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16) Peticiones

Al día siguiente estábamos en camino a casa de Carissa para ir a la feria. Era la primera vez que mis padres verían su casa y también se sorprendieron como yo. Ahí nos recibió su padre, nos sentamos en las sillas playeras mientras los adultos hablaban. Sin esperarlo llegó Leonor.

—¿Qué te pasó? —preguntó Carissa sorprendida.

—Salí antes, hija. Buenas noches a todos, ¿a dónde van?

—El padre de Christian nos invitó a la feria.

—Que bien, me encanta la feria, espero se diviertan —dijo y se metió a su casa, parecía desanimada, nos tocó esperar otro rato más porque se unió a la plática de adultos.

Estábamos pasando un momento agradable los cuatro. Viviana y Carissa no habían discutido nada, hasta me asustaba. Después de treinta minutos más todos los adultos salieron, incluso los padres de ella irían con nosotros.

Nos distribuimos, yo me fui con los papás de Carissa y ella en su coche. Mi hermano, mis padres y Viviana en otro. En donde iba yo había mucha tensión, ni siquiera se hablaban entre ellos.

Llegamos a la feria, nos juntamos todos y al principio todo era genial, la tensión se había ido, recorríamos los juegos mecánicos tratando de decidir a cual subíamos, excepto Carissa, no mintió cuando dijo que le daba miedo. Nadie podía convencerla de subir, solo iba viéndonos y a veces jugaba en los puestos, pero no ganaba nada y yo me burlaba de sus pucheros. Decidimos entrar al cuarto de los espejos, nuestros padres no quisieron así que solo entramos los cuatro.

—Woow, ojala tuviera algo así en mi cuarto, puedo verme de todas partes... Mi culo se ve genial con esta ropa —dijo Carissa mientras modelaba para ella misma. Viviana rodó los ojos y Miguel Ángel intentó ver a otro lado, pero era difícil no verla y no solo por los espejos, ella tenía razón, el pantalón le quedaba muy bien.

—Debe ser genial tener sexo en un lugar como este —dijo Miguel Ángel.

—Ay no, que incómodo —contestó su novia —, es demasiado.

—También pienso que sería raro —respondí.

—A ver, párate recto y con fuerza —me dijo Carissa, puso sus manos tras de mi cuello y luego brincó sobre mí. Definitivamente no estaba preparado para eso, por poco pierdo el equilibro. Ella gritó en mi oído, la agarré de las piernas para evitar que se cayera y quedamos de frente.

—Mmm, no lo sé, Micky... No me parece que sea genial —reconoció Carissa.

—Pesas menos de lo que pensé —le dije, me miró con odio y caí en cuenta que no fue buena idea decir eso, aunque tratara de evitar su mirada a donde volteara estaba ella.

—Ustedes definitivamente no saben nada —contestó mi hermano.

—Lo que pasa es que eres muy egocéntrico, déjame recordarte que no eres el ombligo del mundo —respondió Carissa aún arriba de mí.

—Ay si, olvidaba que tú eras perfecta—replicó mi hermano.

—Por supuesto, soy de diamante, oro, perlas y rubí... —contestó altaneramente mi acompañante.

—¿Ya te suelto? Tengo tus pechos cerca de la cara y ya me cansé —me entrometí yo.

—Sí, perdón, solo quería saber que tal sería tener sexo aquí pero no es tan buena idea —nos quedamos un rato más tratando de salir, hasta que Viviana encontró la puerta otra vez. Nuestros padres se habían ido a un show de comedia solo para adultos, yo esperaba que se aburrieran mucho por no dejarnos ir con ellos.

—Quiero banderillas —me dijo Carissa tomándome de la mano.

—Yo quiero algo de tomar —nos siguió Viviana.

—Me gustan las banderillas porque me recuerdan al pene —dijo Carissa para molestar e incomodar, como yo conocía su forma de ser solo me reí pero Viviana puso cara de asco— ¿No te gusta el pene? —le preguntó.

—No en la comida —todos reímos, Viviana solía ser muy seria y no hablaba así, era algo raro pero no dejaba de ser divertido. Era notorio que había más confianza entre nosotros.

