño cubículo de la regadera me sacó de mis rápidas reflexiones. El agua había dejado de correr, solo quedaban las pequeñas gotas que chorreaban de mi cabello y las que se deslizaban por la gravedad sobre mi cuerpo.
Tomé mi toalla y la até a mi cintura antes de salir del cubículo de madera para que entrara el compañero que seguía. Caminé tranquilamente entre los miembros de los otros pelotones que se relajaban mientras no estaban en patrullaje, reunidos comiendo, tomando, bromeando y jugando mientras la música apenas se escuchaba desde las pequeñas radios. Si soy honesto la mayoría de ellos me parecían muy agradables y varias veces participaba en sus juegos de cartas, aunque eso no era lo mío, al parecer mi rostro era muy expresivo y mis ojos siempre delataban si mi mano era buena o mala, pero no perdía nada jugando con ellos así que solo lo hacía por diversión. Quizás después de sacarme y vestirme iría con ellos a divertir.
—¡Épale!
Y en un instante todo mi cuerpo quedó descubierto y la brisa húmeda tuvo contacto directo con toda mi piel. Mi rostro ardió de vergüenza, gracias al cielo mi cerebro reaccionó rápidamente ordenando a mis manos que cubrieran mis partes íntimas que habían quedado al descubierto.
Las risas y los silbidos no tardaron en escucharse, pero mi mente solo estaba fija en la persona que estaba a un par de metros frente a mi sosteniendo mi toalla mientras la ondeaba victoriosamente y me sonreía de manera burlona.
Fruncí mis cejas gruesas. Maldito italiano... ¡Me las iba a pagar!
El se dio a la fuga cuando hice el intento por alcanzarlo así que corrí detrás de él, no me importó cruzar todo el campamento de un extremo al otro con mi trasero al aire, no cuando mi orgullo me exigía enseñarle a Deathmask que no debía meterse conmigo. Vi cómo se acercaba al camión más alejado del campamento, y lo seguí hasta llegar ahí.
—¡¿Pero qué demonios?!
Escuché la voz del español quejarse a lo lejos, cuando llegué con ellos, Shura estaba en el piso quitándose con violencia mi toalla húmeda que estaba cubriendo todo su rostro y se reincorporó rápidamente, creo que la risa del italiano lo molestó tanto que no reparó en mi presencia y simplemente se dio la vuelta para lanzarse a él, tacleándolo como jugador profesional de americano.
Mientras el español reprimía al italiano realizándole una llave que lo inmovilizó contra el suelo yo me moría de pena una vez que recapacité por mi cacería al desnudo, pero bueno... Lo hecho estaba hecho.
Inhale profundo para llenarme de valor, y mis manos dejaron de cubrir mi intimidad antes de carraspear fuertemente para llamar su atención.
Ambos voltearon a verme y cuando lo hicieron Deathmask palideció y Shura se puso rojo hasta las orejas.
-Cielo... -Comentó Deathmask con el mentón apoyado contra la tierra mientras Shura estaba sentado sobre su espalda. -... Es como un cavallo.
Mis mejillas comenzaron a arder, no era de los que se avergonzaba fácilmente, pero esto ya era demasiado. —¿Podrían regresarme mi toalla por favor?
—¿Tu... —Los ojos verdes de Shura se posaron en la toalla que se encontraba apretada dentro de su puño, la misma que el italiano le había tirado sobre el rostro mientras descansaba bajo la sombra del vehículo, y después sus párpados se abrieron más que antes. —...toalla? —Gruñó por lo bajo antes de apretarla con más fuerza y en un impulso me aventó la toalla a la cara. Deathmask comenzó a reír de nuevo ante la reacción de su amigo que se levantó de su espalda, pero su risa fue interrumpida cuando el español le dio un puntapié en el costado.
—Imbézil... —Fue lo único que le dijo al italiano cuando este comenzó a reír de nuevo, apretó los puños nuevamente, pero se contuvo y se dio la vuelta. Al pasar a mi lado no dijo nada, ni siquiera se atrevió a mirarme.
Suspiré con algo de pena, pero la risa del italiano sobre el suelo volvió a llamar mi atención.
—Ay... —Se acostó boca arriba y se limpió las lágrimas que había derramado de tanto reír mientras sus manos sujetaban a su abdomen adolorido por lo mismo, cuando me paré a su lado su rostro se crispó y me miró con asco. —Oye, ya tienes tu toalla, quita eso de mi vista. -Dijo alzando una mano para bloquear mi cuerpo de su visión.
Yo solo sonreí de lado antes de tirar la toalla al piso. —No, Ángelo, para lo que planeo hacer contigo prefiero estar así.
La sonrisa traviesa que se dibujó en mi rostro lo hizo palidecer y tragar duro, yo solo rogué que los gritos que le hice exclamar se hubieran escuchado por todo el campamento para recuperar un poco de mi orgullo y de paso enseñarle a los demás que no debían meterse conmigo.
Mientras caminaba de regreso a la tienda de mi pelotón, por fin usando mi toalla para cubrirme, los otros soldados volvieron a chiflarme y a decirme de cosas, yo solo los sonreí apenado mientras me rascaba la nuca.
—Aioros...
La voz de Saga me hizo detenerme en mi andar para esperarlo.
—Me alegra ver que recuperaste tu toalla.
Desvíe la mirada, apenado, mientras mi izquierda sujetó la toalla contra mi cuerpo para verificar que estaba bien asegurada. —Lamento que hubiera visto eso.
—Si, yo también. —Dijo sin mirarme a los ojos, revisando unos sobres que estaban en sus manos, separando uno de ellos, el que tenía su nombre. —Entrégale esto a tus compañeros, por favor.
—Si, teniente.
Tomé las cartas con mi derecha antes de tomar caminos separados. Cuando llegué a la tienda de mi pelotón el único de mis compañeros que estaba ahí era Shura, quien estaba boca arriba acostado sobre su catre, cubriendo sus ojos con su antebrazo.
Suspiré al verlo y recordar su molestia minutos atrás. Quizás debía disculparme, aunque no estaba seguro de porqué, pero primero tenía que vestirme.
Me puse los boxers, el pantalón y, aunque hacia un calorón, me puse una camisa interior encima, para cubrirme todavía más.
Ya vestido volví a mirar a Shura, quien no había cambiado de posición ni un poco. Quería hablarle, pero temía molestarlo más.
—Deja de mirarme.
Me sobresalté cuando sus labios delgados me dieron esa orden, una risa tonta escapó de los míos. —Lo siento, no quería molestarte de nuevo, pero quería saber si estabas bien.
Shura retiró el brazo de su frente, descubriendo sus párpados cerrados que se abrieron lentamente, con parsimonia, para enfocar sus ojos verdes al techo de la tienda. —¿Por qué no lo estaría?
—Bueno, pareces alguien muy recatado y te molestaste mucho cuando me viste... así. —Vi a su manzana de Adán bajar por su delgado cuello.
—No estoy enojado contigo, estoy enojado con Deathmask, así que no te preocupes.
—Bueno si... —Me senté en la orilla de mi catre que estaba junto al suyo. —Pero quizás hubiese sido mejor que en lugar de perseguir a Deathmask desnudo hubiera venido acá por ropa y después realizar mi venganza.
Sus ojos verdes dejaron de mirar el techo y los fijó en los míos, observándome con curiosidad. —¿Venganza?
—Si... —Sonreí ligeramente. —Ustedes me creen muy simpático, pero a veces tengo mi carácter y lo peor es que en el calor del momento no pienso antes de actuar.
—¿Qué le hiciste?
Su pregunta me sorprendió, normalmente Shura no era de los que preguntaba detalles para saber más de lo que la gente compartía a la primera, no a menos que le interesara demasiado. —¿Por qué quieres saber?
Shura se recostó de lado para verme mejor, con más comodidad. —Me gustaría reírme de él un poco, solo para invertir los papeles y variar las cosas.
—Mmm... —Desvíe la mirada, apenado, pero los ojos olivos no me dejarían en paz hasta obtener la respuesta que su dueño deseaba. —¿Conoces la lucha grecorromana?
—No...
—Bueno, es un deporte en los que los oponentes buscan derribar e inmovilizar al contrario sobre su espalda durante unos segundos.
Las delgadas cejas de su rostro se alzaron. Podía imaginar lo que iba a decir porque era recurrente escuchar de gente externa que no parecía ser algo tan difícil ni brutal, pero si lo era, sin embargo, el se guardó su comentario en sus adentros.
—Bueno... Hay algunas llaves más incómodas que otras, y no digo que sean incómodas solo por el dolor al ser sometido, si no que a veces ciertas partes del cuerpo quedan muy cerca de lugares desafortunados, así que aproveché que ya estaba desnudo para incomodar aún más a Deathmask.
Los ojos de Shura se abrieron como platos. —Tu... —Ladeó el rostro ligeramente mientras intentaba imaginarlo con lo poco que sabia de ese estilo de lucha. —... ¿Se lo repegaste?
—Ahh... —Rasqué mi antebrazo, incómodo y avergonzado. —No quiero que pienses que soy un pervertido, pero al menos creo que pasará un tiempo antes que Deathmask vuelva a hacerme una travesura... Incluso me atrevo a soñar que pasaran unas semanas antes de que se atreva a volver a mirarme a los ojos.
Shura volvió a pegar su espalda sobre el delgado colchón.
Pasé saliva al no obtener una respuesta suya y de repente la pena volvió a invadirme, mi rostro ardía y mis mejillas estaban tensas, pero me relajé cuando una pequeña y sutil risita se hizo presente, era burlona por la desgracia de su amigo, pero me pareció adorable.
—Yo nunca podría hazer eso, pero me alegra que tu si lo hizieras.
Ya más tranquilo me dejé caer en mi cama con los brazos extendidos, cuando mi mano rozó unos objetos giré el rostro para ver que eran... Me había olvidado de ellas por completo.
Busqué entre los sobres el nombre de Shura, su verdadero nombre, y sonreí al encontrarlo, ahí estaba Diego, como siempre había una para él. Me puse de pie y dejé que el sobre cayera sobre su pecho. —Llegó el correo.
Los ojos del español se iluminaron al observar la carta y en seguida se sentó sobre su cama para abrirla. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver que su actitud sería, fría y dura se transformaba ante sus seres queridos.
—¿Es de tu mamá?
—Si... —Respondió sin mirarme, sus ojos solo se dedicaron a recorrer palabra por palabra bajando por los renglones.
—Debe de quererte mucho para escribirte tanto.
—Soy su único hijo y la única familia que le queda. —Respondió para justificar la razón por la que se escribían tanto entre ellos. Era triste, pero al mismo tiempo hermosa por el vínculo tan fuerte que existía entre ellos.
Un extraño vacío se formó en mi pecho al pensar en lo cercana que era la relación de Shura con su madre, tan diferente a la mía con mi progenitora, con la que a penas hablaba.
Suspiré tan pesadamente antes de volver a dejarme caer sobre la cama que llamé la atención del español.
—¿Estás bien?
Giré mi rostro para verlo y asentí con desgano, afortunadamente la prudencia de Shura lo motivaba a no averiguar más de lo que yo quería revelar.
Observé como tomó una libreta de su mochila y una pluma antes de apoyarse en la cabecera incómodo del catre, se tomó su tiempo antes de animarse a escribir cualquier cosa en el papel.
—¿Te gusta escribir?
Sus ojos verdes se despegaron del papel para mirarme y después sonrió de lado de manera sutil. —No realmente.
Me costó mucho creer eso así que me apoyé sobre mis codos para alzar la parte superior de mi cuerpo y así verlo con mayor claridad. —Pero si siempre te ves muy emocionado cuando escribes.
Una de sus perfiladas cejas se alzó. —¿Siempre me ves cuando escribo?
Sentí un cosquilleo agradable en mis mejillas más desvié la mirada con un poco de vergüenza. —Bueno, si... Para ser honesto me da envidia.
—Puedo escribirte una carta... si quieres. —Su mirada había vuelto a enfocarse en el papel, la expresión de su rostro y su tono tan neutral no me permitió entender si lo decía en broma o en serio, así que solo sonreí porque no supe que más hacer.
—No te preocupes, no es necesario.
