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Por fin había llegado el día.
Fue el 17 de Junio de 1967. Después de 14 semanas fortaleciendo mi cuerpo, trotando mientras cantaba canciones con ridículas rimas, aprendiendo como usar armas, granadas, etc., condicionándome a las pistas de obstáculos y limpiando el piso con pequeños cepillos de dientes como parte de mi entrenamiento militar, por fin cruce los mares para pelear por mi país.
Después de aterrizar en el aeródromo subí a un camión junto con otros nuevos reclutas en el que viajamos hacia la provincia de Quảng Ngãi de Vietnam del Sur. Mientras caminaba hacia un asiento disponible me di cuenta que el camión estaba lleno, pero no solo había soldados nuevos como yo, sino también otros que ya se veían curtidos en batalla. Estos últimos eran los que bromeaban y se referían a nosotros como "carne fresca", otros nos molestaban con frases desalentadoras, nos decían que no íbamos a durar y que si teníamos suerte moriríamos a la semana. Mis compañeros novatos intentaban ignorarlos, pero a mí se me formó una pequeña sonrisa al escucharlos, no por lo que decían, no (eso era cruel), me fascinaba verlos en conjunto divirtiéndose con algo tan simple en un contexto tan complicado.
Encontré un asiento libre al fondo y me senté en él. Durante el trayecto hacia el campamento de mi sección correspondiente a la 11º Brigada de Infantería pude observar por las ventanas del viejo camión un poco del panorama de donde viviría los próximos dos años, era una región selvática, muy verde y húmeda. Durante el entrenamiento nos advirtieron que haría un calor insoportable, sobre todo para alguien como yo que después de tantas mudanzas ya se había acostumbrado al clima templado de Madison, Wisconsin; aun así, el clima sería la menor de mis preocupaciones.
Estaba nervioso, la incertidumbre y el miedo se acumulaban en mí, especialmente en mi estómago. Mi ansiedad me suplicó distraerme así que miré al hombre con el que compartía el asiento, su cabello era negro, pero con la luz tenía un reflejo verdoso y sus cejas eran delgadas pero alargadas y bien definidas, sus labios eran pequeños, pero redondeados y rojizos y de ellos sobresalía el pequeño palo de una paleta, lo único que no podía ver eran sus ojos pues estaban mirando en dirección opuesta a mí, parecía perdido en la vista del panorama. Me debatí unos instantes en hablarle debido a que gran parte de mi vida me había privado a acercarme a otras personas, pero me había enlistado para cambiar mi vida, encontrar una dirección, ser un hombre nuevo, un Aioros renovado; y quizás él también estaba con los mismos nervios que yo.
—Hola, mi nombre es Aioros Bowmanson... —Extendí una mano hacia él, pero ni se dignó a voltear a verme por lo cual, rechazado, la volví a poner sobre mi regazo, mas no me había rendido. —¿Eres recluta o voluntario? —De nuevo no hubo respuesta así que pasé saliva apenado, sin embargo, el hombre sentado frente a mí se giró para verme.
—Date por vencido, no le gustan los americanos. —Dijo el hombre sentado frente a mí que se giró para mirarme, era alto, muy alto y fornido, su piel era morena, su cabello era castaño oscuro y sus ojos negros estaban enmarcados por una gruesa y despeinada uniceja. —Mi nombre es Aldebarán Touro. —A pesar de su apariencia tosca su mirada y su sonrisa eran confortantes, inmediatamente me sentí cómodo con él y apreté su mano en un saludo amistoso.
—Aioros Bowmanson, mucho gusto. —Sonreí de vuelta ante su calidez.
—Ellos son Ángelo Granchio... —Señaló al sujeto de cabellos azules y tez morena clara sentado a su lado. —Y Diego Cabrera. —Señaló al pelinegro que seguía absorto mirando hacia la ventana. —Pero todos les dicen Deathmask y Shura respectivamente.
—Bienvenido al infierno. —Dijo el de cabellos azules con voz rasposa y una sonrisa altanera, su acento particular atrapó mi curiosidad, como hacía énfasis en las penúltimas silabas de las palabras.
Aldebarán rio de una manera estruendosa, asombrándome con su volumen. —No seas así de maleducado con el nuevo, Ángelo.
—No soy maleducato, solo soy realístico, hombre. —Sonreí divertido ante las palabras de su respuesta y el alzó sus cejas mientras me escudriñaba ofendido. —¿Por qué me miras asombrado como si fuera un bicho raro?
