Capítulo 30
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Me limpio con el pañuelo, inhalando y exhalando lentamente.
—Cualquiera que la viera... que te viera, diría que tu vida es envidiable, pero uno nunca sabe lo que las personas guardan en el alma.
Sus ojos me observan con cierta melancolía.
—Tú... ¿Viviste algo... así?
—No, señorita... Perdón, Scarlett —responde con una sonrisa nerviosa—. Ni siquiera puedo imaginarlo, tuve unos padres amorosos, hasta que terminé la universidad y me mandaron a trabajar —bromea, y no puedo evitar reír—. No dejes de sonreír, no tienes idea de la luz que desprende cuando lo haces.
—Gracias, Alan Castillo.
Me pongo de pie, más calmada y decidida. Tal vez mamá ha traído a Colin a mi vida, después de todo, nuestros caminos tenían que unirse.
Caminamos a las oficinas de los profesores, puedo escuchar de fondo a The Beatles cantando; Across the universe, el ambiente aquí es relajado.
Necesito hablar con el profesor Colin, pero no lo encuentro en su oficina.
—Tal vez este en el tocador... —murmuro volviendo a revisar su oficina—. Esperame aquí Alan, voy a...
—¡Señorita McCarthy!
Llama mi atención, desde la puerta de la oficina de la Decana.
—Profesor, pensé que estaba en su oficina.
Comento caminando hasta él, con Castillo a mis espaldas.
—Y así es —La decana Rivers, sale de su oficina, cargando una gran caja—. Esta es la nueva oficina de Fritz.
—¿Cómo? —observo la caja que lleva en las manos—. ¿Se va?
—Así es, Scarlett —Su amplia sonrisa, me indica que se va feliz—. Voy a ocupar el puesto de Decana, en otra facultad, necesito un poco de sol —comenta riendo.
—Eso significa que...
Sonrío orgullosa.
—Si, desde hoy soy el nuevo Decano —confirma Fritz, con una pequeña sonrisa, viendo con discreción a mi acompañante.
—Bueno, yo los dejo, todavía tengo algunos asuntos pendientes aquí, y después tengo una larga carretera que tomar y ya voy tarde —La decana se despide de nosotros, llevándose sus cosas.
—Felicidades —comento a Fritz, en cuanto nos quedamos solos.
—Gracias, Scarlett —Esta vez, su sonrisa es amplia—. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?
Esta vez observa a Alan con escrutinio.
—Mis padres me han puesto un guardaespaldas y mi madre me dejó una herencia —respondo de inmediato, viendo la sorpresa reflejada en sus ojos—. Han pasado tantas cosas, además... Me enteré de que... Quien yo creía que era mi padre, no lo es.
—¿Cómo?
Sus ojos se abren a más no poder, seguro que así me vi cuando lo supe.
—Mamá me dejó una carta, donde dice que voy a conocer la verdad, leyendo un diario y algunas cosas que dejó escondidas, en la casa donde vivíamos.
—¿Y ya fuiste?
—Aún no, quiero que me acompañe, por favor.
Saco la carta del interior de mi bolso, y se la entrego.
—Scarlett...
La toma con delicadeza.
—Tal vez quieres leerla.
—Gracias.
Sus ojos se cristalizan al instante, algo me dice, que el amor que sintió por mi madre, sigue vivo.
—Tengo que ir a mi entrenamiento —comento en voz baja—. Voy a ir mañana, en la noche te mando un mensaje con la dirección, nos vemos allá.
Salgo sin esperar respuesta, seguida por Alan, quien se mantiene en silencio.
Llego a la pista, dejando a Castillo en las gradas, y hago el entrenamiento con los chicos, parece que soy la única que siguió entrenando en vacaciones.
—¡Cielos, Scarlett, pareces una verdadera gacela!
Apunta Harry y todos reímos.
—Una gacela con sombra —agrega Lía, viendo a Alan—. Ya era hora de que alguien te cuidara.
—Con un guardaespaldas así, yo también me dejaba seguir —bromea Fernanda, viendo a Alan con alegría—. ¿Tendrá un gemelo o algo así?
—Si necesitas protección, me lo hubieses dicho —comenta Drew, a mis espaldas, a lo que todos dejamos de reír—. Con gusto sería tu guardián.
—Vamos a las duchas chicos —propone Lía, y todos se alejan.
Doy media vuelta, para encontrarme con una sonrisa arrogante.
—Lo siento, pero no quiero nada de ti.
—Esto no se va a quedar así —declara tomándome del codo.
—Sueltame, por favor.
Volteo a ver a Alan, quien baja de las gradas a prisa.
—Tú desprecio duele más...
—Déjala —Alan se para detrás de él.
Drew me suelta lentamente, sonriendo de lado.
—¿Sabes? Pensé que...
—No me interesa hablar contigo.
Salgo trotando a la pista, necesito bajar esta adrenalina, últimamente, Drew me pone de mal humor.
Veinte minutos después, corro a las duchas, mientras Alan me espera en el estacionamiento.
Me ducho a prisa, para después vestirme con un conjunto cómodo de Adidas. «Iván debe estar por llegar». Seco mi cabello y tomo mis cosas del casillero, cuando un extraño ruido me pone en alerta.
—¿Qué es eso?
Susurro caminando entre los pasillos de los vestidores.
«Se escuchan como dos osos peleando entre gruñidos, pero no hay osos por aquí, lo creería si estuviésemos en la Zona Norte».
El ruido se intensifica conforme me acerco a las duchas, pero los gruñidos van cambiando a gemidos. Tomo una escoba del aseo que encuentro cerca de la puerta.
«Si son osos, voy a a salir corriendo de aquí».
—Por favor que no sean osos...
Susurro temblando de miedo.
—Mami, por favor...
Mis ojos se abren con sorpresa, doy un paso atrás, soltando la escoba.
—¡Scarlett!
Las palabras se han quedado atrapadas en mi garganta, mi corazón palpita precipitado, las manos me tiemblan y mis piernas toman voluntad propia, dando algunos pasos hacia atrás.
Jamás imaginé ver con mis propios ojos, una escena tan repugnante; Lara y Drew en pleno acto en las duchas.
No creo que deba estar aquí.
—¡Vete de aquí, pervertida!
Me grita ella, aunque en su rostro, puedo ver lo satisfecha que está, parece que todo ha sido planeado.
Por fin reacciono, doy media vuelta y salgo corriendo.
—¡Espera!
—¡Aléjate! —grito mientras corro a la puerta.
—¡Scarlett! —Drew me toma del brazo, empujandome contra la pared, solo trae puesta una toalla, que le cubre de la cintura a los tobillos—. ¡No es lo que piensas!
—¡No me interesa!
Lo empujo desesperada, tomando la manija de la puerta, pero solo consigo abrirla un poco.
—Ya sé que no te interesa... Nunca te he interesado... —Me sostiene por los hombros, ejerciendo presión para que no me mueva—. Tú tampoco me interesas, jamás estuve enamorado de ti, todo fue una mentira para que te entregaras a mí...
—¿De qué hablas?
Lo observo fijamente; su mirada es fría y oscura, para nada es el chico tierno del año pasado.
—Si que eres tonta —sonrie con malicia—. Solo quería tenerte en mi cama... Pero te negaste tanto, y ahora a la fuerza... Vas a ser mía...
Ataca mi cuello a besos, besos desperados acompañados de un par de manos, que recorren mi cuerpo con lujuria.
—¡No me toques! ¡Ayuda!
Golpeo su pecho con mis puños, pero no cede, parece de piedra.
—¡Yo merezco... tenerte antes... que nadie... me hiciste esperar mucho...! —explica entre besos, sus manos intentan quitarme la ropa—. ¡Eres mía, Scarlett!
Mete su mano bajo mi blusa, tocandome con brusquedad.
—¡Noooo! ¡No quiero!
Mi respiración está sumamente agitada, mi corazón late demasiado rápido, siento que en cualquier momento va a salirse de mi pecho. Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.
—¡Sueltala!
Esa voz familiar, llega con desesperación hasta nosotros, y todo sucede en cámara rápida.
El profesor Colin Fritz toma a Drew por los hombros sacandolo al pasillo, salgo detrás de ellos colocandome en la pared, cerca de la puerta.
Drew forcejea, propinandole un par de puños, que Colin esquiva con gran habilidad.
—¡¿La encontraste...?!
Lara aparece en el marco de la puerta, ya vestida, aunque su cabello sigue mojado y su blusa está a medio abotonar.
La Decana y otros profesores salen al pasillo, incluso algunos alumnos salen del aula de regularización.
—¿Qué ocurre aquí? —La Decana voltea a verme, después a Lara y enseguida a Drew, que sigue semidesnudo—. Drew Mckenzie... ¿Qué hiciste?
—El joven Mckenzie... está listo para dejar el plantel —expone Fritz con seriedad, su respiración es inestable, pero sabe contenerse, cualquier otra persona, ya se habría lanzado a los golpes, sobre Drew—. Después de haber intentado abusar de la señorita McCarthy.
Drew se carcajea con cinismo.
—Eso no es verdad...
—¡¿Qué?! —La decana Rivers no se contiene, propinandole una fuerte bofetada a Drew, lo toma del brazo—. Será un placer, llamar a sus padres para informarles de este suceso —. Voltea a ver a Lara—. Lo mismo digo de usted, señorita Brendel.
—¡Pero yo no hice nada! —protesta abotonandose la blusa.
—Por favor, regresen a sus actividades —pide Fritz, a los profesores y alumnos, quienes obedecen de inmediatl—. Dejo el asunto en sus manos —comenta a Rivers, para después acercarse a mí con cautela—. ¿Esta bien?
Me arrojo a sus brazos, llorando sin contension, necesito sacar todo el dolor de mi alma, toda la frustración del momento.
—Llamaré a sus padres —escucho la voz de Rivers.
—No es necesario, yo la llevaré hasta su casa —declara Colin.
—Vengo acompañada —Les recuerdo la presencia de Alan.
—Entonces la llevo hasta su auto —Colin me toma por los hombros.
Ladeo la cabeza viendo sobre mi hombro, Drew me ve asustado, parece que acaba de darse cuenta, de la gravedad de las cosas. Regreso la vista al frente, caminando en automático, hasta que salimos al estacionamiento.
Castillo está parado junto a mi auto, su expresión se endurece cuando me ve salir en los brazos del Profesor. Iván también está aquí, ha venido.
—¡Iván!
Corro hasta sus brazos, sujetandome con fuerza a su cuerpo. Él me recibe sin pensarlo, ese aroma familiar me cobija, sus brazos me dan el confort y el calor que necesito.
Ahora que todos están haciendo sus practicas profesionales, no nos hemos visto, nadie puede darme noticias de mi muñequita, y Carola esta muy metida en sus cosas, además como amiga incondicional de Scarlett, no piensa decir nada.
Solo quiero saber, a qué se refería Scar, con esa amenaza, qué está sucediendo que no me entero.
Alguien que se apiade de mí.
Por favor mamá de Scarlett, ayudame a entender a tu hija, ¿es ella la indicada? ¿Debo luchar por su amor, o dejarla ir?
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