16
Una bella serenata de insectos bajo los faroles de las estrellas y las luciérnagas era lo que me aguardaba por lo que quedaba de la noche en la que apenas volvimos al campamento. El grillar de los grillos, el zumbido de los mosquitos, el croar de las ranas, entre otros tantos diferentes seres que pertenecían a la fauna de Indochina, hacían un concierto que se acentuaba con el silencio del campamento en la noche, pero que también podía enmascarar a cualquier visitante indeseable. A pesar de estar en otoño en ese país no se sentía un gran cambió, era como si el verano fuera casi eterno.
Yo era una persona muy optimista, normalmente me era fácil encontrarle lo positivo a cualquier situación, que en este caso sería hacer guardia con Shura en el campamento, sin embargo, los malditos mosquitos lo arruinaban todo sin importar cuanto repelente me hubiese aplicado, estar siendo picoteado en todo momento era algo a lo cual nunca me acostumbraría, no creo que nadie pudiera hacerlo, aunque nosotros teníamos que aguantarlo en la cruel intemperie.
Además, Saga tenía un punto al hacer esta actividad la primera de nuestro regreso. En la enfermería me despertaba hasta con el más mínimo ruido, pero al menos tenía el privilegio de cerrar los parpados todo el tiempo que yo quisiera así que debíamos acostumbrarnos de nuevo a trasnochar con los ojos pelones antes de volver a salir al patrullaje.
Bostecé discretamente, estirando los músculos de mi espalda mientras sostenía con más fuerza el rifle contra mi pecho, donde también descansaban mis lentes de visión nocturna. Volteé a mi derecha, Shura estaba sentado, usando los sacos de arena de la trinchera como respaldo, con la chamarra cerrada hasta arriba y el gorro puesto, dormido, o al menos eso parecía, descansando antes de que fuera su turno de terminar la vigilia.
Miré mi reloj, eran las 3:32 de la mañana, aún faltaba menos de media hora para desocuparme. Respiré profundo ante la necesidad que me había surgido, mis dedos tamborilearon contra la cantonera de la M16 mientras tomaba una decisión. Cuando por fin lo hice volteé de nuevo a mi derecha.
—Shuuraaa... —Susurré lentamente ese peculiar apodo que llevaba mi amigo. Me sorprendió el no obtener una respuesta suya de inmediato, realmente estaba dormido.
—Shuuuuuraaaaa... —Intenté de nuevo, alzando un poquito más el volumen del susurro.
—Mmm.. —Escuché como se quitaba el gorro de la chamarra para despejar su rostro adormilado. —¿Qué suzede? —Preguntó en voz baja.
—Tengo que ir al baño.
—Usa la botella. —Respondió con simpleza antes de volver a acomodarse contra los sacos para volver a dormir los minutos que le quedaban, sin embargo, eso no solucionaba mi problema.
—¡Pero no quiero orinar!
—... —Hubo un breve silencio que usó para comprender lo que implicada mi respuesta. —Ohh. —Se arremangó la manga izquierda, la luz en su reloj brillo sutilmente en su rostro. —¿No te puedes aguantar?
—No...—Contesté apenado.
Hubo otro silencio en el que a pesar de la oscuridad de la noche podía jurar que cerró los ojos para invocar su paciencia. —Vale, te cubro.
Me puse de pie lentamente y sonreí complacido. —Eres el mejor.
Y así como sabía que antes había cerrado los ojos ahora sabía que esas últimas tres palabras lo habían hecho sonrojar, si no tuviera puesto su casco habría aprovechado para revolver su sedoso y rebelde cabello oscuro.
Pero primero lo primero.
Caminé en busca de los baños de los campamentos, si estuviera en patrullaje no hubiera tenido otra opción más que acoplarme a la intemperie, pero estábamos en nuestra base, teníamos baños, austeros y que daban mucho a desear, pero en mi humilde opinión seguían siendo mejor que nada.
Sin embargo, antes de llegar a mi destino un ruido llamó mi atención en la oscuridad, era bajito, sutil y entrecortado. Con mucho cuidado, tratando que mis pisadas fueran lo más insonoras posibles y con el rifle en posición fui acercándome lentamente, dirigiéndome hacia la camioneta inservible en la que mis amigos siempre se refugiaban todo el tiempo bajo su sombra durante sus horas libres.
—Nhn...
Me apoyé contra la puerta de la caja de la camioneta. ¿Qué había sido eso? Se escuchó como ¿un jadeo masculino? El recuerdo de los fortines bajo tierra volvió a mi mente, sobre todo la historia del campamento que tenía uno bajo sus instalaciones. ¿Acaso había uno bajo mis pies? ¿Acaso el Vietcong ya se ha había infiltrado en nuestro campamento? Odiaba cuando los miedos fundamentados de Shura invadían mi mente. Sin embargo, mis cejas se alzaron asombradas cuando comenzó aquel ruido inconfundible, el sonido de piel contra piel chocando en un vaivén. Quité el dedo del gatillo y mi rostro se acaloró de golpe.
—Ahh...
Oh, no.
No podía ser posible, ¿O sí? Y si así era... ¡¿En qué demonios estaban pensando?!
