14
Los días pasaban y con ellos menos esparadrapos cubrían mi piel. Mis heridas dolían menos, yo las palpaba con cuidado, a veces me daba miedo pensar que alguno de los fragmentos que me atravesaron se hubiesen quedado incrustados, pero si fuera así me dolería al tocar alguna zona, ¿verdad?
Cielos... Me preguntaba si Shura compartía ese mismo miedo.
Afortunadamente las enfermeras aceptaron que me cambiaran a la cama vacía junto a mi amigo español. En un inicio no quisieron acceder, me mandaron por un tubo, pero, curiosamente cuando Shura lo habló con ellas terminaron por acceder. En un inicio no entendí porque con él si accedieron y conmigo no, hasta que caí en la cuenta que él era un hombre mitad español, mitad japonés, con un bonito acento seductor... ¡Por supuesto que él resaltaba entre los soldados americanos! Y obviamente las enfermeras no eran inmunes a ese hombre de belleza exótica; aunque Shura era una persona que hablaba poco con los demás se notaba a leguas que se derretían cada que él les dirigía la palabra.
En fin... No tenía porqué quejarme, al final había conseguido lo que quería, alejarme del imbécil de Algol y acercarme a mi amigo.
Su cercanía me hacía bien, me ponía de mejor humor y hacía más llevadero el periodo de recuperación, nos la pasábamos viendo televisión juntos, leyendo, jugando cartas.
Sin embargo, mi energía estaba volviendo y con ello mi impaciencia por estar siempre en el mismo sitio apareció, estaba harto de estar en el centro médico, pero no me darían de alta hasta que las heridas hubieran sanado lo suficiente como para retomar mi servicio. Lo peor era que ese lugar no era nada divertido para merodear. Varias veces cuando me tocaba ir a mis revisiones con el médico observé a los otros soldados en los otros cuartos, algunos incompletos, otros quemados, otros en estado catatónico, y aún peor era el olor, sudor combinado con heridas abiertas, supurantes, carne achicharrada y pañal usado.
Eran las vacaciones forzadas más horribles de mi vida, lo bueno es que no estaba solo, Shura estaba conmigo, aunque si él no hubiese resultado herido estaría más feliz... Maldito coreano desafortunado, nos arrastró en su mala suerte.
Cuando volvía con unos conos de nieve para que ambos lo comiéramos en el comedor me percaté que había otro soldado frente a él, que me esperaba pacientemente en nuestra mesa. Mis cejas se fruncieron inmediatamente, sin embargo, actué con cautela y me acerqué sigilosamente a ellos, solo para primero asegurarme que todo estuviera bien.
—Soldado Cabrera, esto es para ti. —De su bolso de cartero sacó un sobre que se lo entregó al pelinegro. Pero claro, se trataba de un cartero, me relajé al instante.
—Grazias... —Shura aceptó la carta en voz baja y agachó la mirada cuando el soldado lo miró con curiosidad por la manera peculiar en la que pronunció esa palabra.
—Si... De nada.
—¿Todo bien? —Por supuesto que yo iba a meterme, también le ofrecí su helado a Shura.
Shura alzó la mirada al escuchar mi voz y él también se relajó, sobre todo cuando el cartero por fin se alejó, aceptó el helado. —Si... —Le dio la vuelta al sobre para ver quién era el remitente, sus ojos brillaron al ver el nombre y después una amplia sonrisa se formó en su rostro, una de esas que eran raras si la comparaba contra las sutiles de siempre, estaba emocionado.
—¿Otra carta de tu mamá?
El negó y me enseñó el sobre para que lo viera con mis propios ojos, me quedé asombrado al leer el nombre en una hermosa letra cursiva. —¿Ángelo Granchio?
—Así como lo ves, mi estimado.
Yo me senté a su lado. —No sabía que Ángelo escribiera tan bonito.
—No lo haze...
Como noté que Shura batallaba para abrir el sobre con una mano tomé su helado para que tuviera más habilidad con ambas manos.
—Grazias. —Rápidamente abrió el sobre. —De hecho él no sabe escribir bien, por eso yo escribo todas sus cartas, alguien lo debe estar ayudando, quizás Aldebarán. —Cuando desdobló el papel sus delgadas cejas se curvearon por el asombro.
En la hoja solo estaba lo siguiente:
Octubre, 3, 1966
Shura:
¿Están vivos?
Atte. El italiano.
Pero lo más sorprendente es que con tanto espacio vacío el resto estaba lleno de dibujos de florecitas.
—Vaya, esto si es una sorpresa. —Una sonrisa socarrona se dibujó en su rostro y después rio de manera burlona.
—¿Qué sucede? —Pregunté después de darle una lamida a los contornos de ambos helados.
—Alguien se está divirtiendo... ¿No era uno de esos helados mío? —Preguntó después de percatarse de mi acción.
—Ah, si... Perdón, pero se estaban escurriendo. —Sonreí de manera inocente. —Si te molesta puedo ir por otro cuando termine con estos, aunque te recuerdo que hemos compartido muchas veces las cantimploras.
—Mmm... —Y con semejante argumento en su contra terminó tomando el helado más grande.
Sonreí. —¿Ahora me puedes explicar quién se está divirtiendo?
Shura dejó la carta entre los dos sobre la mesa para que yo también pudiera observarla. —La persona que escribió esto no dejó nunca que Deathmask tocara la hoja.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Pregunté mientras seguía comiendo mi helado.
—Porque de ser así, y esto lo digo porque lo conozco muy bien, el hubiera dibujado algún pene para contrarrestar tantas flores y, por otra parte, le molestaría enviar algo en su nombre con una presentazión tan... afeminada.
—Vaya... —Eso era algo que si podía creer con facilidad. —Pero ¿Y si Ángelo nunca vio la carta? Puede ser que solamente pidió que se la escribieran y dio sus datos de remitente para que la enviaran de su parte.
—Aioros, si yo me tomara todo el tiempo de dibujar esta tontería que sé que lo va a molestar te juro que me aseguraría que lo viera, aunque sea una sola vez, sino no es divertido.
—Vaya... Tu y el verdadero escritor de la carta son malvados. —Di una larga lamida a mi helado.
—Si... —Shura desvió la mirada, le dio una lamida a su helado y después una sonrisa traviesa apareció en su rostro. —Pero no tanto como el malvado que le hizo llaves de lucha grecorromana mientras estaba desnudo.
Mis labios se estiraron ante su comentario, no había forma alguna de responder contra eso. —¿Eso me seguirá hasta el día que muera, cierto?
—Y todo por una toalla. —Me dio unas palmaditas en la espalda.
Yo quería dejar el tema atrás, seguir comiendo mi helado con tranquilidad, no era de algo de lo que estuviera orgulloso así que tampoco era algo que quisiera tratar, sin embargo, pude escuchar que una pequeña risita provino de mi lado, cuando volteé a ver al español, su rostro estaba todo rojo, su mano libre cubría su boca en un intento por aguantar lo más callado posible, pero el tembladero de sus hombros lo hacía evidente.
—¡Shura, basta! —Le rogué apenado, no quería que siguiera recordando eso.
—¡Lo siento! —Se dobló hacia adelante mientras reía. —Es solo que es tan chistoso... —Se pasó por la mano por el rostro y después se dio unas palmaditas para recuperar la compostura, suspirando después de que sus ojos se volvieran a posar en la carta de su amigo. —Más le vale a Death estar vivo cuando volvamos.
Eso era en algo en lo que no había pensado en lo absoluto.
Mientras Shura y yo estuviéramos ahí nuestro pelotón seguiría operando, arriesgando la vida, y existía la gran posibilidad que cuando volviéramos algo les hubiera pasado. Los rostros de mis compañeros se fueron dibujando en mi mente, Aldebarán, Ángelo, Afrodita, Saga, Kanon, Camus y Milo. Pasé saliva, no me llevaba del todo bien con todos, pero definitivamente no quería que nada les pasara, en los meses que llevaba ahí ellos eran mi equipo, éramos una familia de hermanos que peleábamos por la misma causa, aunque tuviéramos motivos variados.
El miedo que se reflejaba en los ojos olivos me encogió el corazón. —Descuida, Shura... —El aludido alzó la mirada para verme. —Ángelo estará bien, ya sabes lo que dicen, "Hierba mala nunca muere".
Shura sonrió ante más palabras, me hizo sentir tan bien regresarle su sonrisa. —Tienes razón, en el infierno no deben de quererlo.
Sonreí junto a él.
Los días siguieron pasando en el área de enfermería.
Fue una enorme sorpresa para mi que en ese lugar también llevaran ocasionalmente bailarinas exóticas para nuestro entretenimiento. Afortunadamente, a diferencia de las veces que me había tocado observarlas con los soldados sanos, esta vez nadie terminó golpeando a otro, todos permanecimos en nuestros asientos, los chiflidos y aullidos no faltaron, pero creo que nadie estaba en las mejores condiciones como para querer pelear por una bailarina.
Shura estaba a mi lado. Me costaba un poco creer que no le gustaran para nada las mujeres, sobre todo una como la que estaba sobre el escenario haciendo su numerito, era una chica exuberante y los movimientos sugestivos eran demasiado seductores. Podía sentir el calor en mis mejillas, el cosquilleo que bajaba por mi cuerpo. ¿Realmente alguien podía ser inmune a eso?
Miré de reojo a mi compañero, su mirada estaba fijo en ella y su rostro estaba ligeramente sonrojado, pero conociéndolo, con lo penoso que era el se pondría colorado ante la desnudez de quien sea.
Mis ojos comenzaron a bajar sutilmente por su cuerpo en un intento por responder a mi pregunta, ¿realmente era inmune a los encantos de una mujer? Sin embargo, antes de llegar a mirar en donde me podría asegurar de si la respuesta era "si" o "no" desvié la mirada. Mis mejillas se pusieron más rojas al darme cuenta que tuve toda la intención de mirar hacia su entrepierna. Sacudí la cabeza para recuperar la compostura, llamando la atención del español, que me miró con curiosidad por unos instantes antes de volver a mirar el show.
Me pregunté que tipo de hombre le gustaría a Shura.
¿Uno como él? Serio, callado, inteligente. ¿O quizás lo contrario? Bien decían que los opuestos se atraen. Alguien impulsivo, bromista, quizás ingenuo...
Cuando caí en la cuenta alcé una de mis cejas y recordé el primer show de entretenimiento, los ojos de Shura jamás habían estado fijos en las bailarinas en aquella ocasión, siempre estuvieron fijos en un solo hombre...
Ángelo
¡Pero claro!
Shura tenía que cuidarme a mi por obligación, pero con el italiano era por mero gusto, lo procuraba muchísimo, le dio un bonito regalo hecho con sus propias manos para su cumpleaños, cuando vio que recibió una carta de su parte su rostro se iluminó como jamás lo había visto antes, y cuando temió que al volver él podría ya no estar ahí me pude percatar que hubo un profundo dolor en su corazón. También recordé que una vez vi como Ángelo lo besaba en la mejilla y después Shura terminó todo rojo y apenado.
Tenía que estar en lo correcto...
A Shura le gustaba Ángelo.
*+*+*
Capítulo cortito, perdónenme, me he estado volviendo loca con situaciones personales. ¡Saludos!
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