Dos
Después de semanas de negociaciones, finalmente Hansi Flick había firmado como el nuevo entrenador del FC Barcelona.
El club estaba en una de sus etapas más complicadas, pero Hansi sabía que eso lo convertía en un desafío aún más emocionante.
Había algo especial en Barcelona, una magia en el aire que siempre lo había cautivado, aunque, esta vez, la ciudad no solo le prometía fútbol, había algo más, o mejor dicho, alguien.
Deco había mencionado casualmente que Bojan Krkić estaba trabajando con el club, específicamente en el desarrollo de los jugadores más jóvenes.
Hansi no pudo evitar que su corazón latiera más rápido al escuchar su nombre después de tantos años.
¿Podría ser cierto? ¿Finalmente volvería a verlo?
Habían pasado dos décadas desde la última vez que supo de Bojan, desde la última carta.
Y aunque había intentado enterrarlo en los rincones más profundos de su mente, el Omega español nunca había dejado su corazón.
No había viajado solo a Barcelona, su hijo, Joshua, había decidido dejar el Bayern Múnich para unirse al Barcelona.
Era un Alfa fuerte, decidido, y con el carácter firme que había heredado de su padre y una amabilidad y buen corazón, eso lo había sacado de su madre.
Joshua siempre había sido independiente, pero había algo en su decisión de fichar por el Barça que a Hansi le parecía algo... Inusual.
El día en que firmó su contrato como entrenador, Laporta lo invitó a asistir al entrenamiento del primer equipo.
Hansi aceptó con gusto, pero en el fondo, había algo más que quería ver.
Las promesas del futuro, los canteranos, siempre había creído que los clubes grandes tenían que apostar por los jóvenes, y Barcelona, con su Masía, no era la excepción.
Cuando llegó al campo de entrenamiento, acompañado por Joshua, los sonidos del balón golpeando el césped y las risas de los jóvenes llenaron el aire.
Entre ellos destacaban algunos nombres conocidos, Alejandro Balde, Pau Cubarsí y, por supuesto, Lamine Yamal, el prodigio del momento.
Hansi observaba todo con calma, admirando la pasión y el esfuerzo de los chicos, era único, muy inusual de ver, después de todo... Solo eran niños; niños con el sueño de brillar y hacer brillar al club de sus amores.
Entonces, una pelota salió disparada hacia donde él y Joshua estaban de pie.
La pelota rodó y se detuvo a pocos pasos del joven Flick, quien la tomó sin pensarlo.
—¡Gavi, el balón!—Gritó un compañero desde el campo, mientras un Omega de cabello castaño y ojos avellanados corría hacia ellos.
Joshua se quedó quieto, con la pelota en las manos, como si se hubiera congelado en el tiempo.
El chico que se acercaba tenía una sonrisa ligera y una expresión curiosa.
Sus ojos brillaban con travesura y dulzura, una combinación que, sin saber por qué, hizo que el corazón de Joshua se acelerara.
—Uhmm, disculpa, ¿Mi balón?—Preguntó el joven, deteniéndose frente a él.
Joshua abrió la boca para responder, pero no encontró palabras, la voz del Omega era suave, pero había algo en su tono que lo desarmó por completo.
—¿Ah-h? ¡Ah, sí, sí! T-Toma, lo siento.—Joshua le devolvió el balón apresuradamente, casi dejándolo caer en las manos de Gavi.
El Omega lo miró con un poco confusión y diversión antes de sonreír.
—Gracias… —Dijo, y sin más, regresó al campo.
Joshua lo siguió con la mirada, incapaz de apartar los ojos de él.
Hansi, que había estado observando todo en silencio, dejó escapar una risa baja, no podía evitarlo.
Había algo tan familiar en esa escena que le hizo sentir como si hubiera retrocedido 20 años.
—¿Qué?—Preguntó Joshua, todavía distraído.
—Nada, solo que…—Hansi lo miró con una sonrisa nostálgica.
—Creo que las historias tienen una forma peculiar de repetirse.
Joshua frunció el ceño, confundido, pero no respondió, en cambio, miró hacia el campo una vez más, buscando a Gavi entre los jugadores.
Hansi, por su parte, sabía que su intuición rara vez fallaba, la única vez que lo hizo, fue cuando dejó caer a su hijo de cabeza... Detalles.
Había algo en ese chico que le recordaba tanto a alguien, a alguien que sin importar los años, jamás olvido, ni por un día.
Tal vez era su sonrisa, o la forma en que sus ojos brillaban con ternura, pero, más allá de eso, había una certeza en su corazón, ese joven tenía que ser el hijo de Bojan.
Mientras el entrenamiento continuaba, Hansi no pudo evitar preguntarse.
¿Estaba destinado a encontrarse con Bojan otra vez? ¿Podrían corregir los errores del pasado?
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