Capítulo 6
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—Drew... tengo miedo. No puedo enamorarme de ti... y tú... solo haces que eso sea difícil. Estoy enfadada conmigo porque... yo...
Las lágrimas comienzan a brotar y corren por mis mejillas. Drew levanta ambas manos y toma mi rostro, limpiando mis mejillas.
—Scarlett, no voy a hacerte daño, si eso es a lo que le temes. Jamás te haría daño, eres muy especial para mí —Se toma un momento y de verdad creo en sus palabras, pero no puedo dejar de sentir miedo—. Te quiero.
—No quiero salir lastimada, Drew...
—No te haré daño, Scarlett, dame una oportunidad de demostrártelo —Se inclina y apoya su frente con la mía—. Por favor, Scarlett, dame una oportunidad.
Mis defensas caen cuando Drew está cerca, no puedo decirle que no.
—No puedo prometerte nada, Drew. Pero... podemos ir a la bienvenida juntos.
Me abraza y yo recargo mi cabeza en su hombro.
—Gracias, Scarlett, eso es suficiente para mí.
Sonrío sobre su hombro y la discusión de hace un momento queda olvidada.
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Al día siguiente, mientras estamos en el almuerzo, Mateo y Nora confirman sus planes para el sábado.
—Ok, chicas, ¿qué se van a poner? —pregunta Mateo cuando nos sentamos en una mesa externa de la cafetería, bajo la carpa de un gran toldo multicolor.
—¿Por qué les importa tanto lo que van a usar? —Carola se une a nuestra mesa, sentándose a mi lado, frente a Mateo.
—Porque es importante —contesta Nora con algo de ironía en la voz—. Soy popular y no puedo dejar que las personas me vean usando cualquier cosa y tampoco estar cerca de personas que usan cualquier cosa, por eso, cuando vamos a una fiesta, los tres nos ponemos de acuerdo en qué usar y qué no —acerca su ensalada y comienza a tomar trozos pequeños de lechuga.
—Eso suena superficial —Carola le da un gran mordisco a su emparedado y Nora se remueve en su asiento.
—Carola tenemos que ir, los de último semestre lo organizamos antes de salir de vacaciones y es obligación asistir —explico para terminar el juego de miradas entre Nora y Carola, es evidente que no se soportan—. ¿Quieres venir con nosotros? Camila y Josh también vendrán.
—Si es obligatorio... iré contigo, Scarlett, con gusto —Carola me sonríe y después se gira a ver a Mateo—. Entonces, ¿qué vas a usar? —Le pregunta, entornando los ojos.
—Creo que optaré por una camisa negra, unos jeans azul marino, los acabo de comprar en vacaciones y me sientan de maravilla. Mis zapatos negros y un saco negro que me trajo mi mamá de París, obvio todo es de Prada —contesta Mateo como todo un conocedor de la moda—. ¿Y tú, Scarlett?
La verdad es que ni siquiera lo había pensado, pero seguro que Mateo lo arreglará, él siempre me dice que se usa con qué y cómo, de los tres, es el que mejor conoce de la moda.
—No lo sé —contesto un poco indiferente—. Supongo que... ya veré... tal vez me coordine con Nora.
—Lo siento pero no puedo —Nora se levanta y toma su bandeja del almuerzo, donde solo lleva una ensalada y un vaso de agua—. Quedé de ir con las chicas, así que me voy a coordinar con ellas. Nos vemos en la fiesta —Se da la vuelta y se va.
—Okkkk... —Mateo voltea a verme y me encojo de hombros—. Como sea,
creo que debes usar ese bonito vestido naranja pastel, el que tiene las bolsitas en los costados y los pequeños girasoles.
—¿El que me regaló Cloe? —pregunto recordando el bonito vestido que fue un regalo de navidad.
Es hermoso, con cuello en v y mangas cortas un poco abultadas, me llega debajo de las rodillas y la parte de la falda tiene un poco de vuelo y pequeños girasoles grabados en la cintura. Los pequeños bolsillos que tiene bajo la cintura me gustan y le dan un aire bohemio.
—Sí, ese y ponte el saco blanco y los tacones blancos de Gucci, te verás hermosisima nena —asegura levantando una ceja y sonriendo como si acabara de descubrir el secreto de Victoria.
—Ok, usaré eso —Le digo con una sonrisa coqueta—. ¿Y tú que usarás Carola? —pregunto, aunque tal vez ya sé su respuesta.
—No sé, hablan como si se tratara de una fiesta para la realeza...
—Muy cerca a eso —confirma Mateo dibujando una corona imaginaria sobre su cabeza.
—Las fiestas aquí son así —Le aseguro sin darle mucha importancia.
—Creo que... tengo un conjunto que me regaló mamá hace un año y no lo he usado, supongo que vendrá bien para la ocasión —contesta Carola con media sonrisa—. Un saco negro, blusa rosa, unos jeans negros y mis botas de tacón, tal vez así no sea la rara.
—Eso suena bien cariño, seguro que el rosa te sienta de maravilla —admite Mateo.
—Ok, entonces nos vemos en mi casa a las siete, Josh y Camila nos llevarán en su camioneta —explico cerrando el acuerdo—. Lleguen un poco antes, Josh es muy puntual —Con eso cierro la conversación y terminamos el almuerzo.
Para el viernes después de clases, salgo del estacionamiento, tengo que llevar la caja común a la iglesia.
Cundo estoy saliendo del campus, veo a Drew, sentado en un pequeño banco frente a la facultad, lleva los audífonos puestos. Me detengo frente a él y nota mi auto.
Se quita los audífonos y me sonríe.
—¿Quieres que te lleve? —pregunto después de bajar un poco la ventanilla del asiento del copiloto.
—Sí, está bien —Entra al asiento del copiloto y retomo el camino.
Antes de poder hablar, veo a Carola caminando en la acera, bajo su gran chamarra negra.
—¿Preguntale si quiere que la acerque a su casa? —Le pido a Drew, bajando la velocidad para quedar a la altura de Carola.
Drew baja el cristal de la puerta.
—¿Quieres que te llevemos? —pregunta un poco dudoso.
Carola se da la vuelta y le sonrío.
—Claro, gracias —Me detengo y entra en el asiento detrás de Drew.
—¿Aún no está tu motoneta? —pregunto subiendo un poco la velocidad.
—No, el domingo me la entregan —contesta bajando su gorro—. Gracias por llevarme, Scarlett.
—No es nada, pero ¿no les importa que me desvié un poco? Antes debo hacer algo —informo tomando el camino hacia la iglesia.
—Por mí no hay problema —contesta Carola admirando la vista.
—Claro que no, es tu auto —acepta Drew sonriente.
—¿A dónde vas? ¿A la iglesia? —pregunta Carola, al notar el camino que tomo.
—Sí, voy a dejar algo de ropa —contesto dándome cuenta de que ninguno de mis amigos, conoce esta fase de mi vida.
—No sabía que hacías este tipo de cosas —menciona Drew volteando a verme.
—Solo mí familia lo sabe y ahora ustedes —expreso estacionándome frente a la iglesia.
—¿Por qué tus otros amigos no lo saben? —pregunta Carola desde el asiento de atrás—. ¿Te da pena o algo así? —cuestiona y yo apago el auto.
—No. Para nada —contesto desabrochándome el cinturón de seguridad—. Solo que... no le veo el sentido a estarlo pregonando, no me hace falta que todo el mundo sepa lo que hago —Les sonrío y salgo del auto.
—Te ayudo —Se ofrece Drew saliendo del auto.
—Voy con ustedes —Carola también sale.
Abro la cajuela y Drew toma la caja.
—Vamos —Los tres entramos a la iglesia, está vaciá y el ambiente que se respira es de paz.
Los conduzco hasta el altar, antes de subir los escalones, damos vuelta a la derecha y toco la puerta de madera.
El padre Salomón sale y me sonríe.
—¡Oh! Mi bella Scarlett. ¿Cómo estás pequeña? —me saluda con ese exquisito acento italiano, dándome un abrazo, me suelta en cuanto nota a mis amigos.
—Muy bien gracias. Padre Salomón, ellos son mis amigos, Drew y Carola —presento señalándolos.
Drew no puede saludarlo, así que solo asiente y Carola le estrecha la mano.
—Un gusto conocer a los amigos de Scarlett —asegura el padre Salomón.
—Vine a traerle esto, no puedo quedarme mucho tiempo, debo llevar a los chicos a casa y después recoger algunas cosas que mis padres me encargaron —explico tomando la caja de las manos de Drew.
—No te preocupes, Scarlett, sabes que eres bienvenida cuando quieras —el padre toma la caja y se va con ella, detrás de la puerta, un minuto después reaparece con la caja vacía—. Dale las gracias a tus padres y ve con cuidado la mía niña.
—Gracias padre, se los diré. Nos vemos el domingo —tomo la caja y le sonrío.
—Adiós chicos —se despide el padre mientras salimos.
Regreso la caja al maletero, mientras Drew y Carola entran al auto.
Primero dejo a Drew, vive a veinte minutos de mi casa, después dejo a Carola, esta vez, en el hospital general, pues va a encontrarse con su padre. Luego voy a la tintorería a recoger las batas de papá y dos vestidos de noche de mamá.
Cuando llego a casa, me encierro y después subo a mi habitación, tengo que llamar a Nora y preguntarle si se quedará mañana.
Me da tono tres veces, antes de que conteste.
—Hola Scar ¿Qué sucede? —pregunta en cuanto toma la llamada.
—No me llames así, por favor. Solo quería saber si te vas a quedar mañana después del baile, ¿lo harás? —cuestiono esperanzada, no quiero estar sola mucho tiempo, no me gusta.
—Nena lo siento, no puedo quedarme —me contesta, aunque no suena arrepentida—. Me quedaré en casa de alguna de las chicas... —se detiene un momento y la escucho suspirar—. Después del baile vamos a ir a la casa de alguna de ellas, no te lo dije antes, porque sé que tus padres no te dan permiso... lo siento, ya será para la próxima.
No soy una niña de ocho años que tiene que pedir permiso para pasar la noche en casa de alguna amiga, pero si, mis padres no me permiten dormir en casas ajenas, principalmente por mis pesadillas, mis manías y porque son sobreprotectores.
—Ok, no hay problema, nos vemos mañana —le aseguro intentando no
sonar decepcionada.
Nora cuelga y me quedo parada viendo el celular.
«Dios... ¿En qué momento nos alejamos tanto?».
Voy al baño y me preparo para dormir, mañana será un mejor día.
Es sábado por la tarde, estoy sentada frente al tocador, terminando de peinarme.
Me he puesto mi vestido naranja pastel, aunque opté por el saco negro y unos hermosos tacones negros de terciopelo, un regalo de mamá en mi cumpleaños dieciocho.
Ya que mi cabello es muy lacio, he decidido hacerme unas ondas, con una línea de lado, mi flequillo al lado derecho, me pongo algo de máscara para pestañas y pinta labios rojo, me siento bonita y creo que me veo bonita.
Suena el timbre, me fijo en el reloj de mi mesita, son las seis cuarenta y cinco de la tarde, han llegado temprano, quien quiera que sea.
Tomo mi pequeño bolso y bajo las escaleras.
El timbre vuelve a sonar y me apresuro a llegar a la puerta, es bueno que domine bien los tacones o me habría partido el cuello en las escaleras.
Me asomo por el pequeño rabillo sobre la puerta, es Drew.
Abro y él me sonríe. Está usando unos jeans azul marino a juego con una camisa azul cielo. Un saco negro y zapatos negros. Su hermoso cabello castaño está un poco revuelto, la verdad no necesita peinarlo, así se ve increíble.
—¡Te ves hermosisima, Scarlett! —declara con sorpresa, viéndome de pies a cabeza.
No puedo evitar ruborizarme, sus hermosos ojos, su sonrisa, su voz...
«¡Dios, es tan lindo!».
—Gracias. Creo que llegaste temprano. ¿Quieres pasar a tomar algo antes de irnos? —abro más la puerta para dejarlo pasar.
—Claro —entra y va directo a la cocina y yo lo sigo.
—¿Quieres una soda, agua o vino? —pregunto al abrir la nevera y saco un frasco de jugo de uva.
—Agua está bien —Me contesta y le paso una botella de agua.
—Tú también te ves bien... —Le aseguro antes de terminarme el frasco de jugo. Creo que tenía sed o son los nervios—. En un minuto vuelvo —subo las escaleras sin esperar su permiso y entro a mi habitación, después voy directo al servicio, necesito usarlo antes de irnos.
Estoy bajando las escaleras y el timbre vuelve a sonar, está vez es Carola.
—Vamos chicos, Camila y Josh están llegando, los vi cerca de aquí —anuncia desde la puerta.
Bajo rápidamente y me reúno con ella y Drew en la entrada.
—¿Cómo llegaste? —Le pregunto cuando salimos de la casa y cierro con llave.
Acabo de darle un aventon a Carola, a una de las mansiones de esas residencias del sur, debo admitir que son impresionantes, seguramente que es la mansión de aquella chica que la acompañó el otro día.
Definitivamente, estos riquillos nadan en dinero, pero eso no me intimida, nada ni nadie nos cambiará.
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