Ocho
Cartas
Hinata observó la taza transparente que tenía en la mano, sus extremidades temblaban tanto que un poco de agua cayó en sus dedos y se volcó por el costado de su boca cuando tomó. Su madre estaba a su lado y su padre estaba hablando con Menma...
Menma...
Hinata lo miró con disimulo y no podía dejar de creer que fuera idéntico a Naruto. Sólo le faltaba las gafas y serían dos calcos. Ella no podía creer que fuera una conciencia, se dice que en el mundo tienes al menos un gemelo perdido, parecido a ti. Pero sería muy raro que ella encontrará al gemelo de Naruto y hubieran tenido correspondencias. O sea, ¿qué tan pequeño era el mundo? O el universo estaba en su contra, porque había ido allí para olvidarlo con un nuevo amigo, y este era igual a Naruto.
Ella gimoteo bajo cuando se tapó la cara con una mano. Su madre le sacó el vaso de vidrio y apretó su brazo.
—¿Estás segura que estás bien?
Hinata asintió, pero quería irse. Buscar sus cosas de la casa de sus padres y tomar el tren que la llevaría a su casa, encerrarse y no salir nunca más. Ella levantó la mirada, hacia donde Hiashi seguía hablando y sintió su cara caliente cuando Menma la miró sobre el hombro y sonrió. Hizo una mueca y miró hacia otro lado, su sonrisa era muy parecida también.
Sus dos manos golpearon en sus mejillas cuando se dió cuenta que ella le había dicho que estaba enamorada de Naruto...
Las cosas se pusieron más raras cuando abrieron la puerta de la casa y otro hombre vino corriendo a la parte donde ellos estaban. Luego que el toro había desaparecido, Menma le había ayudado a moverse a unas sillas cerca del corral. Su madre le había servido agua y su padre había agarrado del brazo a Menma para llevarlo unos pasos lejos. Hinata sabía que lo estaba regañando, aunque no podía escuchar las palabras.
—¿Hinata?
Hinata quiso morirse allí mismo cuando vio a un tercer Naruto. ¿Cuántos parecidos encontraría?
—Oh, Naruto. ¿Conoces a mí hija?
Hinata abrió grande los ojos y miró a Hanna. ¿Qué...
—Si, hace unos años me mudé al lado de su casa. No sabía que era tu hija, Hanna—, respondió el rubio.
Hinata ahora miro a Naruto con la boca abierta.
—Pero... Pero...— murmuró Hinata sin poder creerlo y saltando de su silla para pararse.
Él hizo una mueca mientras acomodaba las gafas sobre su naríz, y de repente Menma palmeo a Naruto en su hombro y se colocó al lado de él. Era como mirar doble, tan sólo que Menma estaba en cueros y Naruto con una camisa arremangada en los brazos de color café claro. Tenían hasta la misma clase de vaquero suelto y desteñido.
—¿Así que eres el vecino de Hinata, hermano?— preguntó Menma.
Para cualquiera pareció una pregunta curiosa, pero Hinata notó la sonrisa disimulada en su boca y sus ojos celestes estaban sobre ella. Hinata sintió que se quedaba sin aire cuando él levantó una ceja...
Él lo sabía. Él recordaba que ella estaba enamorada de su hermano.
¡Oh Dios!
¡Sabía que ella escribía cosas románticas pensando en su hermano!
Hinata se tambaleó cuando en su campo de visión aparecieron puntos negros y se sintió sin fuerzas.
Se desmayó cuando ambos hermanos se precipitaron hacía adelante queriendo atraparla.
Continuará...
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