5.
No voy a negar que entre mis aventuras universitarias llegué a visitar algunos Table Dance, todo gracias a las constantes insistencias de mis compañeros. No eran mi lugar favorito para beber, en un bar normal de la colonia la cerveza estaba mucho más barata y podía jugar billar o ver la transmisión de algún partido de americano, pero de vez en cuando mis ojos se perdían en los gráciles movimientos de las bailarinas, quienes danzaban meneando sus cinturas, ondeando sus caderas y alborotando sus cabellos entre piruetas, todo mientras se despojaban de sus diminutos vestuarios llamativos hasta quedar únicamente cubriendo su parte más íntima. Aunque era normal que hubiera espectadores emocionados por las bailarinas jamás habían estado tan eufóricos como los soldados en el evento de entretenimiento.
El lugar era una tarima circular rodeado por unas gradas en forma de media luna con una capacidad para 250 soldados, pero apenas salieron las bailarinas a hacer lo suyo la gran mayoría dejaron sus asientos para arremolinarse al pie de la tarima y así apreciar a las mujeres con mayor detalle.
Parecían una jauría de perros que aullaban por la atención de las 5 americanas que danzaban usando atuendos sexualizados de vaqueras, apaches y uniformes militares, suplicaban por ver menos ropa y más piel, otros más desesperados exclamaban propuestas de matrimonio.
Afrodita, sentado detrás de mí, negó con la cabeza al sentir pena ajena. —Se comportan como animales en celo.
Era cierto. Me pregunté si actuaría de la misma forma después de unos meses rodeados de puros hombres y si al igual que ellos perdería la decencia de esa forma. No me caracterizaba por ser una persona muy prudente, pero quiero creer que podría controlar mis instintos más bajos como el resto de mis compañeros que permanecieron sentados junto a mí.
Deathmask, Milo y, quiero creer que el gemelo que estaba con ellos era Kanon, habían saltado de sus asientos y empujado a los otros soldados hambreados para obtener un privilegiado lugar en primera fila, en cambio, a mi derecha estaba Aldebarán con la mirada agachada observando sus dedos que jugaban ansiosos entre sus piernas mientras luchaba internamente contra sus ganas de mirar, pero no lo haría hacerlo, creía que le sería infiel a su prometida y no quería hacer nada que pudiera lastimar a la pobre mujer que lo esperaba en Estados Unidos. A mi otro lado estaba Shura, con los brazos cruzados frente a su pecho y las piernas estiradas, juraría que en lugar de observar a las bailarinas observaba con mayor atención al penoso espectáculo de nuestros compañeros, pero sobre todo estaba atento por cierto italiano alegre.
Fue una pena que a los pocos minutos de haber iniciado lo que era un espectáculo para los soldados terminara en una disputa de golpes cuando los espectadores que estaban al final del tumulto comenzaron a jalonear a los que estaban más adelante y estos defendieron se espacio de la única forma que conocían efectiva, noqueando al rival, pero terminaron aún más enfurecidos porque la riña ocasionó que las bailarinas huyeran espantadas por su seguridad, y como la testosterona estaba alborotada y ya sin mujeres presentes, se desahogaron entre ellos a base de golpes.
Shura respiró hondo antes de ponerse de pie con desgano, llamando la atención de todos los que observábamos la riña desde nuestros asientos.
—¿Vas a ir por Deathmask? —Preguntó Aldebarán con una sonrisa al ya conocer la respuesta.
Shura asintió en silencio mientras se arremangaba las mangas de su camisa verde, la cual, a pesar del calor, usaba para protegerse de los mosquitos. —Prefiero estar zerca antes que cometa alguna locura.
Escuché una risa discreta a mis espaldas, era del traductor. —Ahí va la caballería.
Aldebarán rio también mientras Shura se alejaba para acercarse cuidadosamente al borlote.
—¿Esto siempre termina así? —Pregunté con curiosidad al gigante.
—Sieeempreee. —Ya que las bailarinas se habían ido, Aldebarán por fin pudo alzar la mirada sin culpa y admirar la pelea. —Esto jamás ocurre cuando nos ponen a ver películas, o durante las presentaciones de músicos o comediantes, pero cuando son mujeres siempre termina de esta forma.
—Oh... —Busqué con la mirada a Ángelo, quien estaba sobre otro soldado, golpeándolo con el puño cerrado mientras lo sujetaba del cuello de su playera. —Creí que no podía ser violento con sus compañeros.
—No puede, pero entre todo este alboroto nadie le va a dar prioridad ni a tomarse personal ninguna pelea, después de todo los superiores ya saben que estos eventos terminaran de esta forma, todos lo saben.
Mis ojos se abrieron de golpe cuando observé como otro soldado tacleaba al moreno de cabellos azules, pensé que Shura entraría en escena pues se encontraba cerca, pero permaneció con los brazos cruzados observando a su compañero ser golpeado, así que me puse de pie con un salto para ir e interferir, sin embargo, el italiano no tardó en darle la vuelta a la situación y ya estaba moliendo a golpes a los dos soldados al mismo tiempo. Cuando consideró que ya era suficiente, el pelinegro intervino para sacar a su amigo de ese combate sin sentido.
No fue hasta que alguien disparó una ráfaga de metralleta al aire que todos se detuvieron, muchos de los involucrados se agacharon por instinto, pero el disparo se había realizado por deseo de los tenientes que entraron en acción para controlar a los miembros de sus respectivos pelotones.
Nos reunimos alrededor de Saga, esperaba que se pusiera a reclamarnos, mas no dijo nada al respecto, normalmente siempre nos pedía que nos comportáramos como hombres civilizados, pero creo que no lo hizo porque, al igual que los demás, sabía que este incidente sucedería.
—¡Suéltame! —Ángelo empujó al español para liberarse de su agarre. —Yo podía con ellos...
—Lo sé... —Creí que Shura se molestaría por la agresión del italiano, sin embargo, su rostro se mantuvo en calma y el fuego en sus ojos estaba tranquilo. —Solo he evitado que matarás a alguien o que hizieras algo suizida. ¿Ya olvidaste la tontería de la última vez?
El de cabellos azules cortos torció los labios y respondió a regañadientes. —Me colgué al helicóptero donde se iban las bailarinas.
—¿Y...? —Aldebarán lo instó a continuar con su respuesta.
Angeló desvió la mirada mientras se rascaba su mejilla. —Cuando caí al rio me llené de sanguijuelas. —Frunció el ceño y después escupió al suelo la sangre que se había acumulado por un golpe que recibió en la boca, la cual cayó cerca de los pies de Afrodita.
—¡Ten más cuidado, animal! —Exclamó el de cabellos celestes con asco.
Pero el italiano ni se inmutó por el insulto. —Tranquilo, Fiorella. —Le sonrió con sorna, mostrando su dentadura que aún estaba teñida de rojo. —La sangre es buene abono para flores. Te hará fuerte.
Afrodita frunció sus cejas delgadas, el italiano acostumbraba a llamarlo de esa forma y odiaba que lo rebajara a una florecita delicada, y aunque quería mantener un poco la compostura no pudo evitar amenazarlo en un murmullo. —Te voy a sacar tus nutrientes a golpes. —Sin embargo, al sentir una enorme mano sobre su hombro recordó mantener la compostura, era Aldebarán que se puso entre los dos y comenzó a sermonear al italiano como una madre lo haría a su hijo en frente de sus compañeros del barrio y eso a Ángelo si le produjo un poco de pena.
Afrodita se había integrado al pelotón el mismo día que yo y, al ser un soldado con una cualidad especial, había recibido un escolta bastante peculiar. Tanto él como Camus eran soldados especiales que se jugaban la vida al frente de batalla, uno traducía y el otro curaba nuestras heridas.
No sabía cómo le estaba yendo a Camus con la compañía de Milo. El médico era muy educado, aunque algo frío, y con Milo decidí mantenerme al margen desde que lo puse en su lugar, así que desconocía lo que sucedía entre ellos, pero esperaba que les estuviese yendo mejor que al italiano y al traductor.
Al igual que Shura y yo, ellos habían comenzado con el pie izquierdo, pero en la semana que llevábamos juntos, a diferencia nuestra, las cosas parecían empeorar entre los dos. No era difícil saber el porqué de ello.
Ángelo se la pasaba molestando constantemente a Afrodita por su aspecto delicado y por ello le puso el apodo de Fiorella, el cual era un nombre en italiano para mujer que significaba florecita. A Afrodita no le molestaba su aspecto, él era consciente de su belleza y aceptaba sus rasgos andróginos, pero el hombre solo quería hacer su servicio en paz y el italiano no le daba tregua.
Sinceramente no entendía porque si teníamos un trabajo tan difícil había soldados que se molestaban entre ellos como lo hacían Milo y Kanon con Shura, o como lo hacía Ángelo con Afrodita.
¿Acaso esa era la única forma que tenían para entretenerse? ¿Pisoteando a sus compañeros que se jugaban la vida a su lado?
Pensar en lo estúpidos que podíamos ser por mera desconsideración y falta de empatía me molestaba.
Afrodita no se lo merecía.
Shura no se lo merecía.
Ni siquiera Ángelo, que podía ser un idiota, se lo merecía.
Volvimos al campamento de nuestra compañía al día siguiente mediante el lindo paseo en helicóptero que nuestro teniente nos había prometido. Era muchísimo más cómodo, fresco y rápido. Lo hubiese disfrutado más de no haber sido por el comentario de cierto español.
—Solo basta el impacto de un cohete por parte del Vietcong para morir en la explosión o en la caída.
Me arrepentí tanto por haberle preguntado por qué se veía nervioso antes de subir a la aeronave.
Yo trataba de mantenerme optimista y relajado, pero Shura le quitaba lo divertido a todo con esa negatividad suya disfrazada de realismo, y a pesar que él trataba de mantenerse calmado por fuera, con la mirada perdida en el piso de la nave mientras abrazaba su rifle contra su pecho, por alguna razón yo podía imaginar que en su mente corría en círculos mientras rezaba en su idioma natal.
Mientras Saga informaba de todo lo sucedido a nuestro Capitán y conversaban sobre los detalles de nuestra siguiente misión nosotros bajamos todas las provisiones y las llevábamos a los sitios de almacenamiento correspondientes, parecíamos una fila de hormigas cargando con un montón de suministros.
Todavía no acabábamos con la tarea cuando Saga llamó mi atención. —Aioros, el Capitán te espera en su oficina. —Tomó las cajas que llevaba entre mis brazos para desocuparme, tomando mi lugar. —No lo hagas esperar.
—N-no, Teniente. —No tenía idea de cuál sería el motivo por el que me estaba llamando, pero rápidamente salí de la fila y caminé hacia la tienda donde se encontraba la oficina de nuestro capitán.
En cuanto estuve en el umbral de aquel pequeño lugar lleno de documentos y mapas del país decorando sus cuatro paredes, me paré derecho y realicé el saludo militar. —¡A sus órdenes, Capitán!
—Aioros... —Shion sacudió su mano en el aire con una actitud relajada que contrastó por completo con la mía, invitándome a entrar a tomar asiento frente a él. El mayor dejó lo que estaba haciendo y apoyó los codos sobre escritorio, entrelazando sus dedos a la altura de su rostro. Su silencio me estaba poniendo nervioso y él se dio cuenta de ello. —Tranquilo, no es nada malo. —Mis hombros se relajaron, aunque aún desconocía el motivo por el cual me había mandado a llamar. —Iré al grano, me puse en contacto con tu padre...
Mi corazón emocionado comenzó a latir como locomotora y mis labios se separaron por la impresión, más de ellos no salió palabra alguna pues no deseaba interrumpir al amigo de mi padre.
—Me ha pedido que te mande de regreso a casa.
Con esas simples palabras toda la ilusión que había aflorado en mi por volverlo a ver se habían roto por completo. El nudo que se ató en mi garganta no me permitió decir nada, sin embargo, me puse de pie de golpe al enterarme de la petición de mi progenitor, era inaudito. —Él... —El dolor en mi pecho me consumía, no quería mostrar debilidad frente a mi capitán, pero se me partía el corazón por los pensamientos negativos que me agobiaban, ¿acaso mi padre no quería verme? —Él no puede hacer eso, tengo un contrato que cumplir con el ejército.
—No te preocupes de las consecuencias. Sísifo tiene un alto rango y una exitosa carrera militar, él se hará cargo de todo.
—¡Pero yo no quiero eso! —Exclamé alterado, apoyando las manos con fuerza sobre su escritorio, haciendo que temblaran los objetos sobre el mueble.
El hombre de cabellos verdes claros ni se inmutó.
Tomé aire para tranquilizarme pues no era un niño para comportarme de esa forma, mucho menos frente a mis superiores, yo era un soldado.
Shion ladeó la cabeza antes de suspirar. —Comprendo a tu padre, muchacho. —Recargó su espalda sobre el respaldo de su asiento en una posición más cómoda. —¿Recuerdas a mi hijo Mu?
Asentí bajando la cabeza. Habían pasado 11 años desde la última vez que lo vi, pero lo recordaba. El hijo de Shion era 7 años más joven que yo, era tierno y juguetón, algo travieso, y tenía un cabello lacio de un delicado color lila que resaltaba sus grandes ojos verdes.
—No me gustaría que Mu o Kiki estuvieran aquí, me sentiría honrado si mis hijos quisieran seguir mis pasos, pero no me gustaría que ellos lidiaran con todo este peligro.
—Pero .... —Tragué duro. —No hay honor más grande para un hombre que servir a su país.
Shion sonrió de lado al complacerse con mi respuesta. —Estás en lo cierto, pero yo no soy solo un hombre, Aioros, soy un padre y no hay nada más importante para mí que el bienestar de mis hijos sin importar cuantos años tengan. —Volteó a ver la fotografía que se encontraba en su escritorio donde estaba su esposa, una guapa pelirroja junto a dos jóvenes, un adolescente de 15 años que era Mu, y un pequeño de unos siete años de edad con cabellos naranjas que debía ser Kiki. —La guerra me ha pasado una factura barata, he recibido heridas de balas y me ha alcanzado el fuego del enemigo, pero aquí estoy completo, caminando y con la posibilidad de seguir manteniendo a mi familia. Lo único que perdí fueron las cejas, pero estoy consciente que no todos los soldados tienen mí misma suerte.
Lo sabía. Todos los años, antes que me familia se dividiera, asistíamos a los desfiles del 4 de Julio sin falta, era un evento blanco, rojo y azul en todo su esplendor y la música en vivo que marcaba el ritmo con el que debían marchar los que desfilaban era alegre. Yo siempre esperaba con ansias por la llegada del grupo de veteranos pues ansiaba ver a mi papá y a mi abuelo con sus honrosos uniformes llenos de condecoraciones junto a los veteranos, pero era un momento agridulce, uno en el que me llenaba de orgullo por mi familia que había servido a nuestro país, pero también me agobiaba la lástima al ver desfilar a los veteranos que habían perdido alguna parte del cuerpo en batalla.
Sabía perfectamente de que suerte se refería Shion, pero yo no era pesimista y, aunque no había iniciado mi servicio de la mejor manera, tampoco me iba a dar por vencido, no hoy, ni mañana, ni nunca. —Soy un hombre... —Inhalé profundo para darme fuerzas. —Uno capaz de tomar mis propias decisiones y este es el camino que he elegido. —Así que volví a pararme lo más derecho posible, miré al frente mientras sacaba el pecho. —Soy un soldado, capitán, la milicia es el lugar al que pertenezco y si es necesario daré mi vida por mi país.
Mas solo bastó una pregunta para hacerme flaquear. —¿Desobedecerás a tu padre?
Fruncí mis cejas ante la idea. No quería hacerlo ni comportarme como un hijo ingrato después de haberlo extrañado por tanto tiempo, pero él no me estaba dejando alternativa. —Él no es mi superior aquí, lo es usted. —Bajé la mirada para ver sus ojos lilas. —Le pido por favor que me permita cumplir con éxito mi servicio en este país.
Shion pasó una mano por su cabello, el cual llevaba atado en una pulcra coleta. Durante unos segundos lo meditó en silencio sin despegar la mirada de mí, los nervios que me hacían sentir sus ojos violáceos comenzaron a hacerme sudar, pero no relajé mi postura ni un poco. El capitán suspiró resignado. —Tu padre va a matarme por esto y Dios sabe que ese hombre podría dispararme a un kilómetro con los ojos cerrados. —La pequeña sonrisa con la que hizo ese peculiar comentario me regresó la tranquilidad y disipó todo el estrés que me causó esa discusión. —Anda soldado, reúnete con tus compañeros y disfruta hoy porque mañana volverán al patrullaje.
La sonrisa en mi rostro me iluminó por completo. Por un segundo realmente pensé que mis días en el ejército habían terminado de manera prematura, pero no lo permitiría, este era mi destino, ese era mi lugar, tenía que honrar a mi familia siguiendo sus pasos y no los iba a decepcionar, aunque tuviera que desobedecerlos para lograrlo.
Caminé entre los soldados de los otros pelotones en busca de mis compañeros para distraerme de la conversación que acababa de suceder, pero el helicóptero al que estaban descargando ya se había ido y no podía vislumbrar a ninguno de ellos, ni siquiera a Aldebarán que era el más fácil de localizar por su gran tamaño. Pensé en ir hacia la tienda que teníamos asignada en el campamento, pero mientras caminaba junto a una camioneta que estaba estacionada a la orilla del lugar alcancé a escuchar el peculiar e inconfundible acento que enfatizaba las penúltimas sílabas de la mayoría de sus palabras.
—Hey... —Exclamé para anunciarme después de encontrar a mis compañeros europeos sentados al pie del vehículo bajo la sombra que proyectaba, Shura estaba tallando con un pequeño cuchillo un pedazo de madera y el italiano tenía una guitarra sobre su regazo de la cual hizo sonar una nota. Estaban, solos, aislados de todos y el silencio que hubo cuando nuestras miradas se encontraron fue un poco incómodo. —¿Interrumpo algo?
—Nada importante. —Respondió el moreno con una amplia sonrisa que se formó después de observar a Shura, quien achicó la mirada ante su comentario. —Sentate donde quiera, hay mucho suelo para elegir.
No estaba seguro de aceptar porque la expresión de Shura me indicaba todo lo contrario, pero cuando sus ojos olivos se encontraron con los míos su rostro se relajó una vez que aceptó mi presencia, así que me senté a su lado, sin pegar la espalda al costado del vehículo como ellos hacían.
Ya que el silencio volvió a hacerse presente decidí romperlo. —¿Es tu guitarra?
—No realmente. —Ángelo la tomo de la base para observarla, era la típica guitarra acústica de color madera clara, no parecía tener nada de especial. —Su propietario anterior murió antes que tu llegaras.
—¿Y no la regresaron con el resto de sus pertenencias a su familia?
—No porque no era originalmente suya, dicen que le perteneció a otro soldato que también murió aquí en combattimento.
Parpadeé un par de veces al comenzar a hilar la mala suerte de los dueños de ese instrumento musical. —¿Entonces todos los que se han "adueñado" de la guitarra han muerto? —Sonreí nervioso inclinando la cabeza a un lado. —¿No estará maldita?
Deathmask abrió sus ojos de golpe y después miró al instrumento en su regazo, rascando su mejilla mientras la contemplaba preocupado.
Shura se fastidió y le dio un manotazo al italiano. —No sean superstiziosos y deja de distraerte. —El pelinegro tomó aire y fulminó con la mirada al moreno. —Si estábamos hablando de algo importante, Deathmask.
Bajé la mirada apenado al darme cuenta que si había interrumpido algo.
El moreno solo bufó. —No le pasará nada, unas palabras no matan a nadie, pero la falta de carácter sí.
Shura negó con la cabeza y dejó la madera que estaba tallando para sacar un cigarro el cual encendió dando una profunda calada. —Eres un imbézil.
—¡Tú también lo eres! —Exclamó antes de arrebatarle el cigarrillo al español y fumar del mismo. —¿Ya se te olvidó que eras un amargado con Aioros cuando llegó?
Shura frunció el ceño, pero no volteó a verme por la pena que le causaba la verdad en lo dicho.
Yo no entendía de que estaban hablando, pero que mencionaran mi nombre despertó mi curiosidad. Me le quedé viendo al español a la expectativa de lo que diría, después de todo yo si había sido amable con él al inicio, más su actitud pesada fue la que estuvo a punto de hacernos colisionar.
Su silencio fue suficiente prueba de su arrepentimiento y su vergüenza. —No importa, todo quedó en el pasado, no hay rencor. —Informé con una sonrisa amigable, aunque no esperaba que los dos se me quedaran viendo raro.
Deathmask rodó los ojos.
Shura carraspeó antes de volver a enfocarse en el italiano. —Solo deja de joder al traductor.
Así que el tema de conversación era Afrodita.
Mi vista se perdió en el suelo bajo de mis piernas cruzadas en posición de loto. Pensé en el joven de cabellos celestes, había sido amable conmigo, me hablaba amistosamente, halagó mis ojos y también me había expresado lo mucho que le agradaba que mi relación con Shura mejorara. No era un secreto que el italiano lo fastidiaba por su apariencia, algo que él no podía controlar pues estaba en sus genes. —Shura tiene razón, deberías dejarlo en paz, se ve que es muy sensible.
—¡Lo es! Parece una mujercita, no nació para la guerra... ¡Ouch! ¡Basta! —Soltó la guitarra para sobarse donde Shura le había dado un codazo después de arrebatarle el cigarrillo.
—Aioros no se refería a su aparienzia, y ninguno de nosotros nazió para esto.
Me quedé helado por su comentario, sé que sus palabras tenían una intención particular que no tenía nada que ver conmigo, pero me recordó mi reciente plática con nuestro capitán, como mi padre en un deseo por protegerme quería sacarme del servicio, pero yo me había aferrado a este destino y lo seguiría haciendo con todas mis fuerzas, era descendiente de valientes militares y si había nacido para esto, podía jurar que lo llevaba en la sangre, aunque aún no lo hubiera probado, pero lo haría y le demostraría a Shura su error.
—Quizás no, pero hay quienes tienen más madera que otros, por ejemplo, tú, Shura. —El aludido apretó su cuchillo en la mano y con este amenazó al italiano por si quería pasarse de listo, pero ese gesto solo hizo sonreír ampliamente al moreno, quien puso un dedo sobre la punta del cuchillo y lo empujó hacia abajo para que dejara de señalarlo de esa forma. —Tienes cara de sacar ojos si alguien ti hace enojar y ti cabreas bien fácil, aunque no ti guste demostrarlo.
Shura achicó la mirada y aflojó el agarre del objeto punzocortante pues se había puesto en evidencia sin desearlo, confirmando las palabras de Ángelo.
—Incluso Aioros, que tiene cara de bambino bonito, se ve resistente.
No tenía idea de que significaba esa palabra, pero mientras no fuera "babuino" o algo parecido no me iba a molestar, y si ese era el caso en ese momento no quería saberlo.
Los ojos de Shura se posaron sobre mi rostro para analizarme.
—¿Qué? —Pero a diferencia suya yo no estaba ofendido por lo dicho. —Ángelo dijo que soy bonito. —Es más, me sentí tan halagado que hasta le guiñé un ojo al de cabellos negros, provocando que me mirara espantado mientras se ruborizaba y desviaba la mirada para huir de mi pequeña travesura y darle otra calada a su cigarro. Me reí en mis adentros.
—¿Pero la Fiorella? Pff... Él no podría hacerle daño ni a una flor.
En eso escuchamos unos pasos que pasaron al otro lado del vehículo, los cuales se alejaron con prisa. Al ver el cabello celeste corto y la figura menuda me sentí horrible al saber de quien se trataba, era Afrodita.
Apoyé las manos sobre el suelo al sentir el impulso de ir con él y darle una explicación a pesar que yo no había dicho nada en su contra—¿Creen que nos haya escuchado?
—Ojalá. Sirve que se va mentalizando. —El italiano tocó unos acordes en la guitarra. —L'unic motivo por el que está vivo es porque tiene beneficios por ser traductore, ya quisiera yo tenere niñero.
Ese comentario hizo que mi esfuerzo por ir a consolar a mi compañero se disipara. Bajé la mirada con cierto pesar pues yo no era especial como Afrodita o Camus, solo era un soldado normal y aunque todos teníamos que cuidarnos por el bien colectivo, era consciente que Shion le había dado la misión a Shura de protegerme solo por el hecho de ser el hijo de su amigo.
La voz dura de Shura me sacó de mis pensamientos—Si hablaras siete idiomas, entre ellos vientamita, serías más que un simple cabo.
Ángelo chasqueó la lengua. —Si tan solo estuviéramos en guerra contra Italia... —Sonrió al dibujar el escenario en su mente. —Yo también tendría mi escolta protectora.
Shura me miró de reojo, como preguntándome si entendía de que estaba hablando pues no tenía ningún sentido, sin embargo, solo negué con la cabeza, ninguno entendía lo que pasaba dentro de la imaginación del moreno.
El español frunció sus delgadas cejas oscuras. —Si fuera así tu no estarías peleando con nosotros.
—Claro que sí. —Tomó la correa de la guitarra y se la colgó sobre el hombro antes de ponerse de pie y observarnos desde arriba. —Lo haría como infiltrato y después los traicionaría porque primero está mi patria y les dispararía a todos entre los ojos, incluso a ti, capra pazza. —Miró al español con desagrado. —A veces me desesperas.
Shura exhaló aire por su nariz, como si de un toro enojado se tratara. —Después de todo lo que he hecho por ti. —Shura cubrió sus ojos con sus manos durante unos instantes en los que invocó a toda su paciencia y después pasó las manos por su cabello negro, estirándolo hacia atrás cuando estuvo listo para volver a ver al italiano. —¿Qué hay de Aldebarán? ¿A él también le dispararías, ingrato?
Ángelo negó con la cabeza al instante. —A él lo dejaría en paz. —Miró por encima del capo de la camioneta a los soldados del campamento mientras buscaba al gigante, desconozco si logró vislumbrarlo. —Creo que le caería una maldición al idiota que lastime a Alde porque es como un panzote de Dios.
De nuevo Shura volvió a cubrirse los ojos con las manos y negó en silencio, parecía que estaba llegando a su límite por escuchar tantas tonterías.
Yo fruncí los labios y fijé mis aguamarinos en el italiano pues sospechaba que mi confusión se debía a algún error de lenguaje. —¿Un "panzote"?
—Si... —Respondió molesto ante mi pregunta, pues para él era obvio lo que quería expresar, aunque nosotros no lo entendíamos. —Tú serías como un bisquette...—Hizo un pequeño circulo con las manos. —... y Alde como un baguette. —Separó ambas manos para indicar una distancia de casi un metro. — ¡Un panzote! ¡Un pane grandote!
De repente escuchamos una pequeña risa que fluía como un tenue murmullo, venía detrás de las manos de Shura, quien al destapar sus labios le dedicó una sonrisa burlona al italiano.
El moreno chasqueó la lengua. —Si ya terminaste, Shura... —Rasgó las cuerdas de la guitarra, haciendo que las cuerdas emitieran sonidos hermosos. —Yo solo quiero cantare.
—Aún no termina...
—¡Lasciatemi cantare~! —Pero Ángelo había alzado la voz e interrumpió al pelinegro entonando palabras que yo no podía entender. —Con la chitarra in mano~ —El español negó con la cabeza en silencio, desaprobando su actitud, sin embargo, esa actitud resignada hizo que en Ángelo se dibujara una sonrisa victoriosa, celebrándolo con un nuevo rasgueo a las cuerdas de la guitarra mientras daba unos pasos con gracia para alejarse de nosotros. —Sono un italiano~
Shura no tenía deseos de perseguirlo, y creo que tampoco quería lidiar con el italiano cantando, así que permaneció en su sitio, apagó el cigarrillo en el suelo y tomó el pequeño pedazo de madera que había estaba tallando antes de exasperarse, soplando sobre él para quitarle los restos de madera.
Mis ojos se iluminaron al ver la figura entre sus dedos. —¡Tallaste un cangrejo!
Shura volteó a verme y al notar lo maravillado que estaba por su artesanía me la entregó para que pudiera verla con mejor.
—Tienes mucho talento. —En verdad lo tenía, la figura era pequeña, pero tenía mucha atención en los detalles, desde los pequeños ojos del animal hasta las curvaturas de las tenazas.
La pequeña sonrisa que se formó en su rostro me agradeció en silencio por mi comentario. —Es un regalo para Deathmask.
Sonreí por lo lindo del gesto. —Ustedes son tan extraños.
El pelinegro arqueó una ceja. —¿Disculpa?
—Quiero decir... Son tan diferentes. Él es ruidoso y tu eres callado, el está un poco loco y tú pecas de precavido, el tiene una gran personalidad y tu... —Shura parpadeó un par de veces y me sentí amenazado por su verde mirada. —... tu eres tranquilo. —Su expresión se relajó y aproveché la pausa para entregarle la figurita. —Sinceramente me sorprende su amistad.
Shura tomó la figura de madera y se le quedó viendo un instante antes de sonreir de lado. —Siendo honesto a vezes me pregunto porque me junto con él.
—Lo haces porque lo quieres mucho, por eso lo aguantas y lo cuidas. —Los ojos olivos se posaron rápidamente sobre mí y sus mejillas volvieron a teñirse de rojo, estaba apenado nuevamente, más yo no entendía el motivo de su vergüenza, así que le di una palmada en la espalda para animarlo. —Eres un buen amigo, Shura, aunque no lo quieras reconocer.
El aludido me dio un leve empujón para apartarme, más yo seguí sonriendo, era obvio que debajo de esa expresión de chico rudo malhumorado y aburrido había un joven bastante protector y cariñoso.
El español volvió a mirar al cangrejito de madera en su palma y después lo guardó en el bolsillo de su pantalón junto a su pequeño cuchillo.
—Shura... —De pronto me ganó el impulso de preguntar algo que quería saber desde hace varios días y que en la acalorada discusión con el italiano recordé, así que procedí con cautela, manteniendo un tono suave en mi voz. —¿Por qué fuiste tan duro conmigo cuando nos conocimos?
El español pasó saliva mientras lo miraba a los ojos, sus olivos huyeron de los míos cuando desvió la mirada y permaneció en silencio unos segundos en los que yo solo continué expectante de su reacción.
Inhaló profundo, aunque respondió en voz baja. —Porque no me gustan los americanos.
Ladeé mis labios pues si respuesta no me dejó satisfecho. —Pero ... —Fruncí mis cejas un instante, aunque después hice el esfuerzo por sonreír. —Mi nacionalidad no ha cambiado y has sido considerado conmigo, me ayudaste mucho en la emboscada y gracias a ti no tuve problemas con Saga. —Aunque no me miraba al hablar sabía que me estaba poniendo atención. —¿Por qué lo hiciste?
El español de nuevo tragó duro y otra vez hubo un silencio entre nosotros, aunque no era total pues a unos metros se encontraba el bullicio del resto de los miembros del campamento. —Aldebarán me lo pidió. —Mis ojos se abrieron por la sorpresa. —Dijo que parecías bueno y simpático y creía en tus buenas intenziones. —Suspiró y fijó sus ojos en mí. —Además estaba pasando por un mal momento y ahora reconozco que no debí desquitarme contigo.
—Descuida, Shura. —El seguía avergonzado, pero su expresión cambió por asombro cuando le sonreí con indulgencia —Como dije antes quedó en el pasado, pero sea lo que sea que te hubiese estado molestando te probaré que no todos los americanos somos detestables.
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Capra pazza significa cabra loca en italiano.
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