Capítulo 28
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Me levanta gentilmente, abro los ojos cuando siento que baja el cierre de mi vestido para dejarlo caer lentamente por mi cuerpo, hasta sacarlo por completo y arrojarlo en la orilla de la cama.
Estoy en sostén y pantaletas frente a él, completamente indefensa y ardiendo.
—Me gusta esto —Me acaricia los pechos, sobre el sostén blanco de encaje—. Te ves tan inocente y celestial, con esto —Su mano hábil baja por mi vientre y arqueo la espalda en respuesta, me desabrocha el sostén y yo me lo quito lentamente—. ¡Dios, Scarlett! Eres tan sensual —Se inclina y comienza un camino de besos por mis pechos y mi estómago, hasta llegar a mi vientre.
Se detiene sobre mis pantaletas, y en un movimiento rápido se quita los pantalones y el bóxer. Me quedo sin aliento, el hombre frente a mí es… «perfecto». Sus rasgos y su cuerpo hacen una armonía increíble.
«¡No estoy exagerando! Paul tiene un buen cuerpo, se nota que se cuida mucho».
Sus preciosos ojos marrones me derriten y no dejo de pensar, en lo mucho que lo deseo.
Reanuda sus besos sobre mi boca; mi cuello y mis pechos, siento cómo mi cuerpo palpita bajo su piel y mi interior se derrite de placer.
Acaricio su cabello y enredo mis dedos en él. Se detiene un momento y busca en su chaqueta, saca un pequeño paquete de aluminio y lo abre.
—Así que estabas preparado, ¿eh? —pregunto con una gran sonrisa.
—Señorita McCarthy, uno nunca sabe cuándo, la mujer de sus sueños le dirá que sí —Me regresa la sonrisa y vuelve a colocarse sobre mí.
Los nervios están a flor de piel, pero también el deseo y la sed de sentirlo dentro de mí. Lentamente se introduce en mí, con movimientos suaves y rítmicos. Siento que mi corazón late con demasiada rapidez y mis manos se clavan a su espalda. Nuestras respiraciones son urgentes y nuestros cuerpos se complementan con gracia. Cierro los ojos, inundándome de la maravillosa sensación, es un poco dolorosa, pero el placer la eclipsa.
Levanto las caderas, buscando tener más de él.
El momento se convierte en algo más de lo que imaginaba, nuestras bocas se buscan con ansias, incrementando el placer.
No daré más detalles, es un momento solo para nosotros dos.
«¡Este hombre me está volviendo loca!».
Siento que mi cuerpo se estremece y con los últimos movimientos, Paul y yo llegamos al clímax, a la cúspide de la montaña y explotamos como fuegos artificiales, cayendo lentamente sobre el colchón. Intentando recuperar la respiración, calmando nuestros agitados corazones.
Nos quedamos acostados, uno frente a otro. Paul jala el edredón y quedamos atrapados y a salvo. Me toma en sus brazos y me acuña contra su pecho, envolviéndome con sus fuertes brazos.
—Dime que esto es real, que no es un sueño... —susurro contemplando la pequeña luz de luna que entra a través de las cortinas—. Que de verdad quieres estar conmigo. Que no es un juego.
—Scarlett... —Su mirada llega directa a mis ojos—. Yo jamás jugaría contigo. No quiero una paliza como la que le diste a Cassandra —No puedo rehusarme a sonreírle—. Pero sobre todo... —acaricia mi cabello y descansa su mano en mi mejilla—. El amor no es un juego para mi... Quédate tranquila, porque yo seré quien te proteja —Nuestras piernas se entrecruzan y apoyo mi mejilla contra su hombro.
—Confío en ti Paul... —susurro y siento un cansancio enorme, por la noche, por haber hecho el amor, por todo.
—Te quiero... —escucho las palabras suaves en la oscuridad.
Cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño.
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—¡Usa los cubiertos! ¡¿A caso eres un animal para comer con las manos?! ¡Usa los malditos cubiertos, Scarlett!
Su voz es fría, está enfurecido y yo no dejo de llorar. Él me suelta una fuerte bofetada en la mejilla derecha, haciendo que me caiga de la silla. Salgo derribada sobre el frío suelo y me hago bolita, temiendo que me golpee una vez más.
—¡Deja de llorar mocosa insolente, buena para nada! —Su voz retumba en las paredes y me suelta una fuerte patada en el estómago, haciendo que suelte un fuerte grito.
—¡No, por favor ! —Me duele, me duele...
Estoy temblando y no puedo dejar de llorar. Él se aleja y cuando pienso que todo ha terminado, regresa y vierte sobre mí, un gran balde de agua fría.
—¡A ver si así aprendes a comportarte sobre la mesa! —Otra fuerte bofetada llega a mi mejilla y caigo en una profunda oscuridad.
—¡Noooo!
Abro los ojos sobresaltada. Estoy sudando, las manos me tiemblan y siento una fuerte necesidad de llorar. Me siento en la cama.
«Un sueño, solo fue un sueño».
Mi corazón palpita desesperado y me siento agitada.
—¿Qué sucede, Scar? —volteo a mí derecha. Paul está bostezando y pestañea un par de veces, antes de abrir bien los ojos. Cuando me ve, frunce el ceño—. ¿Estás bien, bonita? —pregunta y se sienta a mí lado—. Estás muy pálida, Scarlett…
—Estoy... bien... —Me inclino hacia adelante y descanso mis manos sobre mis rodillas—. Fue solo… una pesadilla —bajo los pies y me quedo sentada al borde de la cama, las lágrimas se quedan atrapadas en mis ojos.
—¿Segura que estás bien, Scar? —Se coloca detrás de mí y me besa el hombro.
—Segura. Sabes... —clavo la mirada en la pared frente a mi—. Solo mi madre me llamaba así, no dejo que nadie más lo haga...
—¿Y yo puedo hacerlo? —Aunque no lo estoy viendo, sé que está sonriendo a mis espaldas.
—Te dejaré hacerlo, solo porque me gustas —accedo suspirando—. ¿Quieres tomar una ducha o prefieres bajar a desayunar? —cuestiono algo dudosa.
—En realidad… —volteo y lo veo sobre mí hombro, tiene esa hermosa sonrisa en sus dulces labios—. ¿Quieres salir conmigo? Podemos ir a desayunar a algún lugar, dar una vuelta —propone sonriendo cada vez más.
No puedo creer que este enamorada de este hombre, y que él lo esté de mi.
—Me gustaría, cualquier cosa que implique tu compañía, con gusto me apunto —Quién diría que Paul puede ser un chico romántico, creo que estar con él será bueno para olvidar esa terrible pesadilla—. Pero de verdad, necesito una ducha primero.
—Ok, yo voy a mí casa, me aseo y regreso, quiero llevarte en la moto —planea bajando de la cama.
—Ok, ¿quieres que te llame un taxi? —propongo buscando mi celular.
—Sí, voy rápido al baño.
Después de que Paul se va a su casa, yo tomo un baño caliente, llevo el edredón manchado al cuarto de lavandería y pongo uno nuevo. Me arreglo con esmero. Una blusa rosa palo, a juego con unos jeans verde militar, mis botas marrones y mí saco marrón, me gusta porque tiene pedrería sutil en las solapas de los bolsillos, a la altura del estómago.
A las ocho treinta, mis padres llegan, creo que se la pasaron bien, están riendo como adolescentes. Ya les he preparado el desayuno y cuando bajan a la cocina después de una ducha, Paul llega y toca el timbre.
—¡No te levantes! —Un tono más arriba y casi le grito a mi mamá—. Es para mí —corro a la entrada y abro la puerta.
Paul está usando una camisa a cuadros blancos, azules y negros, unos jeans oscuros, botas negras y su cazadora negra. Me lanzo a sus brazos y lo beso.
—Vaya, debería venir más seguido —declara cuando lo suelto, ambos reímos por nuestro pequeño secreto—. Te ves hermosa, muñeca.
Sonrio con timidez ante su alago.
—Voy por mis llaves y nos vamos ¿Quieres pasar? —pregunto cuando recuerdo que mis padres están en la cocina.
—Claro —entra y cierro la puerta.
—Tienes que conocer a mi papá.
No espero a que me diga algo, lo tomo de la mano y lo llevo hasta la cocina. Mis padres levantan la mirada en cuanto entramos.
—Papá, él es Paul Johnson, un amigo de Carola. Paul, él es el doctor John McCarthy Duprí, mi padre —Los presento con orgullo y mi padre me sonríe.
—Un gusto conocerlo, señor McCarthy —Paul le tiende la mano y papá se la estrecha con educación.
—El gusto es mío, Paul —Papá le dedica una sonrisa sincera y después ve de la isla de la cocina a nosotros—. ¿Quieres desayunar? —ofrece señalando los platillos.
—Oh, no gracias, en realidad... Scarlett y yo vamos a salir, si le parece bien —responde Paul con entusiasmo y por primera vez lo veo algo nervioso.
—Claro que está bien, no hay problema —Papá voltea a verme con cariño.
—Mm… voy por mis llaves, ahora vuelvo —salgo corriendo a las escaleras y llego a mi habitación, tomo mi celular y mis llaves y los guardo bien en los bolsillos de mis jeans.
Me asomo por la ventana, no necesito un abrigo, incluso el sol ha salido un poco.
Cuando bajo las escaleras, escucho las risas que vienen desde la cocina.
—Sí bueno, mi padre nos llevaba a acampar cada año, cuando éramos niños —explica Paul dejando de reír—. Mi hermana nunca se adaptó, igual que Scarlett, aunque nos acompañaba de mala gana.
—Bueno, por lo menos iban —interviene papá—Cada vez que yo mencionaba campamento, Scarlett se escondía bajo la cama y Taylor le rogaba para que fuera, pero con una vez que fue, basto. Nunca más quiso saber de eso.
«¡Hay no! Mi papá va a empezar con la historia de la ardilla, mejor me apresuro». Camino a paso veloz hasta la cocina.
—Lo que pasó fue que, había una…
—¡Estoy lista! —interrumpo a papá, antes de que me deje en ridículo.
Mamá y papá intentan reprimir sus risas, es evidente que tenían planeado contarle la historia de la ardilla.
—Bueno, fue un gusto conocerlos —Paul se pone de pie y estrecha las manos de mis padres—. Cuidaré bien de Scarlett.
—Regresa pronto, Paul —pide mamá sonriéndole.
—Gracias, señora Jackson, señor McCarthy, nos vemos luego —sale de la cocina y antes de seguirlo, veo a mis padres.
—Vuelvo en un rato y no vuelvas a contar la historia de la ardilla—–Le advierto a papá con media sonrisa y salgo a encontrar a Paul.
—Su carruaje espera muñequita...
—Tonto... —Creo que no dejará de molestarme con eso y sinceramente no me preocupa.
—Pero no cualquier tonto —Me sonrie y le devuelvo el gesto—. Soy tu tonto —suelto una risita, me acerca un casco y él se pone el suyo, subimos a la moto y salimos a la carretera.
Paul maneja hasta que llegamos al centro, después baja algunas calles y nos adentramos en el gran parque de la ciudad. Solo he venido un par de veces, pero cuando llegamos, es como estar en el centro de la vida misma.
Para la moto en la entrada del parque y se quita el casco.
—Quítate el casco —indica y lo obedezco al instante—. Aquí podemos andar en moto sin el casco.
—Ok —Claro, era eso, le paso el casco y lo sujeta al frente de la moto, en una pequeña rejilla, junto al suyo.
—Abre bien los ojos Scarlett —Me admira con ilusión—. Supongo que no has venido mucho por aquí —Niego sonriente y me guiña un ojo—. Vamos pues.
Vuelve a arrancar y andamos por el camino de graba.
Las hermosas ciclamen; en color blanco, salmón y escarlata, junto con las margaritas de los prados, decoran el lugar. El aire es fresco, todo es tan verde y brillante, tan lleno de vida, que me hace sentir tranquila, relajada y llena de energía.
Escucho al viento cantando en mis oídos, y mi cabello baila al ritmo que pasamos bajo la sombra de los grandes abetos. Levanto la vista, el paisaje es maravilloso.
Los pequeños rayos de sol iluminan las copas de los sauces, y las delgadas líneas de luz, se reflejan en las verdes hojas de los arces.
Llegamos al centro del lugar, donde hay un pequeño estanque, lleno de agua cristalina, varias familias y parejas, pasean en bicicleta y se recuestan sobre el césped.
Paul deja la moto junto a una banca, donde me pide que me siente y unos segundos después, un chico en una moto de repartidor, se para junto a nosotros.
—¡Hola Paul! —saluda el repartidor, se quita el casco y abre la caja de la moto.
—Hola Ron —Paul se acerca a él y toma una pequeña caja de cartón que le acerca el chico—. Aquí está —Le da unos billetes y el chico los toma, se coloca su casco de nuevo y sube a su moto.
—Nos vemos después, que la pasen bien —sale a una velocidad considerable y se pierde entre los árboles.
—¿Quién era? —cuestiono cuando se sienta a mi lado.
—Un buen amigo de la cafetería Nick's —destapa la caja—. ¿Moka? —Me pregunta pasándome un vaso de café con tapa roja.
—Gracias —Lo tomo entre mis manos y siento el calor a través del material, doy un pequeño sorbo—. Está delicioso —aseguro sonriente.
—¿Quieres un emparedado o cruasán? —deja su café en la banquita, entre el espacio que dejamos.
—Emparedado esté bien —respondo y me pasa un emparedado de queso y jamón, enseguida me acerca un pequeño plato con tenedor y un cuchillo—. Pensaste en todo.
—Imagine que los ocuparias —Su detalle me ha dejado sorprendida.
—Gracias —coloco el plato sobre la banca y quito el envoltorio del emparedado para comenzar a cortarlo.
—Me gusta venir aquí, se respira paz —confiesa y luego voltea a verme—. ¿Ya habías venido antes? —cuestiona y deja la caja en el suelo, junto a sus pies.
—Solo dos veces —contesto después de pasar un bocado y fijo la mirada en el lago.
—Scarlett... ¿Puedo preguntarte algo? —Su tono de voz es serio, lo veo y asiento con timidez—. Ayer me dijiste… ¿Qué quisiste decir con eso de que… no sé con quien estoy hablando? —interroga y me quedo sin palabras, aparto la mirada colocando el plato sobre mis piernas y como mi emparedado en silencio.
Paul no insiste, pero creo que merece una respuesta. «Solo lo que tiene que saber Scarlett», me digo a mí misma. Termino mi emparedado y decido hablar, pero no lo veo a los ojos.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí... obviamente... —No dice nada y continúo—. Cosas… que es mejor no saber.
—Bueno, podemos conocernos, tenemos tiempo —Me asegura y su voz es suave, pero no puedo verlo a los ojos, no cuando hablamos de mi pasado.
—Tal vez huyas cuando me conozcas mejor... —Le advierto y tomo otro sorbo de café.
—¿Por qué me iría? —indaga frunciendo el ceño—. ¿Tiene que ver con lo que pasó está mañana? Porque no me vas a decir que fue una pesadilla. Scarlett, estabas sudando y temblando. ¿Qué pasa? Dímelo por favor —suplica y me toma del codo, haciendo que voltee a verlo.
Anoche pasé una de las mejores noches de mi vida.
Scarlett es más de lo que puedes ver, no es la muñequita de porcelana que aparenta.
Es toda una mujer y después de haber hecho el amor con ella, estoy seguro de que es la mujer de mi vida, la mujer que tanto esperé.
Ahora voy a llevarla a algunos de los lugares que acostumbro visitar en la ciudad, no creo que sea buena idea llevarla a los lugares del barrio.
Voy a ganarme su corazón, como solo ella lo merece.
Aunque hay algo que me preocupa, esta mañana tuvo una pesadilla y no quiere decirme qué es lo que pasa, por ahora no insistiré, pero espero que no sea nada grave.
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