El español suspiró y se puso a meditar unos segundos. Le dio la vuelta a la hoja que estaba usando de su cuaderno para tener acceso a una limpia y después se paró de su catre para sentarse en el mío. —Anda... —Dijo ofreciéndome su libreta y su pluma de tinta negra. Yo lo miré consternado sin entender sus intenciones. —Escribirás una carta.
Más que emocionarme la idea me desagradó muchísimo. —No quiero.
—¿Por qué no?
—Porque... —Un nudo se formó en mi garganta, de nuevo volvió el extraño vacío en mi pecho así que desvié la mirada, no me gustaba que nadie me viera así de sensible. —Simplemente no quiero...
—Anda, no es tan difízil, si quieres practica escribiendo una para mi.
Entrecerré los ojos ante su idea, pero curiosamente terminé por sentarme y tomar sus cosas.
Observé la hoja en blanco con sus rayas horizontales azul celeste. Tome aire antes de apoyar la pluma contra el papel.
—Comienza con algo fázil, como la fecha.
Lo miré con un ligero fastidio. ¿Acaso creía que era idiota o que no había asistido a la primaria?
Aunque me sentía ofendido le hice caso y puse la fecha del día en curso.
—No me veas mientras escribo. —Exigí al sentir sus ojos sobre mi.
—Ah... Pero si dijiste que tu siempre me ves mientras lo hago.
De nuevo me sonrojé, no me atreví a mirarlo, pero estoy seguro que sonreía divertido con la situación, los europeos eran un fastidio cuando se lo proponían.
Escribí lo primero que se me ocurrió en la parte superior izquierda de la hoja que resultó ser un "Querido Shura", rei en mis adentros al usar su apodo.
—Ahora escribe cualquier cosa que quieras dezirme.
—¿Cualquier cosa? —Pregunté con una tímida curiosidad que me hizo sentir como un niño que descubre que tiene un gran permiso.
—Si, lo que sea.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro antes de comenzar a escribir con el papel, me sorprendió la naturalidad con la que las palabras se plasmaban mediante la tinta. Una vez que terminé. La firmé, arranqué la hoja, la doble con cuidado y se la entregué en la mano.
Shura miró mi mano con desconfianza, pues hacer mi carta me tomó menos de un minuto. Aún así la desdobló con cuidado de no romperla para leerla. Al comprobar que su contenido era la fecha, un "Querido Shura" seguido de la palabra "Jódete" y finalizada con "Con cariño, Aioros" y un dibujo de una carita feliz sacando la lengua clavó sus ojos verdes en mi.
Yo solo sonreí traviesamente ante la dureza de su mirada que parecía fría como el acero, sin embargo, solo se limitó a suspirar.
—Bien... Esa fue la de prueba, ahora tienes que hazer la de verdad.
Mis ojos rodaron con desánimo. —Ya te dije que no quiero, déjame en paz. -Tomé sus cosas y las acerqué a su cuerpo, sin embargo, el las empujó de regreso al mío.
—Y yo ya te dije que te hará bien escribir.
—Basta... —Empujé de regreso su cuaderno, alejándolo cuando este tocó su pecho, pero el español no se rendía y volvió a regresarme sus cosas mientras me empujaba de vuelta.
—¿Por qué no?
—¡Porque no tengo a nadie a quien escribirle!
La forma en la que sus ojos me miraron después de realizar esa confesión me hizo sentir aún peor y el silencio que reinó en la tienda acentuó mi miseria.
—Yo no soy como tú, mi madre y yo solo nos hablábamos para lo indispensable, mi padre está peleando aquí en Vietnam del Norte y su ubicación es confidencial, y mi hermano tiene menos de dos años, no sabe ni decir su propio nombre.
Shura pasó saliva, apenado consigo mismo por hacerme pasar por eso.
—¿Qué hay de amigos?
Pasé una mano por mi cabello castaño, estirándolo hacia atrás. —Mi madre y yo nos mudábamos mínimo cada año así que me costaba querer hacer amigos cuando sabía que no iban a durar.
—¿Alguna... Novia?
Fruncí mis labios, si había tenido mis noviazgos fugaces como todo adolescente, pero jamás me había permitido conectarme con alguien a un nivel tan íntimo, no de manera emocional.
