Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6

Después de un par de semanas de patrullajes "tranquilos" volvimos a viajar al norte, pero esta vez lo hicimos para una misión distinta, ya no servíamos como chaperones para los miembros de otra brigada mientras los trasladábamos por la carretera, esta vez habíamos entrado a la inmensidad de la jungla bajo la orden de "búsqueda y destrucción".

La jungla parecía burlarse de nosotros con el canto de las aves, pero no pensaba dejarme intimidar, no, debía mantenerme positivo y considerar que era un empujón más para probarme a mí mismo que podía hacerlo, podía ser un buen soldado, y con el tiempo ascendería en mi carrera como militar y por fin estaré a la altura de los hombres de mi familia, mis héroes. Esa sería una prueba más para evaluar mi resistencia y adquiriría preciada experiencia, aunque ya estando rodeado de los enormes árboles confieso que me sentí pequeño.

Mis compañeros tampoco se veían cómodos, trataban de no demostrarlo, pero sus ojos delataban el profundo miedo que le tenían a la selva, un terreno bastante complicado y asfixiante, parecíamos unos pequeños corderos ingresando a la boca del lobo. Pero por mucho que la jungla fuera intimidante no podíamos eludirla, después de todo este era el terreno que había elegido el enemigo como campo de batalla, un ambiente inhóspito y desconocido para muchos de los soldados americanos y en el que nos desenvolvíamos con cierta torpeza, representaba una enorme desventaja pues ese entorno era la casa del oponente, ellos lo conocían como la palma de su mano.

Nuestros primeros pasos dentro de ella fueron los más estresantes. Los soldados enemigos acostumbraban a poner una gran variedad de trampas en la periferia de la selva, los cuales representaban un enorme riesgo al entrar y salir de ella, así que caminamos en tres filas de manera concienzuda, lideradas por Saga, Kanon y Milo que abrían el paso con sus machetes, mientras el resto repetíamos los pasos del soldado anterior con la idea que si a él no le había pasado nada malo los demás también correríamos con esa misma suerte.

Nos seguimos adentrando en la selva, la carretera había quedado atrás hace mucho tiempo. Era probable que la incidencia de trampas en aquella zona fuera mucho menor en la periferia, pero mientras más nos adentrábamos, más aumentaban los peligros naturales del ecosistema. No quería pensar en ello, pero ahora no solo nos preocupaba el Vietcong, sino que también debíamos cuidarnos de los peligros de la naturaleza que nos envolvía, desde los grandes felinos, los venenosos anfibios y los molestos insectos que con un solo piquete podían condenarnos a una muerte lenta si no contáramos con nuestras vacunas.

La humedad era terrible. Mi ropa estaba empapada en sudor y mi piel pegajosa, afortunadamente contaba con la vincha roja que Shura me había obsequiado para retener el sudor de mi cabeza que se sofocaba dentro del casco, lo que menos quería es volver a perjudicar mi vista con algo tan tonto como fluidos corporales.

Después de horas caminando, Saga por fin alzó su puño para darnos la orden silenciosa de detenernos y mantenernos en silencio, los que llevaban los machetes fuera los enfundaron para después sujetar sus rifles y todos nos comenzamos a movilizar con una actitud de asecho, caminábamos con el mayor sigilo, nos comunicábamos con señas para no hacer ruido hasta que llegamos al punto que tanto habíamos buscado, la entrada oculta de un fortín bajo tierra.

Saga dio la orden para que Aldebarán, Camus, Ángelo y Afrodita resguardaran el perímetro, los demás nos quedamos alrededor del agujero en la tierra, el cual estaba cubierto por una malla improvisada camuflada con hojarasca, la cual removió con cuidado, revelando una entrada rectangular perfectamente definida.

Saga volteó a ver al compañero a mi lado. —Shura... —Lo llamó con un tono moderado. —Prepárate para entrar.

En cuanto escuchó la orden, el español se quitó su pesada mochila y de ella sacó una mascarilla que contaba con lentes de visión nocturna y una linterna, colocándose la primera y guardando la segunda en el bolsillo de su pantalón antes de desaparecer por el angosto agujero con su inseparable rifle en posición, listo para ser descargado.

—Aioros... —Saga me llamó unos segundos después. —Síguelo.

Asentí y así como lo hizo Shura yo también me alisté y me adentré en ese pequeño túnel de tierra inclinado, arrastrándome hacia la profundidad lo más rápido posible para alcanzar al pelinegro. Agradecí no temerle a la oscuridad y no tener claustrofobia, pero de todas formas el corazón me latía con fuerza ante el suspenso de lo que encontraría del otro lado del túnel. Desconozco cuantos metros recorrí, pero supuse que fueron aproximadamente 10, sin embargo, antes de llegar con Shura escuché dos ráfagas de balazos, una seguida de la otra, a unos metros de donde yo me encontraba.

—¡Shura! —Mi sangre se heló por completo al temer por la integridad del español, sin embargo, a pesar del miedo y de mi raciocinio que me decía que era peligroso avanzar, lo hice, tenía un amigo al que ayudar. Me arrastré aún más rápido hasta que llegué a un espacio bastante amplio, donde observé mediante mis lentes de visión nocturna la silueta del español frente a lo que había quedado de un hombre acribillado por la metralleta de mi compañero. —¿Estás bien?

Sin embargo, Shura reaccionó a mi voz sobresaltándose y después apuntándome con su arma.

—¡Espera, soy yo! —Exclamé soltando mi rifle el cual quedó colgando de mi hombro por la correa mientras mostraba mis manos en son de paz.

—¿Aioros? —Su posición se relajó un poco y dejó de apuntarme con su arma, mi alma regresó a mi cuerpo cuando por fin dejó de amenazarme. —¿Qué hazes aquí? —Preguntó mientras sacaba la linterna de su pantalón, y al encenderla se quitó su mascarilla que quedó colgando sobre su pecho.

—Saga me pidió que te acompañara. —La visión nocturna de mi mascarilla no me permitía ver bien su rostro así que lo imité, me deshice de ella y con ayuda de la linterna lo pude observar con claridad, sin embargo, no se veía nada emocionado ni agradecido por mi compañía en ese instante.

Al final no dijo nada, solo se dedicó a buscar en ese espacio de un lado al otro, pared por pared, centímetro por centímetro.

—Wow... —Murmuré con asombro al observar ese espacio que medía aproximadamente 30 metros cuadrados donde había cajas, estuches, mochilas, pedazos de tela, y papeles regados por el suelo, además del muerto que Shura se acababa de despachar, el cual sangraba de múltiples partes del cuerpo y le faltaba un brazo que recientemente se había desprendido por la potencia del plomo al impactarse contra sus huesos, pero que estaba a unos centímetros a su izquierda sosteniendo un arma.

