Capítulo XVI: Misterio
Pasaron dos meses de completa calma. Bueno, completa no... Si se pueden llamar altibajos las burlas de Lestrange y alguna pelea entre Trish y Carl por tonterías, entonces no hubo tanta calma. Yo me había concentrado en mis notas y en el partido contra gryffindor y hufflepuff, los cuales habíamos ganado. Había marcado varios tantos en ambos partidos, por lo que me sentía en las nubes. La biblioteca había vuelto a ser mi sitio de estudio y el grupo ravenclaw había regresado en pleno. Volvíamos a ser todos amigos, ya que Alan y yo habíamos limado nuestras diferencias. Él no había regresado con Jason, pero cada día era menos doloroso.
Es más, venía la salida a Hogsmeade. Con Trish habíamos hecho una lista de las cosas que deseábamos hacer, Carl se había apuntado a algunas y los demás habían agregado otras pocas. Sería un día divertidísimo.
La travesía comenzó en Zonko, compramos en conjunto varios artefactos de bromas, aunque el que más compró fue Bob, quien dio la idea de ir allí. Luego pasamos por la tienda de dulces, esperando que aún quedaran chicles bomba; Trish compró una bolsa gigantezca. La siguiente parada fue la tienda de quidditch; me quedé un buen rato mirando con ilusión una Estrella Fugaz 520, pero nadie quiso comprármela ( ja, ja, ja, sueñas, Jamie). Cuando íbamos a las Tres Escobas, Trish y Carl dieron una excusa y se marcharon ( a mí no me engañan, se fueron al salón de madame Tudipie), y nos quedamos allí Bob, Eddie, Alan y yo. Bebimos una cerveza de mantequilla mientras charlábamos del último partido de quidditch y cuando Bob sugirió ir a mirar la Casa de los Gritos ( según decían, hace pocos años habían comenzado a oírse gritos y lamentos en esa gran casona abandonada), yo les dije que fueran ellos, que quería volver a la tienda de artículos de quidditch para pedir un catálogo de compra.
- ¿Planeas comprarte una Estrella Fugaz?- preguntó Eddie.
- En realidad, planeo ahorrar para comprarme una escoba mucho más barata, pero que se le parezca- me encogí de hombros.- Quizás cuando tenga treinta, tendré suficiente dinero ahorrado para tener una real.
-¿Quieres que te acompañe?- preguntó Alan.
- No, ve con los chicos. Es sólo una cuadra, nos vemos aquí en una hora, ¿sí? - pagué mi bebida y salí del local, caminando hacia mi tienda favorita. Hacía un poco de frío, pero caminé a paso rápido y fue suficiente. Pedí el catálogo y me quedé afuera de la tienda, admirando la escoba otra vez. Era realmente perfecta, su mango era dorado, con el nombre escrito de forma muy elegante. Debía ser muy rápida, hubiera querido tener dinero para poder comprarla en ese mismo instante.
Me veía reflejada en el reflejo de la vidriera, cuando vi a Lestrange pasando tras de mí, cubierto con una capa y una bufanda. No se veía casi su rostro, pero su manera de desplazarse era tan típica de él, que no había duda de su identidad. Iba acompañado de un par más, también con capas oscuras y bufandas verdes y plateadas. Pude distinguir a Regulus Black, que iba un poco más atrás que Lestrange y miraba alrededor como si esperara que los atacaran en cualquier momento. Supuse que Carrow era uno de los que no había logrado distinguir a simple vista.
Se veían muy raros y esta actitud era aún más rara. Volví a mirar la Estrella Fugaz, confiando en que pudiera retenerme con sólo su brillo dorado. "No, lo mejor es regresar a Las Tres Escobas". "Jamie, no te incumbe lo que haga Carrow con Lestrange..."
Conté hasta diez y seguí al grupo de capas negras. Doblaron por una calle lateral, a paso bastante rápido y les seguí, tratando de no perderles la pista. Había mucha gente yendo y viniendo, por lo que les resultó fácil confundirse entre la multitud; apuré el paso hasta ver otra persona con capa oscura... ¿A dónde iban? La calle iba serpenteando y las tiendas se notaban menos concurridas a medida que avanzaba. Los personajes que estaban afuera de las vidrieras usaban ropa oscura también... Quizás ya ni siquiera estaba siguiendo a Carrow y Lestrange... Ellos no se detenían y me estaba poniendo nerviosa.
- Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí?- preguntó una voz. Volteé, asustada y al ver a Carrow sin capa (¿no iba con ellos?), mirándome con el seño fruncido, simulé inocencia.
- Voy a comprar un giroscopio- balbuceé. Él se cruzó de brazos.
- Pues no debiste salirte de la calle principal.
Su reacción era completamente inesperada. De haberme descubierto así, espiándolo, hubiera creído que Carrow me amenazaría o me atacaría de alguna forma. Al menos eso parecía hacer con cualquiera que se involucrara en sus asuntos sin ser llamado.
- ¿Por qué te importa?- Lo sabía perfectamente, él no quería que yo le siguiera a dónde fuera que estuviera caminando con Lestrange y Black. Pero aún así le pregunté.
- Es peligroso, Roberts- se limitó a decir y no supe si creerle o no. Su voz no parecía una amenaza, parecía decir la verdad. ¿Estaba preocupado? Lo miré a los ojos, sus ojos oscuros que en general no mentían como él. Pero no logré descifrar su expresión.
- Es sólo una calle- repliqué, encogiéndome de hombros.
- Vete, Roberts- dijo- Vete ya.
Iba a obedecer, derrotada. No podría saber qué hacían Lestrange y Black...
-¿Están perdidos, chicos?- preguntó una voz lúgubre cerca. Miré a la persona con capa que estaba junto a nosotros, un hombre encorvado de ropa raída.
- No, no se preocupe, ya me iba- dije. Su mano que parecía un árbol nudoso se aferró a mi brazo fuertemente. Traté de apartarme, asustada. Carrow observó la escena, inmóvil.
- Acompáñame, te llevaré a casa- susurró el de la voz lúgubre.
- Suélteme, por favor... - pero su mano se aferró con más fuerza, dolorosamente. - ¡Auxilio!- exclamé, aunque nadie me ayudaría en ese lugar. El hombre me estaba llevando, mientras yo trataba de soltarme y la gente se reía de mi reacción. Escuché que Amycus resoplaba a mi espalda, como si estuviera harto de mis tonterías.
- Petrificus Totalus!- dijo y el hombre lúgubre juntó sus brazos y piernas, soltando por fin mi brazo. Cayó al suelo hecho una piedra y cuando otros resoplaron a nuestro alrededor por lo que le habíamos hecho a su amigo, Carrow me dijo:
- Corre. Ahora.
Corrimos hacia la calle principal, pensando que algunos nos seguirían, aunque fuera unos pocos, pero eso jamás sucedió. Cuando llegamos a la calle principal, miré a Amycus, que se detuvo junto a mí.
- ¿Eres estúpida? - me recriminó. Yo fruncí el entrecejo- ¡Ese hombre podría haberte matado! ¡Podría haberte violado! ¿No conoces Hogsmeade? Esas calles son nido de lo peor de este mundo. No perteneces allí.
Bajé la mirada.
- Gracias por salvarme- me atreví a decir, aunque no me gustaba nada deberle algo a Carrow.
- Nadie debe saberlo- me advirtió- y no creas que no te lo voy a cobrar- dijo, como si adivinara mis pensamientos.
- Pues... Puedo... Darte estos dulces- sugerí, mostrándole la bolsa que había comprado, repleta de chocolates, caramelos de fresa y chicles de frutas. Miró la bolsa, sorprendido.
-¿En serio piensas que voy a aceptar esa bolsa como pago?
- Pues... Podría comprarte una cerveza de mantequilla. - Sugerí, aunque sabía que me diría que no. Y hubiera sido muy gracioso aparecer en Las Tres Escobas con Amycus de amigo. Él también se rió burlonamente ante mi idea.
- Yo veré cómo lo cobro. Ahora vete de una vez. No quiero que alguien me vea contigo- añadió, por fin pareciéndose un poco al Amycus que conocía. Yo regresé a Las Tres Escobas, aún preguntándome qué estarían haciendo Lestrange y los demás en esas calles " peligrosas". ¿Carrow sería parte de éso?¿Por qué me había salvado?
- Por fin te encontramos, Jamie- dijo Trish ante mi expresión desorientada. -¿Estás bien? ¿Te pasó algo?- se asustó. Yo negué con la cabeza. En realidad no me había pasado nada. Y no le iba a contar que me había arriesgado persiguiendo a Lestrange por las calles de Hogsmeade, o que Carrow me había salvado. Ese sería un secreto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro