12
La sangre me hervía, mi cuerpo estaba tenso y eso era malo para mis músculos heridos, dolían, pero el dolor en mi pecho era más grande, me abrumaba, no me dejaba pensar con claridad, y con cada paso que daba, con cada centímetro que me acercaba a él, dolía más.
Él estaba distraído, mirando hacia la pequeña televisión colgada en la esquina cercana a su camilla, estaba tan absorto en las imágenes que transmitía que no me veía venir. Miré hacia la televisión para averiguar qué era lo que tanto llamaba su atención, era un noticiero americano que transmitían las imágenes de un disturbio entre civiles contra policías.
"Continúan las manifestaciones de la comunidad LGBT contra la violencia "injustificada" por parte de los policías en la zona Nueva York." Mencionó el reportero en el lugar de los hechos.
Mis ojos se abrieron de golpe al ver en la protesta a transexuales, drag queens, afeminados entre otros de dudoso género y profesión, siendo agredidos por el escuadrón antidisturbios de la ciudad, los estaban moliendo a golpes, pero los manifestantes no se rendían, cuando vi en uno de los carteles de la protesta la frase "Queremos vivir nuestra homosexualidad libremente sin ser asesinados" me quedé perplejo.
Tragué duro ante las imágenes, había estado tan absorto en ellas que ni siquiera me di cuenta del momento en el que llegué a estar frente a la camilla de Shura, a quien miré de reojo lo más discretamente posible, quien miraba con expresión sería al televisor, incluso algo aburrido, sin embargo, algo en sus ojos reflejaba su pesar mientras veía las noticias de lo que estaba sucediendo en casa.
Volví a mirar a los miembros de la comunidad, Shura no podía ser uno de ellos, él era tímido, callado, no una loca; era valiente, fuerte e intimidante, no un maricón.
El rumor era falso, tenía que serlo...
—¿Aioros?
Su voz me sacó de mis pensamientos y me dejó helado. Volví a mirarlo y ahí estaba él, el soldado que había rematado al vietnamita cuando yo no tuve el coraje para hacerlo, mi compañero que me había transmitido todo su conocimiento para sobrevivir y ser un mejor soldado, el amigo que me había consolado cuando inconscientemente le arrebaté la vida unos niños y quien me dio un buen consejo para recuperar mi relación con mi familia a pesar de los miles de kilómetros que nos separaban, ese era Shura, era un buen hombre y yo lo apreciaba, tenía todo mi respeto.
¿Qué demonios se supone que había ido a hacer?
—¿Qué... —Shura volteó a ambos lados, no había nadie cerca de nosotros en las camillas a su alrededor. —¿Ocurre algo?
Mis labios se separaron ante su pregunta más de ellos no salió respuesta alguna, cuando comenzaron a temblar los relamí en un débil intento por calmar mis nervios.
Los ojos verdes del español me escudriñaban, me miraban preocupado y mi silencio no hacía más que empeorar la situación, aumentaban su curiosidad.
—¿Hay algo que me quieras dezir?
Rei ante la ironía... ¡Yo debía ser quien lo alentará a decirme las cosas? Pero ¿y si no había necesidad? Porque así lo era, no había necesidad si el rumor era falso.
Lo era...
Pero tenía que confirmarlo.
—Shura... —Me acerqué a él y me senté en el borde de su camilla, sus ojos se agrandaron al escuchar mi voz, el brillo que emanaban de ellos al tener toda su atención me sobrecogía. —¿Confías en mí?
El sonrió ligeramente de lado, ligeramente ofendido ante mi pregunta. —¿Lo dudas después de todo lo que hemos pasado como compañeros?
—No me refiero a si confías en mi como soldado, me refiero a si confías en mi como persona, como tú amigo.
Ahora fue él quien pasó saliva, compartir sus emociones era algo que le costaba mucho, ni se diga de sus sentimientos; la profundidad que conllevaba mi pregunta lo incomodó, sin embargo, después de un breve silencio respondió con firmeza. —Si.
Sonreí complacido. —¿Crees que los amigos deban contarse todo?
—No.
Mis cejas se fruncieron en desacuerdo pues no escuché lo que quería. —¿Por qué no?
—Hay cosas que es mejor callar, cosas que pueden lastimar a otros.
Y aunque su boca parecía llena de razón, me negaba a entenderlo.