—Si quieres vivir no toques nada... —Me informó Shura, mientras caminaba por el perímetro del espacio observando con detenimiento las superficies sin girarse para verme porque temía perder algún detalle. —Podrías activar alguna granada, liberar algunas abejas o alguna serpiente venenosa hambrienta.

Eso fue suficiente advertencia para calmar mi curiosidad. —¿Qué buscamos?

—Otra salida... Normalmente estos fortines forman parte de una red de túneles, pero no encuentro nada. —Dijo después de recorrer todo el lugar, deteniéndose frente a mí.

De nuevo observé el lugar con ayuda de la luz que brindaba mi linterna, era rudimentario, pero fácilmente cabrían cómodamente unas 10 personas, y que estuviera bajo tierra lo volvía aún más impresionante. Esas eran las bases secretas del enemigo y comencé a imaginarlos por todo el espacio, algunos comiendo, otros dándole mantenimiento a sus armas, algunos dormidos bajo los retazos de tela y otros solo esperando recibir órdenes para actuar en nuestra contra, pero mientras observaba cada espacio por el que dirigía la luz de la linterna, cuando iluminé una de los extremos al fondo creí ver al mismo vietnamita agonizante que encontré durante mi primera emboscada y, cuando sus ojos cafés volvieron a mirarme suplicando por no acabar con su vida, me sobresalté.

—¡¿Qué?! —Shura notó mi reacción y volteó de golpe para apuntar su arma hacia donde yo iluminaba, con su índice listo para apretar el gatillo, más al no encontrar nada me miró confundido.

Parpadeé un par de veces y pasé saliva al darme cuenta que fue producto de mi imaginación, aunque eso era obvio. —Creí haber visto algo, lo siento. —Pronuncié con suavidad para que no se enojara tanto conmigo nuevamente, sin embargo, fue inútil, de nuevo no dijo nada, pero podía jurar que sus ojos amenazaron mi vida si volvía a asustarlo de esa forma.

Shura volvió a lo suyo, que era mover todo lo que había en el suelo con la punta del cañón de su rifle, mientras yo me llevaba la mano al pecho donde mi corazón aun latía acelerado por el susto. Debía ser una broma, todavía que no lo maté y ahora su "fantasma" tenía el descaro de atormentarme. Respiré profundo para tranquilizarme y volver a enfocarme, los fantasmas imaginarios eran lo último que me debía preocupar durante mi servicio.

—No puedo creer que se escondan bajo tierra. —Comenté para iniciar un tema de conversación y pensar en otra cosa. Aunque Shura no me parecía la persona más adecuada para platicar, mucho menos cuando estaba concentrado o recientemente molestado. —Esto parece tan.... "salvaje"

—Jum... —Shura rio a secas por el adjetivo que empleé, sorprendiéndome con ello, mientras alumbraba algunos de los papeles regados, sentándose en cuclillas para observarlos de manera minuciosa. —Tienes razón, es salvaje y, sin embargo, les ha funzionado para dar pelea. —Con su rifle comenzó a empujar poco a poco las hojas hasta que descubrió un mapa, el cual, al considerarlo seguro e importante lo tomó con su izquierda. —Pueden llamarlos "simios" todo lo que quieran si eso los haze sentir superiores, pero los vietnamitas no son nada tontos.

Fruncí mis cejas, desconcertado. —¿Por qué los adulas?

—No lo hago, solo reconozco su potenzial. —Se puso de pie y se giró para observarme. —¿Cuántos americanos se han enlistado pensando que con fuerza militar superior ganarán fácilmente a unos sembradores de arroz? Ese es su primer error.

Fruncí los labios al recordar como el Capitán, mi tío de cariño, se había referido a los vietnamitas el primer día que llegué, menospreciándolos por su oficio. —Puede que sean listos, pero nosotros también lo somos.

—No.

—¿No?

—No en el mismo nivel ni con la misma convicción. —Suspiró cansado y se acercó hacia donde yo me encontraba cubriendo la única salida. —Es todo. Vámonos.

Y con una sola palabra yo lo volví a obedecer, arrastrándome detrás de él por el mismo túnel por el que habíamos entrado, luchando contra lo angosto que era, pero no me preocupaba, si ya había pasado una vez sin atorarme podría hacerlo de nuevo.

Cuando volvimos, mediante la luz natural que se filtraba a través del follaje pude observar lo cubiertos que estábamos de tierra.

Saga y los demás nos estaban esperando. —¿Y bien? ¿Qué encontraron? —Preguntó el gemelo mayor.

—Había un vietnamita, pero cuando llegué me esperaba con un rifle en la mano y al disparar yo hize lo mismo.

—Ahh... —Saga ladeó el rostro al imaginar cómo iba a terminar ese relato. —No me digas que lo mataste, por favor.

—No tuve opzión...

—Mierda... —El teniente respiró profundo mientras aceptaba resignado ese hecho.

—Ahora no tenemos a quien preguntarle donde están los demás miembros del fortín. —Comentó Kanon antes de darle un pequeño golpe con el dorso de la mano al hombro del español, reclamándole por haber matado a nuestro único posible informante.

Sin embargo, Shura no se inmutó, así que continuó con su informe. —El fortín está vazío y pareze que aún no es parte de una red más compleja de túneles. —Respondió mientras yo me sacudía restos de tierra, escuchando con el resto todos los detalles que había recabado Shura.

—Según el reporte del Grupo de Observaciones y Estudios este fortín estuvo en funcionamiento hace poco. —Agregó Kanon a la conversación.

Saga asintió ante el comentario y sus ojos verdes volvieron a fijarse en los del español, quien conservó la serenidad en su rostro.

—No creo que los demás miembros nos han detectado y han huido. —Pasó saliva. —No han dejado muniziones, ni comida como lo harían en una huida repentina, creo que el enemigo ha abandonado el lugar con premeditazión.

Pero si la suposición de Shura era correcta, ¿por qué habían dejado a un compañero atrás? Estuve a punto de preguntar, sin embargo, la repentina risa de Milo se me adelantó.

Milo intentó reír de una manera discreta, sin embargo, todos los que nos encontrábamos ahí volteamos a verlo, preguntándole con nuestras miradas inquisidoras porqué lo hacía. —"Muniziones", "premeditazión" —Dijo imitando el acento del español en lo que era una muy pobre justificación.

—Basta. —La voz imponente de Saga le borró la sonrisa al de cabellos revoltosos, haciendo que adoptara una postura tensa. —No es tiempo para tonterías, soldado. —Saga volvió a posar sus ojos en Shura. —¿Encontraste algo útil?