Bajé mi arma. ¿Qué se supone que debía de hacer? ¿Irme discretamente o recordarles que no deberían andar deambulando por la noche para hacer esas cosas cuando sus compañeros en turno tenían la instrucción de dispararle a todo lo que se moviera? Tenía que ser la segunda, sin embargo, antes de dar la vuelta por la esquina del vehículo para lograr mi cometido, una mano cubrió mi boca y un brazo me sujetó de ambos brazos por encima de mi cuerpo, apretándome contra su pecho, obligándome a retroceder.
—Shhh... —Mis ojos se abrieron como platos al reconocer a quien estaba a mis espaldas, el olor inconfundible de su piel también me había ayudado a identificarlo. ¿Por qué Shura me había seguido hasta ahí?
—Espera... ¡Ahh! Escuché algo. —Anunció discretamente el que había estado jadeando a su compañero.
Un gruñido fastidiado fue la única respuesta del otro.
—No, bruto. —De nuevo el inconfundible sonido de piel contra piel, pero esta vez fue diferente, eso podía haber sido una nalgada, un manotazo, una cachetada.
—Ughh...¡No tiene porché pegarme!
Mis cejas se alzaron ante el asombro, primero porque había adivinado con la última suposición, y segundo, porque reconocería ese acento italiano donde fuera.
—¡Si no nos vamos ahora te juro que te dejaré sin sexo por 4 semanas! —Volvió a susurrar la voz, más fuerte, parpadeé con incredulidad al reconocer la voz molesta de Afrodita. ¿Qué demonios estaba pasando?
La respuesta a tal amenaza fue el sonido de los cierres y las hebillas abrochándose, a continuación solo fueron los pasos sobre el pasto alejándose.
Mi corazón latía acelerado dentro de mi pecho, y no entendía por qué, no es como si yo hubiese hecho aquella locura, aunque si encontré a dos personas en una situación bastante comprometedora, dos personas a quienes tendría que ver a la cara en unas cuantas horas más; después me di cuenta de la extrema cercanía que había entre el cuerpo del español y del mío, como su corazón latía contra mi espalda y como sus brazos fuertes me sujetaban. Rápidamente sacudí mi cabeza para que dejara de cubrirme la boca. —¿Tú que haces aquí? —Susurré aún entre su abrazo, girando el rostro para verlo. —¿Dejaste desprotegida el área?
—Si... —Shura respondió con prisa y me soltó. —Debemos volver ahora mismo.
¿Debemos?
—¡Espera! —Llamé su atención cuando sentí que me tomaba del brazo para irnos, él se detuvo. —Aún no voy al baño.
Había muy poca luz, aun así, pude percibir como volteaba al sitio al que debíamos volver y después en dirección a donde se encontraban los baños más cercanos. —De acuerdo, espera 5 minutos aquí y después ve.
—¿Por qué tengo que esperar?
—Porque estará ocupado.
—¿Cómo lo sabes?
—Tu solo hazme caso.
Achiqué la mirada, aún estaba consternado y su respuesta no me satisfizo en lo absoluto, miré los números que marcaba el reloj. —Bien, esperaré.
Shura no respondió nada, simplemente se marchó de regreso al sitio de vigilancia, dejándome confundido, asombrado y también con un poco de frío.
Suspiré en medio de la oscuridad. Obviamente, aunque no quería, terminé haciéndole caso.
Cuando volví a nuestro centro de vigilancia él estaba sentado de nuevo contra los costales, mas ahora sus lentes para la noche estaban pegados a su rostro, mirando con atención por si en el momento del descuido algo se había acercado al campamento.
Me senté en completo silencio a su lado y también me puse a observar todo con mis lentes especiales. Siempre había tensión cuando uno montaba vigilancia, más ahora también me sentía incómodo por lo que había descubierto y también consternado por la actitud del español, a quien miraba de reojo inútilmente entre aquella oscuridad.
—¿Estás bien?
Cuando mi pregunta rompió el silencio de la noche se sintió tan fuera de lugar que inmediatamente me arrepentí por haberla hecho.
Shura volteó a verme con todo y lentes de visión nocturna, yo tragué saliva.
—¿Por qué no lo estaría?
No respondí al instante, solo mordí mis labios, nervioso. Recordé la relación tan cercana que tenía con el italiano a quien habíamos descubierto teniendo sexo con alguien más. Si Shura estaba dolido no lo demostraba ni un poco y con la poca luz que había no podía guiarme por la verdad que se transmitiría a través de sus ojos verdes.
Mis dedos apretaron a las piezas del rifle que descansaba sobre mi regazo. —No es nada.
—... —Hubo un breve silencio, uno en el que seguramente pasaron mil cosas por la mente de Shura. No necesitaba luz para saber que sus cejas inquisidoras estaban alzadas. Suspiró lentamente y retomó su posición para seguir vigilando. —Duérmete.
—Pero todavía...
—No te preocupes... —Dijo con suavidad y después giró el rostro para verme. —En nuestra próxima vigilanzia te cobraré los 27 minutos de hoy.
