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Cuidad de Vendima, a los 204 días de su partida.

Querida escritora mía, creadora de mi mundo

Le escribo desde el trono donde usted me abandonó solo, tratando de sacar adelante un reino que sufre las secuelas de una guerra devastadora que dejó muchos enemigos y pocos aliados.

Aún recuerdo cuando el oráculo del palacio presagio su llegada y mi perdición, y antes de marcharse a su retiro, me auguró una victoria y una derrota en mi destino.

Recuerdo el estruendo de su entrada, una nube de polvo se levantó cuando hizo añicos una pared en la zona de entrenamiento del castillo, justo cuando estaba yo sacando mi ira con el arco y la flecha. La noticia de tener que casarme con una desconocida que ni siquiera pertenecía a mi especie, además sin otra alternativa que aceptar tal destino, hacía que mi magia se saliera de control.

Cuando el polvo se disipo pude apreciar ante mí a la criatura más bella, radiante y frágil que no había visto antes. Su cabello era único, caía en forma de rizos y brillaba como la noche, su piel era de un tono tostado claro y sus grandes ojos ambarinos mostraban un alma sensible y delicada, sin dudas caer rendido ante sus pies era la única opción posible.

Sin ojos para mirar a nadie más, terminaba con apuro mis tareas reales solo para pasar tiempo juntos y poder sentir esa voz que acariciaba finamente mis oídos y era bálsamo para mis sentidos, despertando una magia nueva para mí.

Fui participe de su notable curiosidad y su avives por el conocimiento y a pesar de ser otro mundo, comprendió y acepto nuestras reglas y formas de vivir rápidamente, como una más de nuestra especie. Siempre tenía una hoja y una pluma a la mano, donde anotaba cada detalle y su facilidad para el dibujo, me hizo apreciar pequeñeces que había pasado por alto todo este tiempo.

En más de una ocasión noten sus ojos un rayo de añoranza. Entre las lágrimas logre que abriera su corazón y me contara sobre su vida antes de llegar a mi mundo, me sentí abrumado y con unas ganas intensas de protegerla, por lo que le juré con mi vida qué haría todo lo posible para que se sintiera cómoda y feliz. Por primera vez me sonrío, pero desde el fondo de su corazón y eso me lleno fuerzas y esperanzas para arriesgarlo todo y vencer.

Recuerdo el día que la descubrí intentando entrar en el invernadero de la reina a escondidas. Fue tanta mi fascinación pues conocía algunas plantas y sus usos, y sus palabras la hacían una virtuosa en el tema. Del invernadero salió el regalo que nunca llegué a entregarle y que aún conservo para usted.

También recuerdo que allí recibí la confirmación de que mis anhelos eran correspondidos y mis esfuerzos estaban dando sus frutos. Su acercamiento estremeció todo mi ser, su calor acelero mi corazón y su toque sedoso precipito ese beso que deposito suavemente en mis labios. Ese beso supo a gloria y a una oportunidad de ser feliz, el primero y el más anhelado.

Pero aún faltaba mucho terreno para ganarme su corazón.

Poco tiempo después, mi padre falleció y con ello nació la esperanza en el enemigo para atacar nuestro reino y apoderarse de nuestras riquezas. Su apoyo sostuvo mi corazón ante tal perdida y ayudo a que no perdiera mi magia.

La guerra estalló y yo no podía perder esta nueva oportunidad, y otra vez logró sorprendernos con sus habilidades y aciertos en la estrategia de la batalla, y alegando tácticas de extraños personajes como Bonaparte, Hitler y Magno que al parecer fueron grandes guerreros en su mundo.

Fue parte importante de la reconstrucción del reino con sus ideas nuevas y diseños únicos.

Después de nuestra victoria preparé un gran banquete, donde anuncié que tendría una gran sorpresa para todos. Todos me miraban y con gran alegría grite que la haría mi reina. Puse una rodilla en el suelo y sostuve su mano, estaba listo para una unión para siempre.

Pero para mi gran pesar vi una sombra tristeza en su rostro, mientras el pueblo entero se regocijaba ante la noticia, usted corría hacia su habitación. Había sido precipitada mi petición.

Esa noche, yo mismo me ofrecí a llevarle el té especial de la reina, pues no había probado bocado en el banquete y con la excusa de saber el porqué de su rechazo. Necesitaba verla. Para cuándo entre a su cuarto dormía plácidamente apoyada en la mesa de la habitación, rodeada de sus notas y dibujos.

Sin pensar mire los papeles y vi imágenes de la guerra, de las montañas y de mi familia, y en los escritos contaba como pasaría cada hecho, cada palabra, gesto o movimiento aparecía en detalles.

No era posible, parecía un conjuro había caído en un engaño, no podía creer que usted era un ser manipulador de alguna clase de hechicería, y yo había caído en su trampa. Muy a mi pesar ordene encerrarla en la celda de la Torre del Norte, la más alta y solitaria.

Tenía miedo, mucho miedo.

Los días fueron pasando, investigue, leí cada papel, estudie cada dibujo. Todo era cierto incluso la muerte de mi padre mostraba detalles, detalles que solo mi madre y yo conocíamos. Y eso segó mi razón y nublo mi juicio, pero no le di la oportunidad de explicarse, me asustaba lo que pudiera decirme.

Las preguntas se amontonaban, las dudas me consumían por dentro, mi corazón se destrozaba con cada segundo que pasaba sin su presencia. Debía descubrir la verdad y debía ser pronto. Era momento de hablar con usted, pero aun en esas circunstancias sufría el tormento de no poder verla ni escucharla.

Di la orden de sacarla de la celda e incluso decidí yo mismo, junto a un par de sirvientes, ir a buscarla, pero ya no estaba. La celda estaba completamente vacía y sin signos de escapadas ni de rescates.

Pero en su lugar encontré una nota escrita en la tela de su vestido y estaban dirigidas a mí.

Quedé desecho ante tal escenario, de repente sentí el peso de mis acciones y en mi pecho que la sensación de una piedra atorada allí. Lloré desconsoladamente en el regazo de mi madre y no mostré mi cara ante mi pueblo. Fueron días grises y lluviosos como si el cielo se compadeciera ante mi melancolía.

Entre sus palabras contaba que era escritora y que su oficio era contar historias y crear nuevos mundos, que nosotros éramos uno de aquellos, pero habíamos adquirido vida propia. También explicaba que vino aquí para ayudarnos a ganar la guerra, pero no conto con que se enamoraría del reino, del pueblo y de mí. Al final revela que el día del banquete cuando le propuse a ser mi reina, sintió que no podía seguir ocultándonos la verdad.

Al fin pude entender la carga que llevaba sobre sus hombros, y lo difícil que fue la forma como todo ocurrió.

Moví cielo, mares y tierra, pasé meses buscando la forma de llegar a su mundo, incluso hice pactos con los enemigos para que ellos también buscaran maneras de llegar a usted.

Pero nada parecía funcionar.

Pero un día en mi desesperación tomé sus hojas y escribí en ellas, usando la misma tinta y vi que podía comunicarme con su mundo. Así que espero que reciba esta carta y desde lo más profundo de mi arrepentimiento y mi amor le pido que regrese porque no sé qué hacer sin usted ni con este vacío que tengo en mi pecho.

Espero que me perdone y me acepte nuevamente.

Se despide por siempre suyo.

Lyklor de Petsatra, El rey de los elfos y prisionero de su amor.

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