Shura sacó el mapa que había guardado en su bolsillo del pantalón y se lo entregó al teniente. —Encontré esto... —Extendió el mapa y señaló una de las marcas que se encontraba en él. —Pareze que ya tienen ubicado nuestro campamento.

—Mierda... —Murmuró Saga antes de sacar su pesado radio, alejándose de nosotros para comunicarse con Shion ante la desagradable sospecha que esa información le producía.

Shura aprovechó para alejarse de Milo y los gemelos e ir hacia donde se encontraban nuestras mochilas juntas mientras yo lo seguía. El comenzó a sacudirse la ropa para retirar los restos de tierra y después sacó un paño el cual humedeció con un poco de agua de su cantimplora para limpiarse el rostro y las manos.

Yo miraba de reojo la conversación de los gemelos que parecían preocupados. —¿Crees que van a atacar nuestro campamento? —Murmuré bajo para que solo Shura me escuchara y así no esparcir algún inquietante rumor.

—Puede ser, pero no haze diferenzia alguna... —Desabrochó la mascarilla que había colgado en su cuello y la guardó en su mochila junto a su linterna en su respectivo compartimento. — No es como que alguna vez hemos estado a salvo en él.

Pasé saliva por su comentario, ese español negativo a veces me ponía los pelos de punta. —Pero los veríamos venir, ¡podremos defendernos!

El solo sonrió de lado no muy convencido, por no decir nada, conmigo. —Acabas de entrar a un fortín, hay miles de ellos por todo el terreno y se conectan en una red de kilómetros, ¿qué te haze pensar que no pueda haber uno debajo de nuestro campamento?

Maldito español extremista. —Eso es imposible.

—Y, sin embargo, ya ha suzedido. —Mis ojos le miraron mucho más preocupados y curiosos que antes. Al notar que estaba a la expectativa de más información, continuó. —Un campamento completo fue diezmado porque los vietnamitas los debilitaron durante días, les habían robado sus suministros de comida, medicinas y armas, incluso habían robado su excremento para usarlo en sus sembradíos como abono para después alimentar a sus tropas, y con el enemigo debilitado y ellos bien alimentados en una noche los habían derrotado. —Sus ojos verdes se volvieron a posar en mi cuando no repliqué nada, encontrándome boquiabierto por lo que acababa de comentar. —Recuerda que no son nada tontos.

Shura se puso de pie y se colocó su mochila encima, abrochando el seguro de esta frente a la altura de su pecho mientras yo lo seguía observando con asombro.

—¿Por qué me miras tanto?

—Ah... —Su mirada clavada en la mía me tomó por sorpresa y cuando me di cuenta de lo que había hecho mis mejillas se ruborizaron ligeramente. —Lo siento... Es solo que eres muy bueno en esto, eres muy observador, valiente, inteligente y perspicaz... También creo que eres un paranoico y tu negatividad apesta, pero eres un gran soldado, Shura.

Y ahora el ruborizado fue él, quien al no esperar escuchar nada de eso se quedó sin palabras y desvió la mirada apresuradamente para huir de mis ojos.

Yo solo sonreí enternecido ante su actitud evasiva, parece que alguien no estaba acostumbrado a recibir elogios de los demás. —Lo digo en serio, creo que te mereces ascender por todas tus capacidades.

—Je... —De todas las respuestas posibles no creía que riera sarcásticamente. —Lo dudo, y siendo honesto no quiere.

—Pero... —Mas no pude continuar pues Saga llamó la atención de todos para que nos reuniéramos a su alrededor.

En base a las observaciones de Shura, nuestro teniente había tomado una decisión. —El enemigo se ha ido. Dudo que hayan viajado hacia el este, ellos no suelen usar las carreteras, y la villa más cercana está a 3 kilómetros de aquí hacia el norte. Si no tenían alimento en el fortín debemos asumir que lo obtendrán de esa villa así que iremos para allá.

A pesar que todos ya estábamos cansados física y mentalmente por caminar en la jungla nadie replicó nada, ni siquiera Ángelo lo hizo, aunque su expresión reflejaba su enorme fastidio, pero no había forma de evadirlo, aún era temprano y contábamos con luz para movilizarnos en ese entorno, además que las ordenes de Saga debían cumplirse sin rechistar, una de las ventajas de ascender en el ejercito.

Nuestros pasos precavidos nos hacían avanzar muy despacio, pero después de un par de horas por fin el limite la jungla estaba cada vez más cerca, lo sabíamos, la distancia entre los árboles y las palmeras y la luz del sol que se colaba eran cada vez mayor, sentía que por fin salía de la boca del lobo, sin embargo, estaba muy equivocado y eso lo supe cuando escuché los inconfundibles chasquidos de las balas impactando a nuestro alrededor.

—¡Cúbranse!

La orden había estado de más pues todos por instinto buscamos refugio detrás del árbol más cercano a nuestro alcance.

El calibre del arma con la que nos disparaban era tan intimidante que ni detrás del grueso árbol me sentí seguro, por lo que fui deslizándome contra su tronco para compactarme lo más posible mientras abrazaba mi rifle con fuerza, cerrando los ojos a cada rato pues los impactos lanzaban fragmentos de vegetación hacía nosotros y temía que alguno terminara en mis ojos.

Cuando hubo una pausa por fin los pude mantener abiertos, encontrándome a Shura detrás de otro árbol a mi lado, a unos metros de distancia, estaba pálido, sudando frio, su pecho subía y bajaba desesperado y sus ojos demostraban todo el miedo que cualquiera sentiría en esa situación; fue cuestión de un segundo, quizás menos, pero lo vi tan frágil y tan pequeño, más una vez que tomó aire para reestablecer su temple de acero se giró pecho tierra y con el rifle acomodado sobre el suelo comenzó a disparar en dirección hacia donde provenía el ataque, al igual que el resto de mis compañeros.

Traté de hacer lo mismo, pero lo que mis ojos alcanzaban a ver era un enorme y extenso pastizal el cual empleaba el enemigo para ocultarse de nosotros.

Sin embargo, ante el contraataque volvimos a resguardarnos tras nuestros respectivos árboles, todos excepto el loco de Kanon que se asomaba lo más posible para buscar con sus binoculares cualquier señal que diera con la ubicación del enemigo.

—¡Está camuflado, pero parece ser un sedán con una ametralladora adentro y está frente a nosotros a casi un kilómetro! —Informó al pelotón nuestro sargento, el gemelo menor del teniente.

Y con ese dato me resigne a permanecer escondido detrás del tronco de aquel pobre árbol que no resistiría mucho, creo que la mayoría lo hicimos porque nuestros rifles tenían un alcance de 550 metros y sabíamos que nuestras balas jamás los alcanzarían, la única opción que teníamos era resguardarnos o correr.

—¡¿Qué están esperando con las ametralladoras?! —Saga buscó de un lado al otro a los soldados que portaban esas armas, frunciendo sus cejas gruesas al encontrar a Ángelo a unos metros a su izquierda. —¡Deathmask, dispara de una maldita vez!

Sin embargo, el italiano resguardado estaba forcejeando desesperadamente con el riel de balas de su arma, sin mucho éxito. —¡Se atoró!

Saga abrió sus ojos como platos al escuchar eso, pero no todo estaba perdido. —¡¿Dónde carajos está Aldebarán?!

A pesar de la nueva oleada de disparos contra nosotros todos buscamos desesperadamente al aludido desde nuestras posiciones, pero ni siquiera su gran tamaño nos facilitaba esa tarea.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando lo vislumbré, estaba boca abajo a unos cuantos metros a mi izquierda. —¡Soldado caído! —Avisé temiendo lo peor, pero en la primera oportunidad que tuve ante el cese del fuego, salí de mi refugio y corrí hacia él ante la mirada atónita de mis compañeros.

Obviamente el enemigo me vio y dirigió todos sus disparos hacía mí, pero logré llegar sano y salvo con mi compañero. Cuando lo volteé un olor a hierro mezclado con tierra llegó a mi nariz, su rostro estaba cubierto de sangre producto de un profundo corte en su frente. Con mi dedo índice y medio presioné su cuello en busca de un pulso, afortunadamente lo encontré, más en ese momento, por mucho que quisiera ayudarlo, tenía algo mucho más importante que hacer. Tomé la ametralladora de mi compañero, la coloqué en posición sobre su tripie contra el piso y comencé a disparar hacia el pastizal donde creí conveniente, pero al detonar el arma, los árboles que habíamos usado para protegernos me estorbaban e inconscientemente solo nos arrojé más restos de vegetación a mí y a mis compañeros. No tenía opción, tenía que salir de ahí.

No sé si fue la adrenalina, o saber que en mi caía toda la responsabilidad de mis compañeros al tener en mis manos la única arma que podía contraatacar con efectividad, pero entre la lluvia de balas comencé a correr en zigzag hacia adelante, alejándome de ellos y de los árboles hasta dejarlos atrás.

Fui rápido, muy rápido, y quizás muchísimo más afortunado, pero cuando llegué al claro que dividía al pastizal de los árboles me tiré sobre la tierra y comencé a descargar el rifle, el cual sacudía violentamente mi cuerpo lanzando 550 disparos por minutos. No sé si fue el calor de la batalla, la adrenalina, pero no dejé de apretar el gatillo, nada me detuvo, ni mi seguridad en riesgo ni el repentino y profundo ardor que sentí en mi brazo izquierdo, ni siquiera dejé de hacerlo cuando el enemigo dejó de responder; no dejé de disparar hasta que hubo una explosión a un kilómetro frente a nosotros, una explosión que yo había causado, una explosión que anunciaba nuestra superioridad en aquel encuentro.

No lo podía creer, estaba en shock, mis piernas aún me temblaban, pero logré ponerme de pie después de unos segundos cuando ya no hubo respuesta alguna del enemigo, quedándome tan embobado, observando como el fuego consumía todo, que ignoré cuando uno de mis compañeros se acercó a mí al considerarnos a salvo. En un derroche de euforia comencé a reír, primero de una forma discreta pero rápidamente se elevó a una forma completamente descarada, ¡habíamos ganado ese pequeño encuentro y todo gracias a mí! Me desbordé tanto de felicidad que tomé a mi compañero, lo abracé y lo cargué en el aire mientras daba una vuelta sobre mi propio eje. Cuando lo solté me encontré con el rostro enrojecido de Shura que se veía muy confundido y avergonzado al mismo tiempo, pero le di una palmada en el hombro para que se relajara, seguí riendo y mi risa se le contagió un poquitito, haciendo que se le dibujara una tierna sonrisa en su rostro.

—Oigan, ¡risueños! —La voz de Saga nos sacó de nuestro pequeño y perfecto momento juntos, provenía de nuestras espaldas así que nos giramos para encararlo —Vayan a revisar que no haya más riesgos. ¡Milo, Kanon, Deathmask! Acompañenlos... —Los mencionados no tardaron en aparecer a nuestro lado.

El italiano chasqueó la lengua, molesto, antes de colgarse la ametralladora sobre su espalda y desenfundar una pistola que llevaba a la cadera. —Va, pero ti informo que mi M60 sigue fuera de servizio.

—Después la arreglas. —Comentó Saga mientras Ángelo pasaba a su lado. —Camus... ¿Qué noticias tienes de Aldebarán?

A pesar que tenía curiosidad por el estado en el que se encontraba mi compañero, nosotros cinco comenzamos a caminar por el pastizal con el mayor cuidado posible mientras rezábamos que no hubiera una trampa oculta en nuestro camino, dirigiéndonos hacia donde aún ardían las llamas.

—Aioros... —Ángelo me llamó desde mi izquierda, apurándose para alcanzarme. —¿Aldebarán estaba bien?

Tanto los ojos del italiano como los del español me miraron con una sincera preocupación, Aldebarán era muy preciado para ellos y no querían que le sucediera algún daño y mucho menos perderlo.

—Eso creo... —Mordí mi labio inferior. —Estaba sangrando mucho de la cara, pero tenía pulso cuando llegué con él.

Mi respuesta no les agradó mucho, pero al menos les trajo un poco de tranquilidad.

Cuando estuvimos cerca del fuego nos dimos cuenta que Kanon había acertado, lo que ardía en llamas era un auto tipo sedán. Los demás se adelantaron y rodearon lo que quedaba del carro mientras yo lo miraba con detenimiento en busca de algún cuerpo chamuscado en su interior, más era imposible saberlo hasta que las llamas no se extinguirán por sí solas.

—¡Los encontré! —Anunció Kanon, captando mi atención.

Caminé hacia donde provenía su voz, pero antes de llegar a él, Shura me interceptó sujetándome de los brazos, deteniéndome de golpe.

—Espera

—¿Por qué? —Pregunté intentando liberarme, sin embargo, él no me soltó, al contrario, me sujetó con más fuerza.

—Aioros, escúchame... —La seriedad con la que susurró ese pedido me dejó helado, grave e imperativa, así que dejé de forcejear y le miré expectante, pasando saliva cuando vi en su rostro como se debatía internamente para decidir qué palabras usar, intercambiando una mirada llena de pena con Ángelo que estaba presenciando la escena. —Si quieres ir a ver no puedo detenerte, pero si lo haces recuerda: Hiciste lo que era necesario y nos salvaste la vida a todos.

