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01

Continuación de «Adorablemente incauto»

What are you doing?
Getting receipts, I'm going to edit this later
I would very much like to be excluded from this narrative
Oh, shut up!

¿Qué estás haciendo?
Recopilando pruebas, luego las voy a editar.
Me gustaría mucho que me excluyeran de esta historia.
¡Oh, cállate!


—¿Por qué no dijiste nada, Junmyeon?

La señora Kim lloraba con fuerza ocultando su rostro empapado de lágrimas en el pecho de su esposo que, armándose de valor, observó al hijo que ahora reconocía a duras penas.

—Pudiste hablar con nosotros, siempre hemos confiado en ti —habló el hombre sin mucha fuerza en su voz—. Creímos que todo estaba bien, que todo este cambio en tu rutina era algo bueno. Nunca pensamos... Nunca creímos que harías esto.

—Y-Yo no fui. —Tragó saliva con la respiración pesada.

—¿Y qué son todas esas pruebas? —preguntó su progenitora—. ¿Me puedes decir que nada de eso es real? —se cruzó de brazos—. Si tú me dices que no tuviste nada que ver en esto yo te creeré, como tu madre te voy a creer y juro, juro que me haré cargo de todo esto. —Sorbió su nariz—. Pero necesito que me asegures que tú no tuviste nada que ver en esto.

Junmyeon separó los labios. Tenía todas las explicaciones atoradas en la garganta y la impotencia cargándose en ella. Los ojos se le aguaron cuando sólo la respiración entrecortada de la mujer con cabellos castaños lo observó esperando que se tratase de una mala broma. Una muy mala.

¿Qué podía hacer él?, ¿echarle la culpa a Yixing de todo? Le costaba pensar en el chico de cabellos negros. Lloraba abrazando sus almohadas y despertaba con los párpados hinchados en conjunto a un fuerte dolor en su pecho. ¿Así se sentía un corazón roto? No comprendía qué había hecho mal.

Repasaba mentalmente cada momento junto al chino. Le dolía hacerlo, pero era su única manera de buscar respuestas, ya que no le permitieron acercarse a él debido a su naturaleza violenta.

Cuando la demanda por agresión física a Park DongYul apareció, la relación que el coreano tenía con sus padres se resquebrajó de a pocos. Ellos hablaron con la familia del chico con tatuajes numerosos, pidieron disculpas de rodillas y pagaron lo que fue necesario para que retiraran los cargos. La misma historia se repitió con la universidad que, al principio, se negaba a aceptar de nuevo a tal monstruo dentro de sus instalaciones.

—Se lo rogamos, rector. —La señora Kim hablaba entre lágrimas—. No puede echar a mi hijo así, ¡por favor! Todos cometemos errores.

El hombre se rascó la barba, haciendo un sonido pequeño.

—Lamentablemente su hijo atacó a un estudiante y no podemos permitir esa conducta dentro de esta institución.

La mujer estuvo a punto de soltar más frases en tonos lastimeros, pero su esposo la detuvo al colocar la zurda sobre su hombro, haciéndole un gesto con la cabeza para que le permitiese hablar.

—Creo que podemos arreglar esto de alguna forma, ¿cierto?

Su padre no le dirigió la mirada cuando salió de la oficina del rector. Caminó un poco y no fue hasta ese momento que se giró a verlo. No sonrió, no se mostró aliviado, sólo dijo: «te dejarán volver el próximo año, espero que te ayude a pensar en lo que hiciste».

Harían que toda la universidad se olvidara de lo sucedido, que los pasillos dejaran de llorar por el ataque a DongYul, que dejaran de pedir la sangre de su agresor. Unas remodelaciones ayudaron a que la noticia se perdiera, de todos modos tenían dinero suficiente gracias a la generosa donación de la familia Kim. Y también que el alumno Park se cambiase de universidad ayudó. Fue el perfecto cierre para aquel incidente.

¿Y Junmyeon? Bueno, él tuvo suficiente tiempo para pensar. Se la pasó torturándose a sí mismo demasiado, pensado en lo que pudo haber cambiado para que la historia fuese distinta. Intentando buscar la manera de arreglar las cosas en ese punto tan quebrado que parecía un niño intentando pegar un plato roto con cinta adhesiva.

Fue cuando acudió a comprar algo de medicina para la fiebre que lo estaba consumiendo que el encargado de la farmacia le indicó que no había nada en su tarjeta de ahorros.

—Ti-Tiene que haber un error —habló en un murmuro.

—Lo siento. —Colocó el objeto sobre el mostrador—. Puede revisar por internet todos los pagos y retiros que se han hecho, pero yo no lo puedo ayudarlo.

Regresó a su casa, con las muñecas temblando y el corazón en la garganta, tomó su laptop y buscó el seguimiento virtual de su tarjeta que ofrecía la página web del banco en el que había depositado todos los ahorros de una vida. Espero que el presentimiento entre sus sentimientos adoloridos no fuese más que eso: un absurdo presentimiento. Sin embargo, el aire se le cortó en cuanto notó el retiro de todo su dinero un día antes del lunes que le arruinaría la vida entera.

La mañana llegó y la fiebre se fue. Junmyeon abandonó los cobertores arrugados junto a sus lágrimas, junto a esas noches enteras culpándose o preguntándose lo que había salido mal. Junmyeon se levantó de entre los muertos.

Porque, ¡mierda! Él no tenía la culpa de todo eso. Le costó mucho entenderlo, muchísimo más de lo que se enorgullece.

—Debes poner tus pendientes en claro. —Le indicó su madre sin atisbo de dulzura en sus palabras—. Tu papá no quiere que te la pases encerrado en tu habitación todo el año.

Dejó un paquete de notas adhesivas color amarillo antes de retirarse en silencio, únicamente acompañada por el sonido de sus tacones al caminar.

El castaño caminó hasta su escritorio y tomó el paquete de post-it, echando a la bote de basura el envoltorio para luego empezar a escribir cada pequeñísimo detalle de su reivindicación. Tomaría tiempo, ¡claro!, pero eso era lo que menos le faltaba al coreano.

Empezó con tareas básicas que iban desde estudiar hasta ejercitar, cambiar su apariencia de bebé a una que mostrara que era un joven adulto hecho y derecho; alguien que intimidase, no que te hiciera reír al acomodarse las gafas por el puente de la nariz; conseguir un empleo para reponer todo el dinero que le habían robado, independientemente a los torneos de videojuegos en los que ya participaba. Quería mantener un perfil bajo en lo que era su entretenimiento, así no le daría razones a sus padres de sentir más enojo hacia él.

Y, por supuesto, el nombre de la serpiente en las pieles de un cordero: Zhang Yixing.

Pegó la nota encima de uno de los cómics que descansaba sobre su mesa para nunca olvidarla y, por último, observó con pesar la foto que había grabado el chino en su celular. ¡Sí!, esa en la que utilizaba una sudadera roja y mostraba lo escrito en su cuello.

—Patético —resopló apagando la pantalla del móvil y, de esa forma, enterrando sus sentimientos sin resolver.

Junmyeon no podía seguir sintiendo lo mismo por el desgraciado que le había hecho la vida miserable. Fue el crimen perfecto, ¡ugh!

Sus pequeños juegos le estaban costando caro al mayor, la forma en que siempre reía al mentir debió decirle algo, advertirle que se metía en problemas poco a poco. Ese ingrato había llegado a robarse la confianza de todos, de robar las llaves que le pertenecían y hacer de aquel su reino.

—¿Por qué lo hiciste?

Tragó saliva.

—Pensé que ya no querías hablar de eso, mamá. —No despegó la vista de su plato.

—Tuviste que pasar encima de Yixing. —Tiró los cubiertos—. ¿Acaso imaginas el daño que le hiciste al pobre?

—No voy a quedarme a que sigas con esto —gruñó levantándose de su asiento, provocando un chirrido bastante desagradable.

—No le hables así a tu madre, Junmyeon —atajó su padre—. Ya no estamos para tolerar faltas de respeto, no en esta casa.

El nombrado se tragó todos sus «ella fue la que inició»; debía calcular mejor sus movimientos y hacer una escenita en el comedor no era lo mejor.

—Y, por favor, mañana la acompañarás a hacer las compras. —Tomó un poco de agua—. No quiero que le hagas estos teatritos en el supermercado.

—Tengo planes mañana; iré al gimnasio. —Relajó el gesto, haciéndolo lo más indiferente posible.

—¿Se puede saber quién te ha dado el permiso? ¿O quién pagará eso? —Frunció el ceño, cruzando los brazos y apoyando la espalda en la silla.

—Voy a cumplir veintitrés, papá. Podré vivir en su casa, pero no me quita el derecho de hacer mis propios planes —dijo sin titubear—. Además, es algo que yo estoy pagando con el empleo que conseguí. —Levantó ambas cejas—. Con permiso. Me voy a dormir.

Por supuesto que su empleo como mesero no le pagaba lo suficiente por las horas de trabajo. Lo destruía físicamente, pero al menos lograba cubrir las cuotas del lugar donde ahora se ejercitaba y dejar algo de dinero para callar a sus padres con el recurrente sermón de no tenerlo en casa. ¿Para qué demonios lo querían en casa si sólo lo ignoraban o regañaban de la nada?

—Disculpa, ehm, ¿tienes planes para esta noche?

Junmyeon frunció el ceño cuando el par de jovencitas, que no parecían tener más de veinte años, le sonrieron desde el otro lado del mostrador donde él les hacía la factura por la cena que acababan de tener. Observó algo extrañado cómo una de ellas se mantenía callada y jugaba con los mechones largos de su cabello.

—No comprendo, señoritas.

—Nosotras daremos una fiesta, no muy lejos de aquí. —La más alta tomó las riendas de la conversación ya que la restante parecía congelada—. Queríamos saber si querrías venir o algo así, ya sabes, pasar un rato.

Es que el coreano no había notado cómo ese par de chicas habían empezado a frecuentar el restaurante por su presencia, llamando cada cinco segundos al mesero de brazos trabajados y melena un poco desordenada. Ése que no sonreía hasta que le decían lo serio que se veía.

Todo encajó cuando el empleado unió las piezas con un poco de lentitud dentro de su cabeza. Tal vez fue lo mejor no peinarse como un niño de pre-escolar y dejar que los mechones castaños que poseía cayeran naturalmente sobre su frente.

—Si ustedes me dan la dirección podría ir gustoso. —Sonrió, pero sin ser demasiado entusiasta—. Eso sí, no me hagan trabajar más. —Bromeó.

—¡Por supuesto! —Sonrieron ambas—. Te esperamos en la entrada de local, ¿tienes un papel donde pueda anotarte mi número?

Asintió con la cabeza y le entregó una de las notitas adhesivas que siempre estaban ahí, por si se debía colocar la dirección de una entrega.

—¿Y tú? —Ladeó la cabeza para ver a la más bajita—. ¿No me quieres dar tu número, linda? —Le extendió otra hojita.

La chica entreabrió los labios y se ruborizó al instante. Tomó el papel y dejó números temblorosos en una especie de garabato avergonzado.

Esa fue su práctica, las múltiples invitaciones a fiestas o citas que recibía de su clientela joven. Las chicas universitarias no se cansaban de venir durante sus turnos y coquetearle con supuesta sutileza. A Junmyeon no le importaba si pudiese aprender de esa forma. Además, recibía muy buena propina de ellas y algún chico ocasional, pues aunque él se hubiese definido como predominantemente homosexual, sus preferencias no se presentaban siempre.

—Me estás aplastando, Junmyeon. —Se rio una chica de melena hasta los hombros, abriendo las piernas un poco más para darle mayor libertad a su acompañante.

—Lo siento. —Se tragó su nerviosismo.

—Descuida. —Se mordió el labio inferior, acomodando su cabeza en la almohada de funda rosada que reposaba sobre el colchón de su cuarto—. Sigue con lo que hacías.

¡Era obvio que también tendría que entrenarse de esa forma! Dios, habrían tenido que ver el ridículo que había hecho las primeras veces con sus tartamudeos ocultos bajo sonrisas presuntamente confiadas. Tuvo que aprender de a pocos cómo dominar toda esa inseguridad, obligar a sus balbuceos desaparecer, incluso si tuviese que aplastarlos hasta el fondo de sí mismo.

—¿Estas son horas de volver?

El castaño deseó con todo su ser escupirle un no me jodas al hombre que lo había criado durante toda su vida, pero tampoco quería hacer problemas.

—Tengo veintitrés —respondió indiferente—. No creo que haya algo de malo en que duerma fuera de casa.

—Tu madre y yo no queremos que te metas en problemas. —Se cruzó de brazos.

—¿Te refieres a hacer que hospitalicen a otro chico por mi culpa? —Enarcó una ceja—. Descuida, te prometo que no tendrás que volver a pasar por eso.

Bien, tampoco podía evitar ser un poco tosco con sus palabras; pero ¿qué podía hacer si todos estaban en su contra?, ¿volver a desempeñar el papel de tonto?, ¿del chico que nada más agacha la cabeza ante el menor problema? ¡Já! A la mierda.

—Vuelve aquí, Junmyeon —atajó cuando su hijo se daba la vuelta para irse a su habitación—. Vas a volver a la universidad en pocas semanas, ¿en serio quieres empezar así?

Tomó aire antes de girarse.

—Tengo mis prioridades en orden, descuida.

Pronto terminaría su exilio en la universidad y tendría que estar listo. Terminar de prepararse para el campo de batalla verdadero.

—¿Qué desearía que le hiciera en el cabello? —preguntó la señorita luciendo un mandil con un par de tijeras en los bolsillos.

—Reinventarme —indicó sin pensarlo dos veces—. Lo que sea, pero que me quite la cara de bebé.

Sus cabellos castaños no ayudaban en nada, así que luego de aclarárselo a la encargada de aquella peluquería observó varias opciones. Cada una se veía demasiado arriesgada, sin embargo, si no apostaba no ganaba.

Tuvo que permanecer en el local todo el día; no obstante, cuando vio el resultado supo que había valido cada segundo.

—¿Qu-Qué te hiciste en la cabeza, Junmyeon?

Su progenitora no pasó por alto el cambio en la apariencia del chico con lentes. El gesto de completa sorpresa y confusión de su parte divirtió al menor, incluso lo hizo sentir un poco más a gusto con su decisión.

—Un cambio —indicó—. Voy a dormir, mañana tengo que ir a clases.

Por la tarde, cuando iba saliendo para su primer día de vuelta a la universidad, guardó sus gafas de marco delgado en uno de los cajones del escritorio. En cambio, sacó la pequeña cajita que contenía unos lentes de contacto. Esos que había usado en algunas fiestas pero que, desde ese momento, no abandonaría más.

Los nervios no faltaron cuando puso un pie en la gran infraestructura de la universidad, le temblaron las muñecas muchísimo y volvía a sentir que se hundía en su timidez pasada. No obstante, debía recordar todo lo sucedido, desechar toda esa inseguridad de una vez por todas. Porque ya no era idiota, se había vuelto más hábil y duro con el tiempo.

—¿Junmyeon?

Esa voz se le hizo malditamente conocida cuando iba de camino al aula que ahora le correspondía.

—Hola, Baekhyun —saludó sonriendo algo chueco, ¡cómo no lo dedujo!, con la suspensión que le habían hecho ahora iba al mismo curso que el pequeño.

¡Vaya! ¡Junmyeon! Te ves muy distinto. —Abrió los ojos demasiado—. ¡Tu cabello se ve genial! Me gusta el contraste entre el negro y el rojo.

—Gracias —sonrió.

El chico con apariencia de cachorro quiso hacer mil preguntas. ¿¡Dónde demonios había estado ese chico!? Había oído muchísimos rumores, algo sobre un ataque, pero no lo iba a creer. ¡Junmyeon había sido un pan de Dios cuando lo conoció!, incapaz de hacerle daño a una mosca. Nadie le daba respuesta, mucho menos Tao o Yixing. Si se le ocurría mencionar algo al respecto Zhoumi le dirigía una mirada asesina antes de besarle la cabeza al chico del hoyuelo, así que sólo desistió.

Sin embargo, al verlo frente a él, dirigiéndose a su aula tenía muchísimas más dudas que antes. La apariencia del coreano había mutado demasiado y no es que se viese mal, ¡Dios!, se veía demasiado bien. ¿Por qué habría terminado con Yixing entonces? ¿Estaría disponible ahora? Con ese aspecto lo dudaba mucho.

—¿P-Por qué estás aquí? ¿Ahora? ¿Cómo...? —frunció el ceño.

La campana que anunciaba el inicio de las clases para muchos, así que no hizo falta el grupo de estudiantes tardones que pasaron corriendo, empujando el cuerpo del bajito en el proceso y estampándolo contra el del mayor.

El rostro de Baekhyun enrojeció por completo cuando sus manos, por inercia, fueron a parar en el abdomen ajeno. De lo poco que recordaba del contrario era su físico simple, apenas delgado por naturaleza. Sin embargo, esos brazos fuertes que lo sostuvieron acompañado de lo que parecían abdominales marcados lo hicieron sonrojar hasta la frente.

—Hay cosas que puedo explicarte y otras que prefiero reservarme. —Le indicó con una sonrisa ligera, apartándolo solo unos centímetros—. ¿Qué dices si nos sentamos juntos?

Con la presencia del chico cachorro, las cosas se facilitaron demasiado para el mayor.

La gente parecía haber olvidado el incidente hace un año, al menos los novatos, pues lo recibieron como una cabeza social al lado de Baekhyun, quien ya se había forjado una gran reputación como popular. No le extrañaba que fuese así. El mundo se movía: otro día, otro drama. Sin embargo, de lo que estaba seguro era del karma, ese que le había dado lo suyo, pero a Yixing no.

Él ya iba a recibir lo que le correspondía.

No le sorprendió verlo a lo lejos por los pasillos de la universidad. En especial cuando iba a los baños remodelados de la universidad. Se veía como antes; un poco menos coqueto que antes ya que iba siempre de la mano del mismo que hace unos años había tomado su puesto.

Una vez que Baekhyun y él iban a comprar algo de comer le pareció que el chino lo había reconocido a lo lejos, opción que descartó casi al instante; él ya no era ni la sombra del fantasmita Kim.

—¿Estás nervioso? —preguntó el, ahora, castaño.

—No, creo que me lo he ganado. —Se encogió de hombros, revolviéndole el cabello al menor.

—Eso de ir a hablar con el rector para que te permitiese volver a tu año debió ser... Ah... —Suspiró—. No podría imaginar que yo lo hiciera, ¡apenas puedo pedirles permiso a mis padres para salir sin titubear! Eres mi ejemplo a seguir, Junmyeon. —Sonrió levantando las mejillas.

—No es cuestión de valentía, sino de esfuerzo. —Se encogió de hombros a medida que caminaban—. He tenido que sacarme las mejores notas del curso y llevar el registro impecable, sino me mandaban por un tubo de vuelta a mi casa. —El contrario se rio.

—¡Alguien me debe un gracias por ayudarlo a estudiar! —Reclamó dando pequeños saltitos.

—Gracias, Baek. —Pasó su brazo derecho por los hombros ajenos, algo que hizo al castaño temblar—. Has sido muy bueno conmigo todo este tiempo.

Tragó saliva.

—B-Bueno, y-yo me voy, lle-llegaré tarde a mi clase —habló mientras jugaba con sus dedos—. Luego me cuentas cómo te fue.

Asintió con la cabeza antes de que el pequeño se diese la vuelta y echara a correr por el pasillo, perdiéndose entre varios grupos de estudiantes y el sonido de pasos apresurados.

Junmyeon al fin empezaba a tener lo que quería. Le había tomado dos malditos años estar en el primer paso de su plan, pero había valido la pena, tuvo la mejor preparación posible. Ya no le tenía miedo a ese demonio con un hoyuelo engañoso.

Se sacudió la camisa blanca que utilizaba ese día, no era algo fuera de lo común considerando que el resto de su conjunto era de color negro, pero ¡por favor!, el cuerpo en el que había trabajado todo ese tiempo sumado al estilo de su cabello rojizo no necesitaba de nada más.

—La clase ya ha empezado, alumno. —Indicó la profesora que sacaba algunos apuntes de su maletín.

—Mis mayores disculpas, se me hizo difícil encontrar el aula y ajustarme al horario. —Hizo una reverencia cerrando la puerta principal.

—¿El alumno Kim Junmyeon? —Asintió con la cabeza—. Muy bien, pero que no se repita de nuevo.

Caminó con una sonrisa satisfecha. Podía sentir cómo la mirada de Jongin se posaba sobre él y hasta había oído la mandíbula de Kyungsoo caer al suelo. No le sorprendió que Jongdae lo mirara con infinito odio mientras su novio intentaba disimular lo vidriosos de sus ojos al acomodar las muletas ajenas.

Estaba consciente de que allí nadie confiaba en él, pero ¡vamos!, él tampoco confiaba en nadie.

Caminó hasta la última fila donde había dos asientos vacíos a pocos metros de Sehun. Tenía la total seguridad de que a él no le interesaba verlo con resentimiento, por lo que sabía, Tao y Yixing habían cortado el lazo por completo con el menor. No se juntaban para nada; eran como agua y aceite.

Se sentó para el lado que estaba más cerca de Yixing sin importarle su atrevimiento. El chico de ojeras pronunciadas no comprendía el descaro con el que había hecho eso después de todo el daño infringido. Pero, oh, su ex lo sabía perfectamente.

Porque el instante en que los rumores acerca de que cierto personaje había vuelto a la facultad sintió miedo, pero lo desechó cuando le comentaron que se trataba de un estudiante recién incorporado de cabello rojo y músculos para morirse. Pensó que no era nada por lo que preocuparse hasta que apareció en el salón, caminando hasta los asientos más lejos de la pizarra.

La sangre se le heló y eso al nuevo Kim no pudo hacerlo más feliz. He ahí, a pocos metros del chino para que lo viese con sus propios ojos, lo que Yixing le había hecho hacer a Junmyeon.




Charla en directo vía Instagram (@srtamanati) 07.01.18
«Adorablemente incauto» y «Carnalmente astuto»
2PM – Perú/Colombia | 4PM – Argentina/Chile | 12PM/1PM – México (Norte/Sur)

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