—Ya no significan nada.
Shura desvió la mirada y volvió a guardar silencio para meditar.
Yo de nuevo dejé caer mi cuerpo contra el catre, rendido, no había nada que hacer y solo decidí esperar a que Shura se diera cuenta de ello por si mismo.
—Voy a preguntarte algo, que quizás no te gustara, pero que deberás responder con total honestidad.
Volteé a mirarlo, ese español no me estaba dejando opciones de hacer nada, era bastante demandante una vez que agarraba confianza.
—¿Qué es lo que realmente te da envidia al verme escribir?
Mis ojos se posaron en la tela del techo de la tienda, tuvo razón al decir que su pregunta no me gustaría. Escudriñé en mi interior durante unos instantes buscando la verdadera razón de ello y después de reflexionarlo y aceptarlo suspiré resignado. —Creo que me da envidia el vinculo que tienes con tu madre.
—¿Te gustaría volver a hablar con la tuya?
—Mmm... —Torcí mis labios al sentirme en evidencia. —Supongo que estaría bien. —Respondí con simpleza para no darle mucha importancia a ese hecho. —Pero es inútil, han pasado muchos años así, no tengo la menor idea de cómo dirigirme a ella y si te soy honesto me incomoda mucho de solo pensarlo. —Froté mis antebrazos para darme un poco de calor, reconocer que estaba tan solo había sido como echarme un balde de agua helada.
—¿Y si lo hazes de manera indirecta?
Mis cejas gruesas se arquearon sin entender.
—Usando a un tercero. —Los ojos de Shura se iluminaron al tener una idea y me dio una palmada en el hombro. —Escríbele a tu hermano menor.
¿Acaso no le había mencionado antes que Aioria tenía menos de dos años?
—Él no sabe leer todavía.
—Lo sé, y eso lo haze perfecto. —Cuando lo miré sin entender nada de lo que pasaba en esa cabecita suya continuó. —Escríbele a tu hermano de manera casual, cuéntale las cosas buenas de acá, no menziones nada de lo malo. —Estuve a punto de reprochar lo tonto de su plan, pero el presionó su pluma contra mis labios para impedir que lo interrumpiera. —Tu mamá la leerá, aunque el destinatario sea tu hermano, las mamás son así, demasiado curiosas cuando se trata de sus hijos y con suerte, responderá la carta y así habrás roto el hielo entre ustedes. —Shura me jaló del brazo para obligarme a sentar. —Vamos Aioros, anímate. No tienes nada que perder. —Y de nuevo me ofreció su cuaderno y su pluma.
—Amm... si, mi dignidad.
Shura bufó con incredulidad. —Esa la perdiste en el momento en el que te pusiste a correr desnudo por todo el campamento tras Deathmask por una simple toalla.
Me dejó sin palabras y a regañadientes accedí a tomar sus cosas.
Shura se sentó en su catre para darme mi espacio y yo aproveché para sentarme contra el respaldo del mío, con la libreta apoyada contra mis rodillas.
Mientras yo me decidía que palabras usar para la supuesta carta a mi hermano menor el pelinegro estaba muy entretenido con la hoja que le había entregado, doblándola varias veces. Segundos después un avión de papel llegó volando y se enredó en las ondas de mi cabello, quedando varado en él.
—Eso es por escribirme que me joda.
Sonreí con él mientras quitaba el avioncito de papel de mi cabello. Quería concentrarme en lo que tenía que hacer, el interior de la tienda era callado pues solo estábamos el español y yo, sin embargo, a través de la tela podía escuchar el bullicio que delataba lo divertidos que estaban mis compañeros, mis deseos de procrastinar aparecieron.
—Deberías aprovechar el día para estar con los demás allá afuera.
—¿Me estas corriendo?
—¡No! Lo digo en serio, en todos los meses que llevo aquí siempre estás con Deathmask, Aldebarán, conmigo y ocasionalmente con Afrodita, pero tienes más de 50 compañeros aquí y no te das el privilegio de conocerlos.
—Ja... Creo que me hago un favor al no hazerlo. —Dijo mientras abrazaba sus piernas contra su pecho.
