Capítulo XXI: Ardilla
Salí fuera para escribir otra carta a Sam. Ahora que sabía que podía enviar a Jerome, me sentía más tranquila. Sam me enviaba noticias cada semana, lo que me hacía muy feliz.
Querido Sam:
Te escribo luego de una terrible prueba de Transformaciones. Es una asignatura complicada para mí, pero al mismo tiempo es divertida cuando la entiendes. Trish es muy buena en ello. Bueno, Trish es buena en todo, lo sabes. Yo destaco en encantamientos, porque me agrada crear cosas que hagan felices a las personas, supongo. No hay nada mejor que crear una lluvia de m y m's en medio del cumpleaños de Alan, como hice este fin de semana.
Yo te he hablado de Alan muchas veces. Creo que ahora que somos amigos de verdad, sin sentimientos amorosos de por medio, nuestra relación es mejor. A veces me quejo, comienzo a preguntarme por qué la vida es injusta conmigo, si Alan y yo habríamos sido una pareja perfecta... Pero bueno, Alan no está a mi alcance. O quizás debo decir que el destino para mí es otro que aún no conozco.
¿Las cosas están bien con tu novia? ¡Mándame una foto que sea! Me gustaría mucho conocerla, aunque supongo que debo mentirle y decirle que voy a ese internado de señoritas, ¿verdad? Eso no importa, si es que puedo saber cómo es ella y asegurarme de que no te hará sufrir. Tú tampoco la lastimes a ella, ¿de acuerdo?
Esta tarde tengo clase de encantamientos, por suerte. Un momento de relajo luego de la prueba monstruosa. Seguiré escribiendo luego, voy a almorzar antes de que se me acabe el tiempo.
Me levanté del pasto donde había estado escribiendo y me dirigí al Gran Comedor. Comí rápidamente mi porción de pavo asado antes de que Trish me recriminara mi poca clase a la hora de comer y cuando ella llegó, ya iba por el postre.
- Espérame, quiero hablar contigo- me dijo ella y volví a sentarme mientras ella empezaba a comer. Entonces escuché un grito que venía de fuera del Gran Comedor.
-¿Qué es eso?
Varios salieron a mirar y yo me uní a ellos, pensando que quizás alguien se había hecho daño. Había un gran grupo de estudiantes que comentaban algo muy interesados. Escuché el apellido Carrow entre los murmullos que sonaban como un montón de avispas zumbando sin parar y me acerqué más para poder escuchar. No hablaba con Amycus desde que nos habíamos encontrado en el lago...
- No puedo creer que se atreviera a salir en defensa de una mísera ardilla...- Una chica negaba con la cabeza, como si no comprendiera la situación.
¿Una ardilla? ¿Había entendido bien? Me acerqué a un chico de mi casa y le pregunté.
-¿Qué pasó?
- Carrow enloqueció- respondió el chico- Salió como loco a amenazar a un estudiante porque estaba jugando con una ardilla y luego de dejarlo sangrando, salió corriendo con la ardilla en brazos.
Mire hacia afuera, no había ni señas de Carrow. Estaba sorprendida. ¿De verdad, Carrow había defendido a un animalito indefenso? Sentí que mi corazón se apretaba un poco, porque todos decían que Amcyus estaba loco sólo porque había actuado distinto que todas las otras veces. Quizás eso era lo que la gente llamaba locura, hacer cosas diferentes a las que siempre haces. Habrían dicho lo mismo de sus palabras el otro día que habló conmigo. Pero para mí era un acto de bondad. Un acto de bondad que agradó a mi corazón.
En el murmullo general, me acerqué hacia el chico que estaba hablando con otro, aún quejándose del dolor que le había causado Carrow. En realidad, le había dejado bastante mal.
- Usó un hechizo, no recuerdo cuál es- comentaba el chico- Me elevó hasta allá arriba, él se veía como una hormiga... De verdad, creí que me lanzaría desde allí y no podía gritar, me había enmudecido con otro hechizo, sólo porque le dije que las ardillas no mostraban dolor al no hablar...
-¿Y qué pasó?
- No me lanzó desde arriba, por supuesto...- se estremeció- Pero me bajó hasta alcanzar un metro y me dejó caer entonces. Es un torturador, en serio, lo es- Una chica venía corriendo a ver cómo estaba y él sonrió por fin: - Creo que algo bueno saldrá de esto - le comentó al otro muchacho en voz más baja, antes de apoyarse en el hombro de la chica, que le dijo que lo llevaría a la enfermería.
Suspiré. Fuera como fuera, Amycus había hecho ésto por una causa noble. Ese pensamiento no me tranquilizó demasiado. Pero no había ningún prefecto o profesor cerca entonces. ¿Dónde estaban? ¿El chico denunciaría a Amycus? Esperaba que no... Ni siquiera sabía por qué estaba poniéndome a favor de él, pero si alguien se enteraba de lo sucedido, lo expulsarían.
- Seguro lo de la ardilla fue una excusa- repuso otro chico, con resentimiento- Quizás sólo necesitaba atacar a alguien...
Bajé la vista, pensativa. Entonces vi que había una varita mágica en el suelo, a la vista de todos pero nadie la había recogido. Me acerqué y pude reconocer quién era el dueño de esa varita. Los diseños elaborados y enroscados alrededor de su eje la hacían inconfundible. Así que no me costó comprender que Amycus había salido precipitadamente dejando su varita allí tirada. Una actitud rarísima en él dejar su varita, símbolo de su magia, lo que lo diferenciaba de los muggles, como él diría.
Me agaché y recogí la varita, sin imaginar lo que pasaría sólo por hacer eso. Tenía una encantamiento antirrobos, similar al de su escoba, de manera que sentí como si me hubiera impactado un tanque y esa fuerza me lanzó lejos. Supongo que me vi completamente ridicula, despedida lejos por una fuerza invisible. Todos me miraron, pero al menos no me sentí tan mal como creí que estaría luego de un golpe así. Trish se acercó a socorrerme y me retó por tomar cosas sin resguardo previo.
-¿Y cómo iba a saber que tenía un seguro antirrobos? - me excusé.
- Como sea, cualquier cosa de Carrow es peligrosa- dijo ella- Nada bueno se mantiene cerca de él y esta varita lo eligió, por algo será.- Me miró,preocupada- No quiero asustarte, pero te estás poniendo colorada.
-¿Qué?- me toqué el rostro, asustada. Parecía que mi piel estaba ardiendo, desprendía muchísimo calor. Además, la varita se había pegado a mi mano; mis pies, ¡se habían pegado al suelo!
- Trish, ve por ayuda con la enfermera- le dije, tratando de que nadie notara mi expresión de alarma. No queria provocar otro escándalo, no me iba a servir de nada. Podía sentir que mi rostro dolía, como si me hubieran arrancado la piel. No, no te pongas a llorar, me dije, apretando los ojos.
-¿Estarás bien? - preguntó ella.
- S- sí, pero ve por ayuda. - Mi amiga asintió, saliendo disparada hacia la enfermería.
Okay, okay, tranquila, me dije, tratando de respirar lo más suavemente que podía. Al menos la varita no me había cortado la respiración... No va a pasarte nada, Trish traerá a la enfermera en un momento.
El grupo se había ido disolviendo mientras pasaba ésto, de manera que algunos habían regresado al Gran Comedor, otros habían decidido salir afuera y los demás se habían ido a sus salas comunes para descansar antes de las clases de la tarde. Me quedé ahí parada, sola y estática, preguntándome por qué Trish tardaba tanto. Hasta que vi aparecer a Carrow; parecía algo desorientado, pero reparó en mí de inmediato. Llevaba la túnica rasgada y otro rasguño grande en el rostro.
-¿Estás bien?- le pregunté, cuando él debería haberme preguntado. Me observó, estático, un momento y luego avanzó hasta mí. Mostré con dificultad mi mano con la varita que parecía imantada por mi palma. ¿Tendría que arrancarme la varita de la piel? Él mantuvo el entrecejo fruncido, cruzándose de brazos.
- ¿Puedo saber por qué la tomaste en primer lugar?- quiso saber, mientras yo aleteaba con expresión angustiada. - Te está bien empleado todo esto por meterte donde no te llaman- Acercó la mano y temí que me doliera.
-¡No, no por favor!- grité y él me miró como si estuviera loca.
-¿Qué te pasa?- me espetó.- No tienes por qué hacer escándalo. Sólo dámela.
- Está pegada.- musité, ¿cómo él no lo sabía?
- Si sé que está pegada, sólo tengo que tomarla- La tomó y pareció que la varita nunca hubiera estado pegada a mi mano; él la examinó como si esperara que yo la hubiera rayado con mi descuidada actitud o algo así. Sentí las lágrimas en mis ojos, mientras sentía que mis pies se despegaban del suelo y podía moverme por fin.
-¿Estás llorando?- preguntó él de sopetón- Tampoco es como para llorar, no te portes como estúpida.
- ¿Y por qué cosas se supone que debería llorar sin parecer estúpida?- pregunté, molesta por su actitud. - Yo sólo quise ser amable, evitar que alguien pisara la varita y la partiera en dos. Planeaba devolvértela. ¿De que me serviría a mí robarte la varita?
Él suspiró.
- Está bien, está bien. - Tomó aire, como si le costara mucho decir lo que diría a continuación. Esperé que dijera lo que debía decir, pero cuando lo dijo, sonó muy raro- G-gracias.
Yo asentí, aún inquieta. El ardor en mi rostro no había variado, aunque ya no tuviera la varita "robada" en mis manos. Necesitaba ir a la enfermería y mi cuerpo dolía...
-¿Qué te pasa, no es suficiente con un gracias? - preguntó él. Negué con la cabeza.
- Es que... Me duele la piel.
Entrecerró los ojos.
- Es... Sólo un efecto secundario, se te pasará solo- dijo, dándome la espalda, listo para marcharse.
-¿Se me pasará sólo, estás loco?- exclamé, furiosa.- ¡Es culpa tuya, debes ayudarme! ¡Carrow!