Quería que él fuera tan transparente conmigo como lo era yo con él, sin embargo, eso era imposible, Shura apenas demostraba sus emociones, sus sentimientos, pero yo sabía que detrás de su fachada de estoicismo y sus ojos fieros se escondía alguien profundo, lleno de emociones ocultas y sensibilidad.
—Entiendo, pero no comparto ese pensamiento. —Sus delgadas cejas se alzaron ante mi comentario. —Y no quiero molestarte, definitivamente no quiero y no lo mereces, pero... —Recordé las palabras de mi vecino de camilla y de nuevo comenzó a bullirme la sangre. —Agh... —Pasé mis manos por mi cabello castaño y lo estiré hacia atrás, por tonto olvidé la lesión entre mi cuello y mi hombro más el tirón de la zona me lo recordó. —Lo siento... —Con mi izquierda cubrí mis ojos y en mis adentros me reí de mí mismo, de lo ridículo que estaba siendo. —No sé que es lo que digo, ni que es lo pienso o quiero hacer y ni siquiera sé porque te molesto con esto, es una tontería.
—¿Realmente es una tontería si te pone así de mal y crees que me molestarías? Aioros, ¿qué suzede?
O él era muy perceptivo o yo era muy jodidamente transparente, quizás un poco de ambos.
Ocultar cosas era demasiado difícil para mí, simplemente quería soltarlo todo, dejar de esforzarme en retenerlo, y si lo hacía todas mis dudas y mis angustias se desvanecerían. —Tengo a un idiota como vecino de camilla y estábamos hablando, yo le hablé de ti y mencioné que eras español ...
—¿Qué tu... Hiziste qué? —En cuanto escuchó mis palabras su cuerpo se inclinó hacia atrás contra la almohada en su respaldo y después desvió la mirada hacia la nada. Su rostro permaneció serio, pero su piel palideció, lo delataba, al parecer no le agradó nada que mencionara su nacionalidad a alguien más. —Genial... —Continuó con un tono abatido. —Cuatro días de guardar silenczo para ocultar mi azento se fueron a la basura. —Sus puños se cerraron con fuerza, estrujando la sabana blanca que cubría su camilla. —Maldizión, Aioros, no quería que nadie más supiera eso de mí.
—¡No sabía que debía ser un secreto! Nunca lo mencionaste.
—No esperaba que te pusieras a hablar de mi con alguien más.
—¿Por qué no? Eres mi amigo, te aprecio, eres genial y estoy orgulloso de conocerte; ¡obviamente iba a hablar de ti!
Sus mejillas dejaron de ser pálidas debido al sonrojo que le provocó mis palabras.
Yo pasé saliva.
Siempre había encontrado tierno cuando Shura se sonrojaba por lo contrastante que era por la dureza de su personalidad, pero algo había cambiado, esta vez cuando él se sonrojó provocó que yo también me sonrojara. Podía sentir la sangre en mis mejillas, el calor, me causaba un ligero cosquilleo así que no pude evitar rascarme la izquierda.
Pero nada me iba a detener en obtener respuestas.
—Tienes que ser honesto conmigo, Shura... — Puse ambas manos sobre la cama y me incliné un poco hacía él. —...Creo que me lo debes. —Pero el seguía hundido contra la almohada y con la mirada desviada en un claro deseo de evadirme. No me importó. —El motivo por el que no te gusta hablar con los demás no es porque se burlan de tu acento, es porque no quieres que descubran que eres español porque te liga a ese estúpido rumor, ¿verdad?
Su mirada siguió perdida, su rostro rígido se esforzaba por ocultar el caos que se desataba en su mente, pero el agarre de sus puños fue mas fuerte por un par de segundos hasta que dejó de hacer fuerza después de un largo suspiro resignado. —Es por ambos motivos, Aioros, pero si... Prinzipalmente es por el rumor, por ello no quiero que me escuchen hablar y me mantengo lejos de todos, no quiero problemas.
—Claro, ya decía yo que me parecía injusto. —Y ahora estaba enfadado pues al ignorar la verdad y haber actuado a ciegas me molestaba, me hizo sentir como un tonto. —Tu inglés es bueno, solo pronuncias raro algunas letras y a veces conjugas mal en pasado, pero es mucho mejor que el de Ángelo. —Ahora fueron mis puños los que apretaron la sabana bajo ellos, sin embargo, la tensión en mí duró poco. —Pero no importa, es un estúpido rumor. —Espeté eso último y sonreí. —Y cuando sepan la verdad te dejaran en paz. —Sin embargo, Shura seguía sin mirarme, y que su semblante se oscureciera esfumó mi sonrisa confiada. —Es mentira, ¿verdad?
Shura volvió a suspirar al percatarse que sus silencios no lo liberarían de mi, ni de mi insistencia, estaba incomodo y acorralado, no podía leer su mente, pero estaba seguro que durante sus silencios se debatía que acción tomar. —¿Puedo saber que escuchaste?
Mis cejas se fruncieron en cuanto recordé las palabras de aquel idiota, no quería usar sus precisas palabras. —Que eras homosexual y que... Aflojabas con cualquiera.
Shura se sujetó a si mismo del brazo, como si quisiera abrazarse a si mismo, o quizás escudarse tras su extremidad herida parchada con esparadrapos. Sus ojos verdes salieron de su ensimismamiento y miraron en dirección hacia mi camilla, más precisamente a la persona que estaba junto a la mía, sus cejas se fruncieron, pero sus ojos seguían negándose a encontrarse con los míos inquisidores. Tragó duro antes de responder. —Lo último es falso.
Después de procesar la información de su respuesta mis ojos se abrieron como platos, y cuando me di cuenta de la verdad mi cuerpo se inclinó hacia atrás en un autorreflejo por poner distancia. Shura seguía sin mirarme, pero al percatarse de mi reacción sonrió con tristeza.
Mis labios se separaron al ver ese matiz de dolor en su rostro. —Oh...
El cerró los ojos y cuando tomó valor los abrió y por fin se atrevió a mirarme, instándome a continuar, a que sacara lo que sea que hubiera en mi interior, resignado ante la situación en la que yo lo había puesto. —¿Eso es todo lo que quieres dezirme?
—No sé que más decir, pero ¿no te preocupa ir al infierno?
Sus delgadas cejas se arquearon. —¿El infierno?
Asentí.
Que sonriera burlonamente me perturbó. —Aioros, estoy en una guerra en la que nunca quise estar y acabo de ser herido, esto ya es el infierno y si hay otro después de este estoy seguro que iría ahí por todas las muertes que he ocasionado. —Suspiró cansado. —Mientras esté aquí estoy condenado, Aioros, cada paso que doy me azerca a mi muerte o a ocasionar la de alguien más. Créeme, después de esto no le tengo miedo a lo que pueda venir después de la muerte.
Maldición, odiaba cuando me daba respuestas que no podía refutar por mucho que me molestaran, pero debía haber algo que pudiera hacer por él, debía encontrar la forma de ayudarlo. —¿Alguna vez te has acostado con una mujer?
Su ceño se frunció ante mi pregunta, de nuevo volvió a hundirse contra la almohada en un vano intento por huir de su incomodidad, aun así respondió con un volumen apenas audible. —No...
—¡Entonces ahí está la solución! Aquí hay muchas enfermeras bonitas. Ángelo me dijo que no lo hiciera con ellas porque estaban locas y si las hacia enojar después se vengarían durante las curaciones o las inyecciones, pero servirá para que cambies de parecer.
—Quizás... —Sonrió de lado. —O quizás tu debas acostarte con un hombre para que sepas de lo que te estás perdiendo.
Me levanté de golpe de la camilla ante semejante sugerencia. —Esa es una idea estúpida. —Expresé con seriedad, si él lo había dicho bromeando no lo encontraba nada gracioso.
—Lo sé... —Ahora sus ojos ya no huían de mí, al contrario, estaban clavados en los míos. —Es estúpida al igual que la tuya.
—Al diablo... —Rodé los ojos con fastidio. —Yo solo intentaba ayudarte. —Di un paso hacia atrás, después otro más. —Haz lo que se te de la gana, ni me importa.
Eso fue lo último que le dije antes de alejarme de él para regresar a mi camilla.
El resto del día no estuve de humor, por un lado, estaba enojado con Shura, y que mi vecino de camilla fuera un idiota tampoco me ayudaba a olvidar todo el asunto pasar las cosas. Estuve tan fastidiado que no tuve de hacer nada, las enfermeras debían estar felices porque ese día no les di lata. A veces sentía deseos de mirar a Shura, pero mi orgullo me ganó, no quería que me encontrara observándolo, ni siquiera quería que sintiera mi mirada sobre él, pero creo que lo que realmente temía era verlo y darme cuenta de lo que le había dicho, en como mis palabras habían repercutido en él.
Antes de que llegara la hora en la que nos obligaban a dormir una enfermera fue a verme para curar mis heridas, era joven, bonita, el rubor en sus mejillas era encantador, sus manos pequeñas y delicadas me atendieron con cuidado, en ese momento mientras analizaba su tacto sobre mi piel bronceada no entendí como Shura prefería ser tocado por las manos duras de un hombre, no tenía ningún sentido en mi cabeza.
La enfermera siguió curando mis heridas, esta vez la más profunda, la que estaba entre mi cuello y mi hombro, cuando nuestros ojos se encontraron ella se puso nerviosa y fue entonces que lo supe, yo le gustaba.
Pasé saliva al pensar que llevaba más de 3 meses sin tener sexo y ella podría ayudarme con eso, sin embargo, deseché la idea rápidamente, no la conocía y sin importar lo que yo quisiera para pasar el rato debía respetar sus límites, sus sentimientos y sus deseos fueran los que fuesen... Justo como debí haber hecho con Shura antes de decirle tantas cosas horribles.
Maldición...
Era un reverendo estúpido.
Cuando nos apagaron las luces para que durmiéramos mi mente se negó a desconectarse, me recriminaba mis palabras, mis acciones. Shura tenía razón, había cosas que eran mejor si no eran mencionadas, y yo no tenía derecho a brindarle "ayuda" cuando él no me la estaba pidiendo.
Las horas siguieron pasando y yo no podía pegar las pestañas ni un par de minutos.
Algo llamó mi atención a mi derecha, era mi vecino, el idiota, que estaba saliendo de su camilla de manera sigilosa.
Mis cejas se fruncieron ante su sospechosa cautela, sobre todo cuando recordé de nuevo las palabras que había dicho esa misma tarde, cuando me preguntó si Shura lo aceptaría. —Ni siquiera pienses en acercarte a él.
En cuanto escuchó mi amenaza en un susurro volvió a meterse bajo las sabanas de su camilla.
Yo sé que lo que hiciera Shura en su intimidad no era mi asunto, pero definitivamente no quería que Algol fuera a molestarlo con sus asquerosas necesidades.
Sin embargo, ahora algo a lo lejos, por mi izquierda llamó mi atención.
Giré el rostro para ver en dirección hacia esa sombra, era un hombre y se había detenido junto a la a la camilla de Shura, quien no tardó en bajarse de la cama para ir con él y salir juntos de la habitación que compartíamos.
Mi frente se arrugó mientras maquinaba una explicación para lo que mis ojos acababan de ver y mi corazón se encogió debido a la decepción porque al final, no quería que Shura fuera usado, y lo peor es que realmente yo no era quien para evitarlo.
Maldición...
*+*+*
¡Hola!
Primero quiero agradecerles todo el apoyo que le han dado a esta historia a pesar de lo lenta que voy en el ritmo de las publicaciones, en verdad lo aprecio.
Aclaraciones:
Primero, al Vietcong le interesaba principalmente herir a los soldados, no matarlos, y esto es porque cuesta más atender a un soldado herido (recursos/tiempo/dinero en su recuperación) que a un soldado muerto, por eso tenían infestado de trampas las selvas, así que esa sería la razón por la que Shura y Aioros salieron vivos de la explosión, sin embargo, que no se les llegara a perforar un órgano o un ojo ya fue magia de su servidor, sobre todo pq no soy doctora y no se la velocidad con la que puede sanar un cuerpo humano.
Segunda, no soy fan de usar groserías fuertes en mis escritos, aunque hay situaciones en las que son necesarias, sobre todo en este caso en el que había cierto desprecio hacia algo.
Tercero, como pueden ver Aioros es muy ignorante acerca de la homosexualidad y lo que el cree acerca de ella es en base a los estereotipos que había en ese entonces de ella y que incluso, hoy en día, 50 años después, mucha gente sigue teniendo, así que para mi la reacción inicial de Aioros si fue nefasta pero "normal", además en el año en el que está contextualizado esta historia todavía no había el movimiento del orgullo LGBT, ese comenzó 2 años después.
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