Sonreí satisfecho. Me parecía justo por la molestia que le había ocasionado, tenía que darle algo a cambio. De nuevo me pregunté porqué me había seguido y porqué me había dicho que esperara para ir al baño; quizás no solo era un español, mitad japones que migró a lo Estados Unidad, quizás también era adivino o brujo. Sonreí en mis adentros, definitivamente ya estaba delirando por la trasnochada.
A la mañana siguiente, aunque habíamos dormido poco teníamos que participar en las actividades del campamento. En ese día nos tocaba ejercitarnos, algo que hacíamos frecuentemente para mantenernos en forma.
Antes de ser heridos por la mina de fragmentación, la pareja de entrenamiento de Shura era su mejor amigo el italiano, y Afrodita solía ser la mía porque ambos llegamos al mismo tiempo al campamento y nos pareció buena idea hacer equipo, pero ahora que habíamos vuelto, con el surgimiento de la "fuerte amistad" entre Ángelo y Afrodita las cosas habían cambiado.
Cuando Shura y yo llegamos al área que ocupábamos para ejercitarnos observamos con asombro que el italiano y el intérprete ya estaban ahí, haciendo el trote de calentamiento, no nos habían esperado como antes era costumbre. Miré de reojo a Shura, a él solo le tomó unos instantes procesar la situación y después de dejar sus cosas comenzó a estirar sus piernas para después trotar como si nada.
No hubo necesidad de decir ni preguntarnos nada, rápidamente comprendimos que nos apoyaríamos para el ejercicio, a mi sinceramente no me molestaba, lo malo es que mi mente seguía en las nubes, yo me sentía preocupado por algo que ni siquiera debía interesarme, pero lo tenía bien encajado en la mente, como un alfiler hasta el fondo, tanto que me tenía absorto de lo demás, todo me parecía lejano, borroso, las voces eran meros susurros irrelevantes.
—¡¿Me escuchaste?!
Parpadeé apresurado mientras salía de mi ensimismamiento y volvía a la realidad. Estaba arrodillado, sosteniendo los talones de Shura para hacerle contra peso mientras él hacía abdominales, su rostro estaba rojo, el sudor bajaba por su piel, una de las gotas que bajó lentamente por su sien hacia su mejilla sonrojada quedó colgada en su mentón, bajo sus labios rojizos que estaba ligeramente separados mientras respiraba agitado, se veían tan...
—¡Aioros!
De nuevo parpadeé un par de veces, la insistencia en su mirada me hizo sentir incómodo, sentí el típico cosquilleo en la cara, una sonrisa nerviosa estiró mis labios.
—¿Cuántas abdominales llevo? —Que buena pregunta. Al darse cuenta que tragué duro después de un breve silencio su ceño se frunció y se dejó caer, rendido sobre el pasto, con los brazos sobre el pecho. —Te pedí que... Las contaras por mi... —Tragó duro y volvió a jadear, tratando de recuperar el aliento. —Debías detenerme... Cuando llegara... A las 200.
—¿En serio quedamos en eso?
Shura respiró profundo, invocando todo lo que le quedaba de paciencia y tolerancia. —Si... Pero creo que no te importó.
Mis labios se estiraron con un sincero pesar, que lo pusiera de esa forma me dolió, eso no era verdad. —Lo siento.
Shura hizo una nueva flexión para sentarse y también acercarse a mí, sus ojos analizaron los míos, mis mejillas se calentaron por los nervios mientras él me miraba fijamente. —Anda... —Ordenó con un susurro.
Mis cejas gruesas se arquearon sin comprenderlo.
Él continuó. —Desde hoy en la madrugada andas raro... Hay algo que quieres dezirme. —Su voz continuó en un volumen discreto que fácilmente pasó desaparecido para el resto con el bullicio de las actividades del campamento.
—Yo no...
—Claro que sí.
Realmente me conocía demasiado bien. No tenía opción así que solo negué apenado, solté sus tobillos y me pasé una mano por el cabello. —Tú me dijiste que los amigos no tenían que contarse todo, no quiero volver a decir algo fuera de lugar.
Él colocó una mano sobre sus labios mientras lo reflexionaba sin despegar sus ojos de los míos. Suspiró cansado. —Dilo.
—¡No!
—Dilo, porque el estar guardándolo en considerazión mía me está saliendo contraproduzente. Has estado extraño, demasiado callado, no me escuchas y también siento que me miras con lástima. Anda... Dilo. —Shura abrazó sus rodillas para quedar en una posición más cómoda. —Sea lo que sea estoy listo.
Suspiré resignado, bajé la mirada, mis manos soltaron sus tobillos para que mis dedos jugaran nerviosos. —Solamente me preguntaba si estabas bien.
Su expresión se suavizó, hasta me pareció que mi comentario lo enterneció, pero después sus cejas se alzaron mostrando su sorpresa. —De nuevo, ¿por qué no lo estaría?
Miré discretamente hacia mi izquierda, donde a unos metros más estaban Afrodita y Ángelo, ejercitándose al igual que nosotros, solo que entre ellos había una vibra bastante diferente.
Shura siguió mi mirada y después volvió a mí. —Si me tomó un poco de sorpresa, pero si recuerdas decirme cuando he terminado una serie de ejercicios entonces no me molesta hazerlo contigo.
