Carta a mi primer amor
Diría que una sonrisa bastó
para descolocarme y atraparme
entre las zarzas de tu agraciado corazón. Podría mentir y afirmar
que la mirada que me regalaste
fue suficiente
para hacerme volar y conocer el cielo.
Explicaría que con solo un roce
mis defensas bajaste,
mis mejillas calentaste
y mi cuerpo hiciste temblar.
Pero no es cierto,
y los dos lo sabemos.
Me dedicaste una mirada tímida
con una postura rígida
y ni siquiera te molestaste en hablarme.
Hasta el momento,
el miedo y el dolor te acompañaron,
como fieles amigos
sin despegarse de tu mano.
Yo fui la primera en saludarte,
divertida y sociable,
me arriesgué en sonreírte
y tú apenas me observaste.
Con el transcurso de los acontecimientos,
te ignoré y terminé sufriendo.
Antes de que pudiéramos reclamarnos,
pasamos por infinidad de tormentos.
Pero ambos,
aunque suene absurdo y descabellado,
acabamos por complementarnos.
Porque mientras tú estabas triste y vacío,
viniste a mí en busca de consuelo.
Y cuando yo estaba furiosa y dolida,
tú me proporcionaste caricias.
A lo mejor sea una locura,
pero entre los dos nos protegimos,
nuestros brazos aliamos,
nuestros labios unimos
y nuestros caminos se entrelazaron.
Es lindo y melódico,
porque con el tiempo
aprendimos poco a poco a querernos.
No hizo falta prometernos,
una vida eterna de flores silvestres
o bombones caros de Ferrero Rocher,
porque nos obsequiamos
la oportunidad de estar juntos y agasajarnos.
Pasamos por momentos exóticos,
miradas cruzadas,
risas mezcladas,
lágrimas saladas
y peleas magnéticas.
Pero siempre volvemos a abrazarnos
y a parar el mundo
con nuestro amor explosivo
y el choque de nuestros cuerpos conectados.
Me encantas
por todo ese carisma que irradias,
por escucharme sin quejas,
por amarme a pesar de mis fallas...
Somos muy diferentes,
pero iguales a la vez,
¿yo soy tu sol y tú mi luna
o al revés?
Gracias por ser mi hombro en el que llorar,
mi apoyo incondicional,
mi persona ideal,
animarme y ayudarme a continuar...
Porque yo antes de encontrarme contigo,
esta cursilería
me daba arcadas
y pensaba que era pura palabrería.
Tal vez deba rogarle al mar,
que no ahogue entre su espuma
nuestra confianza
que es tan delicada como una pluma.
Tal vez tenga que suplicarle a Dios
para que me haga descifrar
el enigma en el que estás envuelto.
Pero antes, permíteme una cena,
con buena vista y pizza en la mesa
para sentirte cómodo
y contarme tus penas.
Revélame aquello que te hipnotiza
o lo que te marcó
y dejó huella,
porque me encantaría degustar
todo de ti, y de paso,
entender tu pasado.
Quizás debería dejar esto a un lado,
y pedir mi deseo más preciado:
estrellita, estrellita, ayúdame a cuidarlo
para nunca perderlo
y entregarle una vida
llena de dulces carcajadas
y una deleitable felicidad
sin barreras
con pétalos de rosas negras.
Aunque mi poema finaliza,
concédeme tu mano
para bailar entre la lluvia
o besarnos
con el cielo estrellado
y brillar
como una fogata en la oscuridad.
Firmado por: J.
Para: un ángel luminoso.
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