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𝟬𝟬𝟮. flourish and blotts brawl

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CARPE DIEM ── ◦'𖥸'◦ ── ACTO UNO 
↳ ❛ acabo de conocer a mi tío por primera vez
y es un completo imbécil, justo como su hijo ❜︎ 
capítulo dos ╱ ╱ 🏛🧺 ˚◞𑁍゚



₊˚ 𖤐₊ ⁀➷ SEGUNDO AÑO ✩ flourish y blotts.

La estancia en la Madriguera era agradable. Tuvo el placer de conocer a Molly Weasley. Una mujer de baja estatura con una hermosa y exuberante cabellera pelirroja que Celeste no pudo evitar envidiar.

Molly estaba preparando el desayuno mientras regañaba a sus tres hijos por haber usado el coche volador para ir a Little Whinging. Aunque parecía que se habían librado después de limpiar los jardines.

( solo un poco por salvar a Harry de los Dursley ).

—Oye Celeste, no he tenido tiempo de darte las gracias pero... gracias por enviar esos regalos a través de la ventana de mi habitación.

—Harry, no hay ningún problema. No puedo creer que te hayan hecho pasar hambre —Celeste apretó los dientes para contener su furia.

—Ya, yo sigo sin poder creer que un elfo haya aparecido en nuestras habitaciones —refunfuñó Harry.

Los Dursley eran una pesadilla y el hecho de que Petunia, la hermana de la madre de Harry, lo tratara como si fuera una basura la ponía enferma.

Había un elfo doméstico llamado Dobby que estaba detrás de todo el percance de las cartas. Celeste lo conoció un día en medio de la noche cuando lo sorprendió agarrando sus cartas.

Una mano superpuso el puño cerrado de Celeste.

—No fueron tan malos.... me trataron como una bomba atómica. Creo que estaban asustados por tus amenazas en la estación de tren.

—Se lo tenían totalmente merecido. Bueno, ¿estás emocionado por ver a Hermione? ¡Ha estado muy preocupada por ti! Por cierto, felicidades atrasadas.

Harry sonrió ligeramente ante su divagación. Echaba de menos hablar con ella a diario. El verano no había sido nada placentero. Los regalos y las notas que recibía por la ventana eran lo único que le alegraban el día.

Celeste se fue a refrescarse dejando a un Fred sonriente a su lado.

—Te tiene totalmente maravillado. Aunque parece que tienes competencia con mi hermana Ginny. No es que Gin se dé cuenta de que la ha estado mirando durante mucho tiempo. Debe ser la Veela que hay en ella.

Olvidó que Celeste era un cuarto de Veela por parte de su madre. Celeste también heredó un "don" por parte de la familia de su madre.

Su madre tenía el ojo interior, la capacidad de ver la verdad detrás del alma de una persona. Su difunta tía Andrea tenía la capacidad de crear portales y, por último, Jasper podía utilizar el elemento fuego.

La habilidad, o el don, de Celeste es el 'embrujahabla'. Una habilidad que permite a los Black obligar a otra persona a hacer lo que quiera. Sin embargo, requiere mucha concentración en el tono y la emoción del que habla.

No es de extrañar que Celeste se llevara tan bien con sus profesores muggles en el mundo muggle. La chica de pelo cobrizo seguía trabajando en sus habilidades. ¿Qué mejor manera de hacerlo ayudando a los Weasley con sus bromas?

Flourish y Blotts estaba repleto de mujeres y algunos hombres que hacían cola para que les firmaran sus libros. Los Weasley, los Granger, Harry y Celeste esperaban entre la multitud.

Gilderoy Lockhart era un tipo pomposo que Celeste despreciaba con todo su ser. No podía entender cómo las mujeres lo rodeaban como si fuera un santo.

De algún modo, se quedó atrapada haciéndose una foto con él junto a Harry, que también parecía disgustado.

—Maldita sea, eso fue bastante molesto —se quejó Celeste antes de suspirar, frotándose la ropa para quitarse la sensación de mugre del tacto del hombre. Lockhart irritó a la Black de muy mala manera y deseó irse ya de la librería.

—¿A que les gusta, eh, Potter, Black? —Draco Malfoy bajó las escaleras, sin desviar la vista de la pareja.

Draco Malfoy creció unos cuantos centímetros durante el verano. Su pelo platino se mantenía alisado hacia atrás y llevaba puesto una túnica negra. Sus ojos grises centelleaban con picardía, como si buscara problemas.

Harry no tuvo ninguna dificultad en reconocer esa voz. Se puso derecho y se encontró cara a cara con su archienemigo Draco Malfoy, que exhibía su habitual aire despectivo.

—Los famosos Harry Potter y Celeste Black. Ni siquiera en una librería pueden dejar de ser los protagonistas.

—Déjale en paz, Draco. Sinceramente, ¿no tienes nada mejor que hacer?

—¡Déjala en paz, ella no lo ha buscado! —replicó Ginny en defensa. Era la primera vez que hablaba así y una pizca de orgullo brilló en los ojos de Celeste.

—¡Vaya, las traidoras a la sangre permanecen unidas! —remarcó Malfoy ganándose una burla airada de parte de Celeste y Ginny, que tenía la cara roja como un tomate.

Desde ese momento, Celeste quiso agarrarlo por la túnica y arrojarlo al otro lado de la habitación. Pudo sentir el cosquilleo de sus dedos, que amenazaban con aniquilar al Malfoy.

Hermione y Ron se abrieron paso agarrándose a las pilas de libros de Lockhart.

—¡Ah, eres tú! —dijo Ron, mirando a Malfoy como se mira un chicle que se le ha pegado a uno en la suela del zapato—. ¿A que te sorprende ver aquí a Harry, eh?

—No me sorprende tanto como verte a ti en una tienda, Weasley —replicó Malfoy—. Supongo que tus padres pasarán hambre durante un mes para pagarte esos libros.

Ron se puso tan rojo como Ginny. Dejó los libros en el caldero y se fue hacia el imbécil.

—¡Ron! —dijo el señor Weasley, abriéndose camino a duras penas con Fred y George—. ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no se puede estar.

—Vaya, vaya..., ¡si es el mismísimo Arthur Weasley!

El hombre era la viva imagen de Draco. Se mantenía erguido con la espalda recta, recordando a Celeste a un pingüino en un zoológico. Llevaba su largo pelo rubio platino peinado hacia atrás.

«De tal padre tal hijo», pensó Celeste.

—Lucius —dijo el señor Weasley, saludándolo fríamente. Celeste tomó nota de la aversión de Arthur hacia el padre de Draco.

—Mucho trabajo en el Ministerio, me han dicho —comentó el señor Malfoy—. Todas esas redadas... Supongo que al menos te pagarán las horas extras, ¿no? —se acercó al caldero de Ginny y sacó de entre los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo y estropeado de la Guía de transformación para principiantes—. Es evidente que no —rectificó.

Celeste ya odiaba al hombre. Si hay algo que odiaba era la gente que se burlaba de los que tenían poco dinero. La Black, por supuesto, no creció con una cuchara de plata. La señora Figgs trabajaba como enfermera en un hospital cercano y ganaba el dinero suficiente para llegar a fin de mes.

—No está bien burlarse de alguien por su ocupación y su sueldo, señor. El señor Weasley trabaja en el Departamento Muggle porque es lo que le gusta hacer. Así que el dinero no importa cuando se trata de algo que amas hacer.

Lucius Malfoy miró a la chica y se quedó helado. Tragó con fuerza y habló.

—¿Y tú eres?

La mirada severa en sus ojos era sin duda heredada de su padre e hizo que Lucius abriera muchos los ojos.

El Sr. Malfoy ya sabía quién era esa niña. Lucius podía reconocer esos tonos azules nacarados en cualquier lugar. Los rizos castaños cobrizos de la niña caían en cascada por su espalda. Heredados por parte de la familia de su padre.

—Celeste. Celeste Black —afirmó la chica tajantemente, con los ojos perforando su cráneo. Ella arqueó una ceja hacia Lucius.

El hombre parecía haber visto un fantasma. Se estaba mirando en un espejo que tenía el reflejo de una chica y un chico que una vez conoció. Agarrado en su mano, había un bastón que temblaba ligeramente. Arthur percibió esto y rápidamente tiró de la chica detrás de él para protegerla.

Lucius parecía enfurecido por sus acciones. Como si le hubiera hecho daño a su sobrina. Luego fijó su molestia en el señor Weasley. Su tono goteando de disgusto.

«¿Cómo se atreve este traidor a la sangre?», pensó.

—¿Qué sentido tiene deshonrar el nombre de mago si ni siquiera te pagan bien por ello? —el señor Weasley se puso aún más rojo que Ron y Ginny—. Por no hablar de arrastrar a mi sobrina a tu nivel. Niña, ¿no sabes lo que son estas personas?

