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Capítulo 33

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Es lunes por la tarde, estoy en casa de Carola, terminando un trabajo para nuestra última exposición, antes de salir de vacaciones. Aún faltan tres semanas pero los profesores han terminado los temas correspondientes y hemos dedicado el tiempo a repaso, para los exámenes del tercer y último parcial.

Además me conviene adelantar mis trabajos, ya que el siguiente fin de semana salgo a mi pre-audición en la academia de baile y quiero ir sin ninguna preocupación en la mente.

—Bueno, debo irme, antes de que anochezca —Le menciono a Carola, revisando la hora en mi celular, afortunadamente no he traído cosas, solo cargo con las llaves de la mansión.

—Claro, te acompaño a tu punto de encuentro con Paul.

La moto de Carola sigue en el taller y Paul se ha ofrecido a llevarme después del trabajo.

—Puedo esperar sola.

—¿Estás segura? —cuestiona mi amiga repasando la calle.

Varias casas tienen luces afuera y ya las están encendiendo, además aún hay personas transitando.

—Si, Paul ya no tarda en llegar.

Nos despedimos en la entrada de los barrios.

Son casi las ocho de la noche y Paul, aún no aparece.
Me abrazo a mí misma, no he traido más que mí saco y me estoy empezando a congelar, el clima no es muy favorable, ya que el invierno está llegando.

Saco mi celular y vuelvo a comprobar la hora.

—Ocho y media —murmuro—. ¿Dónde estás, Paul? Dijiste que pasarías a las siete...

Escucho el leve sonido de pasos acercándose. Mi corazón comienza a acelerarse. Lentamente veo a los lados. Nada.

—Miren que tenemos aquí —La voz malvada y llena de odio de una chica, llega detrás de mí.

Me giro sobre mis talones y la enfrento. Estoy temblando por el frío y el miedo que empieza a crecer en mi.

Son tres chicas, todas vestidas de negro de pies a cabeza, llevan
pasamontañas, por lo que me es difícil distinguirlas, aunque no es como si pudiera hacerlo, no conozco a muchos por aquí.

—¿La niña rica se extravió? —pregunta una de ellas y se coloca a mi derecha.

—Tenemos un asunto pendiente que arreglar —asevera otra parándose a mi izquierda.

—Ya sabes que no eres bienvenida aquí —gruñe la chica frente a mí.

—¿Quiénes son? ¿Qué quieren? —interrogo con la voz ronca, y mi respiración entrecortada me delata.

Doy un paso atrás y ellas me siguen. Puedo correr, soy una de las mejores corredoras y no hay nadie detrás de mí, que yo sepa.

«¡Scarlett concentrate, corre ya!».

—Tenemos un mensaje para ti —La chica a mi derecha, me toma del codo.

Instintivamente la empujo y salgo corriendo. Corro tan rápido como puedo. Escucho gruñidos, risas y pisadas fuertes detrás de mí.
Mi corazón late fuerte, provocando que el palpitar llegue a mis oídos, las pantorrillas comienzan a quemarme y siento que los pies se me hacen cada vez más pesados.

Sigo corriendo, sin voltear a ver detrás de mí, las escucho lejos, pero no es tiempo de detenerme. Alcanzo a ver un parque, tal vez pueda perderme entre los arbustos.
Sin perder el paso, giro a mi izquierda y entro en un corto callejón, después sigo derecho y giro a la derecha, alcanzo a ver la entrada del parque.

Continúo corriendo y cuando estoy dentro, comienzo a buscar donde esconderme, a toda prisa.

—¡Detente perra! —grita una voz masculina y no sé si se dirige a mí, pero no pienso detenerme a averiguarlo.

—¡Entró en el parque! —escucho una de las voces femeninas gritando, con agitación.

Encuentro un lugar, entre varios arbustos que forman un círculo alrededor de una fuente.

«¡Perfecto!».

Levanto la pierna derecha y cruzo el
arbusto y con un ligero salto, cruzo el otro pie. Me agacho y en silencio, intento recuperar el ritmo normal de mi respiración.

—¿A dónde se fue? —pregunta la voz masculina, se nota que también ha estado corriendo.

Me cubro la boca, para que mi respiración no se escuche, tengo miedo y quiero gritar, llorar, lo que sea.

—Ustedes dos, vayan al otro lado, cerca de la salida —indica una de las voces femeninas, creo que es la que estaba frente a mí.

Escucho los pasos alejarse a un trote leve.

—Ven, busquemos por los alrededores —ordena, a quien quiera que se haya quedado con ella—. Esa pequeña zorra, debe de andar por aquí.

Mi respiración se niegan a estabilizarse, las manos me tiemblan por la ansiedad y mi corazón, mi pobre corazón sigue en alerta. No sé cuánto tiempo he pasado aquí, pero creo que ya no están. Tal vez es hora de salir.

