Capítulo 2
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Nora desgarra el envoltorio mientras Mateo se toma su tiempo.
—¡Oh, Scarlett! ¡Es preciosa! —exclama Nora sacando una hermosa blusa de seda en color rosa pastel y pequeños diamantes amarillos y azules en la parte del pecho, que forman pequeñas flores—. ¡Me encanta! —Se acerca y me aprieta en un fuerte abrazo.
—¡Auch! —comienza a asfixiarme y entonces me suelta.
—Cariño, esto es hermoso —Mateo saca una pequeña gorra tejida en color rojo y azul y se la coloca enseguida—. Pero aún quiero la que traes.
—Sabes que eso nunca pasará —Le recuerdo riendo—. Fue un regalo de Taylor y no se regala lo que otros te dan.
—Tan sabia como siempre —Mateo me guiña un ojo y abre su casillero.
—Bueno, nos vemos en la clase de comunicación, tengo que ir por algunas cosas a mi casillero —Ambos me sonríen y asienten con entusiasmo, mientras me alejo.
Camino hasta mi casillero y tomo lo que necesito, después subo las escaleras hasta el tercer piso, al final del pasillo, entro al aula y la mayoría de la clase ya está en su lugar. Solo somos diez pero para mí basta, odio estar apretujada con muchas personas en un espacio pequeño.
Tomo asiento en la cuarta fila, como siempre. El salón es grande, con asientos ascendentes, como en los cines. Pero aquí tienes una pequeña paleta para recargar tu cuaderno y tus libros, en un espacio de un metro por un metro.
No acostumbro mucho a hablar con mis compañeros de clase, pues muchos tomamos clases diferentes y algunos son del tipo superficial, así que prefiero estar con las personas más relajadas.
En la Facultad de Filosofía y Letras, solo los hijos de las personas más influyentes del país pueden entrar, hay excepciones con los becados que son buenos deportistas.
"Solo lo mejor de lo mejor", es el lema de este lugar.
—Hola Cam, Josh —saludo a Camila y Josh, la pareja de la clase, son hijos de colosales empresarios, pero aún así, son de los pocos chicos que no alardear de los grandes éxitos de sus padres, y las familias de ambos son igual de sencillas.
—Hola, Scarlett —saluda Camila frente a mi asiento—. ¿Qué tal tus vacaciones? Escuché que fuiste a Sudamérica.
—Muy bien, Camila, gracias por preguntar —contesto mientras me siento y saco mi cuaderno de Filosofía—. Fuimos a Argentina, a visitar a los padres de Penny.
—¡Vaya McCarthy! —exclama Josh a su lado derecho, gira un poco para
veme—. Eres la única del grupo que realmente se divirtió. Nuestros padres querían que tomáramos trabajos de verano.
—¿De verdad? ¿Y qué hicieron? —pregunto impresionada.
—Encontramos plazas en la nevería de enfrente —contesta Camila riendo—. Este verano hubo un poco de sol, así que hubo más clientes.
—¡Wow! ¿Y van a seguir o ya se salieron? —cuestiono y enseguida suena la campana que inicia las clases.
—No, nuestros padres nos colocarán en sus oficinas —responde Josh y regresa a su asiento.
Todos guardan silencio mientras el nuevo profesor entra.
—Buen día clase, mi nombre es Colin Fritz y soy su profesor de Filosofía de VII, por favor saquen sus cuadernos y anoten lo que colocaré en el pizarrón —Se da la vuelta y comienza a escribir el programa en la pizarra.
El profesor Colín es alto y guapo, en su traje negro impecable, parece como salido de una película de James Bond. Su voz es firme y masculina y todos volteamos a vernos entre sí, cuando no pide presentaciones o no se muestra más amable con nosotros.
La mayoría de los profesores son
amables y más divertidos, él es todo lo contrario.
Mientras comenzamos a tomar nota de lo que apunta, llaman a la puerta.
Un poco molesto al parecer, el profesor camina con paso decidido, y abre la puerta.
—Buenos días señor Fritz, ella es Carola Snow y acaba de ser transferida, terminará su carrera aquí. Lamento que llegue un poco tarde, pero la retuvimos un poco en la oficina de la decana —explica la secretaria, la señorita Angstrom, quien parece haber sido flechada por Fritz.
—Por su puesto, no hay problema —El profesor abre más la puerta y deja que Carola pase antes de despedirse de la secretaria y cerrar la puerta—. Señorita Snow, busque un asiento y comience a anotar lo que está en el pizarrón —Se da la vuelta y regresa a su lugar en la pizarra.
Carola es una chica linda, su cabello negro azabache enmarca su pálido rostro, tiene rasgos finos y delicados, sus ojos marrones buscan un asiento libre, mientras la veo de reojo acercarse a mi fila, pues yo soy la única en la última fila.
Es alta, aunque por sus ropas no
puedo saber si es delgada. Va vestida de negro, de pies a cabeza. Eso es lo que llama la atención de los demás.
Se sienta a mi lado derecho y cuando saca su cuaderno, puedo notar su hermosa caligrafía. No tiene libro, así que cuando el profesor pide una lectura del primer tema, pienso que es bueno compartir mi libro con ella.
—¿Quieres que te preste mi libro? —pregunto en voz baja, mientras los demás sacan sus libros.
Ella me ve como si acabará de salirme una segunda cabeza, y no sé qué más decir. Después su gesto se suaviza y lentamente asiente.
Me acerco un poco más y ella también, coloco el libro entre las dos mesas y comenzamos a seguir la lectura.
—Bien —El señor Fritz cierra su libro, en cuanto terminamos de leer el primer tema—. Quiero que escriban dos párrafos con las ideas principales desde su perspectiva. Tienen veinte minutos para ello. Pero antes de que comiencen, les pido que no usen tinta de colores, solo azul o negra, que ya no estamos en el jardín de niños —Se sienta frente a su escritorio y comienza a repasar la lista de asistencia.
—¿Siempre es así? —susurra Carola lo más bajo posible, para que solo yo la escuche.
—La verdad no lo sé. Es nuevo... —respondo en la misma voz baja.
—Es un engreído —apunta y comienza a escribir.
Hago mis dos párrafos a tiempo, antes de que todos terminen.
—¿Dónde estudiabas antes? —cuestiono en voz baja, apenas audible.
—En la Universidad del Estado, pero acaban de transferir a mi padre a
esta ciudad, así que tuvimos que mudarnos —contesta sin apartar la vista de su cuaderno, al tiempo que termina de escribir.
Antes de que le pregunte, dónde trabajaba su padre, el profesor Fritz habla.
—Tiempo. Arranquen la hoja de su cuaderno y pásenla al frente —Se levanta y camina hasta llegar frente a Renata, una de las chicas que siempre se sienta frente a la clase—. Vamos jóvenes que es para hoy.
Todos arrancamos las hojas rápido y colocamos nuestro nombre.
Pasamos las hojas y él las tomas.
—Muy bien, pasaré lista y después les indicaré su primera tarea —camina hasta su escritorio y mete las hojas en un folder y después el folder en su portafolio—. Anderson, Renata.
—Aquí —dice ella levantando la mano, aunque no lo necesita, ya que el profesor no levanta la mirada.
—Aranda, Graciela —continúa con la lista, mientras todos contestan "aquí".
—McCarthy... Scarlett... —Fritz levanta la mirada cuando dice mi nombre, lo que nos sorprende a todos.
—A-quí... —contesto con todas las miradas sobre mí.
Es cierto que yo no soy la chica popular, incluso paso desapercibida en las fiestas o reuniones, solo soy la extraña amiga de la elitista Nora, pero eso no significa que me guste que todos me vean como lo están haciendo.
Regresa su vista a la lista y continúa.
—Olimpo, Camila —Ella contesta con un "aquí".
Cuando termina de pasar lista, la guarda en su maletín. Y se pone de pie, ya no queda nada en su escritorio.
—Para el miércoles, necesito que lean a Descortés, quiero decir... —Se corrige con nerviosismo, y nadie se atreve a reírse—. Descartes y su método, quiero que lo traigan bien claro y su opinión sobre él, así que si no leen, no se molesten en presentarse a la clase. Eso es todo —sale del salón y todos sueltan un suspiro.
—Que pesado —murmura Camila frente a mí.
Tomo mis cosas y me pongo de pie, al mismo tiempo que Carola.
—¿Qué clase tienes? —pregunto tomando mi abrigo, guardo mis guantes y mi gorro en mi mochila.
—Técnicas de investigación filosófica —responde cuando caminamos para bajar las escaleras.
—Yo también —confirmo un poco entusiasmada.
—Supongo que vamos juntas —Me indica en un tono un poco frío, lo que me hace sentir pequeña.
—Claro, aunque si no quieres...
—Vamos —sale del aula y yo la sigo, bajamos al segundo piso y caminamos hasta el final del pasillo—. ¿Siempre has vivido aquí? —cuestiona de repente, tal vez algo aliciente.
—No, en realidad... —respondo cuando caminamos hasta la última fila para sentarnos juntas.
—¿Este profesor es nuevo? —pregunta antes de que suene la campana.
—No, el profesor Murray lleva aquí años, es más agradable y nos conoce a todos en el campus, así es él —contesto sacando mi cuaderno.
—Que bien —comenta Carola un poco desanimada.
—¿En qué trabaja tu papá? —pregunto cuando por fin deja de sonar la campana.
—Es pediatra, lo transfirieron al hospital principal de la ciudad, aunque supongo que ya lo conoces —responde con una explicación innecesaria y viéndome, cosa que hace por primera vez.
—Sí... mi... padre... trabaja ahí. Es cirujano cardiovascular —afirmo titubeando, no sé por qué, pero no me gusta mucho revelar los detalles de mi familia a todos.
Los únicos que conocen mi historia, y sólo lo que quise contar, son Nora y Mateo, ellos siempre han estado conmigo desde que me mudé, supongo que no me apetece ser la comidilla de nadie.
—Wow, eso suena genial —apunta con una pequeña sonrisa, la cual me sorprende, pues hasta ahora, ha permanecido reservada.
Las siguientes clases son apacibles, regresar a la Facultad y volver a ver los rostros familiares, me hace mitigar.
La última clase del día es ética y sociedad, después del pequeño receso, en el cual me encargue de mostrarle las instalaciones a Carola y presentarle a mis amigos.
Aunque a Nora no le agradó del todo, Mateo no dejó de adorar el cabello de Carola y su fina ropa negra.
En ética nos sentábamos juntos, esta vez, Nora se sentó en la primera fila, con Lara y Morgan, las chicas populares del lugar, Cara y Fabiola también pertenecían al grupo, pero ellas toman la clase en otro horario. Nora se había estado pasando el rato con ellas desde los dos semestres anteriores, dejándome con Mateo, o sola, porque Mateo si tiene más amigos.
Como sea, Carola se sienta entre Mateo y yo. Cuando terminan las clases me despido y voy al gimnasio, a encontrarme con los chicos del equipo de atletismo.
Carola se fue al club de teatro, aunque me dijo que no actúa, le gusta ayudar con la escenografía. Mateo se fue con ella, pues él se encarga del vestuario, con dos chicas más. El club de teatro tiende a representar clásicos, aunque suena de preparatoria, dan puntos extra por participar.
Cuando llego al gimnasio, todos ya están en pants, así que me apresuro a los vestidores y me cambio.
El equipo es mixto. Cinco hombres y cinco mujeres. Bennett, Harry, Luis, Drew y Josh. Camila, Fernanda, Lía, Sofía y yo. Ese es el equipo de atletismo de la facultad, el año pasado éramos dieciocho, pero muchos se graduaron y los nuevos no se han apuntado.
Salimos a la pista a correr. Detrás del edificio de clubes y talleres.
—Hagamos cinco vueltas trotando y después unas cuatro corriendo —informa Lía la capitana del equipo.
—¿No deberíamos calentar primero? —pregunta Harry un poco indiferente.
Él y Lía se pelean constantemente, pues el año pasado, cuando votamos para elegir al nuevo capitán, Harry quedó en segundo lugar y eso lo puso en contra de Lía.
—¡A calentar equipo! —pide Lía ignorando el sutil comentario de Harry.
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