—Lo dudo, no todos son como Milo y Kanon, y si alguno se quiere burlar de tu forma de hablar yo los puedo hacer reflexionar por las buenas, no te preocupes.
Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro ante esa idea, sin embargo, la tristeza no abandonó sus ojos.
—Podrías jugar cartas, yo no soy bueno para jugar poker, pero tú tienes un buen rostro para hacerlo, estoy seguro que podrías ganar muchas cosas interesantes. —Sin embargo, eso parecía no interesarle en lo más mínimo. —Si conocer más gente ya no tendrías que juntarte tanto con Deathmask.
Rio ligeramente en un pequeño murmullo, sin embargo, volvió a negar con la cabeza. —Déjalo, Aioros... —Alzó la mirada para verme. —En verdad no me molesta, ¿sabes? No interfiere en nada con mi plan: Sobrevivir, obtener la nazionalidad y regresar a casa; eso es todo lo que quiero y para ello no debo meterme en problemas con nadie. Además, estar con Deathmask no es tan malo cuando no se le sale el diablo que lleva dentro, pareze un idiota, pero realmente es más listo de lo que aparenta. A vezes creo que haze y dize tonterías solo para asombrarse a sí mismo.
Sonreí, no era un secreto el aprecio tan grande que Shura tenía por Deathmask, hasta me parecía tierno que hablara bien de él cuando no estaba cerca, sobre todo después de la travesura del italiano. —De acuerdo, no te insistiré más. —Volví a posar mis ojos sobre la hoja del cuaderno, prácticamente vacía, solo tenía la fecha. Me frustraba demasiado no saber que escribir e inconscientemente gruñí resignado, llamando de nuevo la atención de Shura, volteé a verlo para que nuestros ojos se encontraran. —¿Cómo le haces para no batallar tanto al escribir?
-Eso es porque normalmente mis cartas son respuestas. Las cartas de mi madre suelen estar llenas de chismes de la colonia o su trabajo y cuando no sabe que escribirme me mantiene actualizado con lo que suzede en la novela que mira por las tardes. —Shura extendió sus piernas sobre la cama. —Sin embargo, antes de que llegaras Milo estuvo rompiendo sus cartas por un par de meses así que no podía responder a nada de lo que ella escribía.
—Entonces ¿de qué le escribías?
Shura desvió la mirada, apenado —Hay un tema del que siempre se puede hablar cuando no hay nada de qué hablar... El clima.
No lo podía creer. Sonreí junto con él y eso hizo que la vergüenza en su rostro fuera disminuyendo gradualmente. —¿Me lo juras?
—Si...
Ah... Ya podía imaginarme mi carta "Querido Aioria, hace un calor tan insoportable como si estuviéramos metidos en el culo del diablo". Eso me haría ganar el premio al peor hermano mayor y la etiqueta de una mala influencia, aún así me reí por mi ocurrencia. —De acuerdo... Y después de eso, ¿con qué debería continuar?
—Con mentiras. —Cuando lo miré él solo sonrió de lado. —Solo dile que estás de maravilla, no creo que quieras preocuparlos ni horrorizarlos con los detalles verdaderos de nuestro trabajo.
Hablar del clima ya no me parecía tan descabellado después de meditarlo un poco, era algo superficial, y me ayudaría a realizar mi cometido, romper el hielo, no estaba del todo de acuerdo con mentir, pero si era consciente que debía omitir muchos detalles.
Inhalé profundo antes de pegar la punta de la pluma en el papel, y justo cuando dejé salir el aire las palabras que aparecían en mi mente comenzaron a ser escritas.
*+*+*
Me repatea lo lento que va este fic, y sucede que cuando mas tuve inspiración menos tiempo tenía, pero bueno, acá un nuevo cap, espero volver a actualizar seguido, he estado bajo mucho estrés en este último mes, sin embargo, creo que por estas fechas cumplo un año desde que comencé a escribir y quise celebrar escribiendo XD
Dejo este pequeño meme, así me imagino a Aioros con Deathmask, ay perdonenme por ponerlos en esa situación tan penosa pero todo tiene un porqué, y quiero creer que alguno de ustedes lo sabrán facilmente <3
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