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Siete

Cartas

Hinata se sacó el sombrero y se pasó el brazo por la frente limpiando el sudor. Su madre le dió una botella de agua fresca de la canasta y luego casi corrió para llegar al lado de su padre que iba unos pasos adelante.

Ella ya estaba agitada y adolorida. Esa era la consecuencia de no hacer ejercicios, su madre estaba en mejor forma que ella.

Estaban a unos pocos metros de una enorme casa, ella podía verla. También notó corrales y una granero, se parecía más a un rancho que una granja, pero ¿ella que sabía de eso? Nada. Así que no discutiría el nombre. Comenzó a caminar de nuevo cuando su padre la llamó y se detuvieron. Sus piernas dolían como cuando hacía gimnasia en el secundario. Además de ser un bicho nocturno, era uno muy vago...

Sus padres avanzaron cuando ella estuvo a unos pasos y ella los siguió, escondiendo su mueca de dolor. ¿Cómo iba a poder caminar en la feria? Habían estado caminando al rededor de dos horas, ella estaba segura porque miró su reloj de pulsera y era casi las once.

Cuando levantó la mirada sus padres estaban más lejos aún. Quería tirarse al suelo y morir con el dolor en sus muslos, pero obligó a sus piernas a moverse. Un ruido a su espalda le hizo detenerse mirar hacía atrás y sus ojos se abrieron enormes. Gritó mientras se volvía y corría hacia sus padre agitando las manos.

—¡Papá! ¡Mamá!— gritó, olvidando completamente el dolor.

Un toro corría hacia ella y no estaba tan lejos, ella podía jugar que podía escuchar su jadeó fuerte y enojado en su nuca. Sus padre se volvieron y se largaron a correr sin esperarla. Ella abrió la boca y siguió corriendo, asombrada cuando cada uno tomó un camino diferente. Hinata siguió derecho y miró sobre su hombro, pero el toro corría hacia ella, sin prestar atención a sus padres.

Hinata siguió gritando y agitando las manos, tiró la botella hacía atrás, esperando que le diera al toro negro con enormes cuerno.

Hinata giró hacia un corral de madera y corrió hacía allí, a los pocos metros se dió cuenta que había un hombre adentro, pero no la miraba, estaba de espaldas.

—¡Ayuda! ¡Ayuda!— gritó casi sin aire.

Su costado dolía como si le hubieran apuñalado, y de a poco la adrenalina la estaba dejando sin fuerzas en las piernas. El muchacho se giró con sus gritos y corrió a ella. Hinata apoyó sus manos en las grandes maderas e intentó subir para quedar del otro lado, pero no podía con sus cortas patas.

Ya estaba llorando y gritando cuando miró sobre su hombro al toro casi sobre ella, pero unas manos la agarraron de debajo de los brazos y la levantó de un tirón. Sus ojos se cerraron y cayó con el peso casi muerto sobre un cuerpo duro. Ella gritó mientras se tapaba la cabeza con los brazos cuando el toro golpeó las maderas y bufó molesto. Hinata se quedó quieta y con la respiración contenida mientras el toro golpeaba una vez más y luego lo escuchaba irse.

Su cuerpo temblaba violentamente y recordó a sus padres, abrió los ojos para ver al hombre que le había ayudado y ni siquiera se había quejado que ella estuviera encima de él y se quedó sin respiración.

Sus ojos se quedaron clavados en los celestes que la observaban con asombro. Su mirada fue a las marcas que tenía en las mejillas y en el cabello rubio.

—¿N-Na-Naruto?— murmuró asombrada.

Él frunció el ceño.

—¿Estás bien?— preguntó con voz profunda.

Hinata estaba con la boca abierta, ni siquiera consciente que estaba a horcajadas sobre él. Ella bajó la mirada, notando que Naruto estaba sin camisa, su cuerpo marcado y bronceado. Abrió y cerró la boca, aún anonadada de verlo allí.

—¡Hinata!— saltó al escuchar el grito de sus padres no muy lejos.

Ella reaccionó y salió de encima de él como si estuviera prendido fuego. Tanta fue su desesperación por salir de encima que terminó cayendo de culo al suelo y se arrastró hasta que su espalda chocó con la madera. Naruto se sentó y la siguió mirando confundido, pero no dijo nada más.

Hinata no pudo apartar la mirada de él. ¿Qué estaba haciendo Naruto allí? ¿Era aquí donde él venía cuando desaparecía unos días de la casa de al lado? ¿Tenía una clase de doble vida?

Hinata desvío la mirada cuando su padre y madre corrían allí, habían entrado por la puerta del enorme corral. Ella volvió a mirar a Naruto cuando él se levanto y agitó sus manos en la parte trasera de sus pantalones, su mirada en sus padres que se acercaban. Él se volvió con una sonrisa.

—Es un placer conocerte, Hinata ¿no? Soy Menma.

Ella abrió grande los ojos y la boca.

¿Que. Mierda?

Continuará...

Si, son gemelos. Jajaja.

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