Capítulo 12
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—No puedes decirle nada a nadie, ¿entendido niñita? —Su asqueroso dedo se clava en mi mejilla, y su aroma a ron barato, inunda la habitación.
—Entiendo... —respondo en un susurro, conteniendo las lágrimas.
Sé muy bien, que si rompo las reglas, la bestia me castigará.
—Ahora duérmete cría —cubre mi cuerpo con las sábanas, hasta taparme la boca—. Si me entero de que has abierto la boca, yo mismo te cortare la lengua —amenaza alejándose lentamente, hasta que su espalda choca con la pared.
—No diré nada... —Mis ojitos me traicionan, he comenzado a llorar, temblando de miedo, él sabe algo.
—No cerraste la boca, Scarlett —Su fría mirada se clava en mis ojos, por alguna razón que no entiendo, siento como si acabase de verla en otra persona—. ¿Por qué se lo dijiste? —pregunta señalando a mí costado izquierdo.
Giro la cabeza y me encuentro con Paul, esta durmiendo plácidamente, los tres nos encontramos en la habitación de la cabaña.
—¡Paul, despierta! ¡Aquí está! ¡La bestia está aquí! —grito desesperada, pero no me escucha—. ¡Paul!
—Que ingenua eres Scarlett, ese idiota solo te está usando, solo quiere tu dinero, como todos los demás, como el bastardo de tu tío John, como la engreída de tu amiga Nora y la sosa de tu mejor amiguita Carola —Lentamente se acerca, mostrando las grandes tijeras que lleva en su mano derecha—. Tienes que aprender a guardar secretos.
—¡No por favor! —intento levantarme, pero mi cuerpo no responde, estoy paralizada de los hombros hacia abajo—. ¡Te prometo que él no dirá nada! ¡Pero déjanos en paz!
—¡Ya es tarde! —exclama con agresividad, acercándose más rápido.
Parpadeo constantemente, viéndolo aparecer y desaparecer en la habitación.
—¡Vete!
—¡¡Abre los ojos Scarlett!!
De un momento a otro desaparece de mi vista, aunque aún puedo sentir el aroma a ron que inunda mis fosas nasales.
—¡Scarlett, despierta! —La temerosa voz de Paul llega a lo lejos, parpadeo un par de veces antes de abrir bien los ojos—. ¡Scar! ¡Scar! —siento sus manos sobre mis hombros, sacudiendo mi cuerpo con desesperación.
Veo su rostro preocupado, rápidamente cambio mi objetivo al ventanal, esta aquí.
—¡La bestia! —grito desesperada.
Paul se pone de pie inmediatamente y enciende la luz. Inspecciona cada parte de la habitación, abriendo las puertas del closet, debajo de la cama, cerca del ventanal y en la chimenea, pero no hay nadie.
—No hay nada, mi Scar —menciona revisando por segunda vez.
—¡Yo lo vi! —Sé que lo vi, era tan real, que podía tocarlo—. Estaba ahí —señalo a la pared junto al ventanal.
Paúl se acerca y abre las largas puertas del ventanal, asoma la cabeza unos segundos y regresa al interior, cerrando con seguro.
—Tal vez fue por el mal sueño —explica volviendo a recostarse, dejando la luz encendida—. Has estado recordando mucho de él, y cuando te quise despertar, seguías medio dormida.
—Lo sentí muy real —mascullo recostandome sobre su pecho, el ritmo continúo de su palpitar, logra calmarme—. De verdad pensé que estaba aquí...
—Tranquila muñequita —sube el edredón para cubrirnos—. Intenta volver a dormir, yo te cuidaré.
Cierro los ojos, concentrandome en mi respiración, al mismo tiempo que lo escucho intentar cantar The Reason de Hoobastank.
—I'm not a perfect person... There's many thinks-things I wish I didn't do... But I continue lea-learning... I never me-meant to do tos-those things to you... And so, I have to say before I go... That I just want you to know...
Pestañeo lentamente, antes de enfocar la vista. Paul no está a mi lado, aunque puedo escuchar el suave sonido de la música, que viene desde la cocina.
Me apresuro a tomar un baño y me visto lo más cómoda posible, con unos jeans, una blusa sencilla, botas bajas y varios suéteres.
—¡Buen día dormilona! —saluda Paul en cuanto pongo un pie en la cocina.
Se ve guapísimo, lleva unos jeans oscuros, a juego con un suéter de lana en color negro, puedo ver la playera blanca que se esconde debajo, y su cabello va rebelde y alborotado.
—Buen día —camino hasta quedar a su lado sobre la isla de la cocina—. ¿Quieres que te ayude con algo?
—No hermosa, ya estoy por terminar, pero puedes ayudarme a poner la mesa...
—De acuerdo —acepto de inmediato—. Ya quiero probar lo que preparaste —expreso buscando en los estantes, los platos, tazas, vasos y cubiertos—. Me imagino que, siendo hijo de un chef, sabes cocinar muy bien.
—No lo hago tan bien como mi padre, pero me defiendo tras el sarten —contesta divertido.
Pongo la mesa y enseguida se acerca, dejando sobre esta, todos los recipientes con lo que ha preparado; pan francés, fruta picada, huevos fritos con jamón, café, jugo, algunos pequeños recipientes con mermelada, yogurt griego y avena.
—Se ve delicioso —aseguro tomando un plato para acercarselo.
—Así quiero despertarte todos los días... —comenta con una sonrisa de lado, su declaración me ha dejado sin palabras.
Tomamos el desayuno platicando sobre cosas triviales, lo que nos gusta y lo que no, lo que queremos hacer en cuanto pongamos un pie fuera de la cabaña.
Veinte minutos después, estamos tomando las clases de patinaje en el lago, junto a Carola y Aldo. El lugar es hermoso, rodeado de una bonita cerca en azul cielo, y varios juegos de luces de colores por todo lo alto, de noche se ve espectacular. Hay varios altavoces alrededor, que suenan música del momento, ideal para inspirarse a hacerlo mejor.
—¡Vaya, pero si pareces experta, muñequita! —exclama Paul, cayendo al frío hielo por cuarta vez.
—Y tú pareces novato —Lo ayudo a levantarse, mientras nos reímos de la situación, Blackpink suena en los altavoces, cantando As If It's Your Last.
—Una última vez —pide tomando mis manos—. Pero vamos juntos —suplica viéndome con esos encantadores ojos chocolate.
—Juntos —acepto sonriendole con timidez.
Este ambiente le sienta de maravilla, lo hace ver más apuesto, cualquiera que lo viera, no pensaría que esté chico viene del barrio.
—¿Qué tanto piensas muñequita? —interrumpe mis pensamientos con sus palabras, no me había dado cuenta de que me quedé perdida en sus ojos.
—Lo siento... Yo, solo...
—Te ves tan hermosa cuando te pones tímida —acaricia con delicadeza mi cabello, hasta posar su mano en mi mejilla.
Sonrío ante su declaración y lo llevo al centro de la pista, patinamos lentamente al ritmo de la música, por un buen rato.
—¡Vamos a tomarnos una foto chicos! —pide Carola, señalando una banca con vista al lago, decorada con luces de colores alrededor, donde todo el que viene, se toma la foto del recuerdo.
—¡Niña el último! —grita Aldo y salimos apresurados, patinando entre risas y empujones.
Le pedimos al fotógrafo cuatro fotos diferentes, así cada uno se lleva una de ellas, yo elijo la que se ve mejor, donde estamos los cuatro sonriendo ligeramente, Carola se lleva la foto donde nos estamos carcajeando a lo grande, Aldo toma la que lleva nuestra pose profesional, y Paul se ha llevado la mejor, donde cada pareja se está dando un beso romántico.
—Hemos salido increíbles —Aldo guarda la fotografía en el interior de su chaqueta—. Aquí estará segura, junto a mí corazón.
—¡Ahh! —Los tres nos burlamos de él.
—Que cursi —Carola le regala un tierno beso.
Son tan lindos, hacen una pareja increíble, y Carola se ve radiante a su lado.
—Es hora de la pintura —Paul es el primero en quitarse los patines, aunque parecía niño pequeño en la pista, también se veía desesperado por no hacerlo bien.
—Nunca he pintado en mi vida —confiesa Aldo cuando regresamos los patines—. Espero hacerlo bien.
—Descuida Aldo, pintar es una buena forma de liberar tu creatividad, no importa si lo haces bien o no, solo deja volar tu imaginación —aseguro tomando el camino al pequeño salón de manualidades.
Se trata un bonito lugar, en medio de un basto jardín, rodeado de flores de múltiples colores.
Al entrar, encontramos varios taburetes por todo el salón, que forman un círculo, cada uno cuenta con un caballete frente a el, un juego de pinceles, brochas, pinturas, agua, una bata para cubrir nuestras prendas y un trapo para limpiar los pinceles.
—Vengan, sentemonos ahí —señalo los lugares cerca de las ventanas.
Cinco minutos después, el lugar se llena y un maestro de arte entra a darnos la clase. Pasamos cuarenta minutos pintando lo que cada uno puede imaginar, por mi parte intento hacer un boceto del paisaje que veo a través de las ventanas, Paul hace un dibujo abstracto, lo mismo que Aldo, y Carola es la sensación, pues ha pintado un hermoso paisaje veraniego, que consta de una cascada en medio del bosque, si que nos ha sorprendido.
—¿Vamos al comedor? —pregunta Aldo cuando salimos de la clase, cada uno cargando sus respectivas obras de arte—. Escuché que sirven banquetes dignos de dioses...
—Un momento —interrumpe Carola frenandonos a todos—. ¿Todo esto va a venir en la cuenta? Es decir, ¿Vamos a pagar por todas las actividades que realicemos, lo que consumimos en la cena de anoche y todo lo demás? —Me interroga preocupada—. No es que importe mucho, pero no creo traer dinero...
—Oh, no —detengo sus preguntas aceleradas—. Todo está pagado.
—¿Pero, cómo? —pregunta Aldo confundido—. Cuando llegamos fuimos directo a las cabañas...
—No se preocupen por eso, Taylor pagó todo —aseguro retomando el paso, me es incómodo hablar de dinero.
—En ese caso, nos toca hacer coperacha —Se dirige Paul a los chicos.
—Hijole mano, no creo que juntemos suficiente —Aldo hace cuentas imaginarias con sus dedos—. Seguro que una noche aquí, debe salir en un ojo de la cara.
No entiendo mucho de lo que hablan, pero sus expresiones me lo dicen todo.
—Oigan, no arribamos para hablar de dinero —volteo a verlos, con un pie dentro del comedor—. Disfruten el momento, olvídense del dinero, como dije antes, Tay ya pagó todo, aquí hay que pagar cuando haces la reservacion —explico un poco ansiosa—. Ahora vamos a comer, por favor.
Después de un almuerzo agradable, damos un paseo por los alrededores, el lago moon, es un verdadero paraíso a la mitad del bosque; rodeado de naturaleza aquí y allá, un sin fin de actividades para vacacional, el agradable silencio de la naturaleza, y el hermoso lago que le da el nombre, sin duda es lo mejor del lugar, pues su azul intenso asemeja a la oscuridad de la luna, además de que su agua se congela en esta época, dándole un blanco perfecto, como mostrando el otro lado de la luna.
—¡Que hermoso lugar! —expresa Carola, cuando llegamos al otro lado del lago, donde se encuentra el bosque—. No puedo creer que este a horas de nuestras casas, y ni cuenta nos dimos.
—Hace años que no venía por aquí —comento acercándome a la cerca que nos divide del lago—. La última vez tenía dieciséis años...
—Pero si solo fue ayer —Paul se une a mi en la cerca, y sonrío ante su comentario—. De verdad que hoy te ves super hermosa mi Scar —saca el móvil del interior de su abrigo y se aleja un poco.
—¿Qué haces? —pregunto sorprendida.
Mi pequeña Scar, sé que está sufriendo mucho por dentro, pero no lo demuestra por fuera.
Sus sueños son su peor enemigo, lo sé, porque lo vi anoche.
Así que, después de dejarla profundamente dormida, salí a revisar el exterior de la cabaña, para corroborar por mi mismo, que no había nadie anoche, pero mi sorpresa fue encontrarme con esas huellas.
Definitivamente alguien quiere asustar a mi Scar, no sé quién sea, pero se metieron con la chica equivocada, porque mi muñequita no está sola, estoy dispuesto a partirle la cara en dos, a cualquier idiota que quiera lastimarla, sea quien sea, no tendré piedad.
Por ahora, voy a hacerle una propuesta, que espero sea aceptada.
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