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4.

Él era un misterio.

Durante las caminatas en los patrullajes no podía evitar ponerme a pensar en cualquier cosa, y aunque no lo quisiera él se cruzaba constantemente por mis pensamientos cada que mis ojos se perdían en las delgadas hebras de cabello negro que sobresalían de su casco.

Shura era reservado, callado, solo hablaba cuando se le hacía una pregunta directamente y que solo actuaba cuando se le daba la orden de hacerlo, de lo contrario contenía perfectamente cualquier acto impulsivo y guardaba la calma, aunque a veces parecía que no lo quisiera.

Era... curioso, pero al mismo tiempo había algo que no me hacía nada de sentido.

No lo había olvidado...

Me costaba creer que ese muchacho, el que permitía que Milo y Kanon lo fastidiaran sin consecuencia alguna, fuera el mismo capaz de atacar a otra persona con cualquier arma que tuviera al alcance manteniendo su temple de acero.

¿Era callado?

Puede ser, mucha gente es introvertida y disfrutan escuchar a otros con atención, esos no eran algo que yo consideraría como defectos.

¿Era sumiso?

No lo creía posible. En sus ojos verdes había una llama encendida que atemorizaría a cualquiera que estuviese en su camino, aguerrida y penetrante como afiladas cuchillas. Se notaba que tenía un carácter fuerte.

Aunque fuera joven, ese muchacho tenía la fuerza de un soldado y el espíritu de un guerrero, pero no lograba comprender porque no se defendía cuando se notaba que estaba molesto.

¿Tenía que ver con el comentario que había hecho Ángelo días atrás cuando el español y yo estuvimos a punto de agarrarnos a golpes?

Como yo me había molestado con Shura, lo estuve provocando al punto que inconscientemente preparó sus puños, pero el italiano le recordó que su expediente debía estar limpio, libre de faltas.

¿Era esa la razón por la que se dejaba pisotear por ellos?

Ángelo también recibía su dotación de agresiones diarias, pero me daba cuenta que era en mucho menor medida.

Mi curiosidad deseaba respuestas, pero no me atrevía a formularlas a ninguno de los involucrados, sin embargo, había alguien que si podía darme respuestas.

Aldebarán era uno de esos sujetos que inspiraba confianza y seguridad, y curiosamente se juntaba mucho con Shura y Ángelo.

En mi opinión eran un trio bastante peculiar.

¿Cómo fue que alguien tan dulce y alegre como Aldebarán terminó codeándose con, en base a mi primera impresión de ellos, era un italiano irreverente y un español amargado?

Quizás y ellos buscaban la seguridad que el gigante les proporcionaba, porque, aunque por su gran tamaño fuera un blanco fácil, Aldebarán era alguien que te hacía sentir mejor con su sola presencia.

Durante nuestra tercera noche acampando, durmiendo a cielo abierto tuve la oportunidad de hablar con él, provocando que suspirara al confesar mis dudas sobre Shura, y que mirara al aludido con un poco de pena.

—Aioros, los migrantes y la gente de color tienen situaciones más difíciles que enfrentar. —Desvió la mirada para encontrarse con la mía. —En el caso de los migrantes por realizar este servicio se les recompensa con la nacionalidad para ellos y su familia inmediata, en el caso de Shura son solo él y su mamá. Pero para obtenerlo no basta con cumplir solo con el servicio, si durante su estancia cometen alguna falta, los funcionarios del gobierno pueden considerar que no es apto para obtener la ciudadanía y que es un riesgo para la sociedad al ser catalogado como una persona violenta.

—Pero él no me parece una persona violenta. —Confesé mientras miraba al español con discreción. —Quizás y tenga un carácter fuerte y una mirada asesina, pero... —Recordé la pequeña y sutil sonrisa que me dedicó por primera vez. —Parece un buen chico. —Fruncí las cejas, sentía mucha pena por él y su situación, me parecía muy injusta y eso me desesperaba. —¿Es por eso que no se puede defender contra Milo y Kanon aunque sea necesario?

