𝟬𝟭𝟭. 𝗍𝖺𝗅𝗈𝗇𝗌 𝖺𝗇𝖽 𝗍𝖾𝖺 𝗅𝖾𝖺𝗏𝖾𝗌
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CARPE DIEM ── ◦'𖥸'◦ ── ACTO UNO
↳ ❛ ¡cállate aliento de perro, eres todo ladrido sin mordida! ❜︎
capítulo once ╱ ╱ 🏛🧺 ˚◞𑁍゚
Cuando Celeste, Harry, Ron y Hermione entraron en el Gran Comedor para desayunar al día siguiente, lo primero que vieron fue a Draco Malfoy, que entretenía a un grupo de gente de Slytherin con una historia muy divertida.
—¿Por qué tengo la sensación de que se está burlando de ti? —preguntó Celeste hirviendo ante la estupidez de su primo. A veces se preguntaba cómo podía actuar tan amable con ella y tan cruel con los demás.
—Tu primo es un imbécil —afirmó Ron fulminando a Draco con la mirada. Desde primer año, Ron y Draco siempre habían tenido una rivalidad debido a sus familias. Sin embargo, no era nada comparada con la de Harry.
Una carcajada general llenó la mesa de Slytherin.
—¡Eh, Black, Potter! —gritó Pansy Parkinson, una chica de Slytherin con cara de carlino—. ¡Black! ¡Potter! ¡Que vienen los dementores! ¡Uuuuuuuuuh!
Celeste se adelantó y le espetó a la chica de pelo negro azabache.
—Oye Parkinson, he oído que ha desaparecido un carlino de la perrera. ¿Por qué no llevas tu patético culo a donde perteneces?
Risas explosivas de todas las mesas. Leslie Lovegood derramó su bebida y soltó una carcajada. Cedric, que pasaba por allí, casi se tambalea del shock por el brutal comentario de su amiga.
Pansy se sonrojó profundamente ante su comentario y se encogió en su asiento.
Mientras que Harry y Draco habían sido enemigos desde el primer año, también lo habían sido Celeste Black y Pansy Parkinson.
Por supuesto, Celeste no empezó, fue Pansy quien se burló de Neville en su primer año durante su clase de vuelo.
Celeste se dejó caer sobre un asiento en la mesa Gryffindor al lado de los gemelos Weasley mientras Harry se sentaba al lado de George.
—Los nuevos horarios de tercero —anunció George, pasándolos—. ¿Qué te ocurre, Celes? No creas que no me he fijado en ti también, Harry.
—Malfoy —contestó Ron, echando una mirada desafiante a la mesa de Slytherin.
A estas alturas los Gryffindors ya estaban acostumbrados a que Celeste se sentara a veces en su mesa con sus mejores amigos.
Celeste puso los ojos en blanco al ver a su primo haciendo una parodia de desmayo.
—Oh, por favor, pude oírle─
—Corriendo a nuestro compartimento, casi se moja encima —Fred y George comenzaron a ganarse las risas del grupo.
—Nos vemos más tarde, chicos. Tengo que ir a echarle la bronca a mi primo.
Un coro de "adiós" y Celeste marchó hacia su primo y lo agarró por la oreja.
Pansy chilló y fulminó con la mirada a la Black, sólo para acobardarse ante la mirada mortífera que esta le lanzó. Se volvió hacia Draco y lo agarró por la oreja, haciendo que se cayera en su asiento.
—¡Ay! ¡¿A qué demonios ha venido eso?!
—Por ser un idiota. Sinceramente, ¿por qué tienes que ser tan borde?
Theo zafó a Celeste de su agarre mortal en la oreja y Malfoy le envió a su amigo una mirada de agradecimiento.
—Relájate, princesa.
—¡Dime eso otra vez y me aseguraré de que seas el siguiente, Theodore Nott!
Blaise hizo una mueca.
—Oh, ha usado el nombre completo ─ nunca es bueno cuando usa el nombre completo.
Desde unas mesas más allá, Harry a veces echaba un vistazo a la mesa de Slytherin, no para mirar a su enemigo, sino a Celeste conversando con sus compañeros Slytherins.
( No le caía bien ninguno de ellos, probablemente fuertemente impulsado por las opiniones de Malfoy y su horrible personalidad ).