Sonreí apenado por la culpa, pero también porque él no me había entendido. —Shura... No me refiero solo a ellos como pareja de ejercicio, sino... —¿Cómo se suponía que debía de decirlo? —¿No te sientes mal porque Ángelo y Afrodita están "demasiado cercanos"?
Ahora el que parpadeó un par de veces fue él y después sus labios se estiraron ante la incomodidad que le provocaba recordar lo que escuchamos esa mañana. —Lo que haga o a quien haga Deathmask en su tiempo libre nunca ha sido mi asunto. —Yo me quedé sin palabras ante su dura respuesta, provocando un breve silencio de mi parte, uno el cual él aprovechó para unir los hilos, y cuando lo hizo su rostro se alarmó. —¿Crees que me gusta Deathmask?
Maldito español inteligente. En cuanto él me hizo esa pregunta me sentí sumamente avergonzado, bajé la mirada enfocándola en el pasto bajo su cuerpo, sentí el impulso de jugar con mis dedos, aunque me contuve. —Te recuerdo que yo no quería decirte nada.
La pena en mi voz junto a mi comentario justificándome provocó en él una pequeña sonrisa, mi vergüenza parecía agradarle, sus manos se movieron emocionadas sobre sus rodillas a las cuales terminó por apretar entre sus dedos. —Escucha, Aioros... —Shura volteó a ver a Deathmask, quien en ese momento le daba la mano a Afrodita para ayudarlo a levantarse. —Ese italiano es como el hermano menor que alguna vez deseé tener en la estupidez de mi niñez, solo así lo veo.
Reí en mis adentros ante su comentario, mientras la pena se iba comencé a sentirme más aliviado. —¿En serio?
—Si, hombre... Definitivamente no es mi tipo, creo que terminaría matándolo después de que agote mi pazienzia.
Sonreímos en silencio, ambos estábamos de acuerdo con ese posible escenario.
—¿Eso es lo que te tenía tan ensimismado?
De nuevo mi rostro se encendió, mis labios se separaron para tratar de decir algo que pudiera justificar mis motivos, pero ¿realmente cómo lo podía hacer si ni yo mismo los comprendía? Mi transpiración estaba aumentando y no tenía nada que ver por estar bajo el sol de la mañana.
De pronto una figura alta bloqueó al astro que nos iluminaba, haciendo sombra con su cuerpo.
—Oigan... —La voz imponente de Saga llamó la atención de ambos y después le dio un pequeño puntapié a Shura en la cadera, desde donde nos encontrábamos el teniente se veía enorme. —Dejen de comadrear como señoras y continúen con la rutina.
—Si, teniente. —Respondimos al unísono y después intercambiamos posiciones.
Shura me tomó de los talones para aplicar su peso.
Hice mi primera flexión, pero como vi que Saga ya estaba lejos y volteando a otro lado aproveché la oportunidad de nuestra cercanía. —Hay otras cosas que quiero preguntar.
Shura suspiró agotado mientras yo dejaba caer con cuidado mi cuerpo sobre el pasto, creo que en ese momento se arrepintió de haberme dado permiso para decirle todo lo que pasaba por mi mente.
Volví a flexionar para acercarme a él. —En la madrugada, ¿Por qué me seguiste cuando fui al baño? Dejar el deber no es algo típico de ti.
Mientras yo dejaba caer mi cuerpo, él miró por el rabillo del ojo a Ángelo y a Afrodita.
Vi que Saga había volteado a nuestra dirección nuevamente así que seguí haciendo abdominales, unas 8 hasta que por fin dejó de vernos. —O también podrías decirme ¿por qué sabias que el baño estaría ocupado cuando yo iba a ir?
Shura sonrió de lado, el agarre de sus manos en mis tobillos se hizo más fuerte y su cuerpo se inclinó, acercando más su rostro al mío. —Que tu hagas las preguntas no me obliga a responderlas. —Estiré mis labios con inconformidad. Antes de que pudiera replicar él me dio una palmadita en la pantorrilla para llamar mi atención. —Ahora sigue con tus abdominales, tienes un largo recorrido para llegar a las 250.
—¡Esas son 50 más de las que pide Saga!
—Si, pero eso es solo para emparejar las que hize de más porque tú no contaste las mías por distraído.
Gruñí por lo bajo con resignación. No solo no me había resuelto mis dudas si no que hasta terminé con castigo, y yo de manso se lo cumplí.
Había terminado todo adolorido y agitado, pero al menos eso lo hizo sonreír. Supuse que él tenía una forma rara de alegrarse el día.
Continué mi día con... ¿Normalidad?
En parte si, ducha de 2 minutos, un desayuno simple elaborado por los cocineros, ayudar a bajar suministros de un helicóptero, nada fuera de la rutina de un soldado en servicio. Ciertamente cuando no estábamos en patrullaje no hacíamos la gran cosa, pero nadie debía de juzgarnos, en cuanto nos metíamos a la jungla el trabajo nunca terminaba, ni siquiera cuando teníamos un respiro para descansar, así que cualquier momento para relajarnos y descansar era apreciado.
Pero lo que no era normal era el distanciamiento entre el español y el italiano. Acabábamos de volver después del accidente de la granada de fragmentación, cualquiera esperaría que los mejores amigos volvieran a andar como uña y mugre después de tanto tiempo separados, pero no era así. Lo peor es que parecía que Ángelo lo estaba evitando y eso provocaba que Shura estuviera más serio que de costumbre.
Creí que después de hablar las cosas entre nosotros iban a fluir de mejor manera, ya no tenía nada que quisiera callarme, sin embargo, mientras él y yo comíamos por la tarde juntos fue bastante incómodo debido que ahora el ensimismado era él.
—¿Por qué simplemente no hablas con él?
Mi pregunta repentina lo sacó de sus pensamientos. —¿Con quién o qué?
Que se hiciera el ingenuo no le quedaba nada bien. —¡Con Ángelo!
El torció los labios y comenzó a jugar con su cuchara entre los macarrones con queso. —No tengo nada que dezirle.
—Entonces él tiene algo que decirte a ti.
Los ojos verdes se clavaron en mi con dureza. —Nadie tiene que dezirle nada a nadie.
—Puede ser... —Le sostuve le mirada. —Pero quizás alguien quiere decir o escuchar algo. —Suspiré y me recargué en el respaldo de mi silla. —Shura, es un lindo día, el sol brilla, el clima es fresco, no estamos bajo ataque, hasta hay unos reporteros que andan documentando como vivimos aquí. —Él arqueó sus cejas al no comprender la relevancia en eso último. —Eso no importa. Lo que importa es que tú y él no lo están pasando juntos.
—¿Y? —Shura se inclinó sobre la mesa para susurrar. —No somos pareja y ya te dije que él no me gusta.
—Ya lo sé, pero son amigos, como hermanos, y los hermanos no deberían separarse cuando hay una... —No, definitivamente Afrodita no era una mujer. —...persona en medio.
Shura desvió la mirada.
Yo aproveché que vi a Kanon pasando con una botella de Tequila a mi lado para tomarla. —¿Podrías regalarme un poco?
El sargento me miró con enfado, yo le sonreí lo más lindo posible con la esperanza de ablandarle el corazón. Suspiró con desgano. —Está bien. Yo no debería estar mezclando cosas y no quiero que cejitas se enfade de nuevo y me deje otro moretón en la cara. —Dijo sobando su mejilla donde aún quedaba un poco del hematoma al que se refería, parecía que en el evento de entretenimiento que tuvieron mientras nosotros estábamos en la enfermería se descontroló de más. —Quédatela.
Yo le sonreí victorioso al español con la botella en mano mientras Kanon se alejaba. Tomé el vaso de Shura, me tomé el agua que le quedaba y después abrí la botella, sirviendo en volumen lo que sería aproximadamente el equivalente a un caballito. —Uno de ustedes tendrá que dar el primer paso. —Dije ofreciéndole de vuelta su vaso.
—¿Con alcohol?
—No lo veas así, velo como "sinceridad".
El achicó la mirada. —¿Y por qué tengo que ser yo si el que me está evadiendo es él?
—Porque tú eres el más maduro de los dos y te toca poner el ejemplo. —Le quité su plato de comida y dejé el vaso servido frente a él. —Vamos...
Shura tomó el vaso con sus largos dedos, cuando inhaló el fuerte aroma su nariz se arrugó. —Te recuerdo que tengo menos de 21 años de edad. —Sonrió de lado pues ambos sabíamos que eso no lo había detenido para ingerir alcohol en el pasado. —Eres una mala influenzia.
Y así se fue uno, dos, tres... y hasta 4 tragos grandes de tequila. Yo lo miraba con toda la atención del mundo, y no, no tomé con él porque podía ser una mala influencia, pero también era responsable, debía mantener todos mis sentidos alertas para cuidarlo.
Para mi sorpresa, el alcohol no estaba teniendo el efecto que esperaba en él. Si, su rostro se veía más relajado, las comisuras de sus labios estaban ligeramente alzadas y su cuerpo fuerte se veía flojito, pero estaba más callado de lo normal. Quizás y había sido una mala idea.
Shura tomo de nuevo la botella, se sirvió a sí mismo en el vaso y después de beberlo de un trago lo azotó contra la mesa de plástico. —Está bien... —Se puso de pie rápidamente y después parpadeó en lo que la visión dejaba de darle vueltas. —Vamos.
Lo miré sorprendido. —¿Yo también? —Sé que debía cuidarlo, pero tampoco me quería meter tanto en lo que fuera a pasar con ellos.
—Claro... —De nuevo se inclinó hacia la mesa para susurrar, solo que ahora no se veía nada molesto. —Si el tendrá a su Afrodita a su lado yo quiero que tu... —Me señaló con el índice. —... estés del mío.
Sentí una extraña calidez en el pecho ante su comentario, pero ni tiempo me dio para darle importancia pues Shura comenzó a alejarse y yo no podía quedarme atrás si contaba conmigo, solo tuve la oportunidad de llevarme la botella conmigo.
No tardamos mucho en dar con ellos, ni siquiera los tuvimos que buscar, era obvio que estarían en el lugar en él que siempre acostumbrábamos a pasar el rato, detrás de la sombra de aquella camioneta inservible, escondidos de todos los demás. Cuando llegamos Ángelo y Afrodita estaban ahí sentados sobre el pasto, hombro con hombro, era posible que el rubor en sus mejillas no anunciara nada decente entre ellos, pero el rubor en la piel del español era mucho más potente gracias al alcohol que circulaba por sus venas.
Hubo un silencio incomodo con nuestra llegada. Habíamos interrumpido algo, pero no me sentía bien al sentir que sobraba ahí, e imaginé que a Shura tampoco le agradaba esa sensación, no con su mejor amigo, a quien miraba fijamente desde arriba. Ángelo estaba con los brazos cruzados sobre sus rodillas.
La tensión entre ellos era sumamente palpable, ambos se miraban fijamente a los ojos, verdes contra azules, en completo silencio desafiándose, ¿a qué? No tenía idea, pero ambos estaban expectantes, la ansiedad se reflejaba en los ligeros movimientos de las puntas de sus dedos.
La brisa del otoño revolvió todos nuestros cabellos incluido a los lazos de mi vincha roja; cuando una bolsa de papel salió de debajo de la camioneta y pasó entre ellos me sentí como en una película del viejo oeste. Afrodita rodó los ojos con fastidio ante la situación y se levantó para ir por la bolsa antes de que terminara en las profundidades de la selva.
El de cabellos negros por fin apartó la mirada, todos miramos con atención como sacaba una cajetilla de cigarros del bolsillo frontal de su pantalón con camuflaje, le pegó en el fondo y después sacó uno para encenderlo y alzó el rostro para que todo el humo que exhaló se fuera directo al cielo de la tarde.
—¿Alguien gusta? —Preguntó con su típica seriedad, como si nada hubiese pasado, mientras sostenía el cigarro encendido en la mano.
Ángelo dejó de estar de brazos cruzados para estirar la mano ante su oferta con una sonrisa de suficiencia, parece que esa sencilla oferta era lo suficientemente buena para romper el hielo entre ellos. —¿Por che no se sientan? —Preguntó señalando todo el pasto que había a nuestra disposición.
Yo apenas me agaché 3 centímetros, pero la mano de Shura me hizo enderezarme cuando me jaló de la manga corta de mi playera verde, después sus ojos verdes miraron al pasto y achicó la mirada para inspeccionarlo lo mejor que podía desde esa distancia. No sé si llegó a ver algo, pero cuando hizo cara de asco recordé que horas antes el italiano y el intérprete se habían dado demasiado afecto en ese sitio.
—Ey... —Ángelo agitó su mano para captar la atención de Shura, su entrecejo se frunció al ver que sus ojos tardaron más de lo normal en volver a mirarlo. —¿Ché le succede a la capra?
—Puede que sea esto. —Alcé la botella de alcohol, provocando una enorme sonrisa en los ojos del italiano, hasta podía jurar que sus ojos brillaron, de un brincó se levantó del piso para quitarme la botella y pegarle un trago. No le reclamé nada, después de todo yo se la había arrebatado a Kanon.
—¿Gusta? —Volteó el moreno, ofreciéndole la botella a Afrodita, quien negó con un gesto educado. Ángelo bufó y le dio otro trago.
Yo los miré con curiosidad, definitivamente ellos juntos no me cuadraban, aunque sinceramente tampoco tenían que hacerlo, ya había aprendido que por respeto nada de eso era mi asunto.
—Vamos... Siéntense. —Insistió. —Si mi intencione es embriagarme necesito estare cómodo.
El agarre del puño de Shura en la manga de mi playera se hizo más fuerte, volteó a verme, su mirada me decía algo. Ah, sí era cierto, yo era su refuerzo. —¿Y si nos vamos a sentar a uno de los troncos que está por la cocina? Habrá comida y cerveza cerca.
Ángelo y Afrodita se miraron, el primero sonrió emocionado y el segundo se encogió de hombros.
Apenas me di la vuelta para comenzar a andar escuché unos pasos apurados sobre el pasto acercándose, eran de Afrodita, quien me tomó del brazo con suavidad.
—Tú y yo nos adelantaremos un poco.
Me sorprendió su pedido acompañado de un guiño y que me obligara a caminar a prisa para acompañarlo, pero cuando me percaté que habíamos dejado atrás a Shura y a Ángelo tuvo bastante sentido. Lo sabía, sabía que ellos tenían que hablar y al parecer no era el único que pensaba de esa forma.
Encontramos unos troncos disponibles que formaban un cuadrado donde solo se encontraban Milo y Camus comiendo, preguntamos si podíamos acompañarlos y ellos asintieron sin darle mucha importancia. Les ofrecí de la botella que andaba paseando conmigo por todos lados, pero no quisieron, parece que esa solo la compartirían los amigos europeos que no tardaron mucho en tomar camino para alcanzarnos. Cuando Ángelo rodeó los hombros del español en un abrazo y este sonrió ligeramente me sentí bien. Definitivamente era un hermoso día.