Lentamente asomo la cabeza por los arbustos, la tenue luz de las lámparas no me permite ver mucho y no escucho nada. Con mucho cuidado, salto al otro lado de los arbustos y camino a paso lento, viendo en todas direcciones.
Estoy sudando frío, las piernas me queman, tengo tierra en las manos y las uñas, el llanto está a punto de llegar, me siento muy cansada y hambrienta.

«¡Por Dios, hambre no!».

Escucho el crujir de una rama y me sobresalto, mi respiración se agita nuevamente, las piernas me tiemblan y un extraño hormigueo recorre mi espalda. Cubriendo mi boca con ambas manos; volteo a ver a todos lados. Nada. He sido yo.
Reanudo mi paso, trago con dificultad y escucho otro crujido. Me detengo en seco. Esta vez no he sido yo.
Mi mandíbula comienza a temblar y los ojos me pican, hay un nudo en mi garganta, y los pasos lentos se oyen más cerca. «Debo correr».

Doy unos cuantos pasos, pero alguien me jala del cabello, casi me tira; pierdo un poco el equilibrio, pero lo recupero.

—¡No tan rápido preciosa! —expresa la voz masculina jalándome del cabello, y con su mano libre me toma de la cintura—. ¡La encontré! —grita victorioso.

—¡Suéltame! —Le propino un fuerte puntapié, pero sólo gruñe y me jala más fuerte por el cabello—. ¡Ahh! —comienzo a luchar para que me suelte, pero es más alto y fuerte que yo.

—Tú no vas a ningún lado querida —Con un movimiento limpio, me tira al suelo y caigo boca arriba, rápidamente se coloca sobre mi. También lleva un pasamontañas. Coloca sus rodillas, a los costados de mis caderas y sujeta mis muñecas contra la fría hierba—. Tenemos un mensaje para ti y más te vale estarte quieta o te dolerá —sigo luchando bajo su peso, pero es inútil.

—¡¿Qué quieren de mí?! —Las lágrimas comienzan a brotar sin piedad.

Las otras tres chicas aparecen y me rodean. «Alguien que me ayude por favor, mamá...».

—Eres rápida, pero no tanto —ataca una de ellas, se agacha y me limpia las lágrimas de las mejillas, con brusquedad.

—Nos has dado trabajo linda —Otra de las chicas camina hasta donde están mis pies y los sujeta con firmeza.

—¡Agarrala de las manos! —ordena la chica al mando, a la chica que me limpió las lágrimas.

—¡Suéltenme por favor! —susurro entre lágrimas.

Mi cuerpo está rígido. Tres personas sujetándome con firmeza y yo no puedo hacer nada.

—Shhhh... No te dolerá —Me dice en voz baja la líder y se agacha sobre mi cabeza—. Solo te haré un pequeño corte, creo que tu cabello ha crecido demasiado.

—¡No! ¡No! ¡No, por favor! —grito histéricamente y comienzo a retorcerme, pero las tres personas que me sujetan no se apiadan—. ¡No! ¡Por favor, no!

—¡Callate! —gruñe el chico sobre mí y con las manos libres, se levanta un poco el pasamontañas, dejando al descubierto su boca y parte de su nariz—. ¡¡No hables!! —Se inclina y me besa con desesperación.

Me retuerzo con más ganas. Huele y sabe a alcohol barato, un rayo de luz del pasado, viene a mi memoria, trayendo consigo a; «la bestia».
La chica sobre mi cabeza saca sus tijeras y comienza a cortar, escucho las cuchillas afiladas haciendo su trabajo. Muerdo el labio del chico y él gruñe.

—¡Estúpida! —Me propina una fuerte bofetada y mi cabeza se ladea.

Creo que me he golpeado con una roca, siento un fuerte dolor en la cien, del lado derecho.

—¡No la muevas! —Le ordena la líder y deja de cortar.

—¡Me mordió! —ataca el chico furioso, llevándose la mano a la boca.

—¡Pues deja de besarla! —exige la chica que sostiene mis brazos—. Eso no está en el plan, no arruines las cosas.

—¿No me digas que te pusiste celosa bombón? —Me suelta por un momento y la jala para besarla, a lo que la chica se retira con brusquedad.

—¡Idiota! —Se agacha y me mira con odio—. Lo siento Barbie, pero tenemos órdenes de dejarte bien claro el mensaje.

«Esto no es por azares del destino, alguien lo ha planeado».

Los cuatro se quedan en silencio, mi corazón está a punto de estallar, de lo rápido que está latiendo.

—Por favor... —Apenas y puedo hablar.

Escucho el sonido de las tijeras cortando mi cabello.

—¡Noo! —alcanzo a gritar y cuando quiero volver a hacerlo, el chico sobre mi, me calla.

—¡Que cierres la boca! —ordena furioso y vuelve a arrojarse sobre mi, besando mi cuello con desesperación, arranca los botones de mi blusa y mi piel queda expuesta.

—¡No, por favor! —suplico con la voz ronca.

Una fuerte bofetada llega nuevamente a mi mejilla derecha y escucho como baja el ciper de su pantalón.

—Te aseguro que esto no te dolera... Te va a gustar pastelito...

«¡Noooo! ¡Ayudame mami!».

—¿Quién anda ahí? —Una voz firme y madura llega de entre las sombras.

—¡Ayuda! —alcanzo a gritar y entonces siento el fuerte golpe que me propina una de las chicas al patearme por el costado.

Solo puedo rodar un poco, creo que me dio en las costillas, con el frío que está haciendo, ya no siento la mitad del cuerpo.

—¡Salgan de ahí!

«Hay alguien ahí que puede ayudarme».

El reflejo de la luz de su lámpara choca contra mis ojos, haciéndome parpadear.

—¡Mierda! ¡Vámonos! —Los cuatro se levantan rápidamente, el chico y dos chicas salen corriendo, la líder me ve a los ojos—. No vuelvas a la Zona Norte, alguien no te quiere ahí y sí regresas... tu muerte es segura —Me suelta una patada en el abdomen y sale corriendo detrás de sus compañeros.

Me hago bolita tocándome el estómago y dejo que las lágrimas caigan.
Mis sollozos se hacen más fuertes y el hombre que irrumpió, se acerca corriendo hasta mí, iluminandome con su lámpara.

—¿Estás bien? ¿Qué te han hecho? —interroga pero mi garganta está cerrada, las palabras no salen. Tengo frío, hambre y no dejo de temblar. El hombre ve los mechones de cabello sobre el suelo y al tomar uno entre sus manos, abre más los ojos—. ¡Santo Cristo! Hay no pequeña... Ven conmigo, tenemos que llamar a la policía.

Despacio y con cuidado, me ayuda a levantarme, me toma por los codos y yo no dejo de temblar y llorar, el dolor en el estómago es fuerte y hace que me flexiones, me duelen las costillas, la espalda y la cabeza, apenas y puedo andar.
Caminamos hasta la cabina del vigilante, donde esta el encargado y el hombre que me ha ayudado a levantarme.

La policía llega en cuestión de minutos y me llevan a la comisaria.
Dos policías me conducen a un interrogatorio, un cuarto sombrío y poco acogedor, una mesa en el centro y dos sillas a cada lado, es todo lo que hay.
Un gran espejo frente a mí, a espaldas del detective Harrison.

—Tome —Uno de los policías me acerca una pequeña taza de café y la sujeto entre mis manos.

—Dígame señorita, ¿cuál es su nombre completo? —interroga el detective.

—S... Scar... Scarlett.... Mc... Sanders —contesto con la voz temblorosa.

No voy a dar mis datos reales, en cuanto conozcan mi apellido llamaran a mis padres y por ahora, no me conviene.

—Señorita Sanders, ¿qué estaba haciendo en el parque a estas horas de la noche? —El detective Harrison, levanta una ceja interrogativa.

«¡Imbécil! Pues qué iba a estar haciendo, seguramente paseando».

—Yo no... no estaba... en... el parque —tomo un sorbo de café y trato de calmarme, respirando profundamente—. Estaba... en la entrada de los barrios... esperando a mí novio... pero no llegó y... estos chicos aparecieron.

—¿Los conoce? —cuestiona y arrugo la frente, a lo que él agrega—. A los chicos.

«¡¿Es en serio?! Pedazo de idiota».

—Claro que no. No... no sé... solo aparecieron —Doy otro sorbo a mí café, no está muy bueno, pero el calor me está ayudando a calmarme—. Me dijeron... que tenían un mensaje... me acorralaron y salí corriendo... llegué al parque —siento que las lágrimas están por regresar—. Me escondí, pero... lograron encontrarme.

—¿Ellos le cortaron el cabello? —indaga Harrison levantando la vista a mi cabeza, solo asiento, conteniendo las lágrimas.

«¡Por Dios! ¡Mi cabello no! Esto no podría estar peor...».

—¿Cuál era ese mensaje? —reanudando la vista a mis ojos, hace que regrese al presente.

—Solo... solo mencionaron... —Mi barbilla está temblando y mis manos se aferran a la taza—. Que me alejara... que me alejara de la Zona Norte —contesto con torpeza.

Ahora que estoy más tranquila y lo digo en voz alta, no parece un problema real, sino una riña entre pandillas, aunque ese idiota quiso abusar de mi... Al recordarlo reacomodo mi saco, para cubrir lo que pueda estar al descubierto.

—¿Abusaron de usted? —cuestiona al notar mi movimiento.

—No —contesto desviando la mirada—. Pero el chico... estuvo a punto de hacerlo... me salve gracias al vigilante o lo que sea...

—¿Tiene enemigos señorita Sanders?
—cuestiona inclinándose sobre la mesa y fija su mirada en mis ojos.

—¡Claro que no! —Le suelto con brusquedad y los dos policías que nos vigilan, se sobresaltan—. ¡Ya le dije que solo aparecieron, no sé si alguien los mando o sí solo lo hicieron para fastidiarme! —Mi ira va en aumento. Acabo de ser atacada y este idiota creer que soy una pandillera—. No conozco bien la Zona Norte, yo vivo en el Sur, conocí a una amiga y he pasado algunos días por ahí, pero no conozco a todos y no sé por qué me atacaron —explico más que enojada.

Ahora entiendo por qué hay personas que no le tienen fe a la justicia, primero te señalan y juzgan y si les da tiempo, averiguan qué pasó. «Pero que barbaridad».

—Ok, tranquilícese... Señorita Sanders —pide el inepto frente a mi, levantándose con prudencia, eso es, huya de mi—. ¿Tiene algún familiar que pueda venir por usted? —indaga y recoge los papeles que ha estado llenando.

No voy a llamar a mis padres y no quiero meter a Carola en esto, no sé si ella los conozca, pero si es así, no sé en qué problema estoy medida.

—No... están fuera —contesto sintiéndome más sola que nunca.

—Bueno... ¿Algún amigo, o conocido de confianza, que pueda venir por usted? —pregunta y guarda sus papeles en un folder blanco.

Comienzo a buscar en mi mente, alguna persona que me pueda llevar a casa, alguien en quien confié de verdad y que no diga nada de esto.

Mateo.

—Sí —contesto en un hilo de voz.

—Bien —saca su celular y me lo acerca—. Haga su llamada, la dejaremos unos minutos y yo regreso en breve.

Tomo el celular y asiento.

Primero intento llamar a Paul, seguro que estará preocupado porque no me encontró donde quedamos.

«¡Contesta por favor!».

Esta sonando...

Buenas noches ¿Quién habla? —Es una voz femenina.

«¿Me habré equivocado?».

Retiro el celular y confirmo el número, para nada, este es el número.

—¿Paul? —pregunto desconcertada.

Lo siento su majestad, pero Paul esta muy ocupado haciéndome suya, cogiendome duro —escucho el ruido sobre el colchón y lo que parece ser un gruñido masculino—. ¡Hay siiii! ¡Así amor! —Mis ojos se abren a más no poder y el corazón se me acelera.

«¡Esto no puede estar pasando! Me ha dejado abandonada por ir a revolcarse con su ex».

Cuelgo, y con mi mano libre me cubro la boca, para ahogar el grito que estaba por soltar.

Mi respiración se vuelve irregular, cada vez más agitada. Comienzo a moverme de un lado a otro, rascandome la cabeza, doy cuatro pasos a la derecha, y después cuatro a la izquierda, solo pienso en eso.

«Cuatro pasos, cuatro pasos, cuatro pasos, cuatro pasos».

Llego hasta la pared y suelto golpes sobre ella, una y otra vez.

Las lágrimas recorren mis mejillas, mi llanto se vuelve incontrolable, la imagen de la bestia viene a mi memoria, mis latidos están desatados.

Sigo golpeando la pared, al mismo tiempo que lloro desenfrenada.

Chocando contra la mesa, despierto de lo que parece un estado catatonico.

—Fue... ¿Qué sucedió?

Limpio mis lágrimas, intentando recordar lo que he hecho, volteo a ver la mesa; esta fuera de su lugar, al igual que las sillas.

«¿Yo hice esto? ¿En qué momento?».

—Estaba... Estaba hablando con...

Tiene que ser una mentira de Cassandra.
Las las lágrimas vuelven silenciosas.
Cuanta falta me hace mamá...

¡Ya es tarde!
Bueno no tanto, aún faltan treinta minutos para las siete, pero conociendo a Scar, seguro que ya me esta esperando donde quedamos.
Estoy saliendo del trabajo a toda prisa, el padre de Cassandra tuvo problemas con su auto y como aún me llevo bien con el señor, no podía decirle que no.
Voy camino a su casa, espero no dilatar, no solo porque voy a llevar a Scarlett a su casa, sino porque seguro que me topo con el idiota de Scott, que solo piensa en quitarme a mi novia.

¡Ahora si que es tarde!
Son casi las nueve y el señor Collins no ha parado de hablar desde que terminé de arreglar su coche, solo era un pequeño desperfecto que me llevó cuarenta minutos, le mande un mensaje a Scarlett asegurándole que ya iba, desde hace más de una hora, pero Cassandra nos trajo cerveza y ahora no sé cómo safarme de esto.

Scarlett me va a matar.

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