Fruncí mis cejas al no entender a que venía ese comentario porque eso último ya lo sabía y estaba orgulloso de ello.

Sus delgadas cejas se fruncieron y miró hacia su mano derecha que me sujetaba del bicep izquierdo, la cual estaba cubierta de sangre. —Aioros... Estas sangrando.

Solo entonces me percaté del líquido rojo que salía por la manga larga de mi camisa, estaba empapada, pero aun así tuve la imperiosa necesidad de primero saber qué era lo que Shura trataba de alejarme, así que lo hice a un lado para seguir con mi búsqueda hacia Kanon, quien estaba junto a Milo a unos cuantos metros de distancia del auto.

Por fin había llegado con mis compañeros, pero la expresión cargada de pena en el rostro de ambos me hizo temer lo peor. Con mis manos empujé las delgadas ramas de pasto frente a ellos, descubriendo dos cadáveres deshechos, pero eso no fue lo que me revolvió el estómago y convulsionó a mis irises aguamarinos, lo que me ocasionó unas terribles nauseas fue la altura que estos tenían, los vietnamitas eran pequeños a comparación nuestra, pero esos cuerpos eran demasiado pequeños en comparación con cualquier adulto.

Pasé saliva, más fue inútil, mis rodillas flaquearon y cuando golpearon el suelo comencé a vomitar por la fuerte impresión y por la cruda verdad: había acribillado a dos pequeños niños haciéndolos sufrir una muerte horrorosa.

—Aioros, no es tu culpa... —Pronunció Milo a mis espaldas mientras yo me limpiaba la boca con el dorso de mi mano y cuando alcé la mirada me encontré con sus ojos azules llenos de comprensión. —Es culpa del Vietcong por reclutarlos tan jóvenes, ¡Esos malditos no tienen corazón!

Mordí mi labio inferior mientras aguantaba las lágrimas que se acumularon en mis ojos. No quería llorar frente a ellos, así que traté de tragarme mi dolor, pero me costaba tanto. Pensé en Shura, en lo dura que podía ser su mirada ante todas las situaciones. ¿Cómo demonios lo hacía? ¿Cómo era capaz de esconder sus emociones, callar y seguir adelante?

—Es por eso que peleamos... —Ahora fue Kanon el que habló con un tono suave para consolarme. —Para salvar a todos de las injusticias despreciables que comenten los coludidos en el norte de este país. —Respiré profundo y cuando alcé la mirada me encontré con la mano del sargento, extendiéndose para reincorporarme. —Descuida, nadie te juzgará.

Eso era un consuelo, pero, aunque estaba de pie, moralmente seguía decaído. La muerte de esos menores formó un fuerte nudo en mi garganta al punto de sofocarme, y la tristeza de mi alma era algo que nunca aprendí a ocultar, no al 100%, pero Kanon estuvo en lo cierto, cuando el resto de mis compañeros nos alcanzaron y se percataron del acto ruin que había cometido no dijeron nada, eso hizo todo más fácil, hasta cierto punto me sentí comprendido y acogido por ellos, ninguno me hizo sentir como un monstruo.

Una sonrisa se formó en nosotros al ver que Aldebarán, a pesar de tener aún residuos de sangre seca y un enorme chichón al centro de la frente, estaba bien.

—¡Grandote! —El italiano exclamó, haciendo que todos desviaran su atención hacia él, y se acercó animosamente a Aldebarán. —¿Pero qué ti sucedió?

—Me tropecé mientras corría y me golpeé la frente con la raíz salida de un árbol. —Dijo avergonzado por su mala suerte. —Aioros...

Me sobresalté al escuchar la forma suave en la que pronunció mi nombre, no quería hacer contacto visual con nadie, pero alcé la mirada para encontrarme con sus ojos oscuros y para mi vergüenza los míos se cristalizaron en el acto.

—¿Podrías regresarme mi ametralladora, por favor?

—Ohh... —Sentí un alivio enorme, varías veces había visto a Aldebarán sermoneando al italiano como si fuese su padre y no quería pasar por eso frente a los demás, estoy seguro que si lo hacía conmigo no podría evitar desmoronarme como un chiquillo. —Aquí tienes... —Se la entregué con una pequeña sonrisa apenada. —Me alegra que estés bien.

—Aioros... —Maldición, escuché que me llamaban, pero ahora a mi izquierda. Suspiré, en verdad no tenía humor para lidiar con nadie en ese momento. —Volteé y me encontré con Camus, quien venía acompañado por Shura. —Déjame revisar tus brazos por favor.

Y se lo permití. Con cuidado me quité mi camisa camuflada, quedando en la interior verde, y solo entonces vi el camino de sangre cuagulada que había fluido desde la parte externa de mi bíceps hacia mi mano y ya sin la adrenalina y sumado al sudor y a lo mal que me sentía me ardía muchísimo.

—No puedo creer que hasta ahora te des cuenta, pero te rozó una bala... —De su mochila, Camus sacó dos pequeños contenedores. —Tengo que desinfectarte primero... —Y me miró como todas las madres miran a sus hijos al tener que aplicar alcohol en una herida.

—Dale.

Y en efecto, me ardió mucho más, pero solo fruncí las cejas y apreté los puños mientras me dejaba atender por el médico, Shura y yo solo lo observábamos tratando mi herida.

—¿Tendrás que coserme? —Pregunté después de ver la profundidad de la herida, a mi parecer ameritaba unas buenas puntadas.

—Haré algo más rápido que eso. —Camus volteó a ver al español. —Shura, ¿podrías ayudarme a sostenerlo de esta forma? —Con sus manos enguantadas apretó mi piel, juntando la zona donde se había rasgado, Shura asintió y realizó el pedido de Camus tal como le había pedido. —No lo sueltes hasta que yo te diga. —Y después Camus abrió el otro contenedor, aplicando una línea de aquel liquido transparente por encima de los bordes de la herida que Shura sostenía.

—¡Tssss! —Mi cuerpo se sobresaltó ante el ardor que fue mucho peor que el alcohol, sin embargo, traté de resistir lo más que pude sin moverme para no estropear su trabajo. No sé qué demonios era ese líquido, pero me ardió un carajo, cuando pude percibir su aroma me recordó a los goteritos de pegamento que se suelen usar para arreglar porcelana y cosas parecidas. —¿Kola loka?

Camus sonrió ligeramente ante mi acierto, —Si, aunque yo prefiero llamarlo Cianoacrilato. Es mucho más rápido que una sutura y la cicatriz será menos perceptible. —Y cinco segundos después volvió a aplicar otra línea de pegamento sobre la unión para reforzar la primera aplicación. —Listo, ya lo puedes soltar, Shura. —Anunció una vez que ya estaba seco y me entregó el pequeño frasco de pegamento. —En media hora aplícate otra capa, y no te preocupes por el pegamento, se desgastará por si sólo y para entonces la herida ya deberá estar sanada, pero si tienes complicaciones debes avisarme de inmediato.

Miré mi herida tratada y después al médico. —Gracias, Doc.

—De nada. —Guardó sus cosas en su mochila y después volvió a posar sus ojos turquesas en el pelinegro. —Qué bueno que me avisaste, Shura, y gracias por asistirme. —Y le dio una palmada en el hombro por su acertada acción antes de caminar hacia el resto de nuestros compañeros que se tomaron un breve descanso mientras me trataba.

Yo solo suspiré y bajé la mirada, apenado con Shura. Hace unos cuantos minutos lo había empujado con brusquedad cuando solo trataba de protegerme y, a pesar de eso, le avisó al médico de la condición de mi brazo y lo ayudó durante la curación. Pasé saliva, no tenía cara en ese momento para mirarlo. Desconozco si estaba enfadado conmigo por lo ingrato que había sido con él, pero se alejó de mí para ir con sus amigos.

Cerré los ojos, respiré profundo y eché la cabeza hacia atrás. Cuando los abrí, contemplé el cielo sobre mí, era demasiado hermoso, contrastaba con lo horrible que me sentía en ese momento, pero a la naturaleza no le importaba como me sentía y tampoco a mi teniente. Estaba física, psicológica y emocionalmente cansado, pero teníamos que seguir nuestro camino hacia la villa.

Gracias a Dios no tardamos mucho tiempo en llegar. Era una villa muy rústica, igual como todas las demás, con casitas hechas con bambú y cubiertas en los techos con palmas, con muchos animales de corral y rodeadas por campos de arroz.

Normalmente, cuando se llegaba a una villa de los vietnamitas del sur teníamos que ser cordiales para reforzar nuestra alianza con ellos, Saga acostumbraba a ofrecer los servicios de nuestro médico para revisar a toda la población, sin embargo, en esta ocasión ninguno de nosotros tenía la fuerza de voluntad para ser simpáticos, ni siquiera Aldebarán que acostumbraba a dar los postres de sus alimentos a los niños.

Saga le ordenó a su hermano, Milo, Shura, Aldebarán, Camus y a Ángelo (portando el rifle de Afrodita) que rodearan toda la villa y aniquilaran a cualquiera que intentara huir, mientras Afrodita y yo permanecimos junto a él.

Un anciano lugareño, acompañado de dos mujeres de mediana edad, se acercó a nosotros, haciéndole frente a Saga, a quien le llegaba por debajo de los hombros.

—Afrodita, pregúntale si él es el líder.

Afrodita se comunicó con el hombre, el cual asintió inclinando ligeramente la cabeza.

—Bien... Dile que de la instrucción a todos en la villa que se reúnan rápidamente aquí, y que se corra la voz que mis hombres le disparan a todo aquel que intente huir o encuentren oculto.

De nuevo Afrodita realizó la traducción.

El anciano habló con las mujeres y estas salieron corriendo, obedeciendo su instrucción, corriendo la voz entre toda la población para que se reunieran. En cuestión de minutos había aproximadamente unos sesenta vietnamitas presentes.

—Aioros, Afrodita... Apúntenlos con sus armas. —Mi compañero y yo tragamos duro ante la orden, pero obedecimos, yo con mi rifle y Afrodita con su pistola, y cuando lo hicimos, los vietnamitas se asustaron, emitieron gimoteos aterrados, otros comenzaron a llorar, se abrazaban entre ellos, protegiendo a sus seres queridos, aunque sería inútil contra una bala a una velocidad de 948 metros por segundo.

—Afrodita, dile que estamos buscando infiltrados del ejercito del norte o sus aliados, pregúntale si se encuentran aquí en la villa o entre los reunidos en este momento.

Afrodita tradujo los comentarios de Saga, pero para nuestra sorpresa, el anciano achicó la mirada y la bajó, dándonos una respuesta implícita, esos malditos si estaban aquí.

—¡¿Dónde están y cuantos son?!

De nuevo, a pesar de la traducción de Afrodita, no hubo respuesta alguna, lo cual enfadó a Saga, quien lanzó una ráfaga de disparos al aire, atemorizando a la pequeña población.

—Dile que si no me lo dice en este momento comenzaremos a dispararle a los presentes.

No podía decirle en serio, tenía que estar mintiendo. Palidecí ante el comentario de Saga mientras mis ojos escudriñaban los rostros de los vietnamitas, hombres, mujeres, ancianos y niños... No quería disparar contra ellos.

Afortunadamente, con la seria amenaza por fin respondió. —Họ đang ở một trong những ngôi nhà ở rìa thị trấn, trong địa chỉ. Họ là bốn người đàn ông và hai trẻ em.

—Dice que son cinco hombres y dos niños y no están en el grupo presente, la última vez que los vio estaban en una de las chozas al límite de la villa, en esa dirección. —Afrodita tradujo la información y señaló hacia la misma dirección en la que lo había hecho el anciano.

"Dos niños"

Mis nauseas volvieron, el poco contenido de mi estomago intentó subir por mi esófago al ver en la carita de los niños presentes los rostros de los fallecidos en el pastizal, en ese momento maldije más que nunca el hecho que todos los vietnamitas se parecieran. Pero, esos niños a los que refirió, ¿se trataban de los que yo había acribillado?

Relamí mis labios, se sentían bastante resecos. Debía mantenerme concentrado y confiar ciegamente en Saga y cumplir sus instrucciones, después de todo esas y las de el resto de nuestros superiores eran las que nos guiarían hacia la victoria en esta guerra.

De repente se escucharon varias ráfagas de disparos en la dirección que Afrodita y el anciano habían apuntado, los miembros de la villa gritaron y se agacharon cubrieron los unos a los otros, yo también me sobresalté un poco, pero afirmé el agarre de mi rifle y me mantuve con la frente en el alto igual que Saga, incluso que Afrodita.

—Afrodita, diles que no muevan ni un musculo, de lo contrario tú y Aioros ya saben qué hacer.

Ambos asentimos.

Minutos después pude observar como Kanon y Milo se aproximaban trotando hacia nosotros, eso era una buena señal, no corrían con prisa.

—Hubo un pequeño enfrentamiento contra cuatro vietnamitas que habían permanecido ocultos en una choza llena de armas. —Informó el sargento a su gemelo.

—Falta uno... —Murmuró Saga más para si mismo. —¿Alguno sigue vivo?

