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10

El Sol salió en la mañana siguiente, y con él se anunciaba un día extremadamente acalorado después de los chubascos que dejaron todo el ambiente húmedo, pero también anunciaba que habría condiciones adecuadas para que cada pelotón siguiera su camino. Nosotros estábamos a favor de separarnos de los coreanos después de la penosa emboscada, por la que estaba seguro se seguían mofando a nuestras espaldas, pero sobre todo por la mala fama que se cargaba esa nación en esta guerra.

Las palabras de Shura no dejaban de dar vueltas en mi cabeza, no podía concebir que hubiesen realizados dos masacres contra mujeres, ancianos y niños desarmados del pueblo que debíamos proteger, por quienes también estábamos peleando. Simplemente no tenía ningún sentido, eso solo podía ser definido como un acto de crueldad y egoísmo.

Y aunque sabía que no debía juzgar a toda una nación por las acciones de unos cuantos pelotones prefería mantenerme lejos de ellos para evitar problemas, sin embargo, nuestro teniente pensaba todo lo contario.

Saga había decidido que los acompañáramos al poblado que querían investigar, uno bastante cerca de la frontera entre Vietnam del Norte y Sur, o quizás no era su decisión, quizás lo había conversado por la radio con el Capitán Shion y este había dado la orden.

Al final qué más daba, nos gustara o no, órdenes eran órdenes y como soldados debíamos obedecer.

—Ya no sopporto estare con estos. —Pronunció Ángelo en voz baja, aunque ni así se disimulaba su desprecio, mientras vaciábamos las pastillas desinfectantes en las cantimploras para que actuaran con el agua que acabábamos de recolectar de un río. —Capra... —Después le propinó un golpecito en el pecho a Shura, quizás porque se sintió ignorado al no obtener respuesta del callado y reservado español, o quizás porque estaba acostumbrado a ser así brusco con él. —Necesito tu ayuda.

Shura arqueó sus cejas en silencio, mirando con atención a su amigo.

—No mi gusta il modo en la che los coreanos miran a la Fiorella.

En eso los ojos olivos buscaron al soldado de cabellos sedosos y celestes, al de belleza delicada, a nuestro buen intérprete, Afrodita, quien estaba entre Saga y el líder del pelotón de los asiáticos, varios metros delante de nosotros. —¿Estás preocupado por Afrodita?

El italiano asintió con seriedad, jamás imaginó que en el rostro de Shura se dibujaría una sonrisa incrédula.

—¿Quién eres tú y que has hecho con el cabezota de Deathmask?

—¿Huh?

Al ver la expresión de su amigo, Shura soltó una sutil carcajada, la cual me hizo sonreír levemente. —Bueno, es que me sorprende que muestras preocupazión por él si te la pasas fastidiándolo.

—Non fastidies...

—Y ayer cuando nos emboscaron y le estaban desabotonando la gabardina saltaste en su defensa. —Alzó sus cejas perfiladas de manera burlona.

—¡Eso es porqui tengo che! —Contestó alterado, aunque con la voz baja para no llamar la atención de los demás. —No lo hago porche mi importi, pero si algo le pasa a la Fiorella, Saga estará sobre mi trasero y el capitán también. Por cierto, eso me recuerda chi tengo asuntos chi saldare con el imbécil che mi golpeó. —Sus ojos azules estaban encendidos mientras se posaban en cada uno de los soldados del otro ejército, como si buscara a alguien en específico, sin embargo, terminó por gruñir al no encontrarlo. —Maledetta sea, todos los orientales se parecen.

—Era uno de los que porta una ametralladora.

Cuando escucharon mi voz ambos voltearon a verme.

Yo continué. —Hay tres soldados de ellos con ametralladoras, aunque no estoy seguro de cuál es, pero creo que es el que pone cara de alzado cada que pasa a tu lado.

—¡Vaya! —Ángelo rodeó mis hombros con uno de sus brazos. —Pero si tenemos a un ragazzo muy observador, ¿chien lo diría?

No supe como tomar su pregunta retórica, siendo honesto a veces podía ser muy observador, pero al mismo tiempo muy despistado, todo dependía de cuanto de lo que tenía frente a mí me interesaba.

—Ángelo. —Susurré su nombre para llamar su atención. —¿Por qué decías que no te gusta la forma en la que miran a Afrodita?

—Vas a pensar che estoy loco...

Entrecerré mis ojos y le dediqué una pequeña sonrisa felina. —Ya lo hago.

El italiano estiró sus labios con descontento, más continuó. —Creo che se lo chieren chedare.

Shura y yo arqueamos las cejas ante su sospecha.

—¡Tienen che creerme! Le miran de la misma forma con la che mis fratelli miraban mis cosas antes de che estas "desaparecieran".

—Bueno... —Shura ladeó ligeramente el rostro mientras observaba de lejos la conversación en la que trabajaba nuestro interprete. —Si lo encontraran útil podría ser posible.

Mis ojos se abrieron aún más. ¿Acaso le estaba haciendo segunda a la descabellada idea de Ángelo? Tenía que asegurarme. —¿En serio lo crees posible?

Shura asintió. —Podrían matar al pelotón completo, nuestros lideres pensarán que fue el ejerzito enemigo, y Afrodita podría ser forzado a trabajar para ellos. —La forma tan tranquila con la que lo mencionó desentonaba con el mensaje de sus palabras.

—¡Y no solo eso! Ayer, cuando li estaba desabrochando la gabardina lo miró de una forma lasciva el muy cane. —El moreno nos miró con insistencia.

Shura y yo nos miramos a los ojos al no entenderlo, así que preguntamos al mismo tiempo. —¿El muy qué?

—El muy cane... Perro... Wuf wuf... Ughhh lo que sea. —Aclaró su garganta. —Esto è serio, se los juro per mi madre, ¡lo vi con mis propios ojos!

Tragué duro, en ese momento yo me había encontrado muy lejos de esa escena y no pude ver bien la expresión del coreano, pero la insistencia en los ojos azules del italiano me pedía que le creyera, así que asentí en silencio.

Ángelo podía ser un maldito, pero no ganaba nada con mentir en ese aspecto, al contrario, me asombraba que mostrara preocupación por alguien que no fuera Shura, Aldebarán o él mismo.

Shura dio un trago de agua a su cantimplora y después suspiró. —Bien... —Su voz sería resaltó entre el canto de las aves que se dedicaban a sus nidos a lo lejos. —¿Qué quieres que haga?

—Chiero che mi ayude a cuidarlo.

El rostro del español se ensombreció por un instante, y no era para menos, Shura ya estaba asignado como mi chaperón, y también sabía que por su fuerte amistad siempre estaba al pendiente de lo que hacía el italiano, no necesitaba más peso sobre sus hombros.

Sin embargo, todos éramos un equipo y Afrodita valía mucho, no solo por ser políglota, con el simple hecho de ser nuestro compañero bastaba.

—Descuida, yo te ayudaré a cuidar de Afrodita. —Respondí con sencillez, ahora fue mi brazo el que rodeó los hombros españoles. —Así Shura cuidará de él mientras cuida de mí.

De nuevo su rostro pálido se ensombreció por un instante al estar en desacuerdo. Shura inhaló profundo y exhaló resignado. —Si la cosa se pone fea los dejaré morir a los tres.

Angeló y yo nos miramos el uno al otro y nos sonreímos victoriosos antes de darnos los cinco.

Acomodé mi vincha roja cuando Saga nos ordenó continuar con nuestro camino. Gracias al cielo topamos con la carretera para transitar por ella, eso no lo hacía más seguro, al contrario, estábamos a la intemperie y éramos un blanco fácil, pero al menos podía pisar el asfalto con toda la seguridad del mundo que no perdería un pie o activaría una trampa, aunque el sol si golpeaba más recio, en un par de horas estaría en su punto más alto y sería asfixiante. Suspiré cansado mientras sujetaba mi fiel arma contra mi pecho, al final de cuantas, tomáramos el camino que tomáramos todo sería difícil, la compañía indeseada solo lo volvía peor.

Tomamos un corto camino por una brecha y antes de llegar al poblado designado por los coreanos nos dispersamos para rodearlo. Normalmente cuando llegábamos a un pueblo de los vietnamitas del sur no los emboscábamos, pero este estaba callado, demasiado callado para su gran tamaño y eso solo era señal de malas noticias. Yo seguí el plan del italiano así que traté de mantenerme lo más cerca de Afrodita mientras los migrantes estaban a unos metros a nuestros costados.

—¿Estás bien?

Mi pregunta le causó extrañeza al interprete provocando que sus ojos celestes me miraron confundido. —¿Por qué no habría de estarlo? —Mencionó en voz baja mientras se ocultaba detrás de una planta.

—Te ves incómodo...

Sus ojos se agrandaron al sentirse expuesto, sin embargo, volvió a posar su vista en frente y sonrió nervioso. —Todos lo estamos.

—Eso es cierto. —Sonreí con el mientras mantenía la vista al frente con el arma lista en posición, una ligera presión en el gatillo bastaba para iniciar una balacera. —Deathmask está preocupado por ti.

De nuevo sus ojos se agrandaron, pero no tardó en soltar una risilla incrédula. —Ese no se preocupa ni por sus calzones.

Quise reírme, pero me aguanté porque la situación ameritaba mi seriedad. —Es en serio, es un buen muchacho, aunque a veces necesita ser tratado por las malas para hacerlo entrar en razón. —Sonreí al recordar el penoso escarmiento por el que lo hice pasar, sin embargo debía continuar con mi cometido. —Le pidió a Shura que te cuidara y yo estoy de acuerdo con él, no le agrada la forma en la que te observan los coreanos.

Afrodita se encogió incómodo y su mirada se entristeció por un segundo, aunque no tardó en volver a sonreír para aparentar que no era grave. —Vaya, alguien más también lo notó. Quise decírselo a Saga, que uno de los soldados del otro pelotón quiso propasarse conmigo cuando salí por la noche al baño. Tampoco me gusta cómo me ve su teniente, pero creí que no era necesario mencionarlo, que hoy en la mañana volveríamos a nuestro campamento, sin embargo, decidió acompañarlos para vigilarlos un poco más y saber cómo operan en acción y reportarlos.

Ahora eran mis ojos los que estaban bien abiertos, anonadados por su relato. Ángelo había acertado, pero creo que no le daría gusto saber que así fue, a mí me hervía la sangre de coraje e indignación.

—Agradezco su preocupación, pero no se preocupen, puedo verme delicado, pero se cuidarme solo.

Su confianza me tranquilizó un poco, así que sonreí complacido, sin embargo, trataría de cumplir mi promesa con Ángelo.

Saga dio la orden para que nos adelantáramos más hacia las casas del poblado y así lo hicimos de la manera más sigilosa posible, solo el sonido de nuestras pisadas sobre el pasto se escuchaba, ni siquiera el ruido de la vegetación nos acompañaba, parecía que habían huido para dejarnos solos en el infierno al que nos enfrentaríamos, era el preludio de la calma antes de la tormenta.

Todos nos adelantábamos mientras revisábamos las casas por fuera, mirábamos a través de las rústicas ventanas con nuestras armas amenazantes.

Ya iba por la quinta modesta casita en la que miraba por sus ventanas, estaba vacía, o al menos eso pensé hasta que me pareció haber visto unos pequeños ojos negros mirándome detrás de una canasta en el interior.

Demonios, tenía que cerciorarme.

Entré con cuidado, mi pulgar estaba listo para descargar el fusil de ser necesario, pero todo seguía en calma, caminé hacia los canastos que había visto por la ventana y fue entonces cuando la vi, era una pequeña nena, delgadísima de unos 7 años, con su cabello peinado en dos chonguitos a los lados, arrodillada, mirándome con miedo, los labios se le partían de lo secos que estaban.

—Hey... —Sonreí lo más cálidamente posible, no me parecía una amenaza, se veía tan indefensa, como un cachorro abandonado que espera por quien sea a ser encontrado y ser envuelto con afecto. —¿Qué haces aquí, linda?

Sabía que ella no me entendía nada, pero le hablé con dulzura. Cuando extendí mi mano hacia ella se encogió sobre su escondite y negó con la cabeza, cambiando de postura mientras se alejaba arrastrándose con sus manitas por el suelo.

Quise disimular mi horror cuando me percaté del motivo por el cual se había quedado ahí sola, pero solo atiné a cerrar los ojos con dolor y pesar, a la pobre le faltaban ambas piernas por debajo de las rodillas.

Pasé una mano por mi rostro, odiaba ver a los niños siendo afectados por la guerra, odiaba que fueran víctimas de la situación en la que se encontraba su país, odiaba que sufrieran por los errores de los mandatarios, tan jóvenes y con una vida tan complicada por delante.

Inhalé profundo cuando el doloroso recuerdo de los niños que asesiné inconscientemente me vino a la mente, las ganas de vomitar volvieron, más me abstuve. Esa niña necesitaba a un soldado fuerte y valiente que la salvara, un héroe.

—Tranquila...

Lo que daría porque Afrodita y yo no nos hubiéramos separado para que me ayudara a comunicarme con ella. Dejé que mi rifle colgara sobre mi hombro y pasé mi mochila al frente para sacar mi cantimplora.

—Esta bien. —Se la extendí, ella me miró con miedo así que di un gran trago antes de pasársela. Una vez que lo hice sus ojos brillaron de emoción y ahora fue ella quien extendió sus manos hacia mí para tomarla.

Mientras ella bebía seguí buscando en los compartimentos de mi pesada mochila hasta encontrar uno de los postres que venían en las cajas de alimentos para patrullaje y comencé a abrirlo, era una simple oblea con cajeta.

—Sabe bien. —Se la extendí, ella me miró con miedo así que partí un pedazo del postre para comerlo, después de eso ella aceptó en silencio y se la llevó completa a la boca. No pude evitar sonreír complacido al tener su confianza.

—Te llevaré a un lugar seguro, linda. No te preocupes.

Una parte de mi quería decirle que la llevaría junto a sus padres, pero considerando la situación sospechosa del poblado dudaba mucho encontrarlos, y una parte de mi los odiaría si es que la dejaron atrás, posiblemente por su incapacidad.

Justo antes que ella tomara mis manos inició un tiroteo en el área. Yo agaché la cabeza por instinto, sin embargo, la alcé al percatarme que las balas no estaban dirigidas hacia mi ubicación. La niña comenzó a llorar espantada, toda la confianza y la calma que yo había creado para ella se había esfumado con las detonaciones de los rifles. Ya no podía darle la opción de venir conmigo por su propia voluntad, así que simplemente la cargué con mi izquierda, no pesaba nada, incluso creía que mi equipo de patrullaje pesaba más en comparación suya.

La nena lloraba asustada, pero se aferraba a mis hombros, eso era bueno. Debía apurarme y llevarla a un lugar seguro, sin embargo, justo cuando estaba por salir de la casa para alejarla de los disparos me encontré una figura en la puerta, apuntándonos con un arma.

Mis cejas se fruncieron al identificarlo.

—¡¿Qué estás haciendo?!

Era uno de los coreanos apuntándome con su ametralladora.

No entendí ni un carajo de lo que dijo, pero no me gustó nada la forma en la que me amenazaba con el arma.

Alcé mi diestra que era mi mano libre para pedirle que se calmara, sin embargo, el siguió hablando en voz alta demandando quien sabe qué.

Yo no sabía cómo reaccionar, sin embargo, mis ojos brillaron con esperanza cuando una cuarta persona entró sigilosamente a la habitación, golpeando al imbécil con la cantonera de su rifle, haciendo que callera de bruces al suelo mientras yo saltaba al lado contrario por si en su aturdimiento presionaba el gatillo.

내 파트너는 내버려둬 바보 야! —Demandó Afrodita apuntándolo con su arma.

El soldado lo miraba enfurecido mientras su mejilla sangraba, el golpe había sido lo suficientemente fuerte para romperle la piel.

—다시 나를 괴롭 히면 난 너의 불알을 날려! —Y después disparó una ráfaga de balas que golpearon el suelo, justo debajo de la entrepierna del sujeto, quien tembló asustado y asintió varias veces de forma desesperada.

Hasta yo sudé frio con esa amenaza.

Me puse de pie. Miré a la niña, seguía llorando.

—Necesito llevarla a un lugar seguro. —Le informé a Afrodita mientras salíamos de la modesta casa.

—Eso va a ser complicado en pleno tiroteo.

—¡Espera! —Lo detuve antes que continuara en dirección hacia donde reventaban las balas. —Tengo que cuidarte, vendrás conmigo.

—¡Y un demonio! —Se removió para soltarse de mi agarre. —Puedo cuidarme solo, ¡no los necesito! Y dicho eso se echó a correr.

Con un demonio, con una niña en brazos jamás lo alcanzaría.

Necesitaba llevar a la niña con alguien de confianza para poder unirme a la asistencia armada. Traté de pensar, el primero que se me vino a la mente fue Shura, pero lo negué rápidamente, de seguro él estaba metido en el tiroteo.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando vi a uno de mis compañeros, era el médico, que estaba oculto detrás de una pared mientras disparaba hacia los enemigos cada que asomaba su arma por una esquina.

—¡Camus!

Grité lo más fuerte que pude para que escuchara mi voz entre las detonaciones de su arma, cuando volteó a verme miró sorprendido a la niña en mis brazos.

El médico rápidamente soltó su arma para recibir a la nena y revisarla, yo inmediatamente tomé el lugar del soldado y con cuidado saqué parte del rostro para mirar la situación, pero no lo conseguí al escuchar el chasquido de un proyectil atravesando el aire a unos centímetros de mi rostro.

Al carajo todo...

Una vez que dejaron de dispararme yo respondí al ataque, no tenía idea de a quién le disparaba, no sabía ni cómo se veían, si tenían uniformes o no, si eran adultos o no, pero si me atacaban eso los volvía automáticamente mi enemigo y el de mi nación.

Hubo un minuto de calma, ya no había disparos dirigidos hacia mí, pero si se escuchaban a los alrededores, más al norte.

Volteé a ver a Camus, le estaba dando de beber más agua a la niña que sostenía en brazos, su severa deshidratación debía ser atendida cuanto antes.

—¡Con que aquí estabas! —Milo se aproximó rápidamente al médico, estaba todo sudado, sus antebrazos y el uniforme cubiertos de tierra, se había arrastrado en algún sitio. Al ver la condición de la niña en los brazos del médico contrajo su rostro con lástima, pero en seguida lo dejó pasar. —¿Por qué te separaste de mí?

—¿Hay heridos? —El doctor siempre preocupado por no estar donde lo necesitaban. —¿Estás bien?

—Hasta donde yo sé no hay heridos nuestros, pero un coreano no alcanzó a correr de una granada y la mitad de él salió hecho pedazo, pero yo estoy bien. —Milo solo tenía raspones, pero aún se veía molesto, yo no sabía realmente porqué, más trató de mantener la calma en su voz, aunque se notaba que esto le costó por lo intenso que generalmente era. —Te he dicho que no te separes de mi mil veces. Sabes que debo cuidar tu trasero.

—Y tú sabes que una vez que empiezan los balazos toda la formación se va al carajo.

—Eso es cierto... —Milo me dio un ligero puntapié en la pantorrilla para llamar mi atención. —España te está buscando como loco.

—Diablos... —Lo que yo menos quería hacer era preocupar a Shura. —¿En dónde está él?

Todos volteamos en la dirección en donde se escuchaban los disparos, hacia el norte.

—En el frente.

Tragué duro antes de echarme a correr por el poblado en su búsqueda, me refugiaba con cada casa que me topaba, y trataba de visualizar algún enemigo, sin embargo, el sonido de los disparos me llenaba de adrenalina y me daba ese impulso para seguir.

Necesitaba encontrarlo, necesitaba decirle que estaba bien, y necesitaba saber que él también lo estaba.

Mis ojos buscaron desesperados por todas partes, durante mi recorrido me encontré con algunos miembros del pelotón sur coreano corriendo de un lado al otro, después escuché unos gritos en un idioma que no entendí, no quería ser cruel, pero me sentí aliviado porque no era uno de mis compañeros.

Necesitaba encontrarlo, pero por más que corría no daba con él, más di primero con Ángelo, quien al verme me tomó del cuello de mi playera y me estampó contra la carreta con la que se había estado resguardando.

—¿En dónde demonios está la Fiorella?

—Mi nombre es Afrodita, imbécil. —Pronunció el recién llegado a sus espaldas.

Ángelo se ruborizó y después chasqueó la lengua, no quería que nuestro interprete supiera que realmente se preocupaba por él, yo no entendía por qué, no tenía nada de malo, después de todo todos éramos compañeros y miembros del mismo equipo.

Pero no debía distraerme.

—¿En dónde está Shura?

—La última vez que lo vi dijo que se iba a adelantar con Aldebarán. —Sonrió con sorna. —Te va a matar por desaparecer de su vista.

Hubo una explosión varios metros adelante, después fue seguido de varios disparos.

Yo ya no estaba lejos de llegar al otro extremo del poblado, las copas de los árboles selváticos me lo confirmaban.

Dejé a Afrodita con Ángelo y seguí corriendo para dar con el español.

El corazón me latía acelerado, la adrenalina me impulsaba a correr más rápido, mi cerebro me ordenó tirarme al suelo cuando una ráfaga de disparos pasó a mi lado, a unos centímetros de mi volaba la tierra que había sido impactada.

Mientras más me acercaba el ambiente se nublaba, tierra y pólvora por todos lados mas el olor a sangre. Carajo, ya había encontrado los restos del soldado que Milo dijo había salido volando en pedazos.

Ahora si estuve a nada de devolver el estómago, pero hice mi mejor esfuerzo para no vomitar. No tenía tiempo para ello, necesitaba encontrar a Shura.

—¡Se retiran al bosque! —Anunció la voz de Kanon.

No era a quien buscaba, pero corrí hacia ella.

—¿Qué opinas Saga, los seguimos? —Preguntó el gemelo una vez que llegué con el y su hermano mayor.

—No... Estamos muy cerca de la frontera, las cosas están más peliagudas si nos acercamos para seguirlos. —Pronunció antes de darle una calada a su cigarrillo en busca de un calmante contra lo que acababa de experimentar. —Aioros... —Sus ojos verdes por fin, se posaron en mí. —¿En dónde estabas?

—Encontré a una niña discapacitada y abandonada, Camus ya la está atendiendo, pero temo que necesita ser hospitalizada.

—Bien... —Murmuró con el cigarrillo entre sus labios mientras sacaba el radio de la funda que colgaba en su cinturón. —Pediré un helicóptero, regresaremos a nuestro campamento. —Kanon, Aioros, reúnan a todos aquí mismo, los estaré esperando.

—¿Qué hay de los coreanos? —Preguntó Kanon.

Saga dejó que el humo saliera de sus labios con una calma arrulladora que me pareció desesperante. —Que se las arreglen como puedan.

Obedecimos la orden, pero mientras más tiempo pasaba más me desesperaba por no encontrarlo.

¿En dónde se había metido?

¿Estaba bien?

Ya me estaba dando taquicardia por no saberlo hasta que escuché su inconfundible voz llamándome a mis espaldas.

—¡Aioros!

Mis ojos se iluminaron al instante al verlo, casi se me para el corazón de la emoción al ver que estaba bien, su piel estaba sucia debido al sudor y la tierra, sus manos debían oler a polvora, pero no había ni una gota de sangre sobre su uniforme y yo no podía estarle más agradecido a la tierra por ello.

—¡¿En dónde demonios esta...?!

Creo que no logró a terminar su oración por el fuerte abrazo que le dí, me pareció que lo había abrazado tan fuerte que quizás lo había dejado sin aire. —Estás bien, gracias a Dios.

Cuando nos separamos el me miró consternado, sus mejillas sucias por la tierra ahora estaban sonrojadas, sus ojos verdes se resaltaban con ellas, se veía emocionado, aunque apenado.

—Si... —Fue lo único que atinó a decir.

Yo asentí con una sonrisa, no necesitaba más. —Saga por fin dio la orden de marcharnos. Tenemos que juntar a todos.

Y así lo hicimos, todos nos habíamos reunido, había algunas heridas menores, pero Camus las sanaría una vez que la niña vietnamita hubiera dejado sus brazos.

—Teniente, necesitamos asistencia de un hospital para esta niña.

—Lo se... —Respondió con calma al doctor. —Aioros ya me había comentado, los helicópteros vienen en camino.

Camus suspiró aliviado, había hecho lo que podía para atender a la niña, sin embargo, no contaba con el equipo para hacerle una transfusión de suero para hidratarla. Además, que la selva no era un lugar para ella, necesitaría asistencia para el resto de sus días.

Solo era cuestión de esperar, ansiaba escuchar el ruido de las aspas a lo lejos y las corrientes de aire. Sin embargo, dos coreanos aparecieron frente a nosotros, era el teniente y el golpeado por Afrodita.

Todos volteamos a ver al caballero de los cabellos celestes cuando el teniente dejó de hablar, a la espera de su traducción.

—Nos están reclamando por no haber ido a limpiar el área donde cayeron los soldados enemigos.

—Hijo de puta... —Murmuró Saga a regañadientes antes de plantarse frente al otro teniente. —No me digas como hacer mi trabajo.

Sin embargo, el contrario ni se inmutó contra el más alto, su tono de voz estaba molesto, era demandante, provocaban que los ojos de Saga se achicaran más y más con descontento, parecía que pronto se le acabaría la paciencia.

—Dicen que debemos ayudarlos, que se los debemos por habernos dado refugio contra la lluvia en la noche.

Saga chasqueó la lengua, incómodo, antes de tallarse el rostro con el dorso de su mano. —Bien... Shura, Deathmask... Vayan a limpiar, pero no entren más de 10 metros en la selva, no... 7 metros, ¿Entendido?

Los migrantes asintieron y después prepararon sus armas y unos cigarrillos para el camino.

Se que no me dieron la orden a mí, pero fui con ellos, y no fui el único en hacerlo, Afrodita también había decidido acompañarnos. Había un silencio incomodo, pues a nuestro lado iba el teniente y el otro soldado coreano, a quien yo miraba con curiosidad.

—Afrodita... —Lo llamé mientras caminábamos por el poblado vacío hacia el extremo norte. —¿Sabes porque él me amenazó con su arma?

—¿Qué quién hizo qué? —Se adelantó a preguntar Shura antes que Afrodita respondiera, sus ojos olivos estaban clavados en nosotros en busca de una explicación.

Afrodita suspiró. —Ese idiota... —Lo señaló con la mirada. —Te estaba diciendo que dejaras a la niña en la casa y fueras a ayudar al frente.

Rodé los ojos. —Pues que formas de pedir favores tiene.

—Cabrón... —Shura murmuró molesto por lo bajo antes de tomarme del brazo y pasarme a su izquierda para interponerse entre el coreano y yo.

Sonreí enternecido por ese gesto extraño antes de retomar mi conversación con el intérprete. —Por cierto... ¿Se puede saber que le dijiste antes de disparar entre sus piernas?

Afrodita sonrió divertido. —Le dije que si volvía a molestarme le volaría las bolas.

—Cristo beneddeto... —Exclamó Ángelo para si mismo. —Esta Fiorella es una planta asesina.

—Por supuesto... —Y se detuvo de golpe para apuntar su arma hacia el italiano, más en específico a un área donde ningún hombre quiere que lo amenacen con un arma. —Eso también va para ti, Deathmask, si me sigues fastidiando no tendré piedad con tus "testicoli".

Shura y yo también nos detuvimos asombrados ante aquella amenaza.

Santo Dios...

Afrodita era de temer, cuando le dije que Ángelo era de los que a veces entendía si se le enseñaba por las malas no me refería a algo como eso.

—Di acuerdo... —Respondió resignado el italiano después de un silencio incómodo.

Cuando Afrodita dejó de amenazar al italiano con su rifle retomamos el curso, los coreanos solo se habían adelantado unos cuantos metros.

Ya habíamos llegado al otro extremo del poblado, todos nos aseguramos que nuestras armas no contaran el seguro y las colocamos en posición antes de ingresar, pero justo cuando estábamos por hacerlo algo explotó a mi derecha.

La tierra salió disparada y con ella los restos de una persona que salpicó mi piel, mientras un dolor agudo me atravesaba el cuerpo en varios puntos.

—¡Mierda!

Escuché la voz del italiano antes de desplomarme contra el piso, el casco amortiguó el golpe en mi cabeza. Entre mi cuello y mi hombro comenzó a surgir un liquido viscoso y cálido, empapando rápidamente la camisa de mi uniforme.

Comencé a asustarme, el cuerpo me temblaba desesperado mientras sangraba.

No lo entendía.

¿Me habían dado?

¿Cuándo? ¡¿Cómo?!

Nunca escuché el disparo.

Pero me dolía como si me hubiesen clavado varias agujas en el cuerpo.

No entendía nada... Ese dolor no tenía sentido, pero era real, la sangre era real...

—¡Shura! ¡Resiste!

Y los gritos desgarradores a mi alrededor también lo eran.

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