Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 32



—¿Vanesa ya no está allí? 

Sonrío. —No.

Otra vez estoy con Daniel al teléfono. 

—Entonces ahora sí podemos hablar en serio —dice.

Corazón: Voy por mis palomitas.

Cabeza: Y yo por mis anteojos.

—¿No estábamos hablando en serio? —pregunto, triste. Siento que me acaban de bajar a patadas de un unicornio con alas.

¿Entonces no eran ciertas las cosas bonitas que me dijo?

Cabeza: Te lo dije.

—Todo lo que dije es cierto —aclara. Vuelvo a la vida—, pero necesito que seas honesta conmigo.

—Siempre he sido honesta contigo —objeto. ¿Por qué lo duda?—. Yo nunca te he mentido.

—¿Lo juras por tu dedo meñique? —pregunta él.

—¿Qué?

Lo escucho reír. —Nada. Es que Tini me hace jurar así.

Sonrío e intento hacer memoria. ¿Alguna vez le fallé? Oh. Ahora recuerdo algo. —Oye, espera. Creo que sí te fallé una vez —empiezo a mordisquear mis uñas.

—¿Qué vez? —Él se escucha inquieto, pero razonable.

—No fue mi intención —Hago un mohín. 

—Carolina, sólo dime.

—Tuve una crisis financiera —añado, apenada.

—Creo que no estoy entendiendo.

Cojo un poco de aire. —Ahí va: Leí tu primer libro en PDF, pero después los compré todos en físico. ¡Lo juro!

Daniel estalla en una sonora carcajada. —Por Dios...

—Y los compré en tapa dura.

Miro mi librero. Los libros de Alexander Donoso están en un lugar especial.

—¿En serio eso es lo peor que me has hecho?

—Eso creo —Otra vez mordisqueo mis uñas—. O dime tú. Tú eres el afectado —Escucho una puerta cerrarse—. ¿Ya estás en tu apartamento?

—Sí. Recién llego —Lo escucho un poco cansado, pero animado—. ¿Quieres saber a dónde fui?

Sí.

—Sólo si tu quieres decirme.

—Fui a trabajar. Retomé mis actividades en el bufete del que soy socio, y también almorcé con mi familia.

—Me siento orgullosa de ti.

—Que quede claro que lo hice por ambos. Y como recompensa ahora tengo un gran recibimiento —Me estoy preguntando de qué está hablando cuando escucho gimoteos canunos—. Peludo, saluda a mamá —dice Daniel.

—¡Ahí está! —sonrío, escuchándolos juguetear—. ¡Hola, Peludo! —saludo—. Oye, si ya no nos hablábamos te iba a preguntar si todavía querías quedártelo.

—Ni te atrevas a pelearme su custodia legal. No olvides que soy abogado —bromea Daniel. Me río—. Oye, hablando de "pensar en no hablarnos de nuevo", que toco madera porque eso jamás sucederá. Te confieso que temí que no contestaras mi llamada.

—Pero te di mi número.

—Hablo de la primera vez...  Cuando Vanesa te dijo que yo llamaría. Temí que te negaras a responder.

Así que él piensa que yo estaba molesta con él... Me levanto del alfombrado y abro mi closet para buscar una pijama.

—Siempre he estado en la disposición de hablar contigo —aclaro.

—¿En serio?

—¡Sí! —Me molesta que piense lo contrario.

—Entonces, ¿qué pasó?

¿Por qué me hace contarle esto?

—Vanesa, mi hermana y mi cuñado me quitaron mi teléfono y me encerraron. Oye, ¿eso es legal? Tú eres el abogado —bromeo.

—No me hagas ver eso desde un punto de vista profesional ahora.

Ahora lo escucho preocupado. —¿Por qué? ¿Qué pasa?

—¿De verdad hicieron eso?

—Sí —digo.

Escucho a Daniel coger un poco de aire. —Bien. No los culpo. Ellos sólo quieren protegerte.

Nerviosa, buscando en mi closet, cambio mi teléfono de una mano a otra. Esta noche también usaré la pijama de Tiger que odia Vanesa. Es que es la más cómoda...

—¿Y yo necesito que me protejan? —pregunto, sacándome la ropa—. ¿Eres peligroso, Daniel Saviñon?

—No. Yo jamás te haría daño —responde él—. Pero me preocupa que los demás piensen que sí quiero hacerte daño.

—No me importa lo que los demás piensen.

—A mí tampoco. Ya no. Pero en este caso estamos hablando de tu familia.

Me pongo a la defensiva. —Pues al igual que yo, tendrán que aprender a confiar en ti.

—¿Tendrán que aprender?

—Te recuerdo que recién sé quién eres. Antes sólo eras el "escritor misterioso". Ahora tienes voz y rostro. Pero sin importarme que seas Daniel Saviñon u otro, igual te hubiera querido conocer antes de...

—¿Antes de qué? —Ahora lo escucho un poco pausado. ¿Por qué?

—¿Qué haces? —pregunto.

—Quítandome la ropa.

Corazón: ¡Pídele fotos! ¡Fotos! ¡FOTOS!

Cabeza: Bueno, sí. Aunque sea una.

Un momento. Yo también me estoy desvistiendo. Me aclaro la garganta. —Está bien. Te llamo después —digo. 

—¿Por qué después? —pregunta él, sin entender.

—Para que te desvistas con un poco más de... privacidad.

Él se ríe. —Carolina, no me estás viendo.

—Cierto. 

Corazón: Ya quisiera.

Cabeza: ¡No le des ideas!

—Aunque no me importaría si me vieras —suelta él, con una vocecita de galán de telenovelas. 

Corazón: ¡OMAIGAD!

Cabeza: ¡¿Cómo?! Alerta roja. ALERTA ROJA. Houston, tenemos un problema.

Rasco mi barbilla. —Quiero que sepas algo más sobre mí —digo. Mi rostro color escarlata. 

—Claro —Sé que él está sonriendo.

—Soy tímida. Muy tímida —enfatizo.

—Entiendo —responde él, con el mismo buen humor de siempre.

Ahora respiro más tranquila.

Corazón: Tenía que arruinarlo.

Cabeza: ¡ATENCIÓN píes, manos, pecho, lengua... todos! ¡Era sólo simulacro! ¡SÓLO UN SIMULACRO!

Corazón: Buuuuuuuuuuuu

—Pues te decía —digo, cambiando de tema. ¡Ojalá mi corazón dejara de palpitar tanto!—, que desconfiaría seas quien seas. Así sucede cuando recién conozco a una persona.

—Entiendo eso.

Ahora lo siento más cortante. Tal vez no le gustó que cambiara de tema cuando habló de quitarse la ropa. Ay no, ¿lo perderé por mojigata! 

Cabeza: ¡Por sensata!

Corazón: BUUUUUU ¡Devuelvan el dinero de las entradas!

—Oye, ¿no te he aburrido? —pregunto, preocupada. Tímida y preocupada—. Creo que ya quieres cenar o dormirte, y yo aquí quitándote tu tiempo... ¿Quieres que hablemos otro día? —Me preparo emocionalmente para que me diga que sí.

Otra vez lo escucho reír. —Oye, gracias —dice.

—¿Por qué?

¿Por liberarlo de tener que hablar conmigo?

—Por hacerme reír —dice—. Por hacerme feliz. ¡Y no, no voy a colgar! Si quieres que dejemos de hablar, tú tendrás que colgar tu primero.

—Pero...

—Estoy bien, Caro. 

—Pero dime si te aburro.

Otra vez ríe. Me dan ganas de ponerme de ringtone su risa. Es tan linda. 

—Para nada.

—Está bien. No voy a colgar —sonrío.

—Perfecto.

—No quiero tener que decirte adiós o hasta luego.

—Ahora nos entendemos. 

—Y bueno... tú dices que yo te hago feliz...

—Mucho.

—Pues yo... —No sé cómo decirlo.

—¿Tú? 

Ahora lo escucho activar un microondas. Oh, Dios, no puedo creer que hasta me guste escucharlo calentar su comida.

—Yo no tenía a nadie hasta que te conocí a ti—suelto.

Cabeza: ¿Estamos en el momento de las confesiones?

—No es cierto. Estaba tu hermana, estaba Vanesa... —lo escucho confuso.

—Ellas siempre han sido parte de mi vida —digo, esperando que su microondas caliente bien esa comida—. Hablo de... alguien que se preocupe por mí —Y quiero llorar, pero me aguanto—. Es decir, no como un amigo, o un hermano, sino como... como...

—¿Un novio?

Corazón: Un héroe mitológico.

—Me hiciste sentir importante —continuo, intentando no llorar. ¡No llores, Caro!—. Me hiciste sentir... querida. Y no es fácil que el corazón ignore eso. 

—No hice nada del otro mundo, Caro.

—No seas modesto. Respondes rápido mis correos. Me enviaste películas... excelentes películas, por cierto. Me enviaste comida en Navidad. Me estás ayudando con lo de Aníbal. Y gracias a ti me animé a volver a escribir. Nadie hubiera hecho eso por mí, Daniel. Nadie sin yo pedírselo antes —Él no dice nada aún, así que yo continuo exponiendo todo lo que sale de mi pecho—. Tal vez para ti sean tonterías, pero para mí fue importante. Muy importante.

Tenía que decírselo.

—Y eso lo hice como amigo.

—Lo sé. 

—Oye, me gustaría darte un poco de esta lasaña —dice de pronto. 

Estómago: adsjksadfsaffsagsag

Cabeza: ¿A este quién lo invitó?

—Déjame hacer más, Carolina —me pide, mientras intento distraer a mi estómago. En todo el día sólo me he comido un sándwich. 

—¿Más lasaña? —Sí, mi estómago lo agradecería. 

—No —Él se escucha animado—. Hacer más por ti. 

—Ya haces mucho.

Más de lo que cualquier otro hace. 

—Pero también déjame cuidar de ti como algo más que tu amigo. 

Corazón: ¡Entrégame! 

Cabeza: Piénsalo bien.

—De acuerdo.

Corazón: SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Cabeza: ...

—Vamos a ir a despacio. Lo prometo.

Cabeza: Te recuerdo que estás haciendo esto por teléfono. 

 —Gracias —insisto, ignorando a mi cabeza. 

—¿Gracias por qué? —pregunta Daniel.

—Por lo mismo —Maldita sea, se me escaparon un par de lágrimas—. Por querer... Disculpa es que... 

—No llores, Caro.

—Es que antes... antes...

—¿Antes qué?

—Ningún chico. Es que es la primera vez que... 

—¿Cuántos novios has tenido? —pregunta, de pronto.

Ay, no, qué vergüenza. —Eh...

—¿Diez? ¿Veinte?

Se le va a enfriar su cena antes de que acierte. Es más, ya se pasó.

—Cuatro —confieso.

Escucho a Daniel silbar. —Ahora dime que eran feos, aburridos y que los cuatro ya están muertos.

—Bueno. Está Pablito el del Kínder. Él fue mi primer novio. Me lo pidió a la hora del receso, pero a la hora de salida ya habíamos terminado porque perdí su crayón azul. Desde esa vez supe que mi vida amorosa estaba condenada a la tragedia.

—Sabes —escucho a Daniel juguetear con su tenedor—, en el bufete podemos ubicar a Pablito y hacerle pagar por eso.

Me río. —No. Te juro que tardé años, pero sí lo superé el mes pasado —Ahora es él el que está riendo—. Después en secundaria otro chico salió conmigo, pero sólo para poder acercarse a Vanesa.

—Parece que después de todo si me convertiré en un asesino.

—Pero cuando Vanesa lo supo me obligó a dejarlo y lo ridiculizó en público. Después estuvo Joel, que era mi vecino. Con él he tenido la relación más estable. Fue un año adorable. Terminamos porque él se fue a estudiar a otro país.

—Yo me encargo de que no vuelva. No hay problema.

—Daniel... —sonrío—. Y por último está Adrián. Él... Él me fue infiel.

—Así que la última experiencia de ambos termino con una infidelidad —dice él, incómodo. 

—Eso parece.

—Ahora es mi turno —advierte.

—No te atrevas.

—¿A qué? —Escucho que deja caer su tenedor.

Debería dejarlo comer. 

—A hablarme de tus ex. Te juro que prefiero vivir en la ignorancia.

Habemos mujeres a las que no nos gusta saber nada de eso.

—No te iba a decir eso. La lista es tan larga, que los nombres mis ex los tengo ordenados por carpetas en orden alfabético.

¿Acaso le tengo que recordar que soy una mujer sensible? Debo empezar un luto interno. 

—Es broma, Caro —agrega, cuando yo tardo en responder ¡Soy una mujer sensible!—. Pregúntale a Vanesa qué tipo de chico le dijo mi amigo Marco que yo era. Pero lo que te quería decir es que... tengo toda la intención de ser tu número cinco; y, si todo sale bien... ser el definitivo.

El definitivo. 

Tener una relación formal con Daniel Saviñon, alias "Alexander Donoso". Puede ser que parezca que no tengo nada que pensar, pero todavía debo decidir cómo enfrentaré a mi familia. Porque no puedo simplemente irme. ¿O sí puedo? Volvemos a mi problema inicial. Independizarme. Tal vez debería hablar con tía Inés para que me ayude a salir de aquí. Bueno, al menos ahora tengo un plan. 

Corazón:  Y añadamos que antes de él, tu plan era quedarte solterona. 

Escucho a alguien tocar la puerta de mi habitación.

—Espera atiendo a quien está tocando mi puerta —digo a Daniel y me apresuro a abrir.

¿Natalia? ¿Javier? Les diré que estoy ocupada hablando con Daniel. Eso es. Los enfrentaré.

Pero cuando abro la puerta no es mi hermana ni mi cuñado quienes están al otro lado. Es mi madre.

—Entonces es cierto lo que me contó Natalia —dice, molesta. ¿Estaba escuchando detrás de mi puerta?

Sus ojos se ven hinchados.

—Mamá, ¿qué haces...

—Empaca, Carolina. Te vas conmigo de regreso a casa. 

A la ciudad en la que nací y crecí. No, mi vida está aquí.

—¿Caro? —escucho que pregunta Daniel. Todavía lo tengo al teléfono. 

—No —digo—. Ya soy adulta y puedo decidir donde quiero vivir —le respondo a mamá, con voz temblorosa. 

Estoy acostumbrada a hacer lo que diga mi madre por respeto a ella y a la memoria de mi padre. Pero esta vez...

—Pero ya no puedes vivir aquí —dice Natalia, saliendo detrás de mi madre. Ella está llorando—. Lo siento, pero no voy a permitir que pongas en riesgo a mi familia. 

Mi hermana me está corriendo de su casa...


----------------------------------------------------------

últimos capítulos :O

DÓNDE ENCONTRARME:

Grupo de lectores en facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros

Twitter: TatianaMAlonzo

Instagram: TatianaMAlonzo (Por allá lo espero con mucho contenido extra)

¡Gracias por apoyarme dejando su voto! ♥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro