Capítulo 27
🍇
Percibo el sabor de vodka en sus labios y su lengua juguetea con la mía.
Me relajo y mis brazos suben a los hombros de Paul, cruzo mis manos detrás de su cuello y él me toma por las caderas, me aferra a su cuerpo y todo a mi alrededor se esfuma. Solo somos él y yo.
Y en un movimiento rápido me sube a la encimera, comienza a acariciar mis muslos y sus besos se hacen más fuertes y desesperados. Siento que puedo hacer cualquier cosa con él.
«Paul me hace querer más».
Sus dedos rozan mi piel sobre el encaje de mis medias, y lentamente
sube por debajo de mi vestido. Me tenso un poco ante su tacto y él se detiene. Se aleja de mí, como si hubiese tocado el fuego mismo y yo me quedo paralizada en la encimera, con todo el cuerpo ardiente y palpitante por el deseo.
—Lo siento... —baja la mirada y se pasa las manos por el cabello y la nuca—. No podemos hacer esto. No aquí.
Me bajo de la encimera y me sostengo de la orilla.
—Está bien, no tienes que disculparte, yo-te-lo pedí... —admito aún sintiéndome caliente por todos lados, me doy la vuelta y me sirvo otro trago, necesito refrescarme.
—Besas increíble muñeca —susurra a mis espaldas. Bebo un trago largo, casi terminando mi bebida y doy la vuelta. Me está viendo con seriedad—. Pero no podemos hacer esto. No quiero involucrarte en este mundo —termina con algo de autoridad.
Por poco y regreso el trago en su rostro.
—¿Qué?
Su declaración me ha tomado por sorpresa. Cuando te gusta una persona, la conquistas y vas por ella, no te das por vencido a la primera, ¿no?
«Pero que no piense que voy a rogarle».
—Soy amiga de Carola desde hace tiempo, creo que ya estoy bastante involucrada —Le recuerdo cruzando los brazos—. No les tengo miedo, Paul.
—Por favor —saca una carcajada sin humor—. Solo porque te peleaste con Cassandra, no significa que puedas con nosotros —Me asegura y esta vez, me ve con ternura—. Scarlett, eres una dama, no importa cómo creciste, lo que importa es que hoy por hoy, eres una señorita refinada, eres tierna y dulce, incapaz de hacerle daño a alguien.
Se acerca, pero doy un paso lejos de él.
—No es gracioso, Paul —bajo las manos y le lanzo una mirada sería, que hace que su expresión sea de asombro—. Lo de Cassandra no fue nada, yo… —Me detengo antes de darle más información—. Puedo defenderme y no le tengo miedo a los chicos de por aquí.
—Scarlett, no todos son como Carola, Scott o Iván. Aquí… el barrio es peligroso, necesitas más que saber defenderte —explica con voz severa, como regañándome por algo que no he hecho—. Y tú… bueno… no podrías. Tienes que tener cuidado. No sabes en lo que te metes —advierte.
«¡No lo puedo creer!».
Debe saber que no soy un ángel. Le doy la mirada más sería que puedo y lo veo a los ojos.
—Sé muy bien, en donde estoy parada.
—No sabes con quien estás tratando —Esta vez escucho algo de enojo en su voz.
—La pregunta más bien es… ¿Y tú sabes con quién estás hablando? —cuestiono con frialdad, lo que lo asombra, pero de inmediato se recompone.
Doy media vuelta y salgo de la cocina. Dejo atrás a Paul y sus estúpidas advertencias. Sé que no soy un terrorista temido, pero he vivido lo suficiente como para saber de lo que soy capaz.
Regreso al gran salón y de inmediato localizo a Mateo y James, quienes me hacen señas para que los acompañe. Carola y Rebe, están con ellos.
—¿Cómo te fue? —interroga Carola acercandose a mi oído.
—Luego les cuento, no les quiero amargar la noche, por ahora hay que bailar —La tomo de la mano y la llevo al centro de la pista.
Mateo, James, Iván, Roger, Rebecca y Aldo, nos encuentran en la pista y bailamos al ritmo de Low de Florida.
Solo intento vivir el momento, dejar de lado las preocupaciones. No puedo darme el lujo de desperdiciar mi tiempo, no cuando sé que hay quienes ya quisieran tener un minuto más.
Paul se une a nosotros, Carola y Mateo, ven de uno a otro, yo solo intento divertirme, pero teniéndolo cerca, es difícil concentrarse.
Cuando nuestras miradas se cruzan, veo lo que puede ser una sonrisa, me guiña un ojo y aparto la vista.
Iván me toma de las manos y me hace bailar con él, agradezco la distracción, pero en el fondo sé lo que quiere.
Bailamos unas cuantas rondas más y después decido que es hora de irme a casa. Me despido de todos los que puedo e Iván me acompaña al garaje.
—Fue bueno tenerte aquí, está noche...
—Gracias, me divertí mucho —abro la puerta del auto—. ¿Me puedes ayudar con la puerta? —Le pregunto a Iván y él corre a oprimir el interruptor, para que la puerta del garaje se levante—. Gracias —entro en el auto, pero al ver a Paul del otro lado de la puerta, me sorprendo.
—¿Puedo acompañarte? —pregunta caminando hasta mi auto.
«¡¿Qué?! Este chico me estresa y sigo sin entender sus intenciones. Si accedo a su petición puedo averiguar lo que pretende conmigo».
Iván lo ve con tristeza, él sospecha que pasa algo entre nosotros y la verdad, es mejor así, no quiero darle falsas esperanzas. Bajo la ventanilla del conductor y me dirijo a Paul.
—Claro —quito el seguro de la otra puerta y él sube al asiento del pasajero.
Arranco, y con la mano me despido de Iván, quien me da una sonrisa triste.
—Le gustas demasiado —menciona Paul cuando salimos del garaje.
—Lo siento por él —murmuro distraída, no sé qué se dice en estos casos y no me apetece mucho hablar del tema.
Manipulo el reproductor, E piu' ti penso de Il Volo, suena en los altavoces.
—¿Cómo vas a regresar? —Lo cuestiono cuando estamos saliendo de los barrios.
—La verdad… —comienza lentamente y me ve, pero yo no puedo distraerme de la carretera—. Pensaba que podrías darme asilo.
Mis ojos se abren a más no poder y mis manos se aferran al volante.
«Eso no me lo esperaba».
Trago y busco la respuesta apropiada a su comentario.
—Yo, no creo… que a mis padres…
—Carola me dijo que no están en casa —interrumpe rápidamente y por su tono, sé que tiene una sonrisa en el rostro.
«¡Gracias Carola!».
—El hecho de que no estén en casa…
—Vamos Scarlett. Dices que puedes estar con nosotros, demuéstralo, se valiente muñequita.
—Ok, puedo estar con ustedes... pero eso no significa que... quiero tenerte a solas en mi cama... quie-ro decir en-mi casa —Me corrijo con torpeza.
Se ríe de manera peculiar y siento la sangre en mis mejillas ardientes.
—Vaya Scarlett, ya pensando en esas cosas —sigue riéndose y siento mi respiración agitarse, no puedo creer lo que este chico provoca en mi—. Yo solo tenía la vaga idea de hacerte compañía y ya, pero si tú quieres…
—¡Para por favor! —pido lo más seria que puedo—. Estoy manejando y necesito concentrarme, espera a que lleguemos —suplico sin apartar la mirada de la carretera.
—De acuerdo —accede con calma y yo me concentro en la música y el camino frente a mi.
Dejo el auto en el garaje y entramos a la residencia, por la puerta que conduce a la sala.
—¿Quieres tomar algo? —Estoy entrando a la cocina, dejo mi bolso en la isla y busco en la nevera.
