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1.El castillo Bloodrock

Me quedé inmóvil bajo la lluvia, mirando con horror el imponente castillo negro que se alzaba frente a mí. Sus paredes de roca quemada parecían haber sobrevivido a un incendio infernal. Sus pequeñas ventanas habían sido cubiertas con barrotes y gruesas tablas de ébano, como si la luz no fuera bienvenida en el interior.

Un escalofrió me sacudió el cuerpo al ver la impenetrable niebla que rodeaba la edificación, y los cuerpos espectrales que formaba al arremolinarse con lentitud sobre sí misma.

—Nos equivocamos de dirección ¿verdad, Agnes? —Sacudí mi cabello mojado y corregí—. ¿Tía, Agnes?

Aún no me acostumbraba a llamar a aquella mujer, tía. Era demasiado pronto.

Las pesadas puertas de hierro  se cerraron detrás de mí con un fuerte estrépito. De pronto, una extraña sensación de haber sido atrapada me aceleró el ritmo cardiaco.

Miré los ojos hundidos de Agnes entre la cortina de lluvia que nos azotaba el rostro, esperando escuchar una respuesta que aliviara mi preocupación, pero no abrió la boca. En su lugar, cerró los dedos blandos en torno a mi brazo y me obligó a caminar por el lodo que se extendía por el terreno. La mirada amable con la que me había recibido en la estación del tren, había desaparecido.

—Con un demonio. ¡Date prisa! —gruñó Agnes, cuando me retrasé al inspeccionar la antigua inscripción de una cripta al borde del camino. El agujero donde debía descansar el cuerpo, estaba vacío.

Me pregunté por qué de pronto parecía que Agnes quería deshacerse de mí.

Tal vez sólo estaba un poco nerviosa, al igual que yo, por las criptas fracturadas que sobresalían de la tierra, y por los trinos agudos de los cuervos que descansaban sobre ellas.

Entre más nos acercábamos a las altas paredes del castillo, un pensamiento de huida crecía con más fuerza en mi interior. Pero, ¿a dónde podría huir? Mi nuevo colegio estaba rodeado por un bosque infinito de inmensos pinos otoñales. No podía regresar a la estación de tren de Brokentown a pie sin morirme de hambre o de frío en el intento. O sin ser devorada por lo que fuera que se escondía en el denso follaje.

Agnes se detuvo al llegar al pie de una escalinata que ascendía como una serpiente hasta la entrada del castillo. Su velo, lleno de agujeros, escurría pesado por su espalda huesuda, haciendo más evidente la deformidad que sufría su cráneo y las verrugas en su calva. Mi boca se retorció en una mueca de asco.

¿Cómo era posible que esa criatura calva y medio muerta fuera mi pariente?

Mi madre me dijo una vez que en nuestra familia —a la que nunca conocí— el cabello rojo en las mujeres era un distintivo. Más bien... una maldición. Porque ese carmesí intenso venía acompañado de locura. Siempre.

Una mujer encapuchada apareció a nuestro lado cuando subimos la escalinata de piedra, como si todo ese tiempo hubiera estado caminando en un silencio imperturbable detrás de nosotras.

—Por ahí. —Señaló con un dedo muy largo hacia una enorme puerta negra. Creí ver en el relieve profundo de la madera a un hombre siendo devorado por un demonio.

—Oh, no. Yo no pienso meterme ahí —protesté cuando la puerta se abrió, dejando a la vista un corredor oscuro.

Un sentimiento extraño me heló la carne, como si estuviera a punto de meterme a donde habitaba el mal.

— ¡Muévete, mocosa! No tenemos todo el día —ordenó Agnes, y con un fuerte empujón me obligó a atravesar el umbral.

Me giré para mirarla, sintiéndome muy ofendida y más confundida que nunca. ¿Dónde había quedado la dulce e inofensiva ancianita de la estación?

—¿Eso es necesario? —le pregunté a la mujer encapuchada con un deje nervioso cuando cerró la puerta y la aseguró con una cadena de eslabones gruesos.

—Nadie escapa de Bloodrock bajo mi guardia, a menos que desee morir bajo el yugo del látigo —sentenció la mujer. Tragué saliva con dificultad; aquello se estaba poniendo cada vez peor—. Síganme, la directora las espera.

El corredor principal por el que caminamos se articulaba con otros más estrechos, iluminados por las luces mortecinas de las antorchas. Mis dientes empezaron a castañear, aunque no estuve segura si aquello había sido producto de la baja temperatura del castillo, o de la pálida luz que pareció haberse quedado muy por detrás, haciendo brillar débilmente ojillos sin párpado en los rincones.

