Capítulo 15
Ok. La sorpresa es... ¿List@s? Un capítulo desde el punto de vista de Alexander :)
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Alexander
—Odio los villancicos navideños —digo a Peludo, esperando que él también los odie—. Y a mamá le gusta poner una y otra vez Rodolfo el reno.
Me río de lo patético que sueno a veces.
Peludo me mira con cara de Qué sabes tú de problemas. Nunca has vivido en la calle. Acaricio su cabeza. Es Noche Buena y estamos solos en mi apartamento, él sobre su cama y yo sentado a un costado. Mi reloj marca las 18:57 hrs, en unos minutos le toca la pastilla para la infección y a las dos de la mañana la del dolor.
—Que no pare la fiesta —bromeo con él, sarcásticamente—. Tú. Yo, y el pony que Tini olvidó en mi cocina.
Me gusta el silencio, pero esta noche es imposible concentrarse. Allá afuera la gente celebra que tienen vida, una familia... Sin sospechar que de un momento a otro pueden perderlo todo.
Mi teléfono móvil vibra. Tengo la leve esperanza de que sea un correo de Carolina, pero no... es un mensaje de Mónica.
¿Es cierto que le pediste a Armando que investigue a alguien?
¿Todo bien?
¿Quieres que hablemos?
¿Te llamo?
¿Cómo se enteró? Armando, claro. Me apresuro a responder antes de que se le ocurra venir para acá.
Todo bien.
No debes preocuparte.
Feliz Nochebuena.
Pero Mónica insiste:
Mónica: Mamá ya lo sabe...
Yo: ¡Ay no, Mónica!
Mónica: Yo no dije nada :( Fue papá.
Yo: ¿Y papá cómo lo supo?
Mónica: ¿Armando? Mamá quiere que vengas a cenar.
Yo: NO.
Mónica: Te va a llamar... Ya está marcando, eh.
Pongo los ojos en blanco. Ahora tengo una llamada entrante. Mamá. No quiero contestar, pero si no lo hago ella vendrá.
—Hey... —saludo.
—Sabes que no quiero presionarte... —Está usando el tonito de Quiero tenerte paciencia, hijo.
—Mamá, estoy bien.
—Tu padre dice que le pediste a Armando que investigue a alguien.
—Aníbal Cardona —escucho que aclara papá. ¿Acaso me tienen en altavoz?
—Todo está bien. Sólo estoy ayudando a una amiga.
—¿A Carolina? —escucho que pregunta Mónica.
Sí, me tienen en altavoz. Y saben que odio que hagan eso.
—¿Quién es Carolina? —Así que también el abuelo está escuchando.
—¿Es la que te hizo adoptar a un perrito? —pregunta melosa mamá.
—¿Me tienen en altavoz? —devuelvo yo. Creo que necesito pastillas para la migraña.
—No vienes a cenar y con suerte contestas alguna llamada —se queja papá—. ¿De qué otra manera podemos tenerte cerca?
—No sé, ¿una foto?
Sé que a veces soy demasiado severo con ellos. Con todos en realidad.
—Ven, amor —insiste mamá—. Todavía no sirvo la cena. Es pavo.
—Llegaré mañana.
—¿Qué será que no te creo?
—Se lo juré a Tini por mi dedo meñique, mamá. Llegaré mañana.
—¡Te quiero, tío! —escucho que dice Tini.
Sonrío. —Yo también a ti, pequeño pony.
—¿Y a mí? —pregunta mamá.
—A ti también, mamá.
—¿Y yo? —pregunta Mónica.
—A ti también Mon.
—¿Y yo? —pregunta el abuelo.
—Oigan, los quiero a todos, ¿de acuerdo? Me tendrán allí mañana... Lo prometo.
Hoy quiero estar solo. Escucho murmullos.
—¿Quién es Carolina, hijo? —pregunta papá.
Ay Dios, Mónica...
—Una amiga, papá.
—Porque puedes traerla mañana.
—Nos encantaría conocerla —dice mamá. Me parte el corazón escucharla esperanzada.
Llevar conmigo a Carolina a la cena de Navidad. Sonrío. Estoy seguro de que a ella le encantaría verme disfrazado de Ebenezer Scrooge, pero no.
—Es complicado, papá —digo. Porque lo es.
—Date una oportunidad, cariño —dice tía Gertrudis.
—¿Tía, tú también estás allí?
—Sí, Didibu.
Cierro mis ojos. Paciencia, Jesús...
—Aquí estoy yo, tu papá —dice mamá—, Mónica, las niñas, el abuelo, la abuela, tía Ger... —Y sigue y sigue—. Tía Lucinda, tu tío Manolo...
¡Y me tienen en altavoz!
—Por Dios, mamá —paso una mano sobre mi cabello—. Platicamos mañana, ¿de acuerdo?
—¡Te extrañamos! —dice el abuelo.
Cuelgo. Pero antes de apagar mi teléfono le timbro a Armando. Afortunadamente él responde rápido.
—Les dijiste que te pedí investigar a alguien —le digo molesto—. A mamá, a Mónica...
—En el bufete las noticias vuelan —se defiende él—. Alguna secretaría debió decirle a Mónica o a tu papá. ¿Todo bien? Sabes que puedes contar conmigo.
—Tú no, Armando.
¿Por qué todos piensan que deben protegerme?
—También ya lo saben Karina, Saúl... Fernando.
—Oh, mierda —me quejo.
—¡Es que todos estamos preocupados!
—No pasa nada, ¿de acuerdo? Sólo le estoy haciendo un favor a una amiga. Llámame cuando sepas algo de Aníbal Cardona.
Quiero colgar ya.
—¿Una amiga? ¿Qué amiga?
Nada en el infierno me hará hablar. —Pregúntale a Mónica. Creo que ya habló de ella con todos.
—¿Estás saliendo con alguien? Eso es genial, hermano.
—Amiga. Si estuviera saliendo con ella diría una chica. "Le estoy haciendo el favor a una chica". Pero es una amiga.
—De acuerdo... ¿le puedo contar a Heydi?
—¿De Aníbal Cardona? No, a nadie. Esto es...
—De la chica.
No importa cuántas veces lo aclare, ellos pensarán que estoy saliendo con Carolina.
Cuelgo.
19:11 hrs. Ya me pasé once minutos. Pero me apresuro a darle la pastilla a Peludo. Una buena estrategia es esconderla dentro de una salchicha.
—Es gracioso que piensen que estoy saliendo con Carolina —le digo, porque al menos él no me juzga—. Porque ella nunca saldría conmigo —Duele admitirlo. Peludo me mira con ojos de borrego en medio del matadero—. Está bien, está bien... no te devolveré, ¿de acuerdo? Pero ayúdame con esto. ¿Crees que es buena idea intentar algo con Caro?
No es como si esperara a que Peludo diga algo, pero...
—Me va a odiar —sigo, resignado. Pesimista—. Si sabe quién soy no me volverá a hablar jamás. Y aún sí me quisiera, sus amigos y su familia le van a prohibir acercarse a mí. Y a mí me van a prohibir acercarme a ella.
¿Por qué mi familia no se da cuenta de eso? Estoy destinado a pasar el resto de mi vida solo.
De: Alexander Donoso
Asunto: Hola
Fecha: 24 de diciembre de 2015 19:34
Para: Café y letras
¿Qué tal la fiesta?
Escribo, pero no doy clic en Enviar. Carolina dijo que iba a festejar. No quiero estropear su noche.
No quiero estropear su vida...
De: Alexander Donoso
Asunto: Hola
Fecha: 24 de diciembre de 2015 20:12
Para: Café y letras
Te extraño.
Otro correo que escribo y que tampoco envío.
De pronto escucho gemir a Peludo.
—¿Te duele, amigo? —Intento acomodar su pata. El coche que lo arrolló se la fracturó—. Estaremos bien —intento animarlo—. Tal vez ella nos escriba más tarde.
Aunque tal vez lo mejor sería alejarme.
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Creo que esto vuelve a abrir el debate sobre "Qué esconde Alexander". ¿Por qué tanto hermetismo a su alrededor? A mí me da gusto leerles conjeturar :)
Y una vez más GRACIAS por sus comentarios y por sus votos. En mi perfíl están las descripciones de mis redes sociales por si me quieren seguir por ahí :)
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