Capítulo 23
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—Permítanme poner el ambiente —Carola se acerca al equipo de sonido.
El salón es bastante amplio, como para doscientas personas, algunas mesas y un buen equipo de sonido, cuatro grandes bocinas en un rincón y otras cuatro en las esquinas del techo. Hay dos escaleras en "v" para que nos sea más fácil colocar los adornos.
We Made You de Eminem hace eco en el lugar. Aldo y Carola se sonríen. James y Mateo voltean a verme, yo solo me encojo de hombros y les sonrío.
Comenzamos a colocar los adornos; telarañas falsas, esqueletos colgando en las esquinas. Algunos cuadros de casas embrujadas, calabazas de papel, murciélagos de foami en las paredes, una media luna en la parte principal, bajo una gran manta negra, púrpura y azul marino.
Carola deja a Mateo conectar su iPhone, para poner algo de música de su cosecha. Treinta minutos después, Bittersweet de Sophie Ellis, llena el salón, mientras yo me subo en una de las escaleras, para pegar las estrellas en la manta, cerca de la luna.
El timbre de la entrada suena y Carola se va con Aldo, a abrir la puerta.
—Un poco más a la derecha —Me instruye Mateo—. ¡Ahí está bien!
—Ok, pasame otra —bajo la mano sin voltear a verlo, estoy concentrada buscando el lugar para la siguiente estrella. Tomo la estrella que me ofrece Mateo y me propongo colocarla—. Creo que es mejor un poco abajo —mascullo para mí misma.
La música va a una de Gera Mx y Kenia Os: Diamantes, lo sé porque sonó en la parrillada de la otra vez.
—¿Por qué cambiaste la música? —Parece que el barrio atrapó a Mateo, me doy la vuelta.
La sorpresa me invade y el susto hace que me resbale.
Mi pie choca con el peldaño inferior y busco de dónde sostenerme.
Con la adrenalina corriendo por todo mi cuerpo, respiro bruscamente y cuando me estoy calmando me doy cuenta de algo.
La mano de Paul está sosteniendo mi pompi. Le doy la cara y lo enfrento.
—Deberías tener más cuidado —Me regaña con voz suave—. Pudiste haberte roto el cuello y fracturado una rodilla.
—Quita tu mano de ahí... —Le demando y él me sonríe.
—¿Por qué? —Me cuestiona y su sonrisa le llega hasta los ojos.
«¡Oh, Dios!».
Si no me estuviera sosteniendo de la escalera, seguro que ya hubiera caído en sus brazos o en el suelo. Me ruborizo ante el pensamiento y bajo la mirada.
—Quita tu mano, por-favor —Le repito sintiendo que mi cuerpo empieza a hervir.
Pero Paul no me suelta.
—En serio, es un lugar cómodo para sostenerte —asegura y sé que la maldita sonrisa sigue en su rostro.
Mi respiración se está agitando y siento ese extraño hormigueo correr por mi piel.
—¡Consíganse un cuarto! —La voz de Carola llega desde la entrada.
Levanto la mirada y Aldo, James y Mateo, nos ven con admiración.
—No es lo que piensan —aseguro bajándome rápido de la escalera, y empujando a Paul en el proceso—. Este idiota no es un caballero y se esta pasando de listo —explico lo más indignada que puedo.
James y Mateo están conteniendo la risa, les lanzo una mirada sería y se calman. Carola me ve como si yo acabara de sacar una metralleta.
«¡Sí, amigos, gracias por la ayuda!».
—Paul... vino por unas herramientas que dejó el otro día —comienza a explicar Carola lentamente—. Le dije que... me diera unos minutos y... supongo que escuchó la música.
—Pero ya que estoy aquí —interviene Paul y su estúpida sonrisa sigue en sus ojos—. Puedo ayudarles a terminar, no se vayan a caer en esa escalera —Me lanza una mirada coqueta y yo aparto la mirada.
«¡No puedo creer que me estén haciendo esto! Paul tiene novia, y ellos solo lo animan a seguir con su coquetería».
Mi culpa: por casi besarlo cuando sé que tiene novia o lo que sea, mi culpa por no hacer nada para detenerlo cuando tiene novia y mis sentimientos alocados, porque sé que tiene novia.
—Eso suena bien, seguro que una mano extra no nos caerá mal —señala Mateo, y sé que su comentario es una burla para mí.
—¡Perfecto! —exclamo haciendo que todos se sobresalten—. Sí Paul se queda a ayudarles, puedo irme, tengo muchas cosas que hacer, si no les importa —Me doy la vuelta y camino hasta la silla donde está mi abrigo.
—Esperate Scarlett, nadie te corre —interrumpe Carola alcanzándome.
—Cariño, no te enojes —Me pide James y cuando me doy la vuelta, todos están en medio círculo delante de mí.
Paul ya no sonríe. James y Mateo tienen una mirada de culpa.
«Gracias».
Y Aldo, se ve que no sabe a dónde mirar.
—No estoy enojada chicos... Le dije a mi mamá que la buscaría en su trabajo, tenemos un asunto familiar que resolver —explico más tranquila.
Es la verdad, no sé qué sucede ahora.
—¿Está todo bien? —cuestiona Mateo con preocupación, al notar que hablo en serio.
—No lo sé —Le respondo sincera.
—¿Por qué no nos dijiste? ¿Es algo malo? —Carole se acerca lentamente a mí.
—No tengo idea —respondo con franqueza—. Mi padre ha estado extraño... últimamente... esta como en otro planeta. Se la pasa pensativo.... Es decir, las luces están prendidas, pero no hay nadie en la casa y.... mamá está distante. No sé qué está pasando. Solo sé que me lo dirán hoy y... —levanto la mirada a todos—. No quería que me vieran así. Por eso no les dije nada.
—Scarlett, pero somos tus amigos —Mateo tiene una mirada triste—. Sabes que puedes contar con nosotros, tú te la has pasado velando por mí, desde que te conocí y ahora... lo menos que puedo hacer por ti, es devolverte el gesto.
«¡Mi Mateo!». Nuestra amistad es inquebrantable, solo nosotros dos sabemos de las batallas que hemos librado.
—Me tengo que ir —Me pongo mi abrigo y Carola me acompaña a la puerta.
Mateo y James, se ofrecen a acompañarme, pero les digo que es mejor que se queden.
—Yo te llevo —ofrece Paul detrás de nosotras.
Carola me ve y yo le doy una pequeña sonrisa y asiento.
—Ok, llamame cuando todo esto pase, necesito saber que estas bien —pide Carola abrazándome.
Me suelta y lo único que puedo hacer, es asentir. Por alguna extraña razón, me siento triste.
Se despide de Paul y regresa a la casa.
—Traigo la moto, si no te importa —Me informa Paul.
No le contesto.
Bajamos las escaleras y caminamos a la orilla de la acera, cerca del garaje. Me da un casco, pero antes de que me lo ponga, me pregunta:
—¿De verdad te molestó lo de hace rato? —indaga con pena en la voz.
Creo que nos estamos llevando bien y no quiero hecharlo a perder por un mal entendido, suspiro y decido contarle la verdad.
—Paul... —aparto la mirada, no tengo el valor para verlo a los ojos—. No sé.... Qué pasa entre tú y Cassandra... yo no quiero...
—Nada —Me interrumpe de momento y lo veo a los ojos—. No está pasando nada. Ya no.
—Dejame terminar —Le pido y él asiente—. El lunes en mi casa... no sabes lo culpable que me sentí. Casi me besaste y tú... aún estabas con ella. Yo no... no quería lastimarla, hacerle esto... no podía. No se lo merecía, por eso estaba molesta de lo que hiciste. Me sentía muy culpable y el hecho de que no lo entendieran... eso fue lo que más me molestó —Me siento más aliviada ahora que lo he dicho en voz alta, pero no puedo verlo a los ojos, así que aparto la mirada.
—Perdón, no fue mi intención hacerte sentir de esa forma —Se disculpa en tono serio—. No volveré a molestarte —Se pone su casco y se sube a la moto.
«¡Genial! Lo que me faltaba, que este idiota volviera a tratarme como peste».
Me pongo el casco y en el momento en que me subo a la moto, mi celular suena. Lo saco de su escondite, es una llamada de mamá.
—¿Qué sucede? —cuestiono en cuanto tomo la llamada.
—Nada, cariño. Solo quería saber dónde estás. Nosotros estamos en la casa. Ven para acá —contesta Penny tranquilamente pero, su voz suena extraña.
—Ok, voy para allá. Te quiero —Le confieso antes de colgar.
—Y yo a ti, pequeña —cuelga y siento el nudo en la garganta.
—A mí casa, por favor —susurro y Paul asiente.
Salimos a la carretera y toda clase de malos pensamientos, cruzan por
mí cabeza.
«¿Qué es lo que van a decirme? ¿Qué está pasando? ¿Alguien se va? ¿Es hora de dejar el nido? ¿Taylor está bien? ¡No Taylor!».
Siento las lágrimas picando en mis ojos. Tomo una respiración profunda y entonces soy consciente de que estoy abrazada a Paul y no sostengo la parrilla, como de costumbre.
Llegamos a mí casa y me mantengo fuerte, para no desmoronarme en la acera. «Nada malo pasa». Me digo para sentirme mejor. «Estoy exagerando». Bajo de la moto y me quito el casco.
Paul se quita su casco y su mirada es suave y empática.
—P... lamento... yo... no sé cómo... pedirte una disculpa —hace una mueca y parpadea un par de veces, una pequeña sonrisa habita la comisura de sus labios—. Estoy siendo un idiota. Hay cosas más importantes y... yo solo me pongo a... en fin —Me ve a los ojos y la pequeña sonrisa desaparece—. Sé que no somos los mejores amigos, pero... si necesitas a alguien... —saca una pequeña tarjeta de su abrigo y me lo entrega—. Solo llama.
La tomo y le entrego su casco, para guardar la tarjeta en el bolsillo de mi abrigo y saco mis llaves.
—Gracias por traerme —Doy un paso atrás, pero antes de irme, me acerco a Paul y le planto un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios.
Lo tomo por sorpresa, él se mueve un poco y yo me aparto. Lo veo a los ojos y le sonrío, sé que mis ojos están llorosos, pero su movimiento me ha hecho sentir tranquila, tal vez él siente lo mismo por mí.
—Debería traerte más seguido —confiesa con media sonrisa—. Sí es así como vas a pagarme.
Tomo una profunda respiración y doy un paso atrás.
—Nos vemos luego, Paul Johnson —Doy la vuelta y abro la rejilla de la entrada.
—Nos vemos pronto, Scarlett McCarthy —Se pone el casco. Cierro la rejita y él se va.
Hago mi camino a la casa, no sé qué me espera del otro lado de la puerta, pero debo aprender a ser valiente.
Entro al recibidor y sé a dónde ir, cuando la tierna melodia de Franz Liszt hace eco con Sueño de Amor.
—Estoy aquí —anuncio entrando a la sala.
Mamá y Papá, están sentados en uno de los sofás dobles, con las manos entrelazadas.
—Adelante, Scarlett —Papá me señala el sofá frente a ellos, con su mano libre.
Yo me siento lentamente y los contemplo.
Penny ha estado llorando y papá se ve cansado.
—Scarlett, esta noticia no es buena para nadie... —empieza Penny—. Solo quiero que sepas, que estamos juntos y que nada nos va a separar.
Mi corazón comienza a acelerarse y mi respiración se inquieta.
—¿Qué está pasando? —Mi voz me traiciona, me escucho más asustada de lo que estoy.
—No ha sido fácil para nadie. Sabemos que probablemente sea un gran cambio y que tal vez tú lo resentirás más... —Me explica papá, juntando sus palmas y colocando los dedos índices en su barbilla.
—Scarlett... —Las palabras de Penny fallan y las lágrimas llegan a sus ojos—. Hace unos días fui al ginecólogo. Y... me hicieron unos exámenes y análisis, por molestias que tenía —Algunas lágrimas se deslizan por sus mejillas—. Y algunas tomografías... —Mamá se desmorona y papá le pasa un brazo por la espalda y la acuña en su pecho.
No sé muy bien qué está pasando, pero ver así a Penny, me hace querer llorar.
—Penny... ella tiene... —Papá levanta la mirada y sus ojos se ven vidriosos por las lágrimas—. Penny... tiene cáncer de mama.
Mi boca se abre, pero no soy capaz de pronunciar una palabra. Las lágrimas llegan a mis ojos. Todo a mi alrededor comienza a dar vueltas y no sé si escuché bien, o si me lo estoy imaginando.
«¿Papá dijo...? ¿Qué? ¡No! ¡Esto no puede estar pasando!».
—Mamá... —corro a su lado y los tres nos hundimos en un abrazo—. ¡No, Penny! ¡Esto no es real! —susurro y ella me abraza con desesperación—. ¡Tú no!
Ahora entiendo la advertencia de papá.
La historia se vuelve a repetir. Penny está enferma, tiene cáncer y yo sé qué viene ahora.
Después de una buena sesión de llanto, comemos en la sala, escuchamos música y cenamos temprano. Ha sido un día largo y cansado.
Papá tiene el domingo libre, como cada fin de mes, así que propone que mañana salgamos a dar un paseo.
Todos subimos a dormir e intentamos descansar. Necesitamos fuerzas para lo que viene, y ahora más que nunca, mi filosofía de vida, se hace presente.
Carpe Diem
Mientras me recuesto en mi cama, me pongo a meditar sobre lo ocurrido en el día, definitivamente ha sido un día extraño.
Mi Scarlett se veía hermosa, pero no estaba de humor para mis bromas, creo que algo serio está sucediendo en la mansión McCarthy.
Espero poder verla pronto y poder darle mi apoyo, no me gusta verla triste, como que se apaga.
Haré todo lo que este en mis manos, para hacerla feliz, ahora estoy más seguro de que siente algo por mi, como yo por ella.
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