—La directora las recibirá ahora —dijo la mujer al entrar en una sala sumida en la oscuridad. Intenté imaginar su figura en las sombras, pero sólo me pareció ver dos hileras de dientes puntiagudos esbozando una sonrisa torcida y un par de pupilas incompletas en las que se reflejaba una luz lejana.

Una puerta se abrió, dejando a la vista la pequeña habitación iluminada por una vela. Al parecer las personas que administraban el colegio no sabían que ya se había inventado la electricidad.

—Bienvenidas a Bloodrock —dijo la directora con un tono áspero desde la silla detrás de su sencillo escritorio—. Pasen.

Ahogué un grito al ver a la mujer de vestido negro sentada con la rigidez de una gárgola, entrelazando unos dedos blancos de puntas necrosadas sobre el escritorio.

Su cara parecía haber muerto hacía mucho tiempo atrás, porque no tenía color, salvo un amarillo purulento en los pómulos prominentes y en los labios planos. Detrás de sus ojos pantanosos, parecían borbotear pensamientos que la llevaban a mirarme como si fuera un objeto valioso y al mismo tiempo aborrecible.

Mi instinto gritó muy fuerte dentro de mi cabeza, pidiéndome huir, justo cuando la directora sacudió la mano. La mujer que nos había acompañado salió de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella.

—Acércate —ordenó la directora. Un brillo filoso refulgía en sus ojos. No pude moverme; mis piernas húmedas se habían entumecido por el frío, además, había un olor fétido flotando en el aire que parecía provenir de su boca, a la cual no quería acercarme —. ¿A caso eres tan idiota que no puedes obedecer una simple orden?

¿Me acababa de llamar idiota... la directora?

Estuve a punto de preguntar si había escuchado correctamente, pero la directora se levantó de la silla y me obligó a callar con un sonoro y pestilente "Shhh"

—Pelirroja y de ojos del color del amanecer. —Una sonrisa maliciosa le cortó el horrible rostro—. El tipo favorito de Cristopher. Bien hecho, Agnes.

—Un pedido especial —aclaró ella, mirando con adoración el retrato de un chico que colgaba en la pared.

Arqueé las cejas sin entender a qué demonios se refería Agnes y qué tenía que ver mi apariencia en mi educación.

Volví a abrir la boca; aquel comentario no lo iba a dejar pasar inadvertido, pero la directora alzó una mano en mi dirección con la fuerza de un grito para volverme a callar. Me miró de arriba abajo, y como si se tratara de un buitre, comenzó a caminar a mi alrededor con las manos detrás de la espalda.

—En Bloodrock no toleramos a las rebeldes. Mientras estés bajo mi cuidado respetarás cada una de las reglas, sin protestar, sin importar cuál sea. Bajo ninguna circunstancia visitarás las salas del Ala Norte. Están prohibidas. Las únicas pertenencias permitidas son la ropa que llevas encima. Adoptarás el voto de la sencillez y vivirás de la misma manera. —Se detuvo detrás de mí. Su fría presencia me crispó la espalda—. Y si te atreves a intentar escapar, o a hacer cualquier cosa que vaya en contra de las reglas, serás castigada con severidad. ¿Entendiste?

¿Qué era aquel colegio, un internado militar?

—Sí —dije con la voz más firme que pude encontrar entre la maraña de nervios que se me había formado en la garganta—. Sí entendí todo lo que dijo, pero no me voy a quedar ni un segundo más en este colegio. —Me volví para mirar a Agnes, casi con desesperación—. Quiero irme a casa, ahora.

La risa ronca de la directora retumbó en las paredes y después una segunda risa, la de Agnes, se le unió a ese coro perturbador de burla, aunque lo que acababa de decir no tenía ni un ápice de gracia.

—Me imagino que no le hablaste a... ¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Miller, directora, su nombre es Lucy Miller. —contestó Agnes, sorbiéndose los mocos que se le habían escapado por la risa.

La directora torció la boca como si mi nombre estuviera en la lista de lo que había encontrado aborrecible en mí.

—Me imagino que no le hablaste a, Lucy Miller, de nuestro pequeño trato.

—¿Qué trato? —exigí saber.

El sentimiento de estar perdiéndome de algo muy gordo creció con rapidez en mi interior.

—¿De verdad pensaste que te había traído aquí para estudiar, niña estúpida?

Si no habíamos atravesado el escalofriante bosque de pino en aquel taxi destartalado para eso, entonces, ¿para qué?

—Te contaré un pequeño secreto —terció la directora al quedarme con la boca muy abierta y en silencio. Sus ojos malignos centellearon al mirarme —. Agnes trae escorias adolescentes sin familia a Bloodrock y yo le pago por ello.

—Eso no puedo ser verdad, ¿o sí, tía Agnes? —dije, sin poder dar crédito a lo que acababa de escuchar.

—¿Tía...Agnes? —La anciana escupió al suelo. Los hilos de saliva viscosa salpicaron mis zapatos—. Yo no tengo familia y mucho menos sobrinas.

—Pero, la oficina de servicios sociales me mandó a vivir contigo. La señorita me dijo que tú eras mi único pariente con vida, que después de lo que pasó tú debías...

—¿Vivir conmigo? ¡Ja! —interrumpió Agnes—. No, mocosa, tú vas a quedarte a vivir aquí.

—¿A vivir? ¿aquí?

De pronto sentí que alguien acababa de golpearme la cara con un bate.

La directora regresó con un andar espectral a su escritorio. De uno de los cajones sacó un sobre amarillo muy gordo y una larga vara de madera. Los ojos hundidos de Agnes se abrieron con un brillo obsceno.

—Sí, a vivir aquí, pero si no estás de acuerdo... —La directora golpeó con fuerza la vara en la superficie del escritorio —. Tal vez esta vara sobre tus nalgas te ayude a reconsiderarlo.

Di unos pasos hacia atrás, protegiendo mi trasero tenso con las palmas de mis manos.

No podían pegarme, ¿o sí?

—No lo entiendo.

El bonito rostro de la trabajadora social me vino a la memoria. ¿Ella también había formado parte en este secuestro?

—De verdad que eres idiota, ¿qué parte de la transacción no entendiste? —rugió Agnes—. Ahora le perteneces al castillo Bloodrock y a la directora. No tienes padres, ni familia, ni a nadie más en el mundo que le importes, salvo ella, tal vez. Aunque lo dudo mucho.

La verdad de esas palabras me golpeó tan fuerte que comencé a llorar en silencio, porque yo había sido la responsable de haberme quedado sola en el mundo.

—Ya te puedes ir, Agnes. Has cumplido con tu parte del trato. Desde aquí yo me encargo.

La directora le dio el sobre a Agnes y esta lo abrió, dejando a la vista un fajo de billetes. Después se giró en redondo hacia la puerta, con esa sonrisa podrida llena de satisfacción elevándole los pómulos flácidos.

—Pero...pero... ¿Así como así? —Me giré con torpeza, caí al suelo y perdiendo la dignidad que me quedaba, me aferré a las piernas cadavéricas de Agnes —. No puedes dejarme aquí. No puedes.

—Oh, claro que puedo, niña idiota. ¡Suelta mi vestido!

Agnes lanzó una patada en dirección a mi nariz. Mis ojos se llenaron de más lágrimas, y con esa visión acuosa, la vi salir por la puerta sin mirar atrás. Me quedé tumbada en el suelo sin poder creer que acababan de venderme por un sobre de billetes a una mujer que me ponía los pelos de punta de tan solo verla.

Quería despertar de esa horrible pesadilla. Quería regresar a casa. ¿Acaso Dios me estaba castigando por el error que había cometido unos meses atrás?

Me imaginé corriendo por el pasillo oscuro, arrancando las cadenas de la puerta, esquivando los latigazos de la mujer encapuchada, y penetrando la niebla para encontrar refugio en el bosque. Mi cabeza trazó ese absurdo plan para brindarme algo de consuelo, una salida. Pero, de pronto, un dolor intenso y ardoroso me surcó la piel de abajo de la falda, sacándome de mis fantasías, y después otro golpe se fue a estrellar en mi espalda, y otro más en mi cabeza.

El dolor de la vara era insoportable.

Antes de siquiera pensar en defenderme, una mano se cerró en torno a mi cabello y jaló con fuerza hasta casi romperme el cuello.

—Levántate, escoria. Aquí las lágrimas no te van a salvar de lo que te espera.

¡HAS LLEGADO AL FINAL DEL PRIMER CAPÍTULO!

¡MUCHAS GRACIAS!
🕷️
Cuéntame, ¿qué piensas que le espera a Lucy en el próximo capítulo?
🕷️
La directora no pensó dos veces antes de golpearla... ¿Qué más será capaz de hacer?

Estaré publicando un capítulo nuevo cada miércoles y sábado sin importar qué pase y, aunque muera en el intento, regresaré de la tumba para mantenerte actualizad@.

ES UNA PROMESA, ¡DE CARNE Y SANGRE!

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