Ante la mirada seria que le dedicó su hermano, Kanon entrecerró los ojos. —No.

—¿Qué hay de niños? ¿Había presentes por la zona?

—Ninguno.

—Maldita sea... —Murmuró por lo bajo y negó con la cabeza. —Infórmale a Shion sobre nuestra ubicación para que nos ayuden a extraer el armamento dentro de media hora. Afrodita, tu avísale a los vietnamitas que los infiltrados han sido aniquilados y que podrán seguir con sus vidas tranquilas cuando nosotros hayamos dejado esta villa.

Ambos respondieron al unísono. —Si, teniente.

Saga caminó unos pasos, deteniéndose a mis espaldas, su dura e imponente presencia aplastaba a la mía que se encogía en un manojo de nervios, aunque tratara de no demostrarlo. —Dime, Aioros... —Susurró sobre mi hombro. —¿Qué ves al observarlos a ellos?

Miré a los vietnamitas y después a Saga de reojo sin entender que quería obtener al preguntarme eso. —Veo gente asustada, teniente.

—Si, están asustados, y quizás sean empáticos, pero no hay dolor Aioros, y si lo hay lo están ocultando muy bien. —Volteé a verlo confundido, así que el continuó. —Si alguno de ellos estuviera llorando desconsoladamente, como un familiar o amigo que pierde a un ser querido, o como alguien que pierde a su héroe creería que los aniquilados no eran realmente infiltrados y temería que toda esta villa formara parte de la insurgencia.

—Pero el anciano... —Mencioné recordando sus silencios evasivos ante las preguntas que Afrodita traducía, aunque pasé saliva pues temía lo que podía provocar mi siguiente comentario. —No quería hablar en un inicio.

—Eso es cierto, pero puede haber muchas razones para ello, como lástima al saber que los estaba condenando, no puedo saberlo, pero prefiero creerlo para no tomar medidas contra gente que no está armada, no somos unos monstruos.

No sé si quería hacerme sentir aliviado con esa observación, pero, definitivamente, de haber habido más lágrimas de las esperadas tendríamos que haber sido más crueles contra todos los presentes. Tragué duro al pensarlo.

—En fin, busca a los demás, diles que vayan sacando todo el armamento y lo acerquen a la entrada del pueblo para confiscarlo.

Obedecí con firmeza y, aunque alguien más ocupó mi lugar, me sentí más tranquilo al dejar de apuntar mi arma contra esas personas.

Troté en dirección hacia donde se había realizado el tiroteo. Cuando llegué a la rústica choza fuera de ella se encontraba los cuerpos de los 4 aniquilados, depositados uno sobre otro sin mucho cuidado, mientras Ángelo, Aldebarán y Shura, sacaban enormes canastos donde almacenaban los rifles y las ametralladoras confiscadas.

—Hey... —Pronuncié suavemente al acercarme. —Saga me pidió decirles que hay que llevar todo esto a la entrada del pueblo.

—De acuerdo... —Contestó Aldebarán. —Primero sacaremos todos estos canastos y después los llevaremos rodando hacia allá.

—Ustedes los ruedan... yo haré guardia. —Pronunció el italiano. —Mira esta belleza. —Sacó uno de los rifles de los canastos, acomodándola contra su cuerpo para después apuntar con el hacia los árboles. —¿Creen que Saga me deje quedarme con una? Las AK47 dan más pavore que sus M16.

—No... —Aldebarán se acercó a él para quitarle el fusil de asalto y devolverla en su sitio. —Es un arma soviética... No te dejaría luchar con ella.

—Debería... —Pronunció Shura al salir de la choza cargando otro pesado canasto, depositándolo sobre el pasto, respirando agitado por el esfuerzo. —He escuchado a otros dezir que funzionan mejor que las nuestras.

Continuamos con el trabajo mientras seguían con esa conversación. Sacamos 10 canastos, cada uno tenía 10 armas de más de cuatro kilos cada una y otros 5 más donde guardaban las balas y algunas granadas. Lo más complicado fue rodarlos por el piso para transportarlos todos a la entrada de la villa, tal como había pedido Saga.

El sol ya es estaba poniendo y después de un agitado día pudimos darnos un breve "descanso" para comer algo y relajarnos un poco en lo que llegaba el helicóptero, aunque siempre permanecimos vigilando a los pobladores y turnándonos para vigilar la periferia.

Cuando llegó mi turno de hacer guardia en la zona sur me dio gusto, lo ansiaba demasiado. Quería estar lejos de mis compañeros y de los vietnamitas. Nunca me gustó estar solo, aunque estaba bastante acostumbrado a ello, pero en ese momento lo necesitaba, siempre era preferible estar alejado de los demás cuando la consciencia está gritando por dentro, cuando reclama por los actos, y te insulta por lo idiota que podías llegar a ser al tomar decisiones, pero en ese día, mi consciencia me reclamaba por el acto tan ruin que había cometido.

Me había aguantado lo más posible mi dolor, lo había ocultado sin mucho éxito, solo conteniendo las lágrimas mientras realizaba el resto de mi trabajo, y aunque en ese momento me encontraba de guardia, sentado en el suelo, apoyado contra la pared de bambu de una de las casas que limitaba la villa, abracé mi rifle contra mi pecho en busca de un poco de afecto, pero era una fría y dura arma que no me transmitía nada.

No dejé que mis lágrimas salieran, ¿Qué pensarían de mi si unos miembros del Vietcong me vieran de esta forma antes de realizar una emboscada? ¿Se reirían de mí? Me froté los parpados para disipar las lágrimas, no quería darles ese gusto, no quería que nadie me viera así, sin embargo, escuché como el pasto era pisado mientras alguien se acercaba por mi izquierda.

Respiré profundo para darme fuerzas antes de alzar la mirada y dirigirle una agradable sonrisa, como si todo estuviese perfecto. —Hey... ¿Apoco mi turno de guardia terminó tan rápido?

—No he venido a suplirte. —Mencionó de pie a mi lado, Shura era un par de centímetros más bajo que yo, pero desde ese ángulo me pareció enorme, quizás porque mi autoestima me hacía sentir tan chiquito en comparación suya, diablos, creo que no estaba a la altura que ninguno de mis compañeros.

—¿Entonces? —Ladeé mis labios en una pequeña sonrisa. —¿Vienes a avisarme algo?

Shura desvió la mirada tímidamente. —No... Pero creo que las guardias se realizan mejor con un compañero.

Arqueé una ceja, no muy convencido de su razón para estar ahí. —¿Y si tu compañero fuera Milo? ¿Seguirías pensando de esa forma?

Chasqueó la lengua. —Creo que aprovecharía el estar lejos de Kanon y Saga para molerlo a golpes como tanto mereze. —Una sonrisa tenue apareció en mi rostro y lo mismo sucedió en la de él, como si le complaciera dibujarme ese gesto. —Además el Capitán me pidió cuidarte.

Era cierto, Shion se lo había ordenado el primer día que llegué. Suspiré. —No necesitas seguir haciéndolo, Shura.

—Descuida, me hago un favor... —Pronunció mientras se sentaba a mi lado, hombro con hombro —Si la guardia se haze bien todos estaremos seguros.

—¿Me estas subestimando?

—Para nada, pero realmente lo creo, incluso la realizaría con Milo de ser nezesaria. —Dijo sin mirarme con la vista fija a la vegetación, atento a cualquier minúsculo detalle que pudiera capturar con su mirada oliva, nunca perdía el tiempo y siempre se dedicaba completamente a cumplir con su deber. —Ha sido un día nefasto, nuestro pelotón aniquiló a 7 personas, pero ha habido días peores y los volverán a haber en el futuro.

Que extraño era, en verdad, al principio pensé que había llegado para hacerme sentir mejor a pesar de sus excusas del deber y la seguridad de nuestra unidad, pero su último comentario era desalentador. Suspiré al pensar en el sujeto que se encontraba dentro del fortín, los dos niños en el campo, los cuatro hombres de la villa, pero me llamó la atención que hubiese juntado todos esos actos y se los hubiera adjudicado al pelotón, como si dividiera la responsabilidad de cada muerte y la repartiera sobre los hombros de todos los miembros de la unidad y que lo dijera con tanta naturalidad, como si nada le afectara.

—Shura...—Al aludido no volteó a verme, pero sabía que me escuchaba. Sonreí antes de bajar la mirada apenado por mi siguiente confesión. —Te envidio.

El español siguió sin verme, sin embargo, parpadeó un par de veces al asimilar mis palabras y después noté como entrecerraba los parpados como si buscara en su interior la razón para justificar mi admiración hacia él, pero después frunció sus cejas en desacuerdo. —No lo hagas...

—No lo puedo evitar, eres tan buen soldado...

—Y lo he pagado con fisuras en mi conzienzia. No se ha cuanta gente he matado en todo este año, pero hay rostros que no he olvidado y que a veces me atormentan en mis sueños, como si se trataran de fantasmas.

Recordé al vietnamita moribundo que había aparecido en el fortín producto de mi imaginación y sentí pena por el español mientras me preguntaba cuántos rostros diferentes eran los que lo atormentaban producto de su conciencia.

—Pero hay algo bueno en todo ese pesar que se siente al arrebatar una vida, nos recuerda que aun somos humanos y no unos monstruos que no se inmutan o lo disfrutan como viles cazadores. Está bien sufrir, está bien llorar, así que no tengas pena... Si no lo hizieras me darías miedo. —De la cajetilla que llevaba sujeta a su casco sacó un cigarro, el cual encendió dando una profunda calada, haciendo que se formara una enorme nube de humo que se disipó rápidamente.

Se formó un gran hueco en mi interior y el nudo alrededor de mi garganta volvió. De nuevo apreté mi rifle contra mi pecho en busca de algo de cariño, pero seguía tan frio, duro, e inerte como siempre.

—Pero también recuerda que no tenías opzión y lo que hiziste nos ha salvado a todos.

Una tímida sonrisa se formó en mis labios mientras mis ojos se llenaban de lágrimas que amenazaban con derramarse en cualquier momento. Todos mis compañeros tenían razón, no éramos unos monstruos, solo peleábamos por lo que era correcto y necesario, aunque tuviéramos que sacrificar parte de nuestra conciencia y quebrar nuestra moral en el proceso, todo sea por un bien mayor.

Pero, aunque contaba con todo el apoyo de mis compañeros, en ese momento me seguía sintiendo tan solo, necesitaba de algo. Fue entonces cuando el calor emanando del cuerpo de mi compañero comenzó a llamarme y era... muy tentador.

—Shura...

—¿Dime?

—¿Puedo abrazarte?

Hubo un breve silencio el cual fue acentuado por el ruido que hacían las hojas de los arboles ante la ligera brisa, mis mejillas comenzaron a arder al no obtener una respuesta, me moría de pena.

—De acuerdo, pero solo si no me vuelves a cargarme y a girarme en el aire.

Mis ojos brillaron de la emoción, y aunque había obtenido su permiso comencé a abrazarlo lentamente, rodeando su pequeña cintura por detrás. Su cuerpo se puso rígido, incluso me pareció que dejó de respirar pues no percibía que su pecho se hinchara al tomar aire, pero cuando se relajó escondí el rostro en su hombro. Quizás y no estaba tan feliz como en el abrazo que le había dado horas antes cuando me había sentido indestructible, pero era mucho más agradable, cálido, confortante. Realmente quería desahogarme y llorar de una buena vez, sin embargo, me sentí tan calmado con su cercanía que lo único que pude hacer fue sonreír.




*+*+* 

Lamento el haber tardado mucho en actualizar, nunca tengo fecha para hacerlo pero me gusta que mis fics avancen mínimo cada dos semanas.

Pequeñas aclaraciones sobre la guerra.

-En algún capitulo anterior se menciona que Shura le tenía miedo a ir en helicóptero, y estaba muy justificado. En un video decían que estos eran uno de los objetivos favoritos a derribar del Vietcong y tenían malos funcionamientos, así y que 1 de cada 3 tripulantes de esas naves morían por el enemigo o en accidentes. 

-La fortines. Las entradas de estos solían ser muy pequeñitas, de hecho los americanos solían tener soldados de pequeña complexión (principalmente con sangre latina) a los que apodaban "ratas" para introducirse en estos. Nuestros caballeritos están enormes, no podrían haber entrado, pero mi brujería se los permitió XD. Y siguiendo con el tema, es real lo que le cuenta Shura a Aioros sobre el fortín que había debajo de un campamento, incluso lo de que se robaban sus desechos para usarlo de abono.

-El truco de la kola loka para cerrar heridas es cierto (aunque no es para cualquier corte, tiene que ser uno en linea recta y obviamente que no sea taaan profundo). Además de ser usado por soldados también es usado entre cocineros.

-Los rifles. Es verdad que en aquel entonces (no se si aún se fabriquen) las M16 eran mas chafonas que las AK47, y que si había soldados que se las quitaban a sus enemigos para usarlas en combate, como quería hacer Deathmask, aunque el aquí maneja una ametralladora M60.

Y bueno eso es lo único que puedo explicar, lo que este medio extraño es brujería mía.

Saludos!



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro