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Capítulo 31

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Paul y yo pasamos todo el tiempo que podemos juntos, lo que me ayuda un poco, a olvidar la ausencia de mis padres.

Lo acompaño a su trabajo el martes por la tarde, afortunadamente hoy no tengo ninguna tarea que hacer, así que estoy tranquila a su alrededor, mientras lo veo arreglar un auto, apenas hay cuatro trabajadores más, sin contar a Roger y su padre, quienes salieron a atender un trabajo afuera.

—Sé que me estas mirando —Sus palabras me sorprenden, no pensé que fuese a darse cuenta, estoy a varios metros de distancia—. Podría denunciarte por acoso, hostigamiento o lo que sea —bromea limpiandlse las manos en su oberol de trabajo, se ve tan sexy con ese uniforme.

—Lo siento, no quiero distraerte —sonrío tímidamente.

—¡Scarlett! —Roger viene corriendo desde la entrada, subiendo el ciper de su oberol, me toma entre sus brazos y me da una vuelta, levantándome del suelo—. ¡Pensé que estaba alucinando!

—¡Esas manos! —protesta mi chico celoso, acercándose hasta nosotros.

—Lo siento hermano —Roger me regresa al suelo—. Sabes que jamás te jugaría chueco, solo que nunca imaginé ver a la realeza en mi changarro —habla tan rápido, que apenas y entiendo lo que dice.

—¡Oh, Roger! —llamo su atención—. No digas eso, este lugar es increíble —aseguro observando todo a mi alrededor, a pesar de ser un taller mecánico, está bastante cuidado, limpio y ordenado, los trabajadores se esmeran y trabajan con ánimo—. Tan pulcro y bien cuidado, ten por seguro que lo recomendaré a mis amistades —aseguro regresando la mirada a mi amigo.

—Gracias por los cumplidos señorita —El padre de Roger, el señor Benner, llega desde los lockers, también trae puesto un oberol, aunque está más sucio que el de su hijo, seguro por el trabajo que fueron a hacer—. Sabe que es bienvenida cuando quiera, a su humilde taller, en sencillo, pero el trabajo que brindamos es de calidad —asegura sonriendome.

—De eso no tengo duda, he visto que sus trabajadores se esmeran en entregar los autos, en las mejores condiciones, tenga por seguro, que cuando lo necesite vendré aquí, y seguro que mis amistades también lo harán —dudo mucho, que mi círculo más cercano de amigos no busque un buen servicio, constantemente se quejan del taller al que solíamos ir.

—Serán bienvenidos —voltea a ver a Paul, y después regresa su vista a mí—. Falta poco para la hora de salida, pero veo que Paul ya hasta comenzó con el trabajo de Roger —revisa el reloj en la pared—. ¿Por qué no llevas a tu chica a dar la vuelta? —propone viendo a mi novio.

—¡Si Pauli, llevala a los tacos! —Roger interviene tomando una rebanada de pizza, a la hora de la comida llamé a una pizzeria, para invitar a comer a los trabajadores del lugar, pero creo que me excedí, porque sobraron tres cajas de pizza completas—. Esta pizza necesita calentarse —murmura sin dejar de comer.

—¿A los tacos? —Se pregunta Paul extrañado.

—Anda chico, vayan a divertirse —El señor Benner se lleva una caja de pizza, a la pequeña cocina que tienen en un rincón.

—¿Quieres ir? —Me pregunta Paul dudoso.

—Claro —acepto igual de dudosa—. Nunca he ido...

—Scarlett, no has vivido, estoy seguro que no vas a querer quitar las asentaderas de la silla —Roger se acerca y me da un beso en la mejilla, creo que esta vez entiendo lo que ha dicho—. Nos miramos luego morrita —sigue el camino que tomó su padre—. ¡Hasta mañana Paul!

—Hasta mañana Ro —Mi chico lo despide levantando la mano, y después voltea a verme—. Los tacos serán —sonríe y le regresó el gesto.

Nos despedimos de los otros empleados, quienes no paran de agradecerme por la pizza, y salimos a la carretera. El taller de los Benner está cerca de la entrada de la Zona Norte, sigue estando lejos de los barrios, y el lugar al que me lleva Paul, esta al otro extremo de la Zona, a las afueras de la ciudad.

—Que pintoresco —expreso cuando me quito el casco y se lo paso a Paul.

—Espero no decepcionarte muñequita —llama mi atención, acomodando la motocicleta en el estacionamiento, que esta justo frente al local, mientras esperamos que un imprudente en un auto azul, termine de avanzar, a paso de tortuga frente a nosotros.

—Menos platica y más acción —sonríe divertido, tomo su mano y cruzamos la calle—. ¿Podemos tomar cualquier mesa? —pregunto cuando entramos, veo varias mesas, con cuatro sillas cada una, al fondo del lugar se encuentra una gran barra, con parrillas, estufas, cacerolas y varias preparaciones, no hay mucha gente comiendo y son seis las personas que atienden y preparan todo, tres hombres y tres mujeres—. ¿Tenemos que anunciarnos? —volteo a verlo, me siento perdida.

El aroma a carne y verduras, inunda el ambiente, huele muy bien.

—No bonita —deposita un beso en mi frente y me lleva con él hasta la barra—. ¡Buenas tardes Jorge! —saluda a uno de los chicos detrás de la barra, estrechando su mano.

—¡Hey, Paul! —El chico le devuelve el saludo—. ¡Ese milagro que te dejas ver! —ríe volteando a verme—. No sabía que traías compañía.

—Ella es Scarlett, mi novia —Me presenta orgulloso, y el silencio se hace en el lugar, las seis personas voltean a vernos.

—¡No me lo creo! —exclama un hombre mayor, parece ser el dueño.

—¡Paul Johnson, tiene novia! —expresa una mujer a lado del hombre, parece ser su esposa—. Aún hay novedades por este lugar.

—No entiendo su sorpresa —Una carcajada sale de mi chico, y el ambiente regresa a la normalidad, todos a lo suyo—. Solo quiero dos ordenes de lo de siempre.

—Claro, tomen asiento —pide una chica señalandonos las mesas—. En un momento les llevo su orden.
Sin decir nada, Paul me lleva a una mesa en el rincón, me siento a su derecha, con vista al ventanal que da a la calle, de espaldas a la barra.

—Necesito... —paseo la mirada por todo el lugar.

—¿Lavarte las manos? —cuestiona Paul, como leyendo mis pensamientos.

—Si —contesto apenada.

—Por allá —señala un pasillo a sus espaldas—. A la izquierda las chicas, a la derecha los chicos —explica sonriendome.

—Ya vuelvo —Le regalo un pequeño beso en la comisura de los labios, y hago mi camino al tocador.

Lavo bien mis manos y cuando regreso, la chica que nos llevaría la orden, se acerca a la mesa, alcanzo a ver cuando le sonríe a mi novio.
Nunca he sido una novia celosa, siempre he sido de la idea de confiar, si el chico que está saliendo contigo te quiere como dice, no tendrías que dudarlo, además, confío en que, lo que haya sido que vio en mi, lo que haya sido que lo enamoró, no lo encontrará en nadie más, no de la misma manera.

No pienso armar una escena de celos, en especial, cuando Paul no responde al coqueteo de la chica, quien ya está sentada en mi lugar.

Respiro profundo y camino decidida, mi falda meneandose de un lado a otro, al igual que mi cabello.

Llego hasta la mesa y la chica no se pone de pie, a pesar de notar mi presencia.

—Hay Paulito —pasa sus manos por el brazo de mi chico, quien lo retira de inmediato—. ¿Ahora quién me dará noches de pasión desenfrenada? —cuestiona cruzando los brazos sobre la mesa, para resaltar su pecho.

Su declaración me hace abrir más los ojos.

—Lo siento Lorena, pero ese no es mi problema —Se pone de pie y voltea a verme—. Scar, no es...

—Tranquilo —Sé muy bien, que Paul no ha echo nada malo.

—Pon la orden para llevar por favor —ordena a Lorena con seriedad y toma mi mano, lo que provoca la molestia en la chica.

—Pero Paulito —Se hace la desentendida y no puedo evitar rodar los ojos—. Pensé que comerías aquí... —Me saca de su comentario a propósito.

—Mi novia y yo, vamos a otro lugar.

Sin más, caminamos hasta la barra y paga la cuenta al chico en la caja.

No es necesario que de explicaciones a nadie, creo que todos vieron lo que ha pasado.

—Nos vemos luego, Paul —Jorge le entrega una bolsa de papel, y nos despedimos de todos, claro, de Lorena no.

Paul me lleva a casa, entramos directamente a la cocina y sacó dos platos, un par de copas que lleno con agua y un juego de cubiertos para mi, nos sentamos en el gran comedor, se siente enorme con solo dos personas.

—Lamento lo que pasó —expresa cuando toma asiento y abre la bolsa de papel—. No pensé que...

—Descuida —No quiero tocar el tema, pero tengo curiosidad—. Es inevitable encontrarse con una ex...

—Ella no es mi ex —interrumpe molesto—. Era solo...

—Algo de una noche —termino por él, no soy tonta, sé que no estoy con el chico que ha tenido muchas "novias", más bien, aventuras.

—Si —voltea a verme, se ve triste, como si su pasado le apenara.

—¿Puedes servirme? —necesito cambiar de tema, no quiero echar a perder el momento—. No sé cómo hacerlo —confieso apenada.

—Claro, muñequita —Su semblante cambia, se ve más relajado—. Pasame tu plato —hago lo que me pide y lo veo colocar cuatro tacos en mi plato.

—En mi vida los he comido —expreso tomando el plato.

—Te van a encantar —asegura sirviendose, coloca la verdura y unas gotas de limón en mis tacos—. ¿Te gusta el picante? —pregunta sacando una bolsita de salsa.

—No mucho, pero aceptaré un poco —Lo veo colocar unas gotas de salsa en mi plato y tomo los cubiertos, me mira espectante y saboreo un trozo de taco—. Mmmm... —cierro los ojos un momento, saboreando la deliciosa carne y la mezcla de los condimentos, la salsa no pica mucho—. ¡Esta delicioso! —exclamo abriendo los ojos.

—Sabía que te gustaría —Lo veo comiendo gustoso, usando las manos para comer, se ve tan cómodo, un poco de salsa se escapa de sus labios y lo limpio con la servilleta—. Gracias.

—Seguro que no hubieses dicho eso anteriormente —expreso terminando el primer taco, para seguir de inmediato con los demás, esto está super rico, Roger tenía razón—. Estoy segura que si lo hubiese hecho aquel día en la parrillada, tu respuesta hubiese sido otra —río recordando lo mal que nos llevábamos.

—En ese entonces estaba ciego —Se defiende sin dejar de comer—. Aunque si, mi respuesta hubiera sido otra.

—Me odiabas —recuerdo tomando un sorbo de agua.

—¡No te odiaba! —asegura chupando sus dedos, se ve tan sexy haciendo eso, que me pierdo por un momento—. ...yo quería que te alejaras, pero no de mi, sino de la Zona Norte, de los peligros, te veías tan frágil, dulce, hermosa, no sé, me perdí en tus ojos desde que te vi... parece que, no sé expresar mis emociones... Eres... La primera chica de la que me enamoro —confiesa viéndome a los ojos, lo que me toma por sorpresa, sé que es el chico que estaba con una y otra, pero no creo que no haya sentido algo, por lo menos con alguna de esas chicas.

—¿Nunca te has enamorado? —cuestiono regresando la vista a mi plato y él hace lo mismo.

—No, por más chicas que he conocido, ninguna ha provocado nada en mi... Claro, hasta que te conocí —Sus palabras hacen que sonría emocionada, por dentro estoy volviéndome loca, pero no pienso externarlo.

—Me alegra saber eso —termino lo que hay en mi plato, sin borrar mi gran sonrisa y bebo un poco más de agua, antes de hablar—. Pero definitivamente, alejar a una chica con amenazas, diciéndole que no pertenece a un lugar y que es una niña mimada, no es la mejor forma de conquistarla.

—Lo sé muñequita, pero estaba aterrado, soy un idiota para estas cosas...

—¡Hey! —advierto al escuchar la palabrota.

—Lo siento, sigo siendo torpe —acepta terminando su agua, así que decido buscar una botella de vino.

—Perdoname tu, pero no me gusta ser mal hablada, y que las personas a mi alrededor lo sean —explico sirviendo el vino en las copas.

—Una señorita como tu, no debería escuchar esas palabras —expresa tomando su copa—. ¿Quién diría, que algún día terminaría comiendo tacos y bebiendo vino, con una chica linda? —levanta su copa sonriendome.

—Pues que afortunados somos —levanto mi copa y brindamos—. ¿Quieres postre? —pregunto caminando hasta la nevera—. Creo que teniamos helado por aquí...

Lo siento de pie a mis espaldas, interrumpiendo mis palabras.

—Quiero de lo que tienes aquí... —susurra en mi oído, al mismo tiempo que mete su mano bajo mi falda, reacciono empujando las caderas hacia atrás, sintiendo de cerca su ereccion—. Veo que tú también quieres.

Dejo escapar una risa nerviosa y volteo a verlo.

—Si —confirmo viendo sus labios.

—Esta noche no dormirás, Scarlett.




Después del pequeño incidente con Lorena, pensé que Scarlett me mandaría lejos, pero afortunadamente no es de las chicas que arman drama por todo, así que terminamos en su mansión, y de ahí a su habitación.

La primera vez que estuve con ella, no se compara en nada con esta, aquella vez fue tierna y dulce, pero esta noche, el fuego que vive en ella, se encendió como volcán, nunca tendré suficiente de ella.

Después de una noche salvaje, la llevo a su habitación, no quiero que duerma en el cuarto de invitados, donde todo empezó.

Por supuesto que no la dejaré sola, hoy dormimos junto.

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