Mientras comíamos mi hermano y Viviana se empezaron a besar.

—Ya, déjenme terminar de comer y luego se besan —pidió Carissa.

—Perdón pero ella es tan linda, me cautiva —contestó mi hermano.

—Oh, eres el mejor, me encantas tú y tu manera de besar—Le contestó Viviana. Carissa quiso reírse pero le di un golpe leve con el codo para que no lo hiciera.

Seguimos caminando mientras comíamos, Cari paró en un juego de feria, era de puntería y nos sorprendió a todos con lo buena que era pero al final solo ganó un llavero el cual me regaló.

—Vamos a la rueda de la fortuna —pidió mi hermano.

—Vayan con cuidado y diviértanse —contestó Carissa

—Ya miedosa, súbete conmigo —propuse sacudiendo su brazo, ella dudó un rato, pero logré convencerla.

Al momento de subir estaba tan aterrada que sudaba, yo la abracé y nos paseamos juntos, nos fuimos relajando poco a poco. Vi su cara, estaba emocionada aunque asustada y se veía muy linda, sus labios eran sensuales, quería besarla... Más que querer era necesitar. La abracé para que no se sintiera asustada.

—A Viviana no le gustan los chicos que no saben besar —le dije.

—¿Y qué propones?

—No sé... Quizá tú deberías ayudarme —contesté, pero ella solamente rió, así que cambié el tema drásticamente — ¿Tania y Miguel Ángel volvieron a hablar?

—No sé, no he hablado con ella desde que... me pidió su número —admitió con pena

—Y tú se lo diste... —afirme cambiando mi tono de voz.

—¿Se vieron o qué? No me mires así es el camino más rápido para que Viviana se fije en ti. Los errores de tu hermano serán tu triunfo —Eso era un golpe a la realidad.

—No sé si se vieron, pero mi hermano llegó tarde la semana pasada, olía a perfume muy dulce, no era de Viviana te lo aseguro.

—Probablemente se vieron, Tania usa perfumes muy fuertes... Lo siento, no sé qué decirte.

—¿Crees que yo algún día sea como él? Diciéndole a mi novia que la amo mientras me escapo con otra chica —le pregunté mirándola a la cara.

—Yo no lo creo, ustedes son muy diferentes... Pero al última palabra la tienes tú.

Seguíamos abrazados, pero ahora era yo el que tenía mucho miedo. Bajamos juntos, después de eso la rueda de la fortuna perdió el encanto.

—Gracias por ayudarme a superar este pequeño trauma a los juegos, Christian. Lo disfruté, la vista era genial y tu compañía es la mejor —me dijo, luego me dio un beso en la mejilla y esperamos a la otra pareja. Bajaron juntos, pero querían un momento para estar a solas, así que nos separamos, quedamos de vernos en la rueda de la fortuna, dentro de una hora más.

Carissa y yo nos sentamos detrás de un juego vacío que estaba fuera de servicio. Nadie se acercaba y el ruido era menor que en otros lugares, estábamos platicando y noté que me costaba enfocarme en otra cosa que no fueran sus labios. Necesitaba besarla, solo podía imaginarlo, no me atrevía a hacerlo.

Fuimos a comprar algo para tomar y ahí nos encontramos a Frania, iba con Karla. Carissa estaba agradecida con ella por los trabajos que le prestó y las invitó con nosotros. Se sentaron frente nuestro, pero no hablaban nada, sólo observaban. Entonces nos pusimos a jugar con un videojuego que Karla de había ganado. El que logrará mejor puntuación iba a cumplir cualquier petición del otro, para lograr desenfocarme y ganar, Carissa hacía bromas pesadas, pero como ya la conocía no me asustaba a contrario de las chicas frente a nosotros. De verdad me estaba divirtiendo

—¿Cuánto mide tu pene, Christian? —me preguntaba Carissa.

—Como medio metro —le respondí, ella se echó a reír, pero su risa me causó risa y perdí.

Después fue su turno, yo tenía una mejor forma de molestarla. Tomé su celular y comencé a sacarle fotos, apenas unos minutos y ya había perdido, yo tenía mejor puntuación que ella y sabía bien que es lo que iba a pedirle... Pero antes había que burlarme.

—¡Ja! Muerde el polvo chica de diamante, rubí, oro, plata y lo que sea, ahora me cumples... —regocijé mostrándole la pantalla con mi puntuación.

—Baaah, a veces los Dioses tenemos que bajar a la tierra a complace a simples mortales —respondó, mostrando un fingido desinterés—, te deje ganar para que no pierdas tu fe.

—Ustedes son una pareja tan fascinante —nos dijo Frania—, son mejores amigos y tienen una química envidiable.

—No es eso, lo que pasa es que yo soy un sol y Crirri es una luna. El brilla gracias a mí, todos lo admiran y aman... Yo deslumbro demasiado y todos me odian por eso... Pero sin mí, Christian vuelve a ser tan aburrido como invisible —Las chicas me miraron, supongo que pensaron que estaría ofendido.

—Ella tiene razón, su perfección me hace brillar —respondí con falsa resignación. Comenzamos a hablar entre nosotros dos, había olvidado la compañía hasta que un flash nos hizo volver.

—¿Nos sacaron una foto? —preguntó Carissa extrañada.

—No, no, no era eso... Sacamos una pero de nosotras dos, no de ustedes.  ¿Por qué haríamos eso? Es tan raro — dijo Frania, parecía nerviosa.

—Sí, una locura, ya nos tenemos que ir. Ustedes se ven tan bien juntos, no se separen —Se metió Karla, ambas se despidieron apresuradas y nos quedamos a solas otra vez.

—Tus amigas son raras.

—No son exactamente mis amigas, pero si son raras... No te escabullas, me debes un deseo.

—Primero vamos a caminar, tu deseo no es importante.

—Que cruel, nunca te importa nada mío.

—Nada de nada —respondió poniendo su índice en mi nariz.

Empezamos a caminar, recorríamos el lugar solo viendo a las personas, Carissa tomaba algunas fotos de vez en vez.

—¿Por qué se siente tensión cuando estamos con tus padres? —pregunté.

—Tuvimos una pelea ayer y bueno, conociéndome seguiremos peleados por mucho tiempo.

—¿Puedo saber por qué se pelearon?

—Mi hermano quiere venir para mi cumpleaños.

—Que bien ¿Y tus papás no quieren o qué?

—Ellos si quieren, yo no —me dijo, me quede confundido.

—¿Pero por qué? Es tu hermano...

—¿De verdad? Esa afirmación es estúpida... No me llevo bien con él, lo odio.

—No puedes hablar en serio ¿Por qué? —Estaba muy confundido y Carissa parecía estar llegando al límite de su paciencia.

—Es la última pregunta que te responderé, este tema es absurdo, así que es el momento para decidir si vas a preguntar eso o vas a cambiarlo —lo pensé un momento, pero decidí no cambiar la pregunta.

—Bien —ella suspiró antes de seguir —, yo creo que él es el culpable directo del suicidio de Amelia. Ahí tienes tu respuesta, se acabaron las preguntas, cambia el tema.

—¿Qué? Eso no es justo, me dejaste peor...

—Culpa tuya, como siempre. Quiero una paleta ¿me la compras? —Me pidió viéndome a la cara.

—Sí, pero no porque lo merezcas, sino porque eres bonita.

—Siempre consigo cosas por ser bonita.

—Y yo siempre salgo perdiendo contigo —Le reclamé frustrado.

—Bueno, ya estas aprendiendo.

—¿Entonces vendrá tu hermano o no?

—No sé, por eso estamos peleando mis padres y yo... Si sigues preguntando también me molestaré contigo y no quiero eso, eres lo que más me hace reír —me dijo esta vez sin verme, se alejó para comprar su paleta mientras yo esperaba.

—Tú me haces más feliz —susurré mientras la veía alejarse. Después de eso regresamos a sentarnos, cada vez había menos gente alrededor.

—Carissa, ¿puedo hacer preguntas pero relacionadas a otro tema que no trata de ti?

—Si no te estás quejando, estás preguntando... Si tengo que hablar de mi vida me voy a ir, advierto.

—Ay, como te quejas de mí, ya dime que me odias... —le reclamé— Bueno, quería saber: ¿Qué necesitas para besar a alguien, aparte de que te atraiga esa persona?

—Y aquí vamos de nuevo, te afectó lo que dijo Viviana... Necesitas, no sé, supongo que buen aliento o higiene... Más que nada eso y pues práctica... No es grato que te den un beso y te llenen de saliva o que te metan la lengua y la muevan cual perro —eso último me hizo reír mucho al imaginarlo.

—¿Te ha pasado? —pregunté.

—Quedamos que no te iba a responder preguntas sobre mí, pero carajo, si me pasó y fue horrible. Si vas a dar tu primer beso debes ser cuidadoso, guíate por tu instinto y trata de imitar los movimientos de la otra persona, ¿entiendes?

—No sé, creo que sí —ella era quien se reía ahora, yo estaba confundido.

—Te envidio, Christian, vives tu vida lentamente, no te has adelantado nada y eso es genial... Quisiera ser como tú —me dijo sin verme.

—No puedes estar tan adelantada como piensas —ella me miró de reojo.

—He tenido más hombres que años en la vida —me quedé callado, estaba sorprendido, pero no quería hacerla sentir mal. Me sentí abrumado, como si de pronto ella fuera más inalcanzable.

—Ir lento no es tan genial, me siento marginado y no tengo el valor para hacer lo que deseo por culpa de mis inseguridades.

—Ese el problema. Lo eres todo, lo tienes todo... No deberías ser inseguro —respondió viéndome a la cara.

Su teléfono sonó, lo había dejado a un lado mi cuando nos sentamos, para agarrarlo tenía que acercarse mucho. Pude oler su perfume y sentí su aliento a fresa, apenas a unos centímetros de mi cara. La veía hablar, no sabía que decía no podía concentrarme. Apenas colgó el teléfono tomé su rostro suavemente con mis manos y le di un beso. No fue un beso apasionado, solo quería sentir sus labios presionados con los míos. Me quedé así. Sentía un cosquilleo en las manos, en mi estomago se alojó una sensación extraña y cálida, el corazón latía con fuerzas, quería quedarme más tiempo.

El miedo empezó a apoderarse de mí de un momento a otro. Me separé con lentitud, sin verla a la cara. Ella en lugar de verme me abrazó, escondió su rostro en mi cuello y me preguntó:

—¿Por qué hiciste eso?

—No sé, fue un impulso, sentí que lo necesitaba y no me arrepiento, por favor no me digas nada que me haga arrepentirme... No quiero perderte, perdón. ¿Estuve mal?

—No... Supongo que no, pero no sé, fue repentino... Se siente extraño —confesó aún escondida en mi cuello.

—Lo sé, pero me gusta... Deberías acostumbrarte porque perdiste en el juego y me debes un deseo —Ella salió de su escondite y me miró, aún estaba sonrojada y yo nunca había visto a nadie más bella.

—¿Cuál es tu deseo?

—Quiero que tú me enseñes a besar —Carissa empezó a reírse nerviosamente y eso me hacía reír a pesar del miedo.

—Pero, pero... —Su cara se tornó muy roja— ¿Estás seguro?

—Muy seguro, no me lo imagino con nadie más.

—¿Pues que te diré? Ya decidiste, pero será en otra ocasión porque nos están esperando para irnos —dijo poniéndose de pie, caminamos juntos pero algo se sentía raro, ambos íbamos en silencio.

Llegamos y efectivamente todos nos esperaban con impaciencia, Carissa se fue con sus padres y yo los con los míos. Le mandé mensaje cuando estuve en casa, después de dejar a Viviana en la suya, pero no contestó sino hasta casi medianoche.

"Gracias por avisarme, que pases buenas noches".

Era un mensaje corto pero desesperante para mí. Me respondió muy tarde, no me explicaba nada, ni me respondía nada. ¿Será que se había molestado por el beso?... De cualquier forma tenía un regalo pendiente para ella, cero ideas, pocos días para su cumpleaños y solo una oportunidad de darle un regalo perfecto.

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