—¿Sabes cuál es mi comida favorita? —Preguntó Camus, retomando su conversación con Milo. —La Francesa, es deliciosa y refinada.
—Pfff. —Con un bufido Ángelo anuncio su llegada junto a Shura, Milo entrecerró sus ojos al verlos sentarse entre Afrodita y yo. —Deberías probar la italiana. La comida francesa comenzó a tener relevancia porche Catalina de Medeci se casó con un príncipe francése, un tale Enrique. —Agitó su mano en el aire con desdén. —Ella llevó ingredientes y sus chefs a Francia porche no gustó la comida de ahí.
—Eso puede ser cierto, pero también los franceses debieron agregarle lo suyo, de lo contrario no tendría el reconocimiento que tienen ahora. —Respondió Camus con calmada educación.
Milo asintió haciéndole segunda, sus ojos brillaban, parecía que la personalidad tan elegante y culta de Camus lo apantallaba.
Yo volteé a ver a Shura, quien seguía con las mejillas sonrojadas y la mirada ausente, las comisuras de sus labios seguían elevadas en una adorable sonrisa. —¿Qué hay de la comida española?
Shura alzó los ojos para encontrarse con los míos que lo miraban con interés. —A diferencia de otros. —Miró al italiano. —La comida española no usa tantas especias, es buena con todo y su simplicidad. Definitivamente es mejor que la americana.
Milo rodó los ojos. —Si es así, ¿por qué mejor no te regresas allá a comer tacos?
—Eso es de mexicanos, idiota.
—Uhhh. —Afrodita y Ángelo acentuaron la replica y la ofensa del español en conjunto, seguido de unas pequeñas risas burlonas cuando el rostro de Milo se puso rojo de coraje.
—Al diablo. —Milo se puso de pie molesto. —Me niego a pasar tiempo con ustedes por gusto. —Volteó a ver a Camus, quien acababa de tomar otro bocado de sus macarrones con queso. —¿Nos vamos?
El médico nos miró a nosotros y después a Milo achicando la mirada. —Yo no tengo inconveniente en pasar tiempo con ellos.
Milo gruñó por lo bajo, tomó sus pertenencias y nos fulminó con la mirada (en especial a Shura), deteniéndose junto a Camus quien permanecía inmutable. —Traidor... —Murmuró antes de alejarse de nosotros, caminando en dirección a nuestra tienda del pelotón.
—No sé porché se inoja tanto —Ángelo miró a la botella de tequila antes de darle otro trago grande. —Los mexicanni también hacen cosas buenas.
Todos sonreímos tratando de dejar el momento amargo atrás, aunque el suspiro de Camus no nos lo permitió.
—Debería ir con él, ¿verdad? —Preguntó refiriéndose de Milo.
Shura y Ángelo asintieron. —Milo es muy rencoroso.
—¡Aunque lo pareciera no tienes porqué disculparte, Camus! —Agregó Afrodita. —Dale la vuelta al asunto. Sé que eres listo, puedes encontrar la forma para que ese inmaduro te pida perdón de rodillas.
De nuevo Camus achicó la mirada mientras pensaba en todo lo que acababa de escuchar. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Estiró la mano hacia Deathmask, quien tenía aun la botella. —Creo que si les aceptaré un trago, por favor. —Angeló le pasó la botella, y después de darle un gran trago y hacer una mueca de disgusto por el fuerte sabor se puso de pie. —Nos vemos más tarde.
Mientras el medico se alejaba yo me acerqué a Shura. —¿Ves? —Llamé su atención con un discreto susurro, provocando que él se acercara a mí para escucharme mejor. —Te lo dije, siempre al más maduro le toca dar el ejemplo.
Shura no respondió nada, pero bien dicen por ahí que el que calla otorga.
Continuamos pasando el rato de forma amena a la mitad del campamento, Ángelo se dio una vuelta para conseguir unas cosas, cuando volvió trajo consigo a Aldebarán, quien llevó unas rebanadas de pan dulce (no era una botana, pero era mejor que nada y definitivamente eran bien recibidas), y de paso también se trajo su guitarra. Shura no dejó de echarle en cara al italiano que solo se sabía una canción, Aldebarán se reía por la burla porque sabía que era cierto, en cambio a Afrodita no le molestaba, lo escuchaba tocar y cantar con gusto, yo terminé por unirme a los que tomaban de la botella, afortunadamente alcancé un poco antes que ellos se la terminaran.
Cuando nos la estábamos pasando mejor llegó una chica de los reporteros, usando el típico pantalón color beige, una camisa blanca y unos lentes de sol grandes de aviador, de su cuello colgaba una cámara instantánea, el cabello castaño lo tenía suelto sobre sus hombros.
—Chicos, ¿les puedo tomar una foto? —Preguntó alzando la cámara en su pequeña mano.
Honestamente no sabía si eso era buena idea, era bien sabido que la opinión acerca de la guerra en ese momento estaba bastante dividida, o la apoyaban o protestaban contra nuestra intervención, si era una publicación de apoyo estaba de acuerdo en salir en ella, pero si era de la segunda de seguro escribirían que éramos unos vagos entre otras cosas y en eso no quería que apareciera mi rostro. Sin embargo, ni oportunidad tuve de averiguar de qué sería el artículo, Deathmask y Afrodita exclamaron emocionados y ya esta se habían pasado un brazo sobre los hombros del otro, después Aldebarán hizo lo mismo, a la derecha del interprete. No les iba a aguadar la fiesta así que sonreí antes de pasar un brazo sobre los hombros del español a mi lado, quien volteó a verme justo antes que saliera disparado el flash de la cámara.
—Mmm... El chico de cabello negro salió mirando a otro lado. —Se acercó a él para entregarle la fotografía instantánea.
Shura ni siquiera nos permitió mirarla, rápidamente la metió en el bolsillo de su camisa.
—Ahí va de nuevo, esta vez todos miren para acá. —Colocó el lente contra su ojo derecho. —Digan "cheese".
Todos dimos nuestra mejor sonrisa. La chica volvió a acercarse a nosotros para mostrarnos la foto, de nuevo se la entregó primero al español. Todos salíamos muy bien, era un bonito recuerdo que yo también quería tener.
—¿Crees que puedas regalarnos otra foto? —Pregunté con suavidad.
Ella negó con la cabeza. —Lo siento, entre más fotografías buenas presente mejor me pagan.
Sonreí con tristeza. —Entiendo, gracias. —No le iba a insistir.
—¿Y si nosotros te la pagáramos? —Se apuró a cuestionar Afrodita.
—Tu pide lo che quieras, bella. —Agregó Ángelo, quien la miró con picardía. —¿Ché ti parece un beso? Tienes de donde elegir. —Acentuó señalando a todos los presentes.
A la camarógrafa se le iluminó el rostro. —De acuerdo. —Sonrió la castaña. —Pero tiene que ser un buen beso.
Yo miré a todos compañeros, Aldebarán estaba comprometido y Dios sabía que él había hecho todo para respetar a la mujer que lo esperaba pacientemente en casa e imaginé que Ángelo y Afrodita bateaban del mismo lado que lo hacía Shura.
—Me gusta el chico de cabello negro.
Mis ojos se abrieron de golpe.
El volteó a verme, mirándome con su expresión seria. —¿En verdad quieres esa foto?
Mis manos apretaron mis rodillas. —Si, pero no... —No quería que Shura hiciera algo así solo por mí, sin embargo, ni pude terminar mi oración pues él ya se había puesto de pie.
La chica se sonrojó al percatarse de lo alto que era el español, fácilmente había una diferencia de más de 20 centímetros, cuando estuvieron frente a frente, con él mirándola fijamente a los ojos a través de sus lentes de sol, ella se mordió el labio inferior por los nervios. En cambio, todos nosotros observábamos con suma atención, yo no me perdí de ninguno de los detalles, estaba absorto en cada cosa que él hacía, como la punta de sus dedos acomodaron su cabello largo y ondulado detrás de sus orejas y después recorrieron la línea de su delicado mentón para guiar su rostro a la altura correcta e inclinarse lentamente sobre ella, cerrando los ojos antes que los labios de ambos se encontraran en un beso suave.
Mis labios se separaron ante el asombro.
Cuando Shura profundizó el beso Deathmask aulló eufórico, Afrodita le echó porras y Aldebarán aplaudió. Yo contuve el aire mientras me quedé absorto en la forma en la que sus labios se movían con los de ella, acariciándose, jugando entre ellos de la misma forma en la que seguramente lo hacían sus lenguas en la oscuridad, como ella se aferraba de sus hombros anchos buscando la cercanía de su cuerpo que afortunadamente no podía lograr gracias a la cámara que se interponía en su camino. Durante los largos segundos que duró ese sensual espectáculo mis mejillas hormiguearon. Cuando se separaron ella se puso de puntitas, estirándose hacía el, no lo quería dejar ir, pero él la sujetó de los hombros para impedírselo.
—¿Esto cubre la cuota? —Preguntó con un tono suave y profundo, regalándole una de sus bonitas y sencillas sonrisas de lado.
La camarógrafa solo asintió, tenía las mejillas sonrojadas y las piernas apretadas y temblorosas. —Ten... Dale esta a tu amigo, yo les tomaré una nueva para mí. —Le entregó la foto que había guardado para su trabajo y también una tarjeta de trabajo. —Cuando vuelvas a América puedes llamarme.
Shura se sonrojó ante el comentario, aceptó las cosas con una tímida sonrisa. Cuando él volteó para volver a su asiento a mi lado tragué duro pues sus ojos se encontraron con los míos. Yo desvié la mirada, apenado, sobre todo por el calor que había viajado hacia el sur de mi cuerpo. Al entregarme la foto que había obtenido para mí apenas y lo miré, solo alcancé a susurrar un tenue agradecimiento.
Estaba azorado.
¿Qué demonios acababa de pasar?
*-*-*-*
Hola! Lamento la demora en actualizar y si hay errores en el capítulo lo escribí con una perrita que no se quería bajar de mis piernas xD.
También otro motivo de la demora es pq nunca antes me había tomado el tiempo para plasmar lo confuso que puede ser pasar del amor a la amistad, pero espero que el resultado sea agradable.
Saludos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro