Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2.

El castigo de Saga se cumplió, esa noche todo el pelotón realizó la guardia del campamento.

La dinámica era sencilla, dividirnos por los 4 flancos, realizar una vigilancia individual por un par de horas y después despertar al compañero siguiente, para que la continúe. Por ningún motivo debíamos estar todos dormidos al mismo tiempo, siempre tenía que haber alguien observando minuciosamente el entorno, al pendiente de cualquier sombra, cualquier ruido, y en caso de que los vietnamitas nos emboscaran, activar las bombas que delimitaban el campamento para protegernos del ataque.

Fue pesado despertar a mitad de la noche cuando fue mi turno, sobre todo porque en el momento en el que debía descansar no pude hacerlo bien por la cantidad insoportable de mosquitos que había en aquel sitio, pero mantener mis ojos abiertos y expectantes durante mi turno de vigilia fue aún peor. Mis parpados me pesaban, al ser uno de los novatos no estaba acostumbrado a despertar a mitad de la noche y mantener mis sentidos constantemente alertas sin ceder a la paranoia ante cualquier cosa.

Miré fugazmente a mi compañero a mi costado, obviamente tenía que ser Diego, mi niñera asignada, quien dormía completamente cubierto, con el cierre de la chamarra totalmente cerrado al igual que el gorro para protegerse de los mosquitos, lo único que se asomaba de su piel era la punta de la nariz.

Después voltee a ver a mi otro compañero, Aldebarán, quien parecía estar profundamente dormido a mi otro costado e igual de cubierto que el español. Horas antes me había ofrecido darle un trago a su licorera, el cual rechacé amablemente, pero ahora me arrepentía porque parecía que ese había sido el truco para poder desconectarse y dormir durante sus turnos de descanso, cosa que yo no logré.

Mientras vigilaba en medio de la noche, luchando contra el sueño y la incomodidad, puse a trabajar mi cerebro para no rendirme contra el cansancio que tanto me afectaba. No pude evitar pensar que este castigo no habría sucedido si hubiese abierto la boca. Posiblemente estaría dormido en mi catre si tan solo hubiese dicho "Fue Milo el responsable de quemar papel dentro de la tienda", pero era nuevo, no quería ganarme la fama de ser un bocón y ser repudiado por el resto de mis compañeros, además, Diego tampoco dijo nada y eso que por la expresión de tristeza con la que miraba la carta quemada en el piso asumí que era para él; pero aquí estábamos castigados haciendo guardia a la mitad de la selva.

Me molestaba eso de él. Que no hablara, ni siquiera a Shion le respondió verbalmente cuando le dio una orden, y eso que era nuestro capitán. No sé de que privilegios gozaba, sin embargo, comenzaba a enfadarme en demasía.

Afortunadamente, mi primera noche en el campamento había sido "buena", considerando que no ocurrió ningún ataque.

Pero, aun con lo poco que dormimos, a las 5 de la mañana tuvimos que iniciar con nuestra travesía junto con el otro pelotón hacia el norte, en nuestra misión conjunta de asegurarle el paso a la brigada de marinos.

Caminábamos formando dos filas sobre una carretera estrecha y desolada, ambas lideradas por sus respectivos sargentos, y frente a ellos, encabezando a toda la sección, caminaba nuestro teniente, Saga.

Al inicio no lograba comprender porque los marinos, que se jactaban de ser mejores y más rudos que los militares, necesitaban de nuestro servicio como chaperones, sin embargo, mientras caminábamos bajo el sol sobre una carretera estrecha y desolada, Aldebarán tuvo la amabilidad de explicarme un poco la situación.

Resultaba que la brigada de infantería en la que me asignaron llevaba un tiempo en esa zona y, a diferencia de los marinos (recién llegados) eran familiares con el terreno y esa experiencia era lo que ellos necesitaban para llegar sanos y salvos a la provincia Danang, donde eran requeridos para auxiliar en otra misión que se llevaría a cabo.

Se pensaría que trasladar a toda una brigada de marinos, a pie y por partes, era una locura, si se movían en conjunto los 3000 hombres, los hacía un blanco más detectable y al estar concentrados si fueran emboscados aumentaba el posible número de soldados afectados.

Las dudas que ya no pudo responder se silenciaron con un simple "Nosotros solo seguimos órdenes".

Además, independientemente de la presencia de los marinos, era nuestra obligación patrullar lo que sucediera en esa carretera y eso lo entendía, sin embargo, mi espalda me estaba matando por cargar con todo el equipo completo que alentaba mi paso, no era fácil cargar constantemente con 21 kilos extras.

Diego se dio cuenta de ello, y sin decir nada, como de costumbre, se puso detrás de mi y comenzó a saquear mi mochila y después mi chaleco.

—No te preocupes, hombre. —Dijo Aldebarán mientras nos esperaba antes de que yo le reclamara al español por su acción. —Muchas de las cosas que te están alentando no las necesitaras, y de hacerlo, puedes acercarte a mí, sólo yo cargo con todo el equipaje completo.

Aunque estaba un poco molesto, y sinceramente, un poco preocupado por haber perdido parte del equipo que durante mi entrenamiento me dijeron que era indispensable llevar conmigo a todos lados, mis hombros agradecieron la reducción del peso.

Había sido un patrullaje tranquilo. Lo más interesante fue toparnos con una camioneta modesta y vieja que transitaba la carretera. Era de uno de los granjeros que viajaba hacia el sur. El sargento del otro pelotón ordenó a dos de sus hombres que realizara una inspección profunda en la mercancía que transportaba, pero dentro de las enormes canastas de palma solo había kilos y kilos de arroz.

Después de 11 horas de caminar lento y con los sentidos alertas a cualquier cosa, por fin nos detuvimos, pero armar el campamento en el que dormiríamos también fue cansado, sobre todo porque me pusieron a cavar una trinchera junto a otro soldado, Milo.

A pesar de no estar de acuerdo con lo que había hecho el día anterior en la tienda, me resultó bastante simpático, tenía un sentido del humor bastante ingenioso a mi parecer, de alguna forma hizo amena la tarea de cavar hasta que Saga evaluó nuestra trinchera y consideró que tenía una profundidad aceptable. Después de eso por fin podíamos descansar, y Milo me invitó a comer con él, junto a los gemelos, Kanon y Saga.

De mi mochila tomé una pequeña caja, de la cual saqué varias latas de comida y el paquete complementario, este último no me interesaba, solo tenía unos sobres para preparar café soluble una cajetilla de cigarrillos, encendedores y servilletas.

—Ya veo porqué tu mochila se ve tan grande, Aioros. —Kanon, el sargento, también comenzó a sacar su alimento, solo que de su mochila sacó directamente las latas de lo que consumiría. —No necesitas viajar con las cajas. —Tomó mi mochila y comenzó a vaciar todas las latas de lo que eran todas mis raciones para los próximos días dentro, dejando fuera los paquetes complementarios, los cuales fue abriendo uno por uno con ayuda de un cuchillo. —En estas bolsas de aluminio puedes guardar todo agrupado, en una tus cigarros, en otra los ingredientes del café, las servilletas; el material las protegerá de la humedad. —Volvió a buscar dentro de mi mochila y sacó un par de mis calcetines. —Y si quisieras tener algo a la mano, como tus cigarrillos y tus cerillos, solo tienes que hacer esto... —El sargento metió el paquete dentro de un calcetín y después lo ató a uno de los extremos de mi mochila, donde estaría accesible en todo momento. —¡Tarán¡—Dijo con una sonrisa tan satisfecha dándole brillo a su rostro, que a mi me dio pena informarle que yo no fumaba.

—Gracias Sargento. —Sonreí agradecido por sus sugerencias,  y después tomé mi abrelatas para continuar lo que había pospuesto por escuchar sus palabras. Mientras iba a la mitad de la tapa sentí la mirada del grupo de hombres sobre mí, haciéndome sentir incómodo y confuso, más decidí ignorarlo; pero cuando di el primer bocado del plato fuerte todos rieron al ver mi expresión de desagrado.

—Es un asco, lo sabemos. —Milo sonrió resignado mientras revolvía lo que había en su lata, mirándola con resignación antes de dar un bocado. —Y eso que estas comiendo el menú de chile con carne, ese es el mejor. —Los demás asintieron en silencio mientras continuaban comiendo, de acuerdo ante sus palabras. Lo bueno era que yo tenía tanta hambre que pude ignorar un poco el mal sabor de esa porción. Afortunadamente, las galletas y la mantequilla de maní sabían bien y fue un buen postre. El durazno en almíbar lo guarde para otra ocasión.

Los marinos habían llegado poco después al sitio asignado de descanso. Ellos también estaban concentrados por grupos, algunos descansaban y se relajaban, otros permanecían con sus armas listas en posición montando guardia. Ese era uno de los tratos, como nosotros los escoltábamos durante el día ellos tenían que montar la guardia durante la noche.

—¿Qué te pareció tu primer día de patrullaje?

Alcé la mirada hacia la voz que me cuestionaba y me encontré con los ojos verdes del teniente que me miraban con una profunda curiosidad.

—Cansado, teniente.

El aludido sonrió de lado ante mi respuesta corta y concisa. —Puedes llamarme Saga. Y si, fue un día cansado, pero al menos no fue uno ajetreado.

—¿Falta mucho por llegar a Danang?

—No iremos hasta Danang. —De un mordisco le retiró parte de la envoltura a su galleta de malvavisco cubierta con chocolate. Los marinos tienen que llegar hasta allá, pero nosotros solo los encaminaremos hasta el río Thu Bồn, desde ese punto otra compañía se hará cargo de hacerlos llegar a su destino.

Miré mis pies cubiertos por mis botas a las que les había dejado las agujetas aflojadas después de cambiarme mis calcetines sudados. —¿Cuántos días nos tomará llegar hasta ese punto?

—Hmmm... —Saga miró hacia el norte mientras hacía un par de cálculos mentales, restando los kilómetros que habíamos recorrido en ese día. —Si seguimos caminando sin interrupciones... A este ritmo llegaremos dentro de dos o 3 días.

Bajé la mirada antes de suspirar cansado. Sé que yo me había enlistado por voluntad propia, y que estaba donde quería estar, pero caminar durante 4 días completos por una carretera rodeada de palmas y vegetación era demasiado para mi tranquilidad pues sentía que éramos un objetivo fácil.

—Descuida... —Saga rodeó mis hombros con uno de sus brazos, acercándome a su cuerpo. —El regreso lo haremos en un lindo paseo por helicóptero. —Estiró su brazo libre hacia su gemelo, quien le pasó el cigarrillo que estaba fumando para darle una calada. —Shion necesita municiones y nos abastecerán en el campamento donde dejaremos a los marinos.

—¡Bendito sea Dios! —Exclamó Milo con los brazos hacia el cielo antes de dejarse caer sobre su espalda, arriba de toda su cabellera larga que llevaba suelta y revuelta.

Volteé a ver a los gemelos, en ese momento ambos llevaban el cabello suelto. —Wow... la mayoría de ustedes llevan el cabello muy largo. —En especial Saga y Kanon, sus cabelleras azuladas y lacias casi les llegaba a la cadera.

—Si... El capitán es muy permisivo en muchos aspectos que en otras compañías no lo serían. —Saga tomó uno de los mechones de su cabellera y la contempló con la poca luz que quedaba del día, achicando la mirada mientras evaluaba el estado de sus puntas. —El tiene la idea de que si vamos a arriesgar nuestras vidas por nuestra nación mínimo tenemos que vernos como nos haga felices.

—Además sirve que si estamos aburridos podemos hacernos trenzas entre nosotros. O podemos usarlo como almohadas si los amarramos como cebollas. —Complementó Milo aún echado sobre el suelo. —Deberías considerar dejártelo crecer, Aioros. Con todas las vitaminas que nos hacen tomar te crecerá de volada.

Me visualicé a mi mismo en mi mente, con el cabello más largo, no me gustaba tenerlo tan corto como en ese momento, así que quizás si lo dejaría crecer un poco.

—Eso si... —La voz de Saga volvió a sacarme de mis pensamientos privados. —Si alguna vez tuviéramos que ir a una ceremonia oficial, será el mismísimo capitán el encargado de raparnos.

Sonreí al imaginar esa escena, sobre todo por la cara de espanto que puso Kanon.

Que diferente era el ambiente en ese momento en el que podíamos descansar después de las 11 horas de caminata en completo silencio, y aunque nunca debíamos estar completamente despreocupados, que los marinos hicieran la guardia en ese momento aligeraba la carga. Además, mis compañeros se veían tranquilos, bromeaban, era imposible no contagiarme de su estado. Todo iba perfecto hasta que una voz nos interrumpió.

—Novato...

Era grave, dura, pero al mismo tiempo tenía una esencia jovial y  un acento peculiar. Me giré en su dirección  y mis ojos se abrieron de golpe al encontrarme con el semblante serio e inmutable de Diego, que estaba en cuclillas a unos centímetros de mí, sosteniendo un cigarrillo encendido en su diestra.

—Ven conmigo, por favor.

Enarqué una de mis cejas, jamás imaginé que detrás de ese mirada fría, afilada y que había sido grosero conmigo hasta ese momento usara las palabras "por favor". —¿Para qué?

El achicó la mirada ante mi actitud inquisidora. Yo no quería ceder, no con él después de la desagradable actitud de antes.

—Aquí no estarás seguro, y el capitán Ehreese me dio la tarea de protegerte, así que eso haré.

Una sonrisa incrédula apareció en mi rostro. —¿Crees que no estaré seguro con el teniente y el sargento del pelotón?

—Afirmativo.

Miré a mis compañeros, Kanon y Milo miraban la situación divertidos y expectantes, en cambio los ojos de Saga estaban clavados en Diego, quien no despegaba sus olivos de mí.

—Si yo fuera el enemigo, tendría espezial interés en acabar con los ofiziales al mando. En donde viera las insignias que los destacan sería donde conzentraría mi ataque.

De nuevo miré a los gemelos, enfocándome en los detalles de sus uniformes que se diferenciaban del mío. Sus palabras comenzaron a tener sentido, pero me la estaba pasando tan bien y ellos habían sido agradables conmigo así que no quería alejarme.

Desafortunadamente, la persona que tenía la última palabra de la sección ya había tomado su decisión y no estaba a favor de mis deseos. 

—Shura tiene razón, Aioros. —Saga, quien había permanecido en silencio todo ese tiempo, suspiró pesadamente por su nariz. —Con mi hermano y conmigo corres más peligro. —Una de las comisuras de sus labios se alzó en una sutil sonrisa. —Ve con él, Shura es buen soldado y su cautela le ha permitido llegar sano y salvo hasta este momento.

Mi ceño se frunció por un instante, quería refutar pues no estaba de acuerdo con la situación, pero no quería faltarle al respeto a Saga, por lo que tomé mis cosas antes de ponerme de pie. —Si, teniente.

Diego comenzó a caminar entre los soldados, alejándonos del centro del campamento y de los soldados hasta que llegamos con Ángelo y Aldebarán, el primero estaba recostado sobre el pasto, con sus brazos entrelazados detrás de su cabeza, y el segundo lavándose los dientes.

—¿Por qué estamos tan a la orilla del resto? —Pregunté al notar lo alejado que estábamos del resto de nuestra sección.

—Porque es la posizión perfecta. —Le dio otra calada a su cigarillo. —Entre más dispersos estemos menor probabilidad hay de resultar alcanzado por una bala y... —Señaló las palmeras y los arboles que delimitaban la jungla a lo lejos. —Estamos a poco más de medio km de la vegetación. El alcanze de la mayoría de las armas de los vietnamitas es de 400 metros, tendrían que salir de los árboles si quisieran dañarnos. –Señaló el suelo a manera de invitación. — Siéntate, por favor.

Sólo acepté porque ser la única persona de pie era peligroso. —¿Y si nos encontrara un grupo que tiene armas de mayor alcance?

—Escucha, no soy un hombre con suerte... —Diego se estaba recostando en el piso, a lado de el descansaría su M16 que apuntaba hacia los árboles. —Así que tomo todas estas dezisiones por probabilidades y te recomiendo hazer lo mismo.

—Hazle caso, hombre. —Ángelo abrió el gorro de su chamarra para descubrir su rostro y mirarnos. —Es un poco paranoico, pero lo che dice es verdade.

—Mas bien es cauteloso, Deathmask. —Lo corrigió Aldebarán después de enjuagarse la boca con el agua de su cantimplora.

—Es igual...

Pero yo aún no estaba convencido en quedarme con ellos. —Escucha, sé que el capitán te encargó mi seguridad, pero no necesito que...

—Esto no se trata de lo que tú o yo nezesitamos o queramos, novato. –Replicó con firmeza, sin dejarme terminar.

Los músculos de mis hombros comenzaron a ponerse tensos. Era consciente que el tenía mas experiencia que yo, pero cuando se refirió a mi de esa forma, como "novato", me sentí menospreciado y definitivamente no me gustaba que alguien que se veía más joven que yo me tratara de esa forma. —¿Sabes, Diego? Me agradabas más cuando no hablabas.

—Lástima... –Dio una última calada a su cigarrillo antes de apagarlo. —Y por favor... llámame Shura.

"Por favor esto..."

"Por favor aquello"

¿Cómo se atrevía a pedirme cosas por favor?

—¿Por qué? Si Diego es un nombre taaaan bonito. ¿Qué pensaría tu madre si supiera que no usas el nombre que te dio?

Mis palabras provocaron que se sentara de golpe, y no creí que fuera posible pero la dureza de su mirada se acentuó todavía más. Esta vez sí estaba enojado.

—¡Wow! —Deathmask abrió el gorro de su chamarra para sacar toda la cabeza. —No se metan con las madrecitas, las madres están prohibidas, hasta eso yo lo sé. Tú... –Me señaló con su índice. –Te pidió un favore, no seas malparido. Y tú... –Señaló a Diego. –Relaja esos puños, recuerda che tu expediente debe estare libre de faltas.

Shura desvió su mirada cargada de rabia e impotencia y después de unos cuantos segundos en los que nadie dijo nada se dejó caer de nuevo, adoptando la posición que había elegido para descansar antes de que lo provocara, de costado frente a su rifle.

Yo también hice lo mismo a lado de Aldebarán.

Qué lástima. Cinco minutos antes me la estaba pasando tan bien con Saga, Kanon y Milo que a pesar del sueño que tenía por lo agotado que estaba no quería ceder aún a los brazos de Morfeo, pero después de esa discusión lo único que deseé fue desconectarme.





*+*+*

Se supone que Shura debe hablar españolado, y tengo entendido que cuando está la C seguida de la E o la I, ellos lo pronuncian como Z, así que para enfatizar ese detalle supliré la C con la Z en esos casos.

En el caso de los italianos, ellos no se sienten muy cómodos con las palabras que terminan en consonante (Al parecer en italiano son pocas las palabras en las que esto sucede), por lo que a veces, por costumbre, le agregan una vocal.

Saludos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro