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Capítulo V: Quidditch y venganza

Ya pensaba que tendría que quedarme sola en la habitación de sexto. Trish iría al baile con Jason, así que no íbamos a ir en grupo con Carl, Bob, Alan, Eddie y los demás. No iba a ir yo con todos esos chicos, además que sólo me interesaba uno de ellos.

Sabía que Alan no me invitaría al baile. Sólo había una razón, pero era una buena razón. Alan es gay.

Y pese a que somos buenos amigos, el hecho de saber que nunca en la vida podré gustarle me hace sufrir más de lo que debería. Pasamos por altos y bajos, en los cuales nos hicimos amigos, yo me declaré, él me contó que era gay y luego pasé meses sin querer hablarle. Necesitaba entender que mis sentimientos nunca podrían ser correspondidos. Pero al mismo tiempo moría por estar cerca de él. Ser su amiga me hacía más feliz que no serlo. Por eso seguíamos siendo amigos.

Pero me costaba mucho hablarle sin ponerme roja, o sin sentir que mi corazón dolía por no poder abrazarlo. Alan era una de las personas más importantes para mí y lo tenía claro. Pensaba en él cada vez que el sol se pone de ese color rojo, que me recuerda su cabello de ese color intenso. En el campo de quidditch las cosas se ven diferentes. Puedes usar la escoba para olvidar los pensamientos. Pero mi tranquilidad siempre se veía afectada por ese chico que no me dejaba en paz.

Estaba de un pésimo humor, en realidad. Pero mis prácticas con el equipo eran importantes, no quería faltar por sentirme mal un momento.

Ya estaba de mal humor, digo, cuando vi algo que me enfadó más. Se suponía que no debía haber nadie espiando. Menos ahora que el partido contra slytherin estaba tan cerca. No logré ver su cara pero volví a intentarlo. Y en uno de mis sobrevuelos logré captar quién era.

- Es Carrow- asintió Mike cuando le informé.

- Debemos pedirle que se vaya- repliqué.

- No es necesario.

Era obvio. Todos le temían a Carrow. Al parecer Mike ya estaba enterado de su presencia hace tiempo. Estaba harta de verlo aparecer en los peores momentos como si fuera una sombra.

- Le diré que se vaya- dije antes de que alguien me detuviera. Me acerqué hacia las gradas. Carrow estaba escondido entremedio y apenas me vio se escondió todavía más.

- ¡Te vi! - me metí entre las gradas. Carrow se había puesto contra la pared para evitar que yo lo viera.

- Vete, Roberts- replicó.

- Estoy harta de que me sigas- aclaré con voz firme.

- ¿Quién dice que te sigo?- Carrow negó con la cabeza.

- Estás espiando el entrenamiento. Es igual. Quiero que te vayas ahora mismo.

Se cruzó de brazos.

- ¿Y si no quiero? Parece que no recuerdas lo que puedo hacerte.

Sentí que mi estómago se apretaba de miedo. Apreté los labios pensando qué decir a continuación. lo único que sabía era que no quería enfrentarme con desventaja. Saqué la varita mágica.

- Puedes ganarme en maldiciones pero no en encantamientos.

Él se echó a reír.

- No te atreverías- dijo.

- Pues podemos averiguarlo- insistí. Él se puso serio y me estudió con la mirada, como si sopesara si valía la pena matarme allí tras las gradas. En serio, eso me pareció. Sacó la varita mágica del bolsillo de la túnica y la apuntó hacia mí. Ya había pensado en mi primer hechizo ( que claramente era defensivo) cuando mi equipo llegó junto a nosotros y nos vieron enfrentados, varita en mano.

- Deténganse- Mike no quería pleitos mientras estaba a cargo.

- Pues que se vaya- repliqué. Carrow me dirigió una mirada de odio, pero guardó la varita ( no podría noquearme con tantos testigos, supongo) y se fue de allí antes de que Mike dijera algo más. Yo me quedé con una sensación agridulce luego de eso. Mis compañeros de equipo me alentaron pero yo sabía que Carrow iba a intentar vengarse y debía estar lista para eso.

...

Pasé la semana con ojos en la nuca. Sentía que me seguían, y le preguntaba a Trish a cada momento si Carrow estaba cerca.

- No te obsesiones así- me pidió Trish. - Carrow está en otra clase, no va a aparecer de improviso.

Sí, estábamos en Historia de la Magia con los hufflepuff y ya estaba yo preguntando si estaba Carrow por ahí.

- Está bien... Intento relajarme pero...- sentí un escalofrío otra vez.

- Jamie- escuché que me hablaban. Miré a la persona que estaba detrás mío y era Eddie.

- Creo que alguien te ha hecho una maldición- me dijo, con seriedad. Mi expresión debió haber sido de espanto. Trish frunció el entrecejo.

- Esa broma es vieja- dijo, antes de que yo comenzara a hiperventilar.- Por favor, no molesten a Jamie, está asustada por Carrow.

- No estoy asustada- intenté negar. - Es sólo que... No ha hecho nada luego de que lo enfrenté en el campo de quidditch y creo que podría hacerme algo.

Eddie resopló.- Carrow ya no hace nada si Rabastan no le dice que lo haga. Es una marioneta de Lestrange, porque no tiene suficiente cerebro para pensar por sí mismo. Yo no me preocuparía de meterme en su camino. Meterse en el camino de Lestrange es otra cosa.

Esperaba que tuviera razón. En general la tenía, pero no dejaba de sentirme observada. En el gran comedor, comencé a comer unos tallarines con salsa que estaban realmente buenos. Pero a mitad de un bocado, sentí la imperiosa necesidad de ir a sentarme junto a Alan. Él estaba conversando con Bob y se estaba riendo de algo que él había dicho. Su risa es tan hermosa...

- ¿A dónde vas?- preguntó Trish, pero yo ya estaba lejos. Fui directo a donde estaba mi amado.

-¿Qué les parece tan gracioso?- pregunté, entorchando mi cabello con un dedo manchado de salsa. Bob me miró con extrañeza. Alan pareció preocupado.- Pero no dejes de reírte, sólo vine a saludar...- me entristecí porque había dejado de reirse.- ¿Es que no quieres hablar conmigo?- pregunté, sintiendo que iba a ponerme a llorar como una tonta.

- No es eso, Jamie- Alan recuperó su sonrisa.- ¿Quieres sentarte?

Creí que nunca lo pediría. Sonreí y me abracé a su cuello cuando me senté en sus rodillas. Trish se acercó corriendo y parecía estupefacta. Pude ver que Bob ponía expresión de circunstancias, como si yo estuviera comportándome extraño. Pero a mí no me lo parecía. No entendía por qué los que estaban cerca me estaban mirando fijamente.

- Quizás sería mejor que te sentaras a mi lado- dijo Alan con suavidad.

-¿Por qué?¿Es que no me quieres?- pregunté, apenada.- Debes quererme. Yo te quiero mucho, Alan. Yo te quiero... Te quiero...- me aferré a su cuello e intenté besarlo, pero él se apartó de inmediato.- ¡Pues bien!- espeté, furiosa, a un volumen que llamó la atención a todos en el gran comedor. - ¡Se que te gustan los hombres, sé que no puedes quererme! Pues aunque tú no me quieras, muchos me querrán. ¡Bailaré para que me quieran!- anuncié y me trepé de un salto a la mesa de ravenclaw. Y comencé a bailar sobre la mesa, desparramando la salsa que había en un plato.

- ¡Jamie!- Trish se subió a la mesa para tratar de bajarme. Las risas de todos los estudiantes llenaban mis oídos. Alan me agarró del brazo para que me bajara.

-¡Baila conmigo!- le pedí. - He querido bailar contigo desde hace tanto...

Alan tiró de mí con más fuerza. Entonces fue Dumbledore quién se acercó.

-¿Va a castigarme?- pregunté. Él negó con la cabeza.

- Ven, vamos a bailar en la enfermería.- dijo.

Seguí a Dumbledore, y escuché:

-¡Que bien bailas, Roberts!- y más risas que provenían de la mesa de Slytherin. Allí estaba Rabastan con sus amigos. Y Carrow me miraba con una media sonrisa.

Entonces, mi mente adormecida dio un chispazo. Así que esa había sido su venganza.

...
En la enfermería, sentí que de a poco recuperaba el control de mí misma. La enfermera puso unas cortinas alrededor de mi cama. Supongo que quería evitarme la vergüenza de que me viera alguien. Yo misma sentía que nunca más podría acercarme a nadie. Nunca mas podría salir de esa enfermería. Nunca más podría hablar con Alan.

- Jamie- Cuando me di cuenta, Trish estaba a mi lado. Carl también estaba.

- Alan estuvo aquí pero le pedí que se fuera- dijo mi amiga. - Supuse que no querrías verlo todavía.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Ya no era por el efecto de los tallarines, era pura vergüenza. Carl se sentó a mi lado y me tomó la mano.

- Jamie, no tienes que ponerte así. La enfermera dijo que consumiste algo con efecto alucinógeno, por eso hiciste todas esas cosas.

- Pero... yo no he consumido ninguna cosa de ese tipo en toda mi vida...¿Es que... es que la enfermera les preguntó si yo...?

Trish me miraba con tristeza.

- Lo hizo, pero sólo porque quería salir de dudas- aseguró Carl.

- ¡Dumbledore me vio!- sentí que todo se me venía encima- ¡Todos me vieron! ¡Ahora todos van a decir que soy una drogadicta!

- No, Jamie, no.- Trish intentó tranquilizarme- Dumbledore preguntó por lo que habías comido antes de... antes de todo. Y yo le dije que habías comido tallarines con salsa.

- Resulta que cuando fue a ver, los tallarines habían desaparecido.- Carl frunció el entrecejo.

- Fue Carrow- dije en voz alta.

- Jamie, no...

- Lo vi. En el gran comedor. ¡Estaba sonriendo! Él nunca sonríe. Fue Carrow. - Mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez. - ¡Voy a... voy a... voy a matarlo! - sollocé.

- Jamie, esto es más grave que lo que te hizo antes- dijo Trish. - Si le respondes de nuevo, te va a hacer algo peor. Por favor, Jamie, sólo detente. Si te detienes, sólo tendremos que soportar las estupideces de Lestrange. Y si no le decimos nada, no tendremos que enfrentarnos a Carrow. Pero si te enfrentas directamente a él, no se detendrá.

- No puedo prometerte eso.- dije. - Lo siento pero no puedo.

-¡Jamie!- Trish me obligó a mirarla. - Te detendrás o tendré que obligarte.

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