—Un vaso de agua está bien.
Saco una jarra de agua fría y la pongo en la isla, después busco dos vasos de cristal, le sirvo a Paul y le acerco el vaso a través de la isla y luego me sirvo a mí, doy un gran trago y él no aparta la vista de mi.
—¿Tienes hambre?
«No sé por qué estoy muy nerviosa, solo quiero que deje de mirarme así».
Busco en la alacena a mi derecha, lo que sea que me distraiga.
—Sí.
—Ok, puedo preparar un…
—Pero no de comida —volteo a verlo sorprendida y tal vez es la reacción que esperaba, porque me da una pequeña sonrisa que refleja solo deseo.
—No te entiendo —declaro derrotada.
—No es tan difícil de entender —pronuncia caminando hasta mí, pero yo doy un paso atrás y entonces me ve con el ceño fruncido.
—No me refiero a eso —Lo enfrento, con todo el valor que puedo en este momento—. Lo que quiero decir…primero me seduces. Después me pides que me aleje y ahora… esto. No te entiendo Paul —suspiro cansada de esta situación—. ¿Qué es lo que quieres?
—A ti —responde en voz baja, con una mirada que no había visto antes en él—. Scarlett, entiendo que te sientas confundida. Yo también lo estoy, no…. —Se pasa una mano por el cabello, desarreglandolo perfectamente—. No sé cómo explicarlo, solo sé… que no quiero alejarme de ti, pero no quiero que te pase algo... estando conmigo... —explica con cuidado.
—Paul… no puedes evitar eso —expreso desesperada—. Las cosas malas suceden todo el tiempo, a cualquier hora del día. No podemos evitarlo y no puedes vivir estresándote por eso —Lo veo con esperando a que me entienda—. Tienes que aprovechar el momento, dejarte llevar y no pensar demasiado en las cosas que aún no suceden. No puedes vivir en el futuro, cuando el presente está aquí.
—Lo siento, así soy, no puedo evitarlo, tú… me haces pensar que… que nada en el mundo existe o importa y yo… nunca he hecho las cosas así —confiesa con tranquilidad—. Desde el primer momento en que te vi… vi a una chica frágil y dulce y no quiero… no quiero verte inmersa en las calles, ese no es tu ambiente.
—Paul… no soy de cristal, no soy tan frágil como muchos creen —Me acerco a él y tomo su mano izquierda—. Una vez les dije a todos… yo no soy como creen… te puedo asegurar que… —bajo la mirada a nuestras manos, Paul roza su pulgar contra mi muñeca y luego levanto la mirada—. No tengo miedo.
Sus hermosos ojos marrones, me ven con dulzura y se inclina para besarme.
Sus manos sujetan mi rostro y yo me ato a su cintura con las manos.
—Quiero intentarlo —susurra contra mi boca. Abro los ojos y me encuentro con su dulce mirada—. No sé qué nos espera, pero quiero que lo intentemos.
—¿Es en serio? ¿Qué pasa con Cassandra?
—Está en el pasado —Se vuelve a inclinar y me besa.
—¿Qué pasa con lo que me dijiste antes?
Paul provoca un mar de emociones en mi, y ahora ya no sé si eso es bueno o malo.
—Olvidalo, soy solo un idiota que no sabe cómo conquistar a una belleza como tú —vuelve a besarme y si no me estuviese sosteniendo a él, seguramente que ya estaría en el suelo.
Esta vez, el beso es más desesperado y lleno de pasión.
—Aquí no... —mascullo en voz baja, apartándome un poco.
—Entiendo —sonríe y me jala para que lo siga.
Subimos las escaleras y llegamos hasta mi habitación. Entramos y nos detenemos al pie de la cama.
—Paul… yo no…
«¡Dios que vergüenza! ¿Cómo le explico que aún soy virgen? Vamos Scar, ya se lo dijiste al tonto de Drew, puedes hacerlo otra vez».
—¿No quieres hacerlo? —indaga acuñando mi rostro entre sus manos, yo bajo la mirada, pero él me obliga a verlo—. ¿Qué sucede muñequita? —cuestiona ahora con preocupación.
—Sí quiero estar contigo… a pesar de lo extraño de la situación... Paul, me atraes demasiado... pero yo… aún no...
—¿Eres virgen? —asiento lentamente y me da un beso en la frente—. Scarlett, eres ese oasis en el desierto que tanto me hace falta. Solo dime, ¿de verdad quieres estar conmigo?
Su pregunta tiene una respuesta obvia, aunque no sé por qué tengo tanta vergüenza de decirlo, creo que Paul de verdad me gusta y demasiado.
—Sí. Sí quiero estar contigo, Paul...
«Tengo que ser valiente si quiero que la relación prospere».
Me acerco a besarlo, cruzo mis manos detrás de su cuello y él merecibe con desesperación. Sus manos me halan por la cintura, hasta que nuestros cuerpos se pegan y se unen a más no poder. Lentamente me empuja contra el colchón y bajamos, hasta quedar acostados en la mitad de la cama.
—Se dulce por favor... —Le pido cuando se retira un poco de mí, con los codos apoyados a mis costados.
—Eso no tienes que pedirlo, podré ser un chico de barrio, pero sé perfectamente que a una chica como tú, hay que tratarla con amor y delicadeza.
Se levanta y se quita la chaqueta para dejarla en la silla, a un lado de mi cama, se quita el corbatín y me ve con algo oscuro en la mirada.
—Te ves tan hermosa Scarlett —Se inclina un poco en el colchón, sobre mis piernas y con sus largos dedos, recorre el encaje de mis medias, haciéndome temblar—. No tienes idea de lo que provocas en mi muñeca...
Me quita los tacones y lentamente retira las medias, una a una, rozando gentilmente mi piel desnuda.
Me yergo sobre la cama, al sentir los suaves labios de Paul recorriendo mis piernas, hasta llegar al borde de mi falda. Mi respiración se agita y se vuelve trabajosa, siento mi corazón acelerarse con su tacto.
Lentamente sube hasta que quedamos frente a frente. Ya no lleva la camisa puesta y puedo ver, por primera vez, sus músculos bien trabajados y su perfecto abdomen duro, no puedo evitar levantar las manos y recorrer su cuerpo, desde los hombros hasta el ombligo.
—Luces... verdaderamente tentadora. Tus hermosas piernas, tu boca, tu cabello…
Me besa desde el mentón, bajando por mi cuello, hasta llegar a mi clavícula. Mi cuerpo se tensa un momento y siento que mi sangre hierve bajo su peso.
Cierro los ojos y siento sus suaves dedos, recorrer mis brazos, haciéndome estremecer de placer.
—Quítame el vestido... —Le suplicó con los ojos cerrados, disfrutando la sensación.
Sé que no llevo mucho tiempo viviendo en este mundo, 22 años apenas, pero en ese largo tiempo, jamás conocí a alguien como Scarlett.
Su sola presencia mueve todo mi mundo, es diferente a todas las chicas que he conocido y definitivamente, besarla es el paraíso mismo.
Hace unos minutos nos besamos en la fiesta, debo admitir que después de eso necesitaba con urgencia un baño de agua fría, pero por supuesto, tenía que volver a abrir mi bocota y alejarla, por eso corrí hasta la cochera y la alcance a tiempo para irme con ella, lo siento por Iván pero no podía dejarla ir.
No me arrepiento de venir con ella, me tiene hechizado, ese disfraz le sienta de maravilla, sus piernas... Ufff estoy tan caliente, pero ahora no sé qué debo hacer, acaba de decirme que es virgen y no estoy tan seguro de ser el privilegiado para estar con ella, aunque después de empezar a besarla, ya no puedo parar.
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