PRÓLOGO

"Tal vez era el miedo de pensar que mi madre sufriría por esto, pero con tantas cosas que han pasado, ya hoy he decidido terminar con este sufrimiento."

Aquella noche, el cielo estaba cubierto de un manto de nubes oscuras que presagiaban tormenta. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, indiferentes al drama humano que se desarrollaba en el puente Mármol. Con pasos vacilantes, él avanzó, sintiendo cómo cada paso le acercaba más a su decisión final. El sonido del tráfico y los murmullos lejanos de la gente se desvanecían, dejando solo el rugido del río bajo sus pies como un macabro acompañamiento.

Se detuvo al borde, mirando hacia abajo. El abismo lo llamaba con una voz seductora, prometiéndole paz y el fin de todo dolor. Pensó en su madre, en su rostro surcado de arrugas por tantas noches de insomnio, en sus ojos llenos de preocupación y amor incondicional. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla.

"Siento mucho lo que llorarás... mamá," murmuró con la voz quebrada.

Y entonces, se dejó llevar por la gravedad. La caída fue rápida, un suspiro fugaz en el vasto océano de la vida. No hubo tiempo para gritar, solo para sentir el viento azotando su rostro, despeinando su cabello, como un último y efímero abrazo. Pero, en esos segundos, el dolor en su corazón superaba cualquier impacto que pudiera tener con el agua.

El mundo siguió girando, ajeno a su partida, mientras él encontraba finalmente la liberación que tanto había anhelado.