—Deja de mirarla y sigue comiendo —le regañó Hermione.
—No me fío de ellos —dijo Ron, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Sólo porque Malfoy esté en esa casa, no quiere decir que todos los Slytherins sean malos, Harry. Sinceramente, tened un poco de sentido común─ los dos —Hermione presionó no sólo al chico de pelo desordenado, sino también al Weasley.
Entonces Hermione esbozó una sonrisita.
—Sabemos que te gusta, pero no lo hagas demasiado evidente.
A Harry se le quitó la mirada soñadora de la cara, saliendo de sopetón de su trance, y se puso de nuevo a comer.
—No me gusta —Harry expresó su aserción para dejar claro su punto, pero al otro lado de la mesa, Angelina Johnson no pareció creérselo.
—Los dos vivís enfrente en la misma calle. Hablas como si fuera tu ángel de la guarda desde donde vives.
Ella tenía razón en una cosa. Vivir en Little Whinging era como un mundo en blanco y negro. Pero con Celeste Black viviendo allí, su mundo se volvió colorido.
—Creo que deberíamos irnos. O de lo contrario sufrirás la ira de Diana.
Los chicos se estremecieron al pensar en Diana Johnson. Era la gemela menor de Angelina Johnson y una excelente golpeadora. La chica no dudaba en noquear y dar codazos a la gente que se encontraba en su camino mientras volaba a tal velocidad.
No es de extrañar que todas las chicas y chicos la encontraran increíblemente atractiva. La llamaban Lady Serpiente por su personalidad oscura y retorcida.
Diana le tomó cariño a la chica Black en cuanto llegó, ahuyentando a todos los que la miraban mal en su primer y segundo año. Era de las pocas personas a las que no les importaba que fuera cuarto Veela.
—No entiendo cómo has conseguido caerle en gracia, ella y Leslie son unas zorras.
—Sólo porque ambas son más inteligentes y mayores que tu cerebro de guisante —replicó Celeste en defensa de su amiga más mayor.
—¡Retira eso, Celeste Black!
De la nada, Diana golpeó a Theo en la cabeza.
—Oh, ella tiene razón, tu cabeza es realmente así de hueca, Nott.
Una carcajada general llenó la mesa de Slytherin. Diana volvió a su asiento al lado de Marcus Flint y le sonrió a Theo, que parecía querer quemar un fusible.
—Ya odio esta clase —murmuró Celeste intentando concentrarse en la tarea que tenía delante. Pero en lugar de eso, se quedó mirando la taza de té. Se había puesto en pareja con Theo, que se bebió la ardiente infusión e hizo una mueca mientras sacudía la cabeza.
—Si mi madre estuviera aquí, le habría dado un ataque —Theo miró las hojas de té que quedaban.
—¡Ensanchad la mente, queridos, y que vuestros ojos vean más allá de lo terrenal! —exclamó la profesora Trelawney a través de la clase sumida en la penumbra.
—Hay una especie de cruz —comentó Theo. Intentó entrecerrar los ojos para ver de cerca la taza—. Pero también parece un perro.
Ante eso, la profesora se acercó a examinar su taza.
—El símbolo del sol y la luna. Puedes verlo como el yin y el yang. El puente entre la luz y la oscuridad. Tu situación requiere que tomes una decisión a su debido tiempo. En cualquier caso, tienes una diana en la espalda... posiblemente te enfrentes al mismo destino que el señor Potter, ¡que tiene el grim!
Celeste frunció las cejas.
—¿Mi decisión?
—Bueno, todo el mundo sabe lo de Harry y Celeste —dijo Hermione en un susurro alto cerca de donde estaban sentados Celeste y Theo.
Ron, Harry y Celeste se quedaron mirando a la chica de pelo color miel con una mezcla de asombro y admiración. Hermione nunca le había hablado así a un profesor y éste era un caso raro.
Su clase terminó en ese momento y Celeste casi sintió ganas de vomitar ante las palabras de su profesora. Esta vez, en la clase de Transformaciones, en lugar de sentarse delante, eligió un asiento que estaba al final del aula.
—¿Sigues pensando en la clase anterior? —murmuró Harry detrás de ella.
—¡Obviamente, Harry, podríamos morir este año!
—¿Qué os pasa hoy? —preguntó la profesora McGonagall, a mitad de su lección que intentaba explicar sobre los animagos (brujos que pueden transformarse a voluntad en animales).
Celeste había preguntado qué se necesitaba para ser un animago, así que la mirada atónita de su alumna, que no prestaba atención a su lección, le hizo saber que algo pasaba.
—No es que tenga importancia, pero es la primera vez que mi transformación no consigue arrancar un aplauso de la clase.
Todos se volvieron hacia Harry y Celeste otra vez, pero nadie dijo nada. Hermione levantó la mano.
—Por favor, profesora. Acabamos de salir de nuestra primera clase de Adivinación y. . . hemos estado leyendo las hojas de té y─
—¡Ah, claro! —exclamó la profesora McGonagall, frunciendo el entrecejo de repente—. No tiene que decir nada más, señorita Granger. Decidme, ¿quién de vosotros morirá este año?
Todos la miraron fijamente.
Celeste habló bastante desconcertada.
—Bueno, ya que lo pone de esa manera─
—Nosotros, profesora —respondió por fin Harry y Celeste le lanzó una mirada fulminante.
—No me interrumpas.
—Ya veo —dijo la profesora McGonagall, clavando en Harry y Celeste sus ojos brillantes y redondos como canicas—. Pues tendríais que saber que Sybill Trelawney, desde que llegó a este colegio, predice la muerte de un alumno cada año. Ninguno ha muerto todavía. Ver augurios de muerte es su forma favorita de dar la bienvenida a una nueva promoción de alumnos. Si no fuera porque nunca hablo mal de mis colegas. . . —La profesora McGonagall se detuvo en mitad de la frase y los alumnos vieron que su nariz se había puesto blanca. Prosiguió con más calma—: La adivinación es una de las ramas más imprecisas de la magia. No os ocultaré que la adivinación me hace perder la paciencia. Los verdaderos videntes son muy escasos, y la profesora Trelawney. . . —Volvió a detenerse y añadió en tono práctico—: Me parece que tenéis una salud estupenda, Potter, Black, así que me disculparéis que no os perdone hoy los deberes de mañana. Os aseguro que si os morís no necesitaréis entregarlos.
Celeste se echó a reír ante la respuesta de su profesora y se sintió un poco mejor. Sin embargo, no todo el mundo estaba convencido. Ron seguía preocupado.
—Pero ¿y la taza de Neville?
Cuando terminó la clase de Transformaciones, los cuatro fueron al Gran Comedor. Celeste se les unió brevemente antes de que la pillara Snape.
—Ánimo, Ron —dijo Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—. Ya has oído a la profesora McGonagall.
Ron se sirvió estofado con una cuchara y cogió su tenedor, pero no empezó a comer.
—Harry, Celes —dijo él en voz baja y grave—, vosotros no habéis visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?
—Sí, de hecho lo he visto, pero no estoy muerta, Ronald —empezó Celeste poniendo los ojos en blanco y esto hizo que Harry se sintiera ligeramente mejor, pero se preguntó cómo había entrado un perro en el Callejón Diagon.
—Yo vi uno la noche que abandoné la casa de los Dursley... luego me encontré con Celes en el autobús.
Ron dejó caer el tenedor, que hizo mucho ruido, y jadeó dramáticamente.
—Probablemente eran perros callejeros —dijo Hermione muy tranquila.
—Sólo pienso que cuando salgas, al menos deberíamos estar a tu lado —le dijo Blaise a su amiga. Theo tenía un brazo alrededor del hombro de Celeste mientras salían del castillo, lanzando miradas fulminantes a cualquiera que mirara en su dirección.
—Zabini tiene razón —afirmó Draco con severidad—. Uno de nosotros tiene que estar contigo en todo momento.
—Los tres estáis siendo ridículos —Celeste gimió—. ¡No me va a pasar nada malo! Vayamos a Cuidado de Criaturas Mágicas y hablemos de esto más tarde.
Los chicos discutían sobre lo ocurrido en el aula de Trelawney y no habían dejado de darle vueltas al asunto.
Draco se les adelantó para alcanzar a sus dos guardaespaldas, Crabbe y Goyle.
Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar, cubierto con su abrigo de piel de topo, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.
—¡Vamos, daos prisa! —gritó a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para vosotros! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, seguidme!
Marcharon por el bosque hasta hallarse delante de un prado donde no había nada.
—¡Acercaos todos a la cerca! —gritó—. Aseguraos de que tenéis buena visión. Lo primero que tenéis que hacer es abrir los libros─
—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy. Celeste puso los ojos en blanco.
—Ya estamos otra vez —murmuró ella.
—¿Qué? —dijo Hagrid.
—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron, sus libros estaban bien cerrados.
—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid, decepcionado.
La clase entera negó con la cabeza.
—Tenéis que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mirad...
Cogió el ejemplar de Hermione y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.
—¡Oh, qué tontos hemos sido todos! —se burló Draco despectivamente y Celeste le miró boquiabierta—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?
—¡Draco, cállate! —espetó Celeste.
—Yo─yo pensé que os haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.
Celeste estaba a punto de regañar a su primo:
—De verdad Draco, eres tan inmaduro─
—Cierra la boca, Malfoy —le dijo Harry en voz baja y le puso una mano en el hombro a Celeste—. No merece la pena. Dudo que su cerebro pueda comprender nada.
Draco escuchó su comentario y echó humo, no le gustaba que el Potter tocara el hombro de su prima.
—Quita la mano─
—Sí, sí, sí —Harry retiró su mano e hizo que Celeste soltara una risita. Los dos querían que la primera clase de Hagrid fuera un éxito.
—Bien, pues —dijo Hagrid, que parecía haber perdido el hilo—. Así que... ya tenéis los libros y─y... ahora os hacen falta las criaturas mágicas. Sí, así que iré a por ellas. Esperad un momento...
Cuando Hagrid se alejó de ellos, penetró en el bosque y se perdió de vista, Draco abrió la boca una vez más.
—Dios mío, este lugar está en decadencia. Estas clases idiotas... A mi padre le dará un patatús cuando se lo cuente─
—Cuéntaselo y yo le contaré cómo te measte en los pantalones en el tren —Celeste hervía. Harry le puso una mano en el dorso de la túnica para impedir que abordara a su primo.
—Cuidado, Potter, hay un dementor detrás de ti —gritó Lavender Brown, señalando hacia la otra parte del prado.
La Black arremetió contra su primo.
—¡Dray, juro por Salazar que te bombardearé la cara!
Trotando en dirección a ellos se acercaba una docena de criaturas. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una y parecían armas mortales. Cada bestia llevaba alrededor del cuello un collar de cuero grueso, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.
—¡Id para allá! —les gritaba, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca, donde estaban los alumnos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid llegó donde estaban ellos y ató los animales a la cerca—. ¡Hipogrifos! —gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿A que son hermosos?
—Venga —dijo Hagrid frotándose las manos y sonriéndoles—, si queréis acercaros un poco─
Nadie parecía querer acercarse. Celeste, Harry, Ron y Hermione, sin embargo, se aproximaron con cautela a la cerca. La Black pensó que los hipogrifos eran interesantes.
—Lo primero que tenéis que saber de los hipogrifos es que son orgullosos —dijo Hagrid—. Se molestan con mucha facilidad. Nunca ofendáis a ninguno, porque podría ser lo último que hicierais.
Malfoy, Crabbe y Goyle no escuchaban; hablaban en voz baja.
—Tenéis que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento —continuó Hagrid—. Es educado, ¿os dais cuenta? Vais hacia él, os inclináis y esperáis. Si él responde con una inclinación, querrá decir que os permite tocarlo. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que os alejéis de él enseguida, porque puede hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿quién quiere ser el primero?
—¡Yo! —Celeste levantó la mano con impaciencia mientras todos, menos Harry, retrocedían aún más.
Draco, por primera vez, se quitó de encima su egocentrismo y miró a Celeste con los ojos muy abiertos.
—¿Qué demonios estás haciendo? Aléjate ahora mismo.
—A mí tú no me digas lo que tengo que hacer, imbécil —comentó Celeste, ganándose unas cuantas risitas tanto de Slytherin como de Gryffindor.
Era agradable ver cómo Draco era derribado por Celeste.