Abrí los ojos con sorpresa y negué rápidamente con la cabeza pues no era mi intención hacerlo sentir de esa forma. —No... yo... Disculpa. —Una sonrisa boba apareció en mi rostro. —Es solo que... Algunas de tus palabras son... curiosas.
—¿Nunca habías escuchado a un italiano? —Cuestionó mientras agitaba una mano en el aire en una posición en la que todas las puntas de sus dedos se tocaban y se acomodó en su asiento para verme con su expresión intimidante, pero su fachada de chico malo se vio estropeada cuando Aldebarán puso su enorme mano en su cabello para revolverlo, molestando a Ángelo, aunque no hizo nada contra el moreno, imagino debido a su impresionante tamaño. —Ustedes los americanos siempre ven como fenómenos a cualquiera que sea un poco diferente.
Volví a apresurarme para negar esa percepción, no quería que pensara de mí de esa forma pues no deseaba tener problemas con quienes podrían ser mis futuros compañeros. —No, disculpa, no fue mi intención. —Sacudí las manos frente a mi pecho para negar nervioso. —Es solo que se me hizo curioso que un italiano estuviera en tropas americanas.
—Pues ve abriendo esa mentecita tuya porque hay varios inmigrantes luchando como yo y la principessa española a tu lado.
Volteé a ver al pelinegro que al parecer era español, pero este seguía con la mirada perdida en el ecosistema tropical, ni siquiera se inmutó ante el insulto de Ángelo, era como si no lo hubiese escuchado, o quizás no podía responderle. —¿El no habla inglés?
—Si lo habla, es solo que no le gustan los americanos. —Repitió Aldebarán con su voz calmada.
Desistí en mi intento de hacer conversación con el que se llamaba Diego para no molestarlo, aunque mi curiosidad por él aumento. ¿Qué hacía un inmigrante español que odiaba a los americanos participando en esta guerra? Suspiré levemente al no poder responder mi propia duda, tampoco era algo que me quitaría el sueño si no resolvía así que la dejé de lado. —Y... ¿Ustedes son voluntarios o conscriptos?
—Yo soy conscripto. —Respondió Aldebarán.
—El mudo y yo somos voluntarios. —Volví a mirar al pelinegro, esta vez con más consternación pues, aunque no lo quería mis dudas anteriores se acentuaron. —Sé lo que piensas... A los foráneos nos dan la nacionalida como recompensa, es un buen incentivo para los ilegales que hay en el país.
—Vaya... —Miré a los tres con asombro y callé mis dudas respecto a Aldebarán, pues su apellido y su apariencia me hicieron creer que también se trataba de un migrante, sin embargo, su inglés era perfecto, quizás y él era descendiente de migrantes, lo que fuera preferí callar antes de revelar alguna asunción errónea que lo molestara. —Yo también soy voluntario. —Dije con orgullo inflando el pecho. —Creo que es una buena forma de iniciar una vida en la milicia y que me irá bien en combate, los capitanes de la base de entrenamiento elogiaron mi puntería con las armas. —Expliqué el motivo de mi confianza, pero el italiano no tardó en negar con la cabeza en silencio con una sonrisa burlona.
—Otro stupido americano. —Rio y después se rascó la punta de la nariz. —¿Escuchaste eso, Shura? Con buena puntería cree que saldrá vivo de aquí.
Fruncí mis cejas gruesas ante su insulto, su actitud me molestó y sin percatarme apreté fuertemente mis puños y lo miré con desagrado, sin embargo, Aldebarán me sacó de mi malestar cuando le dio un coscorrón al de cabellos azules.
—Te pedí que no fueras maleducado con él, Ángelo. —Reclamó el más alto mientras el agredido se sobaba la cabeza. —Vete acostumbrando a tus compañeros, Aioros. Ángelo no es el único con gran personalidad.
Suspiré. Aldebarán tenía razón, debía empezar a adaptarme a todas las personas que íbamos en ese camión hacia el que sería mi futuro cuartel, después de todo éramos compañeros y recién había iniciado mi servicio, eso significaba que posiblemente tendría que aguantar por mucho tiempo al italiano.
Resultó que estaba equivocado. Al seguir con la conversación descubrí que a Aldebarán le faltaba 6 meses y a los dos inmigrantes les faltaban 1 año, lo cual era un alivio. Podía verme siendo amigo de Aldebarán, era sencillo y alegre, en cambio "Deathmask" era algo fastidioso y altanero, y "Shura" era muy aburrido, pero que solo una tercera parte de los que había conocido hasta ese momento me agradara no me entristecía, todavía tenía que conocer al resto del pelotón.
Cuando llegamos a la base nos pidieron a los 10 novatos que esperáramos fuera del camión al capitán para que nos diera una breve introducción. Mientras esperaba no pude evitar comparar a mis compañeros novatos con los veteranos, nosotros llevábamos el cabello corto, se podía oler nuestra inexperiencia y el nerviosismo todavía más pues algunos estaban pálidos como papel, otros temblaban, incluso uno de ellos vomitó; por el contrario, observé como los que tenían más experiencia iban de un lado al otro con naturalidad, algunos saludaban a otros miembros de la sección, otros se repartieron entre las tres enormes tiendas de tela verde opaca con camuflaje, estaban acostumbrados a esa vida tan peculiar.
—¡Atención soldados! —Exclamó un hombre alto, más alto que yo, de cabellos azules atado en una cebolla pulcra pegada a la nuca. —Saluden al capitán, Shion Ehreese.
Todos saludamos al hombre que venía a su lado, que sacudió sus manos de manera relajada mientras nos ordenaba que nos pusiéramos en posición de descanso, sin embargo, yo lo miraba con una enorme curiosidad, su nombre y su cabello verde claro esponjado sujetado en una larga coleta hicieron sonar una campanita en mi memoria, llevándome a un recuerdo de mi infancia, uno asociado a mi padre.
—Bien, soldados, como les dijo el teniente, Saga Gemini... —Señaló al más alto a su derecha. —Soy el Capitán Shion al mando de la compañía "Golden Star". —Saga le entregó una tabla que sujetaba unas hojas las cuales leyó rápidamente, sin embargo, sus ojos se abrieron sorprendidos y nos escudriñó con la mirada uno por uno, asombrándome pues al verme una sutil sonrisa se formó en su rostro. —Bien, señoritas, el objetivo actual de esta compañía, como parte de la Fuerza Especial de Oregón es abrirle el paso a la 1º División de Infantería de Marina para que se traslade hacia el norte. No necesito recordarles que si bien, los miembros del Vietcong solo son unos seres inferiores que se dedican a sembrar arroz en medio de la selva, ellos intentarán deshacerse de nosotros así que nunca duden en matarlos primero. ¿Quedó claro?
—¡Si, capitán! —Respondimos al unísono.
—Deben estar siempre preparados, para lo que sea, nunca anden desarmados... —Continuó. El llamado Saga comenzó a entregarnos un fusil de asalto M-16 a cada uno, que ya eran familiares para nosotros los nuevos, pues son con las que entrenamos en el campamento de capacitación. —...Quiero que vayan a todos lados con su fusil, incluso al baño y duermen con él a un lado, trátenla con cariño, esa arma será su esposa durante su estancia y la única acción que tendrán será con ella. —Sonrió de lado por su pequeña broma de mal gusto, a mi me pareció tan tonta que si me dio algo de risa. —El teniente Saga les enseñará donde tenemos las municiones, las letrinas, las reservas de alimento y agua y los repuestos en general; y después los llevará con sus respectivos líderes de escuadrones. Saga... —Volteó a ver al aludido. —Cuando termines quiero que mandes a Bowmanson, McFisk y a Dawn a mi oficina.
Saga realizó la orden que le asignaron. Nos indicó en donde se encontraba todo lo que conformaba el cuartel que sería nuestra casa cada que no estuviéramos en el campo de batalla en el futuro, y después repartió a los novatos en sus respectivos pelotones, 7 de los soldados con los que había llegado se fueron a las tiendas del pelotón #19, quedando solo yo con los que había pensado que estaban pálidos de los nervios, pero al parecer ese era su color natural, ambos altos y delgados, uno de cabellos y ojos aguamarinos, bien parecido, y el otro de cabellos y ojos del azul celeste más intenso que jamás haya visto, además que destacaba por la bella delicadeza de sus facciones que le daban un aspecto andrógino muy hermoso. —Ustedes forman parte del pelotón número 20, donde mi hermano, el sargento Kanon Gemini está al mando. —Hizo una pausa en la que torció los labios. —Lo reconocerán en cuanto lo vean, es idéntico a mí, pero desaliñado. En fin, en unos minutos les presentará a sus compañeros y donde dormirán en el cuartel. Mañana el pelotón #19 y 20 saldrá a las 0500 horas para asegurar el terreno, así que tienen hoy para prepararse mentalmente, conocer un poco a sus compañeros y escuchar los consejos y las recomendaciones de los veteranos. —Nos miró a todos con seriedad y después suspiró, relajando su semblante. —Por favor nunca anden solos, no hagan nada estúpido... —Hizo una pausa, en sus ojos se asomó un ligero matiz de súplica. —... y no se vayan a morir.
Seguimos al teniente hasta que llegamos a la oficina de nuestro capitán, el cual primero hizo pasar al peliturquesa al que se refirió como Camus Dawn, después al de los ojos celestes llamado Afrodita McFisk y por último me llamó a mí.
Entré a la modesta oficina, era pequeña y amontonada, apenas cabían cómodamente 4 personas, la iluminación era escasa, los papeles abundaban y un mapa de Vietnam lleno de anotaciones, donde resaltaba la provincia en la que estábamos y una ruta en color rojo que se dirigía hacia el norte, a la provincia de Danang, pegada a la costa del país.
—Aioros Bowmanson... —El capitán mencionó mi nombre con incredulidad sentado atrás de su escritorio. —Has crecido mucho, muchacho. ¿Cuántos años tenías la última vez que te vi? —Se puso de pie y se acercó a mí con los brazos extendidos que me rodearon en un cálido abrazo.
—Tenía once años, tío Shion. —El capitán no era mi tío de sangre, pero mi padre me lo presentó diciendo que era como su hermano y yo le consideraba como tal, así como él a mí como su sobrino.
—Mientras estemos en este campamento tendrás que llamarme capitán, hijo. —Me guiñó antes de darme una palmada en la espalda. —¿Qué te trae a 'nam?
—El servicio a mi patria, capitán.
El aludido sonrió de lado. —Eso fue lo mismo que dijo tu padre cuando le pregunté qué hacía en Corea. -El brillo en sus ojos y el breve momento en el que estuvo en silencio, con una expresión de añoranza, me dio a entender que estaba evocando recuerdos placenteros con mi progenitor. —Eres igual que él en ese aspecto.
Los latidos en mi corazón se aceleraron ante esa comparación que para mí era el más grande de los cumplidos. —Hablando de él, ¿sabe si está participando aquí ahora?
—No se lo perdería por nada del mundo. El loco de tu padre ahora es coronel de una de las brigadas al norte, al mandó de unos 1,500 soldados.
Mi pecho volvió a inflarse con orgullo. Tenía un deseo que me demandaba encontrarme con mi padre, mi héroe, del que fui arrebatado cuando tan solo tenía 11 años.
—¿Sísifo sabe que estás aquí? —Cuestionó sacándome de mis pensamientos a lo que yo respondí meneando la cabeza en negativa. —Si quieres puedo intentar contactarlo, será difícil por su ubicación y su cargo, pero no imposible.
—Se lo agradecería mucho. —Respondí con mis ojos destellando ante la esperanza por el ansiado reencuentro.
—Bien, acompáñame. —Salimos de su oficina y le hizo gesto a los otros dos novatos que esperaban a fuera para que nos siguieran.
Cruzamos el campamento hasta llegar a una de las enormes tiendas montadas que estaba delimitada por un pequeño muro de sacos de arena, en la que había dos hileras de catres. Cuando los soldados advirtieron la presencia de Shion dejaron lo que estaban haciendo para ponerse frente a sus catres, presentándose ante él y su disposición a sus órdenes.
—Descansen, soldados. Sargento Gemini. —Un hombre idéntico al teniente Saga a excepción que tenía una barba de tres días y llevaba su cabello largo y suelto, se aproximó al capitán. —Su pelotón tiene nuevos integrantes. Dawn, da un paso al frente. —El de cabellos turquesas dio un paso hacia delante. —Él es Camus Dawn, su nuevo médico militar. Stinger... —Un joven moreno de cabello azul atado y un fleco revuelto dio un paso en frente. —Tú serás su escolta.
—¡Si, capitán!
—También tenemos nuevo interprete, McFisk, da un paso al frente. —El joven soldado obedeció. —Él es el soldado Afrodita McFisk, habla 7 idiomas y nos ayudará a comunicarnos con los locales y nuestros aliados. ¡Granchio! —Ángelo también dio un paso al frente. —Tú serás su escolta.
—¿Eh? —Barrió con la mirada de arriba abajo al interprete e hizo una mueca de desagrado. —Pero si se ve bien delicato como una florecilla, no va a durar mucho. —Afrodita entrecerró los ojos, molesto por su comentario.
—Pues más te vale que lo haga porque él es más difícil de remplazar que tú, por mucho. —Deathmask bufó ofendido, pero Shion lo ignoró. —Aioros... —Me llamó para que lo siguiera, Shion se dirigía hacia el chico con el que había compartido asiento en el autobús y yo ya temía lo que iba a suceder. —Soldado Cabrera, por alguna razón creo que gracias a ti Granchio ha sobrevivido hasta ahora. —Murmuró para solo ser escuchado por nosotros dos. —Así que quiero que cuides al nuevo voluntario, Aioros Bowmanson, es una orden. —Me dio una fuerte palmada en la espalda que me empujó hacia él, Diego solo asintió en silencio. Shion sonrió y se dio la vuelta antes de volver a alzar la voz. —Sargento, asigne los catres para los nuevos. Eso es todo.
Cuando Shion salió de la tienda cada quien volvió a lo suyo. Volteé a ver al español y este solo rodó los ojos antes de retomar su labor de sacarle filo a su machete, torcí los labios ante su silencio que ahora no solo era incomodo, sino que también lo percibía grosero e injusto.
Otra nueva palmada en la espalda me sacó de mis pensamientos, era el sargento Kanon. —Bien, soldado Bowmanson, parece que tu estarás cómodo aquí al lado de Shuris. —Señaló al catre que se encontraba a su izquierda vacío.
Suspiré una vez que se alejó para regresar con el soldado con el que había estado platicando antes de la entrada del capitán, y me senté en la que sería mi cama cada que estuviéramos en el campamento, era incomoda, podía sentir los resortes de metal a través del delgado colchón bajo mi trasero, pero ni siquiera eso me resultaba más incómodo que el silencio entre Diego y yo. Volví a mirarlo, decidido a volver a intentar congeniar con él. —Diego, sé que odias a los americanos, pero yo... —Este alzó la mirada y dejó de jugar con el palito del dulce que sujetaba con sus delgados labios, pero cuando sus ojos olivos se encontraron con los míos bufó molesto, y antes de permitirme terminar mi oración se puso de pie y se alejó, caminando hacia el italiano que lo recibió con una sonrisa traviesa.
Suspiré pesadamente antes de dejarme caer por completo sobre el catre, abatido contra su actitud evasiva. —Genial...
Lo medité durante unos instantes, no entendí porque era tan difícil, pero definitivamente él no me daría sus razones. Sé que no debía dejarme afectar por lo que una sola persona opinara de mí, mucho menos sin conocerme, pero sentí feo al ser rechazado y de nuevo, como en el resto de mi vida, me sentí alienado en mi entorno.
Pero yo no quería seguir siendo el Aioros de antes. Me había enlistado para moldear mi vida mientras servía a mi país, me volvería un hombre mejor con un motivo para existir y no sabía cómo, pero lo conseguiría en compañía de ese pelotón.
Alcé la mirada y vi al resto de mis compañeros de tienda, no éramos más de 20 hombres, podía acercarme a ellos, quizás aprovechar el tiempo para aprender algo de la experiencia y los consejos de los veteranos que me serían útiles en el campo de batalla, sobre todo considerando que el soldado que debía "acompañarme" era como hablar con una pared y no creo que de él aprendería nada. Miré a un pequeño grupo de ellos, eran 4 compañeros que charlaban amenamente a unos metros. Me decidí a ir con ellos, pero justo cuando había tomado el valor para acercarme fui interceptado por unas manos delicadas que tomaron mi rostro, girándolo para encontrarme con unos grandes ojos celestes.
—Wow... Tienes los ojos más bonitos que he visto hasta ahora. —Sonreí ligeramente incómodo ante lo confiado que era conmigo a pesar de no conocerlo, y creo que mi captor pudo percibir mi estado pues soltó mis mejillas mientras se ruborizaba apenado. —Lo siento, me emocioné, es solo que quería poder verlos bien, sin embargo, aún no puedo asegurar si son azules o verdes.
—Son un poco de ambos, creo. —Mis labios se curvearon ligeramente ante el cambio de su actitud que me pareció encantadora, y después extendí mi mano hacia el soldado. —Mi nombre es Aioros.
—El mío es Afrodita. —Estrechó mi mano con suavidad. —Sé lo que piensas, es un nombre peculiar para un hombre, lo odiaba cuando era un niño, pero terminé aceptándolo con los años y ahora creo que me queda de maravilla. —El orgullo en su voz y su porte confirmaba sus palabras.
Yo sinceramente no sabía con que responderle, me había quedado sin comentarios sobre el tema, o más bien temía que de mi boca controlada por mi imprudencia saliera algo como "ese nombre afeminado te queda bien" ya que su apariencia era... algo delicada, y no sabía si eso podría molestarlo.
—¡El correo!
Gracias al cielo el soldado de cabellos azules y flequillo revoltoso exclamó, cargando unos sobres, llamando nuestra atención.
Los apellidos de varios soldados se fueron mencionando, provocando que se acercaran uno por uno a recibir su correspondencia mientras Afrodita y yo los mirábamos con atención en un intento de grabarnos partes de sus nombres con sus respectivos rostros. Pensé que la última carta que quedó en su mano era suya pues ya no mencionó ningún otro apellido, sin embargo, comenzó a acercarse a Diego y a Ángelo en un andar lento e intimidante.
—Parece que esas son todas. —Dijo frente a los inmigrantes sacando un encendedor.
—Vamos, Milo, no tienes porqué... —Pero antes de que Ángelo terminara la frase la pequeña llama del encendedor se había expandido por el sobre desde una de las esquinas. —...Hacer eso.
Afrodita y yo observamos como el papel ardía hasta volverse cenizas una vez que el soldado la soltó para que cayera al suelo, alejándose de los europeos mientras soltaba unas risotadas y se reunía con sus compañeros que parecían felicitarlo por su acción, entre ellos el sargento.
—¡Hey! —Exclamó una voz fuerte y molesta entrando por la tienda, era Saga, imponiendo respeto a los miembros de nuestro pelotón, frunciendo su nariz después de percibir en el aire el aroma a quemado. —¡¿Cuantas veces tengo que decirles que no quemen cosas dentro de la tienda?! Van a morir inútilmente achicharrados si esta cosa se prende. ¡¿Quién lo hizo?!
Pero, a pesar de lo demandante que sonaba su voz y que todos habíamos visto quien había sido, nadie, ni su hermano, dijo absolutamente nada.
Exhaló despacio mientras nos fulminaba a todos con la mirada de sus ojos verdes. —Bien, señoritas. Ya que nadie se quiere hacer responsable, de una vez les informo que este pelotón se ofrecerá voluntariamente a realizar la vigilancia de esta noche. —Informó con seriedad antes de detenerse y señalarme. —Tu, acompáñame.
—Si, teniente.
Quizás y no tenía el contexto suficiente para entender perfectamente lo que había sucedido, pero el ambiente tenso, la mirada resentida de Ángelo y los ojos perdidos de Shura que contemplaban con tristeza como ardía el papel me decía que no era nada bueno.
*+*+*
Aclaraciones:
Como se menciona, hay migrantes participando con los americanos entre los que destacan nuestros queridos Deathmask y Shura, en cuanto a los diálogos de ambos van a contar con errores ya sea de pronunciación, que hablen mocho, o sustituyan palabras con las de su primera lengua.
Estos serán los nombres de algunos personajes con sus apellidos.
-Aioros Bowmanson (Bowman significa arquero en inglés).
-Diego "Shura" Cabrera (no necesita explicación jaja).
-Ángelo "Deathmask" Granchio. (Se pronuncia Gránquio y significa cangrejo en italiano)
-Aldebarán Touro (Significa tauro en portugués).
-Saga y Kanon Gemini (otro que no necesita explicación).
-Milo Stinger (Sting significa aguijón en inglés).
-Afrodita McFisk (Fisk significa pez en sueco).
-Camus Dawn (Significa atardecer y aurora en inglés).
-Shion Ehreese (así es como siento que se pronuncia Aries en ingles XD).
-Shion y Sísifo fueron compañeros en la guerra de Corea que sucedió entre 1950-1953.
Y por si hay dudas en las unidades militares:
Kanon es sargento del pelotón en el que está Aioros.
Saga es el teniente de la sección #20, conformada por 2 pelotones, uno es el de su hermanito.
Shion es capitán de la compañía, formada por 2 secciones, una de ellas es la de Saga.
Por cierto! No me atreví a dejarlos a todos con el cabello corto, los únicos que lo tienen así (Diferente al anime) serían Aioros, Afrodita y Camus por ser los nuevos.
Ya estoy escribiendo el nuevo cap, perdón por la demora!
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