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Dieciséis

Cartas

Hinata bajó de la camioneta esa tarde con la ayuda de Konohamaru. Observó maravillada todo el lugar, las carpas estaban esparcidas por un enorme lugar descampado. Había pequeñas luces colgantes por todo la feria, pero como aún era de día, las mantenían apagadas.

Ella se enganchó del brazo extendido de su padre, mientras su madre se enganchaba del otro.

—¿A qué hora les gustaría que venga?— preguntó Konohamaru.

Hinata se volvió asombrada.

—¿No te quedarás con nosotros?

Konohamaru sonrió, era un muchacho no más de 23, pero era condenadamente atractivo.

—Me gustaría, pero tengo trabajo. Creo que vendré, pero será el viernes que es el último día de feria. Y el sábado, que harán una pequeña fiesta, pero a la noche.

—¡Oh! ¿De verdad?

Konohamaru asintió.

—Mis hermanos también vendrán ese día.

Hinata se mordió el labio y se perdió en sus pensamientos. Todo el día estuvo pensando en las palabras de Naruto. A penas había visto de lejos a Menma ese día y no había podido contarle lo que le había dicho. Ella había estado tan shockeada, que no se le había ocurrido que tal vez Naruto lo había dicho en sentido de amistad y no amoroso como Hinata había pensando en un principio. Pero lo que le había parecido raro también, fue no ver a Naruto para nada en todo el día. Suponía que estaba ocupado, pero tampoco lo había visto en el almuerzo y eso le había parecido extraño ya que todos habían ido.

Hinata parpadeó cuando la camioneta arrancó, Konohamaru le hizo una seña con su gorro de vaquero y se fue. Tan distraída había estado que no había escuchado cuando volvería. Pero ella se decidió que no podía estar pensando en ello en ese momento.

Había ido allí para pasar con sus padres y aunque Naruto le hubiera dicho que le gustaba, él seguía teniendo esa linda y delgada chica en su casa en la ciudad. Su corazón se apretó al pensar que tal vez a él le gustaba como un pasatiempo. Una escapada de verano mientras su novia linda y delgada estaba en su casa.

Hinata era mejor que eso. Ella estaba enamorada de él, pero tenía amor propio. No dejaría que ningún hombre le hiciera eso.

Ella sonrió a su padre cuando volvió a enganchar su brazo en él, decidida a pasar un lindo momento con sus padres.

Hinata rió mientras salían con su madre viéndose las uñas recién hechas.

La feria en su mayoría eran ropas y artesanías, pero había algunas dónde te hacían peinados, pintura en la cara para los niños, y ellas aprovecharon para hacerse las uñas con motivos. Hinata se reía, porque ella misma había decidido hacerse una de las uñas con la cara de un toro enojado, y las otras eran flores de primavera. Ella jamás había gastando en esas cosas, pero su madre había insistido para pasar un momento de madre e hija. Hinata no pudo negárselo.

Obviamente, todo eso había sido una trama para que Hanna le acribillara con preguntas sobre Naruto. Hinata había zafado por los pelos, contando tonteras que su madre creyó. Hanna se había demostrado muy decepcionada al saber que Naruto tenía novia en su casa de su ciudad, pero Hinata había tenido que decirle para que dejará de hacerse una película en la cabeza sobre su hija casándose con un contador.

Ambas encontraron a su padre mirando como los jóvenes intentaban montar un toro eléctrico. Hinata lo encontró divertido, pero no creía que se animará a hacerlo.

La tarde ya estaba oscureciendo y ella ya había gastado su presupuesto para ese día, con las uñas, pero siguieron caminando llendo a la salida faltaba poco para que Konohamaru fuera a buscarlos. Observó hermosas alhajas hechas por los granjeros, pero ni siquiera preguntó el precio. Pero se detuvo cuando vió sombreros de vaqueros con distintos motivos y colores. No pudo detenerse a tomar uno de color rosa pálido, con una pequeña cinta en forma de moño con motivos de tulipanes.

—¿Quiere probarlo señorita?—, se acercó un pequeño que no debía ser mayor de doce años.

Hinata le sonrió con el sombrero en manos mientras el niño le mostraba un espejo pequeño. Ella se dijo que no había daño en ver cómo le quedaba y se lo puso. Sonrió al ver el reflejo,le gustaba, pero cuando el niño le dijo el precio, ella se lo sacó.

—Lo siento, no puedo...

—Te lo compro.

Ella se volvió asombrada hacía atrás al escuchar la voz autoritaria que empezaba a reconocer. Sonrió al ver a Menma.

—No es necesario que lo hagas— le murmuró mientras el sacaba la billetera de cuero marrón del bolsillo trasero de sus vaqueros.

Menma no la escuchó o no le prestó atención, ya que le pregunto al niño cuando valía de nuevo y le dió el dinero. Hinata se quedó con el sombrero en la mano y el rubio se lo sacó de un tirón y se lo puso en la cabeza. Ella rió cuando le tapó los ojos con él y tuvo que tirarlo un poco hacía atrás. Estaba por agradecerle, pero él ya no estaba más allí. Vió su ancha espalda caminar a dónde estaban sus padres y ella corrió a él.

—Gracias—, le dijo con una sonrisa cuando estuvo a su lado.

Menma no contestó, y eso le preocupó un poco, ya que estaba con el rostro de pocos amigos. Hinata se sostuvo el sombrero cuando un viento fuerte se alzó y lo quedó mirando.

—¡Que bonito bebé! Me encanta como te queda—, dijo su madre cuando los alcanzaron al lado de la camioneta.

—Es verdad, te queda muy lindo cariño—, le dijo su padre mientras se subía del lado de atrás.

Hinata estaba por subir al lado de su padre, pero Hanna la detuvo.

—¿Por qué no te sientas adelante, querida?— le preguntó haciendo un guiño. No esperó la respuesta de su hija, Hanna simplemente se subió y cerró la puerta.

Hinata suspiró y se movió a la puerta de copiloto. Ella abrió la puerta y vió a Menma ya casi listo para arrancar, con la mirada hacia ella, parecía apurarla con sus ojos. Hinata subió, y apenas se estaba poniendo el cinturón cuando Menma arrancó, aunque salió lentamente y con cuidado.

Ella observó su perfil mientras manejaba, su madre no paró de contarle a Menma todo lo que habían hecho, pero él sólo contestaba con simples monosílabos. Menma evitó mirarla todo el camino.

¿Que había pasado?

Continuará...

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