Theo y Blaise intercambiaron miradas de preocupación y los ojos de Zabini taladraron el cráneo de la chica.
—Celeste Andrómeda Regula Black... —comenzó Zabini pero la castaña no parecía dejar de caminar.
Pero él dejó de hablar cuando Theo suspiró:
—Demasiado tarde.
—Yo también lo haré —dijo Harry, con los ojos brillando de ansiedad.
Celeste fue la primera en dar unos pasos y miró fijamente al Hipogrifo sin romper el contacto visual, luego hizo una reverencia. El Hipogrifo hizo una reverencia a la Black, haciendo que Hagrid sonriera.
—¡Buen trabajo, Celeste! Ahora te toca a ti, Harry.
Toda la clase rompió en aplausos cuando Harry hizo lo mismo. Todos excepto Malfoy, Crabbe y Goyle, que parecían muy decepcionados.
—Bien, muchachos —dijo Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montarais!
Aquello era más de lo que Harry había esperado, pero Celeste parecía estar ansiosa por volar.
—Muy bien, Celeste, déjame ayudarte a subir —Hagrid cargó a Celeste y la colocó sobre Buckbeak, la Black se sonrojó por las muchas risas.
Harry se subió usando la parte de atrás de las articulaciones de las alas y se puso detrás de ella.
—¡Ahora sujeta a Celeste por la cintura!
—¿Perdona? —preguntó Harry en una octava un poco más alta y Celeste le lanzó una mirada interrogante.
—¡Vamos! —gritó Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo en los cuartos traseros y salieron volando. Harry soltó un grito y se aferró a la cintura de Celeste, haciéndola sonrojar.
Todos corrieron hacia el otro lado de las cercas y los vieron volar maravillados.
Fueron volando por las diferentes partes del castillo hasta que volaron hacia el lago.
—¡WHOOOAAA! —gritó Harry, con las manos en alto. Se sentía en la cima del mundo.
Celeste se rió y extendió también los brazos, tocando las aguas. Buckbeak alzó el vuelo de vuelta hacia donde estaban Hagrid y los demás.
Cuando aterrizaron de nuevo en el suelo, Celeste estuvo a punto de caerse de no ser porque Harry se aferraba a ella.
—¡Muy bien, chicos! —gritó Hagrid, mientras los vitoreaban todos menos Malfoy, Crabbe y Goyle—. ¡Bueno!, ¿quién más quiere probar?
Todos los que miraban a Celeste y Harry parecían animados y ansiosos por ser los siguientes. Celeste siguió acariciando a Buckbeak.
—Eso ha sido increíble —Celeste sonrió y Harry asintió con la cabeza, de acuerdo—. Definitivamente, ¿es raro que quiera hacerlo otra vez?
—No, esta clase es brillante.
Los dos intercambiaron sonrisas. Sin embargo, la sonrisa de Celeste cayó cuando observó cómo alguien detrás de Harry se acercaba a Buckbeak.
—¡Draco, no─
Sucedió en un destello de garras de acero. Draco emitió un grito agudísimo y un instante después Hagrid se esforzaba por volver a ponerle el collar a Buckbeak, que quería alcanzar a un Draco que yacía encogido en la hierba y con sangre en su túnica.
—¡Draco! —gritó Celeste preocupada y se dejó caer a su lado. Podía ser un imbécil pero seguía siendo su primo.
—¡Me muero! —gritó Malfoy, mientras toda la clase entraba en pánico—. ¡Me muero, mirad! ¡Me ha matado!
—¡¿ENTONCES, CÓMO ES QUE SIGUES RESPIRANDO, SO MEMO?! —le gritó Celeste mientras sacaba un pañuelo y su varita, lanzando al pañuelo un encantamiento de extensión para hacerlo más largo. Luego le vendó el brazo rasguñado—. Llevadlo a la enfermería.
Celeste y los demás lo vieron irse y ella suspiró.
—Increíble.
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₊˚ 𖤐₊ ⁀➷ Me encanta cómo Celeste se preocupa automáticamente por Harry igual que él lo hace por ella. Crecieron en el mismo vecindario y ambos se cuidaban mutuamente. Ya que Harry no tenía a nadie, se apoyaba en Celeste.
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