Amycus resopló, volteando de nuevo hacia mí.
- ¿Si te llevo a la enfermería, te callarás de una vez?- dijo-¿Y no hablarás con nadie sobre esto?
- ¿A quién le contaría una situación tan vergonzosa?- repliqué.
- Okay- Carrow comenzó a andar. Yo le seguí apenas, tratando de mantenerme lejos de él. Cuando le pedí ayuda, esperaba que supiera cómo acabar con mi dolor, no que me llevara con la enfermera simplemente. ¿Dónde estaría Trish? Carrow se detuvo al llegar a la escalera, viendo que yo no lo alcanzaba.
-¿Qué esperas?- me apuró.
-¿No vas a empujarme por la escalera o algo así, verdad? - dudé.
-¿Por qué haría algo como eso?
- Es la primera vez que no te vengas de mí por molestarte- repuse.
- Las venganzas toman tiempo- comentó y luego negó con la cabeza- Supongo que no puedo vengarme si tú tratabas de... de ayudar. Además... Ya te dije hace tiempo que no tengo cinco años. A los diez, quizás, habría hecho algo como éso- pareció pensativo. Yo miré mis pies, tratando de subir la escalera por mi cuenta. No me atreví a pedirle ayuda a él, porque podría enfadarse... Di un traspié y él me retuvo del brazo.
- Parece que te hubiera atropellado un tanque y sólo fue un mísero mecanismo antirrobos- comentó.
- ¿Cómo alguien en su sano juicio vende ese tipo de cosas?- pregunté, más segura con él afirmándome. De hecho, su mano era muy agradable de tomar. Traté de ignorar ese pensamiento, que me hizo reír. Lo miré de reojo, pero él seguía mirando al frente.
- No lo hacen, yo lo inventé- murmuró él mientras llegábamos al segundo piso. Me sorprendí, esos hechizos parecían muy avanzados. Ciertamente me llamaba la atención lo bueno que era en ese tipo de maleficios. Pero no dije nada. Él me miraba sólo de reojo, seguía preocupado de la escalera. Nos quedamos en silencio y era bastante incómodo...
- Y... ¿Cómo está la ardilla?- pregunté, dudosa. Él pareció sorprendido de que le preguntara.
-¿Qué sabes de eso?
- Pues... lo que dijeron los demás. Que tú atacaste a un estudiante porque estaba jugando con una ardilla.
- No estaba jugando, la estaba maltratando y... detesto cuando maltratan animales.
Sus palabras me sorprendieron más que Bob siendo pareja de Norah Ferguson ( Okay, eso nunca va a pasar). ¿Carrow defendía a los animales?
- No te estás burlando, ¿cierto?
- ¿Por que piensas que me burlaría de algo así?- pareció muy enojado. Traté de apaciguarlo con una broma.
- ¿Te enojas porque me sorprenda? Tú siempre te extrañas de que yo pueda hacer magia.
Carrow hizo una mueca. Yo lo imité, porque me pareció divertido.
- ¿Entonces, el rudo de Amycus defiende a los animalitos? - lo piqué, sonriendo.
-¿Te parece gracioso?
- No, me parece bien... Es... esclarecedor, de hecho. - Bueno, no tanto. Me hacía sentir más empatía con él. Claro que el hecho de que defendiera a los animales no implicaba que fuera amable con las personas. Nuestras diferencias más fuertes radicaban en ese punto.
- Los animales son... mucho mas simples que las personas y mucho más nobles. Conozco a un montón de idiotas en este colegio que no merecen compararse con una ardilla, si me lo preguntas.- murmuró él. Me quedé pensativa al escuchar esas palabras. No habló más, íbamos hacia la enfermería y Trish estaba en la puerta, como si esperara a alguien.
-¡Tú! ¡suéltala!- exclamó, corriendo a ayudarme y tratando de apartar a Carrow. Claro, ella era delgada y menuda y no pudo hacer nada para que él se moviera. Amycus simplemente me dijo:
- Ya estás aquí, me retiro.
- Tú no vas a ninguna parte. La enfermera está súper ocupada ayudando al chico que tú lesionaste- exclamó Trish. Amycus me miró y yo apreté los labios, complicada.
- Sólo... déjalo irse- le pedí a mi amiga. Ella me miró, muy extrañada.
-¿Piensas que merece quedar impune?
- No, sólo...
- Tú no viste nada, no puedes probar nada- repuso Amycus, interrumpiéndome. - No puedes acusarme. Sólo sabes lo que dijo ese chico, lo que significa que no sabes nada. Adiós- dio media vuelta y se fue. Yo lo observé mientras se retiraba. Trish mientras tanto, me observaba a mí.
-¿Qué te pasa?- preguntó. Yo me encogí de hombros.
- Nada.
-¿Por qué defiendes a Carrow entonces?
- Yo también soy pro- animales- me limité a decir.
- Si te refieres a que Carrow es un animal, estoy de acuerdo- Trish se cruzó de brazos. Pero parecía muy molesta conmigo.
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