Carta a Merina
Si fuera un ruido vacío en una cruda tormenta, mi cuerpo se convertiría en una lluvia ácida como lo quería Merina
Ahí ella venía diciendo: «Mis acciones son mentiras y las palabras de mis padres no son pastillas para dormir»
Mi rostro invade la ira de mi cizañera compañera que al verme no puede comprender el dolor de mi angustia
Ojalá mi dulce lamento se retuerza de dolor al sentir las palabras hirientes de Merina
A pesar de mis débiles intentos fallidos en dialogar con ella
Sus gritos insoportables son clavos filudos que atraviesan las paredes de mi razón
Sus ojos de piedra no dejan cambiarme los oídos y no existe solución alguna
¿Cuál es el precio de pedir su ternura si la roca del odio por parte de ella se hace más fuerte?
Encolerizada viene hacia mí llevando su mirada airosa de espanto y rabia hacia mí
Ni siquiera mis lágrimas ardientes pueden curar el infierno de Merina hacia mí
Al llegar el alba, ella ya olvidó el último amor que yo le di
Y, entre sus lisuras y sus quejas, a su voz reclamó:
«No quiero acordarme de tus frases de niña o de los recuerdos que me ofreciste
Solo deseo borrarte de mi cabeza para verte morir»
Desdichado me retiro mientras observo como ella se distancia de mí
Al dormir, mi mente se disipa en una gota de nostalgia
Que provoca mi deseo de culpa consumiendo mis últimas esperanzas
Mi ruta para hablar con ella es una tiniebla profunda sin rumbo
Y ella me arranca su enfadada voluntad hacia mi temerosa valentía
La respuesta que espero de ella
Es una palabra que no podré descifrar
Ahí viene una tarde de ladrillos filosos que devoran mi rostro alegre
Mis efímeros deseos se quiebran al escuchar aquellas palabras de esa maldita Merina que decía:
«Calla tu boca de serpiente y enciende tu oído de silencio aceptando la cruda realidad en la que vives»
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