Lucius sabía a ciencia cierta que Celeste había sido colocada en Slytherin. Draco le había escrito a su madre sobre su selección. No puede decir que esté sorprendido. Celeste tenía la ingeniosa lengua y mente de su madre y su padre.

Se dio cuenta de que Celeste sostenía con algo de esfuerzo los libros comprados mientras intentaba abrir su mochila. Lucius se dirigió a su hijo con autoridad.

—Draco, ayuda a tu prima.

Muchos de los que no conocían la familia extendida de la chica jadearon con asombro. Harry era el único que lo sabía. Pero quién hubiera pensado que Lucius Malfoy se dirigiría a Celeste Black de forma tan amable después de su presentación.

Draco obedeció y fue al lado de Celeste para ayudarla. La Black no parecía querer ninguna ayuda, pero la aceptó de todos modos.

Fred, George, Ginny y Ron se quedaron boquiabiertos al ver que el rubio platinado levantaba un músculo para ayudar a otra persona.

Narcissa y Lucius han estado tratando de conseguir la custodia de la niña Black desde hace mucho tiempo. Sin embargo, Dumbledore se interpuso en su camino. Ni siquiera se les permitió contactar con ella o visitarla. Nunca había odiado tanto al viejo.

—Tenemos una idea muy distinta de lo que deshonra el nombre de un mago, Malfoy —espetó el señor Weasley.

—Sin duda —dijo Malfoy, mirando de reojo a los padres de Hermione, que lo miraban con aprensión—, por las compañías que frecuentas, Weasley... Creía que ya no podías caer más bajo.

Entonces el caldero de Ginny saltó por los aires con un estruendo metálico; el señor Weasley se había lanzado sobre el señor Malfoy, y éste fue a dar de espaldas contra un estante. Docenas de pesados libros de conjuros les cayeron sobre la cabeza. 

Celeste tuvo que retroceder para evitar la colisión.

Fred y George gritaban: «¡Dale, papá!», y la señora Weasley exclamaba: «¡No, Arthur, no!» La multitud retrocedió en desbandada, derribando a su vez otros estantes.

—¡Caballeros, por favor, por favor! —gritó un empleado.

Por suerte, Hagrid llegó y disolvió la pelea. Arthur Weasley tenía el labio partido y Lucius tenía el ojo morado debido a que una Enciclopedia de setas no comestibles le había dado un golpe justo ahí.

Los gemelos dejaron escapar unas carcajadas y Celeste se mordió la lengua para evitar reírse también.

Malfoy, que todavía sujetaba en la mano el viejo libro sobre transformación, se lo entregó a Ginny, con la maldad brillándole en los ojos.

—Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no tiene nada mejor que darte —Lucius se zafó del agarre de Hagrid y le indicó a su hijo que lo siguiera.

—Os veré en la escuela —Draco miró con desprecio a Harry, pero asintió con la cabeza a su prima.

Una vez que se fueron, el comentario de Celeste pareció hacer estallar las risas de muchos.

—Bueno, eso fue malditamente horrible. ¿Ahora podemos ir a por un helado?

Lucius y Draco Malfoy llegaron a su casa y encontraron a Narcissa Black esperándolos en el salón.

El cabello de Narcissa Malfoy fluía libremente detrás de su espalda, ya que se dirigía con furia hacia su hijo y su marido. Vestía una túnica azul marino oscuro. El pelo medio recogido en un moño trenzado resaltaba las raíces oscuras mientras que la mayor parte de su cabello era rubio para simbolizar la Casa de los Black y los Malfoy.

—¿Qué pasó? —al percatarse del aspecto desaliñado de su marido, se acercó inmediatamente a Lucius y le examinó las manos—. Tu ojo... Lucius, en el nombre de Salazar, ¿qué pasó? —su voz sonó más fuerte ante el ojo hinchado de Lucius.

¿Quién se atrevió a golpear a su marido delante de su hijo y salirse con la suya?

—Arthur Weasley —Lucius Malfoy escupió el nombre como si fuera algo amargo, tiró el bastón a un lado de la habitación y se acercó a los numerosos espejos que había junto a la puerta para examinar su ojo morado, que ya se encontraba hinchado.

Narcissa escudriñó hacia abajo en busca de cualquier señal de moretón o rasguño en Draco, y una vez que terminó, lo abrazó.

—¿Te duele algo, cariño?

—No mamá, estoy bien —aseguró Draco.

Narcissa creció con una madre poco cariñosa que solo se encargaba de generar inseguridades a sus hijas, incluso las mataba de hambre para que fueran las hijas de sangre pura perfectas a sus ojos. La rubia-morena juró no ser nunca como Druella.

La mujer de pelo rubio y castaño lanzó a Draco una mirada interrogante. Notó cómo Lucius estaba irritado. Muy poco habitual en él cuando se trataba de los Weasley.

Draco sintió la curiosidad de su madre.

—Celeste estaba en Flourish y Blotts.

Al instante, Narcissa se puso ansiosa ante esta noticia. Nadie en la familia, excepto Walburga, sabía que Reyna estaba embarazada después de que Regulus falleciera. Muchos supusieron que estaba de luto por su marido, pero ella fue una estúpida al no darse cuenta de las señales.

Celeste Black.

La pequeña de Regulus y Reyna. Su ángel del cielo. Oh, cómo deseaba Narcissa que las cosas fueran diferentes. Narcissa nunca conoció a la niña, nunca.

Pero qué sueño sería tener la oportunidad de conocerla. Lo que Draco le dijo sobre la chica ya lo sabía de antemano, que Celeste sería rebelde como su madre y su tío.

¿La niña de Reyna y Regulus? A Narcissa aún no se la habían presentado pero lo que Draco le contó sobre la chica hizo que la mujer se enamorara de Celeste.

—Sólo espera a que le ponga las manos encima... Ese infeliz pensó que le iba a pegar. ¡Como si fuera a ponerle la mano encima a mi sobrina!

La rabia y la conmoción llenaron las tonalidades cristalinas de Narcissa.

—¿Qué?

Narcissa sabía muy bien lo que pensaban los Weasley de ellos, pero que lleguen al punto de pensar que ellos maltrataban niños trazaba la línea.

Si algo aprendió Narcissa de su infancia es que si alguna vez tenía hijos o sobrinos nunca les daría la vida que tuvo que enfrentar.

—¿Está bien? —preguntó Narcissa, preocupada. Odiaría haber causado ya una mala impresión. ¡Quién sabe lo que Celeste podría pensar de su familia!

Celeste debe estar asustada por lo ocurrido.

—Sí, está bien, se fue a casa con esa gente —pronunció Draco—. Me voy a mi habitación —el niño dejó a sus padres solos en el salón.

A casa. Se fue a casa con los Weasley.

Narcissa detestaba el hecho de que hubiera sido criada fuera del mundo de los magos. En lugar de eso, debería haber sido criada con la familia. La rubia se enteró de que fue criada por una squib acorde con lo que dijo el diario El Profeta.

Lucius también creía que el hecho de que Celeste fuera criada por un squib implicaba automáticamente que había tenido una educación horrible en lugar de haberse criado en una vida acomodada.

—¿Cuándo, Lucius?

Narcissa hizo la pregunta de oro. ¿Cuándo tendrán la oportunidad de tener a Celeste en su casa?

Reyna escribió un testamento que sólo Celeste podrá leer cuando esté preparada. Sin embargo, la carta desapareció.

—¡Quién sabe cuándo será ese momento! Este año, el próximo... ¡Oh, cuando cumpla los diecisiete años ya será mayor de edad! —Narcissa se enfureció.

Celeste podría tener ya una mala impresión de ellos. Con el corazón roto y sola en una pequeña casa donde posiblemente creía que ningún familiar la aceptaba.

Andrómeda no dudaría en tener a la niña. Sin duda, Dumbledore querría que viviera con los Tonks antes que con la familia Malfoy.

Figgs era una anciana que algún día fallecerá y tarde o temprano Celeste necesitaría un nuevo tutor.

Seguiremos luchando por ella, Cissa, lo último que queremos es que acabe con la familia Tonks. Según el Ministerio, hay un testimonio pero su testamento no se puede abrir a menos que Celeste lo desee o lo necesite por su seguridad si algo sucediera en el futuro.

Los ojos de Lucius se oscurecieron.

—Lo último que quiero es que tu hermana y su amante muggle críen a la última heredera de los Black —se mofó.

De todos modos, no sabrán quién tiene realmente la custodia de la Última Heredera de los Black. Porque la carta sigue siendo un misterio en cuanto a su desaparición. Los Malfoy no iban a caer sin luchar.

Y en el fondo no sería fácil porque Andrómeda Tonks era terca como Narcissa y Bellatrix. Un rasgo que compartían todos los Black, incluida Celeste Black.

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