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Trece

Cartas

Hinata ya estaba cansada de estar en la cama y simplemente salió después de ir al baño.

El doctor había llegado a los pocos minutos que habían dicho los hermanos. Un atractivo, joven, pero delgado doctor llamado Kabuto. Él le tomó la presión y le dijo que estaba un poco baja, que debía comer y descansar. El doctor había convencido a su padre que lo más conveniente era que ella se quedará en la granja Namikaze, por lo menos ese día. Y así, Hiashi se había ido junto con unos de los chicos que trabajaban en la granja y su madre, a buscar las cosas que necesitarían. Hinata le había hecho recordar, tal vez una cinco veces, a su madre de su laptop que había quedado cargando en la cabaña de sus padres.

Hinata bajó lentamente las escaleras, escuchando ruido fuerte en la cocina y antes de bajar los últimos escalones se detuvo a escuchar. No estaba bien que ella lo hiciera, pero quería saber quiénes estaban allí.

—La hija de los Hyūga es bonita ¿o no?

—La ví primero, así que apartate Konohamaru.

—En teoría, él que la vio primero fue Naruto—, murmuró él más joven de los Namikaze.

—¿Cómo?¿Cuándo?

—Ella es su vecina. Vive al lado de él en la ciudad.

—¿Me estás jodiendo?

Hinata escuchó ruido de cacerolas y bajó un paso más.

—Nop. Naruto me ha contado de su vecina, aunque él no sabía que era hija de los Hyūga.

— Él se fue hace tres años y no hizo nada. Me importa muy poco, si no hizo nada en ese tiempo, yo puedo hacer mí jugada.

—Cuida tu boca Toneri. Si alguno de los gemelos te escucha, te partirán la boca. Sabes que no les gusta tus jueguitos.

—¿Por eso Menma me mandó a la carretera?

—No tengo idea porque mí hermano te mando allí, pero es obvio que no te quieren cerca.

—¿No me digas que Menma también la quiere?

—Eso no es asunto nuestro...

Las voces se detuvieron cuando una puerta se cerró con fuerza. Hinata pudo sentir desde allí la tensión en el aire de la cocina. Ella empezó a escuchar ruido de un cuchillo cayendo sobre la madera y al poco tiempo el ruido de cebollas fritandose al fuego. A los segundos llegó ese olor a dónde ella estaba y decidió terminar de bajar las escaleras y se acercó lentamente a la puerta que llevaba a la cocina. Ella se detuvo bajo el umbral, notando a Konohamaru de espaldas a ella, ahora cortando carne, mientras Toneri estaba sentado en una silla y revisaba su celular. Se sonrojó un poco al ver a Naruto también sentando en la mesa, leyendo unas hojas de impresión, parecía bastante concentrado, pero fue el primero en notar su presencia.

—¿Hinata?— él se levantó a penas la vió, logrando que los otros dos se volvieran a ella también.

Odiaba ser el centro de atención.

—Mm, Hola. Yo..—, ella dió un paso hacía adelante y Naruto se acercó a ella con pasos rápidos.

—¿Quieres sentarte?

Él la tomó con delicadeza del brazo y la ayudó a moverse a una silla, aunque ella no lo necesitaba. Naruto apartó la silla que estaba al lado de él, casi tres sillas más lejos que Toneri y la ayudó a sentarse. Hinata se sentía algo incómoda, después de todo ya se sentía mejor, pero también amó que Naruto se comportará así con ella.

Hinata lo observó por abajo de sus pestañas mientras apretaba fuerte las manos bajo la mesa de madera. Naruto volvió a sentarse, pero no tomó las hojas que estaba leyendo, sino que se concentró exclusivamente en ella.

—¿Cómo te sientes?— le pregunto suavemente.

Hinata sonrió, intentando no parecer esa descerebrada que parecía cuando Naruto le hablaba directamente.

— Bien, en realidad. Estaba algo aburrida allí arriba y vine para ver si mis padres ya habían llegado.

Naruto asintió, comprensivo.

—Me imagino, no estás acostumbrada a esta vida¿o no?

—Es tranquila...

—Aburrida—, murmuró Toneri desde su asiento.

Hinata hizo una mueca pero no lo miró.

—Espero que mí madre se acuerde de traer mis cosas. Por cierto, fue muy amable de tu parte permitir que nos quedaremos.

Naruto negó con la cabeza.

—Es un placer tenerte aquí, Hinata—, él sonrió mostrando sus dientes blancos, esa sonrisa que ella tan bien conocía—. No hay muchas visitas aquí, generalmente..

—Y menos de una mujer como tú—, dijo Konohamaru sentándose en la silla frente a Hinata, al lado de su hermano también. Naruto observó a su hermano menor con una  ceja alzada y él sonrió nerviosamente hacía ella—. Eres muy bonita.

Hinata sintió que el fuego en sus mejillas se hacía más fuerte. Intentó sonreír al muchacho.

—Gracias—, murmuró aunque no estaba muy convencida de ello.

—Hacen los monos— dijo Konohamaru, logrando que Hinata lo mirará algo confundida. Él rió un poco—. Un dicho tonto. Sólo quiero decir que no son necesarias. Más que un halagó, era una declaración de un hecho.

Hinata abrió la boca sin saber qué responder, pero no lo necesitó cuando Toneri bufó burlón.

—Deja de coquetear, crío. Se quema el estofado.

Konohamaru saltó de la silla y casi corrió a la estufa donde estaba la olla en el fuego. Él maldijo por lo bajo mientras agarraba la cuchara de madera y destapaba la olla. Hinata olió disimuladamente, sintiendo en distintivo olor a cebolla quemada.

—Mierda. Carajo—, maldijo Konohamaru mientras sacaba la olla del fuego y tiraba el contenido a la basura.

Hinata se levantó.

—¿Te gustaría que cocinara?— preguntó antes de darse cuenta lo que estaba haciendo.

Konohamaru se volvió con la mirada esperanzada, pero antes de que pudiera decir algo, Naruto habló.

—No es necesario que lo hagas Hinata. Nosotros...

—Nada de eso—, ella le interrumpió con una sonrisa—. Puedo cocinar como agradecimiento por tu hospitalidad y la de tu hermano, y la de todos en realidad— terminó dándole una mirada a Konohamaru y se movió para acercarse a él en la mesada.

Naruto también se paro.

—Si quieres nosotros..

— Tranquilo Naruto, puedo hacerlo—, dijo mirándolo sobre su hombro. Se asombró por su reacción, no tartamudeo, ni se sonrojó mientras mantenía su mirada. Aunque sí, su corazón golpeaba duro en su pecho, era normal por el nerviosismo—. ¿Por qué no sigues haciendo eso, que parecía muy importante, mientras Konohamaru me ayuda con la cocina?— le preguntó con una sonrisa dulce.

—Eres nuestra invitada, Hinata—, le dijo algo confundido por sus ganas de ayudar.

—Tengo dedos en mis manos, y puedo cocinar un estofado. No te preocupes, no los envenenaré... Eso creo—, murmuró para ella esa última parte.

—No estaría mal probar una comida decente para variar—, dijo Toneri.

—¿Segura?— preguntó Naruto una vez más.

Hinata sonrió.

—Si, lo estoy.

Lo único que esperaba era que nada le saliera mal en ese momento. ¿Qué tan difícil podía ser hacer un estofado para los hombres que trabajaban allí?

Continuará...

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