—Así es, y lo peor es que ellos lo saben. Ni Shura ni Ángelo pueden darse el lujo de responder a sus provocaciones y en el hipotético caso de una pelea puede que a ellos se les adjudique la falta, aunque no sea su responsabilidad.

Inhalé profundo con los ojos cerrados, tratando de mantener la calma. —Aldebarán... —La profunda seriedad con la que mencioné su nombre lo tomó por sorpresa. —Pareces un buen sujeto, así que dime, por favor, ¿si sabes todo esto porque no haces algo por él?

Mi compañero bajó la mirada apenado y apretó sus puños por un breve instante. —Si quería, pero él me pidió que no me metiera en problemas por su culpa y asumí que debía respetar su decisión.

La situación me exasperaba y eso que llevaba menos de una semana presenciándola, era terriblemente frustrante, aunque yo ni estuviera involucrado, y quizás era mejor mantenerme al margen como Aldebarán y el resto, después de todo yo ya tenía mis propias dificultades con las cuales lidiar en ese momento.

No me correspondía hacer algo por él.

Al día siguiente, después de casi cuatro días caminando bajo el sol empapados de sudor, por fin llegamos al campamento militar que se encontraba cercano al rio Thu Bồn en el municipio de Duy Phước.

El capitán de la compañía nos recibió con amabilidad y nos proporcionó un espacio en una pequeña tienda para que no pusiéramos cómodos y descansar después de cuatro días patrullando, y aunque fuéramos soldados, nos trataron bien, como si fuéramos sus huéspedes.

Dentro de la tienda se podía escuchar el bullicio de los soldados de la otra compañía en el exterior, las risas, las camaraderías, los juegos y alguna radio reproduciendo rock en el fondo; si me esforzaba podría escuchar el sonido característico de los asadores que siempre eran señal de una buena comida. Estar en el campamento no era tan malo, algunos trabajaban mientras otros se ejercitaban o relajaban, pero, aunque nuestro pelotón hubiese sido invitado a la diversión lo único que queríamos era descansar.

Sentí un gran alivio cuando por fin pude quitarme mis botas, después de tantos días caminando e incluso durmiendo con ellas, estar completamente descalzo, sentir la frescura del ambiente y poder mover mis dedos con libertad resultó maravilloso.

Otros de mis compañeros hicieron lo mismo, solo que algunos se dispusieron a afeitarse, otros salieron a hacer fila para tomar un relajante baño de 2 minutos. Pasé una de mis manos por mi rostro, tenía la barba un poco crecida, raspaba la palma de mi mano, y no tenía duda alguna, definitivamente necesitaba un baño, pero en ese momento lo único que quería era descansar un poco mis pobres pies recostado sobre el delgado colchón que tenía el catre, incluso cubrí mis ojos con un antebrazo en mi pequeño intento por desconectarme de todo.

—Aioros...

No ahora, por favor.

Abrí mis ojos debajo de mi brazo al sentir el peso de alguien más sobre el catre, se había sentado en la esquina inferior izquierda, pero no reconocí su voz así que descubrí mi rostro para ver de quien se trataba. —Hey... Doc.

—Puedes llamarme Camus. —Sonrió con amabilidad el de cabellos cortos aqua. —¿Cómo están tus pies?

Me apoyé sobre mis codos para levantar la cabeza y ver a los desdichados. —Molidos.

—¿Me permites revisarlos? Es mi trabajo cuidar de ustedes.

Entrecerré los ojos con algo de vergüenza, mas asentí, después de todo él era el médico y de seguro había presenciado cosas peores que mis piecitos talla 11. Reprimí el impulso de reír cuando me produjo cosquillas al tocarlos con sus guantes de nitrilo.

—Tienes algunos cayos y unas zonas enrojecidas y descarapeladas. Te daré una pomada para que la apliques después de bañarte y también en las mañanas y al anochecer durante una semana. —Revisó cada uno de mis dedos. —Tus uñas se ven bien, sigue cortándolas derecho. —Camus se levantó del catre, se removió los guantes y de una pequeña cangurera sacó la pomada que había recomendado. —Es importante que durante el patrullaje te cambies los calcetines lo más frecuente posible y uses talco. Este es un ambiente muy húmedo y no debemos descuidar nuestro principal medio de transporte.

Acepté las pomadas con una sonrisa agradecida. —Gracias Doc.

—De nada, si tienes algún problema debes de decírmelo, sin importar que tan tonto o pequeño sea para resolverlo y que estés libre de incomodidades durante el patrullaje.

—De acuerdo... —Era la primera vez que hablaba con él, me pareció serio, pero al mismo tiempo atento y dedicado, eran buenas cualidades para ser médico. —¿Tienes que hacer esto con cada uno de nosotros?

—Si y no, los médicos tenemos que hacer más hincapié con los novatos, pues aún no adquieren el aprendizaje empírico que conlleva este entorno. En cambio, estoy bastante seguro que los veteranos si no lo aprendieron por las buenas lo hicieron a las malas. Espero que tú no vayas a ser uno de los segundos.

—Prometo seguir todas tus instrucciones.

Camus sonrió ligeramente, satisfecho, ante mi promesa. —Te recuerdo que debes tomarte tus pastillas y vitaminas a diario para que te mantengas sano.

Y a penas le volví a agradecer él se marchó al cumplir su cometido y seguir revisando al resto de mis compañeros.

Inhale profundo antes de tomar un poco de energía y levantarme del catre. Creo que después de todo primero tomaría el baño, ¡no es que no quisiera hacerlo!, solo no tenía ganas de esperar de pie por mi turno.

Justamente cuando estaba por salir de la tienda Milo iba entrando cargando unos sobres contra su pecho.

—¡El correo!

Me detuve por unos segundos para observar como el de cabellos azules caminaba hacia el centro de la tienda. No tenía porque detenerme en mi cometido, después de todo no esperaba ninguna carta para mí, pero algo me pedía que me quedara en ese momento, algo que me tenía a la expectativa, observando minuciosamente cada uno de los movimientos de mi compañero.

—¡Kanon! —Milo se acercó un poco hacia él para que nuestro sargento no tuviera que caminar tanto. —Para ti y tu hermano. —Volvió al centro de la tienda. —¡McFisk Afrodita!. —Los ojos celestes del aludido brillaron con ilusión al escuchar su nombre y se acercó para tomar su correspondencia. —¡Aldebarán! —El gigante fue con gusto hacia su compañero para tomar su sobre, pero cuando se estaba por retirar, Milo lo detuvo. —¡Espera! Deathmask está en la ducha así que entrégaselo cuando vuelva.

Ladeé la cabeza ante la confusión. La vez pasada que recibieron las cartas, Milo quemó la de Shura, pero en cambio el sobre de Ángelo se lo estaba entregando a Aldebarán, creí que su actitud grosera era pareja entre los inmigrantes.

—Shuris... —Mi vista se agudizó cuando lo vi acercarse al español, quien ya estaba rasurado, aseado y vistiendo su ropa militar limpia que consistía en una playera verde oliva y sus pantalones camuflados, y en su rostro serio y resignado me di cuenta que se estaba preparando para algo malo. —Veamos que tenemos aquí. —Shura frunció sus perfiladas cejas cuando Milo la abrió y sacó su contenido, una simple hoja de papel con letras escritas a mano. —Ugh... Malditos ilegales, ¿Por qué se empeñan en no aprender a usar nuestro idioma? Esto es basura. —Pero antes de que pudiera hacer cualquier otra cosa con ella mis manos sujetaron a las suyas para detenerlo.

—Milo, a mi me enseñaron a respetar las pertenencias de los demás.

El de cabellos azules nunca lo vio venir, ni siquiera yo lo hice, pero de pronto me bulló la sangre y mi impulso por detenerlo fue más grande que mi deseo de evadir problemas ajenos, y fue más fuerte que la voz de mi subconsciente que me recordaba que no me correspondía hacer algo por él, así como a él tampoco le correspondía ayudarme con mi trabajo sucio durante la emboscada y de todas formas lo hizo.

—Vamos Aioros, relájate. —Sonrió desvergonzadamente con una actitud relajada, poniéndose de pie para quedar a mi altura, aunque él era ligeramente más bajo que yo. —Shura y yo solo nos estábamos divirtiendo.

Volteé a ver al pelinegro, quien tenía sus ojos como platos, observando en silencio esa situación, sin dar crédito a lo que estaba pasando. Volví a fijar mis ojos en los azules de Milo. —No creo que sea divertido.

Todo el rostro de Milo estaba tenso, su pecho se hinchó al llenarse de aire y sus ojos mostraban lo molesto que se encontraba conmigo, pero no me iba a dejar intimidar, no iba a ceder ni por él ni por el incómodo momento que estaba ocasionando al resto de mis compañeros que nos miraban expectantes, rodeándonos a una distancia prudente.

—¿Quién te crees que eres? ¡¿Su novio?!

—¡¿Y tú quién te crees para molestarlo?! No eres mejor que él, y aunque lo fueras, eso no te da derecho a comportarte como un idiota.

—Mejor mantente al margen novato, tú no sabes nada.

Quizás no, pero sabía lo suficiente.

Ambos gruñimos por lo bajo, los dos estábamos quietos, pendientes de cualquier movimiento del otro para responder como fuera necesario, si la situación escalaba a los golpes, debía asegurarme de no ser yo el que los lanzara primero.

—¡Hey! 

Ambos volteamos hacia la voz profunda que nos llamó la atención. 

Maldita sea, era Saga, nuestro superior, quien al notar nuestra pequeña discusión se adentró al círculo invisible que formaban nuestros compañeros alrededor del catre que ocupaba Shura, el cual se puso de pie ante la presencia de Saga. 

—No sé que está pasando, pero lo arreglan ustedes ahora o tendré que arreglarlo yo.

Yo no dejé de sujetar con fuerzas las manos de Milo, aunque si me preocupaba las posibles consecuencias que conllevaría la participación de Saga al menos sé que hundiría a Milo conmigo.

Este último chasqueó la lengua enfadado, pero al momento de sonreír estrujó el papel entre sus manos. —No sucede nada. —Lo dejó caer sobre el catre de Shura, y cuando vi cómo se le iluminaron los ojos al tenerla frente suyo, aunque estuviera toda arrugada, supe que todo había valido la pena y por fin solté a Milo. —Aioros y yo solo estábamos jugando. —Una vez que tuvo sus manos libres con una de ellas me dio unas sonoras palmadas en el hombro con más fuerza de la necesario. —¿No es cierto, amigo?

Yo solo sonreí de lado, divertido ante su patético intento por desquitarse ante el vergonzoso momento que le hice pasar. —Claro que sí. —Y le regresé la palmada en la espalda, asegurándome de haber aplicado más fuerza que él en la mía.

Saga rodó los ojos, no nos creía ni un poco, pero al menos la situación entre nosotros no escaló a un altercado físico y así no tuvo que idear una forma de castigarnos por ello. —Aprovecharé que la mayoría están reunidos para avisarles que hoy no regresaremos a nuestro campamento, los suministros para nuestro capitán llegarán mañana temprano y partiremos hasta entonces. Por ello, el capitán de este campamento ha tenido la amabilidad de invitarnos al evento de entretenimiento de esta noche, se llevará a cabo a las 2100 horas así que estén listos. Recuerden que somos invitados, no quiero que causen problemas.

—¡Si, teniete!

Cuando Saga se retiró todos volvimos a lo nuestro. Al pasar por mi lado Milo me golpeó con su hombro, mas no me importó, lo único en lo que me podía concentrar era en Diego, quien extendió el papel y comenzó a alisarlo con cuidado con sus manos sobre la cama. No sabía como interpretar su expresión, pues no me decía mucho, así que me giré para retomar lo que iba a hacer. Él ya tenía su carta y con eso estaba tranquilo.

Salí de la tienda, fui hacia las duchas y me formé en la fila. 

El sol estaba a todo lo que daba a las 2 de la tarde y sentía que me derretía bajo él, así que me quité mi playera verde y la dejé sobre mi hombro, en ese momento hasta me emocionaba mi refrescante baño de 2 minutos para despejarme, eso era lo único que había querido desde un inicio.

—Aioros...

Giré mi rostro por encima de mi hombro ante la voz que me llamaba, me sorprendió encontrar a Shura, quien se había formado detrás de mi a pesar que él ya se había bañado antes. —Hey...

—No debiste hacer eso...

Sonreí con desgano, menudo agradecimiento me había ganado por hacer favores donde no me llamaban, pero estaba bien, después de todo tampoco esperaba nada de su parte. —Lo sé.

El bajó la mirada, noté la confusión en sus ojos verdes, dentro de sus pensamientos trataba de entender porqué había hecho lo que hice, era válido. —No ha sido nezesario.

Pero si lo era, para mí lo era. Al recordar su expresión de tristeza al ver las cenizas de la carta anterior y los motivos por lo que no se defendía según lo contado por Aldebarán, por miedo a perder su oportunidad para obtener la nacionalidad para él y su familia, esas eran razones suficientes para intervenir.

—No necesito un héroe y tampoco me gusta rezibir ayuda cuando no la pido.

Lo imaginaba, y sabía que no quería que nadie más interfiriera para evitarles problemas. ¿Cuál era tu plan, Shura? ¿Aguantar el resto del año que te faltaba? ¿Podías soportarlo con esa llama vivaz que existe dentro de ti, la cual se refleja en tus ojos, pero ocultas en la frialdad de tus expresiones? Había tanto que quería preguntar, pero hay momentos en los que es mejor callar y ese era uno de ellos. —Te entiendo. —Respondí después de un breve silencio, desviando la mirada hacia el frente, apenado, mas no sentía pena por mí.

—Pero te agradezco por el detalle. —Al escuchar esas palabras me giré por completo para quedar frente a frente y mis ojos volvieron a posarse en su rostro, donde había una pequeña sonrisa genuina, la cual me deslumbró, dejándome sin palabras.

Al no responder nada, Shura me dio una pequeña palmada en la espalda y se fue. No se si estaba delirando por el calor, pero me pareció haber visto un ligero rubor en su rostro.

Ja...

¿Quién lo diría?

Pero eso fue lindo.

Cuando regresé a la tienda después de la ducha solo estaba usando una toalla sujetada a la cadera, el ambiente entre mis compañeros había vuelto a ser agradable, aunque me pareció bastante tranquilo.

Fui hacia mi catre, a la derecha de este estaban Shura y Ángelo. El italiano, aunque ya tenía tiempo de salir de las duchas parecía no tener la intención de vestirse pronto, y el pelinegro estaba a su lado tendido sobre su cama boca abajo, pero apoyado sobre sus codos mientras escribía lo que él italiano le dictaba. Imaginé que el de cabellos azules no sabía escribir, pero el se veía muy alegre y la sonrisa en su rostro se me contagió.

—Estoy tan contento con mi regalo di cumpleaños. —Expresó el italiano, con su típico acento, haciendo énfasis en las penúltimas silabas, mientras abrazaba una revista contra su pecho. —Y che llegara un poco antes me dice che mis hermanos lo planearon con antelacione.

No pude evitar escuchar su conversación, y tampoco quería ser metiche, pero deseaba ser amigable con ellos. —¿Cuándo es tu cumpleaños? —Pregunté después de ponerme el boxer, no sentía vergüenza alguna por vestirme enfrente de ellos, aunque si lo hice dándoles la espalda porque nunca está mal tener un poco de pudor.

—El 24 di junio. ¡Mira! —Me giré y el italiano me mostró la portada de la revista que había estado abrazando. —¡La Playboy di este mese!

Rasqué mi mejilla, ese era un regalo muy particular. —Vaya, que considerados.

—Lo son, los hermanos de Deathmask son divertidos, siempre me mandan saludos en sus cartas y me agradezen por ayudarle con ellas. ¡Ah! —Después que Shura alzara la vista hizo cara de asco y puso una mano en el aire para tapar algo. —Tío, estas en toalla, zierra las piernas por favor.

—Si no es nada che nunca haya visto. —Respondió mientras acomodaba la toalla para cubrir su entrepierna, de nuevo había aparecido el rubor en el rostro del español y se notaba bastante en su piel blanca.

—No me jodas... —Frunció sus delgadas cejas y le pasó la hoja donde había escrito la respuesta del italiano para sus hermanos. —Y por favor, cuando te entretengas con tu revista no lo hagas zerca de mí.

—No ti prometo nada, hermano. —Ángelo lo tomó del rostro y le dio un sonoro beso en la mejilla antes de alejarse, con esa actitud despreocupada tan característica de él.

—Sin vergüenza... —Shura se sentó sobre su catre y tomó el cuadernillo donde había escrito la carta del italiano, yo hice lo mismo sobre el mío una vez que ya estuve completamente vestido, solo permanecí descalzo para seguir las instrucciones que Camus me había dado antes. —¿No escribirás?

Despegué la vista de mis pies, a los que les aplicaba la pomada, para verlo, y después volteé a ver a mis compañeros, los que habían recibido cartas estaban escribiendo, incluso Kanon lo hacía. —No tengo a quien escribirle.

—Todos tenemos a alguien. —Despegó la mirada de su cuaderno para mirarme. —Te hará bien hazerlo, te permite conectarte con tu casa.

Mi casa...

Suspiré al pensar en ese lugar donde vivía mi madre, con la que me había distancia desde que me separó de los brazos de mi padre, y mi medio hermano que era aún un bebé chonchito, más yo no deseaba compartir los detalles de mi vida con él. —Quizás tengas razón.

—Me alegra que lo consideres.

Elevé una de las comisuras de mis labios, sinceramente no quería hablar con nadie sobre mi situación familiar, menos ahora que sabía que mi padre también se encontraba haciendo servicio en el país, el resto de mi familia había pasado a segundo plano.

Me eché sobre mi catre, definitivamente ya después de bañarme el descanso me caería mejor, era justo y necesario, no pensaría en mi discusión con Milo, ni en los consejos de Shura, y definitivamente no pensaría en mis debilidades como soldado, además estaba emocionado por el evento al que iríamos de noche.

Comenzaba a ganarme la curiosidad y la impaciencia.

—Shura... ¿De que crees que se vaya a tratar el evento de esta noche?

—Mujeres.

Me recosté de costado para verlo mejor. —¿Mujeres?

—Si... —Giró su rostro para verme. —De vez en cuando traen comediantes, músicos, a veces proyectan películas, pero normalmente, por demanda general, suelen ser mujeres, ojalá lo sean.

Lo miré con curiosidad. —¿Tan necesitado estas?

—Yo no las necesito... —Shura negó con la cabeza y con sus ojos verdes buscó por la tienda, deteniéndose en el italiano que por fin se estaba vistiendo. —Pero sería un lindo gesto de precumpleaños para Deathmask por parte del destino, ¿no lo crees? Es un hijo de puta, pero mereze divertirse.

Sonreí pues estaba de acuerdo con sus expresiones. —Si, si sería lindo para él.

Me volví a acostar bocarriba. De vez en cuando miraba de reojo al español, se veía muy concentrado escribiendo, de vez en cuando llevaba su pluma a sus labios para jugar con ella, pero le ponía mucho empeño a su tarea.

No tenía idea de lo que estaba escribiendo, y sé que era curioso, pero sabía cuales debían ser mis límites y no los sobrepasaría.

Tenía que conformarme con lo poquito que cada día conocía de él y, considerando lo mal que comenzamos, sinceramente me sorprendía que cada día me agradara un poco más.




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