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Capítulo 4

-D Y L A N-

Al día siguiente, durante el mediodía, Dylan se encaminó hacia el garaje de Kurt Butler. Dylan tiraba de su bicicleta, como un soldado ayudando a otro herido en combate. Su bicicleta había recibido otras "heridas de guerras" y Kurt era su confiable mecánico porque le hacía un precio de amigo y la dejaba nueva.

El taller estaba en un vecindario de clase media, en un edifico pintado de ladrillos color rojo vino que pertenecía a la familia de Kurt desde hacía muchos años ya, un negocio familiar. Junto al taller había una explanada rodeada de vallas metálicas donde habían aparcados algunos coches.

La puerta de metal del garaje del taller estaba medio bajada y Dylan sólo tuvo que agachar la cabeza un poco mientras la cruzaba, aunque otra persona más alta habría tenido que agacharse para entrar. Dentro del taller había un viejo automóvil pero no veía a Kurt por ninguna parte.

Un silbido llamó la atención de Dylan, que giró la cabeza y vio a Kurt sentado en uno de los coches de la explanada, que tenía las puertas y el capó abiertos. Kurt tenía una botella de agua en la mano así que, aparentemente, lo acababa de pillar en mitad de un descanso.

Kurt le sonrió y dijo a modo de saludo:

—Ey, pitufo. ¿Qué le has hecho a tu bici?

Kurt era algo mayor que Dylan y se habían conocido los primeros días en los que Dylan se había mudado a Greenfield. En esos días, Dylan tuvo una pataleta por tener una nueva mudanza así que simplemente se escondía por ahí durante las clases. Kurt también lo hacía. Era algo mayor que Dylan porque había repetido varios cursos en el instituto. Resultó que Kurt era un "tipo guay y solitario", que simplemente sentía que el mundo de instituto eran niñerías. No era mala gente y de hecho, Dylan y él tuvieron una relación cordial desde aquel día. Apenas había cumplido la edad para hacerlo, Kurt lo había abandonado para ayudar en el taller de su padre y aprender más del oficio al que pensaba dedicarse por completo. Todos sus profesores habían augurado que sería un fracasado por abandonar los estudios pero Kurt se había tomado muy en serio lo de trabajar en el taller con su padre y aprender el oficio. Consiguió contradecir las pesimistas perspectivas de la mayoría de sus profesores.

—Mi novia le pasó el mercedes por encima—explicó Dylan.

Kurt preguntó a modo de broma:

—¿Habéis tenido la primera bronca y ella la tomó con tu bici en lugar de tomarla contigo? Déjame adivinar... la discusión empezó porque tú no piensas compartir tus consolitas con tus futuros críos, ¿no?

—¡No seas malo!—protestó Dylan que añadió con orgullo—Mi relación sigue yendo viento en popa. ¡Para boda, diría yo!

Kurt se rió mientras se levantaba. Honestamente, también lo pensaba, esos dos congeniaban bien, incluso si Dylan había hablado de boda por hacer un chiste. Kurt agarró el manillar de la bicicleta, apoyándola en el suelo y agachándose junto a ella. La miró durante un minuto, mientras se llevaba una mano a la barbilla antes de darle su "veredicto".

—Tiene arreglo. Quizás tenga que comprar un par de cosas o mirar si tengo recambios pero a tu vieja confiable de momento no le ha llegado la hora... lo malo es que probablemente no esté para el Lunes, tengo mucho lío y me tocará trabajar el fin de semana. 

Dylan se dijo que no le iba a quedar más remedio que coger el autobús hasta que estuviera arreglada... si se aguantaba sin almuerzo un par de días no tendría que pedirle dinero extra a Rachel para el bus.

—¿Te vas a tirar toda la noche trabajando un Sábado?—a Dylan le impresionó la dedicación de Kurt. 

—Bueno, es lo que toca. Tengo la suerte de dedicarme a algo que en verdad me entretiene así que no es como si fuera un suplicio—explicó—Y como no puedo fumar aquí dentro, me mantiene lejos del tabaco. Estoy tratando de dejarlo otra vez. 

Dylan se mordió el labio, visiblemente nervioso porque ahora, tenía que hablar de algo poco agradable. No sólo había ido al taller de Kurt por la bicicleta. Kurt fue el ex-novio de Christine y aunque rompieron, se seguían llevando bien. 

Dylan sentía la necesidad de contarle lo que había ocurrido pero no sabía cómo empezar...

—¿Últimamente has pensado mucho en Christine?

—Como todos. ¿Por qué me preguntas algo así?—Dylan entendía que Kurt no quisiera reabrir el tema: había tenido que soportar mucho durante la investigación de la policía. "No quiero hablar de eso", decían su tono de voz y las arrugas de su ceño.

—Te lo pregunto porque Christine era tu ex. Sería normal que le dieras vueltas a lo que hizo y tal...

Kurt siempre iba de tipo duro e independiente, y hasta cierto grado lo era, pero Dylan lo conocía lo suficiente para saber que no era alguien falto de empatía: cortar con Christine no implicaba que no le importase lo que ocurriera con ella. 

—Claro que se las doy. Me siento triste pero no culpable... y bueno, sí, nos llevábamos bien pero no podríamos haber vuelto—se tomó un segundo de pausa antes de seguir hablando—Christine me ocultaba demasiados secretos como para sentirme cómodo, ¿sabes? Y la natación la tenía absorbida—hubo un segundo de silencio en el que Kurt le dirigió una mirada rápida a Dylan, casi tan rápida como la pregunta nerviosa que le había hecho—¿Y qué ha pasado? No eres de sacar un tema así porque sí.

—...pensé que alguien tenía que saberlo y no es algo que le pueda decir a Christopher. ¡Pero necesito contárselo a alguien o reventaré, en serio!—el chico gesticuló rápidamente, un acto reflejo de que necesitaba expresarse, sacarlo fuera—¡Algún idiota se ha dedicado a hacer vandalismo en la tumba de Christine!

—¿Se sabe quién ha sido el gilipollas?—preguntó Kurt arqueando las cejas y cerrando los puños.

Realmente Dylan creía que si le daba un nombre, Kurt iría a pegarse con esa persona. Kurt no era como esos abusones del instituto que repartían palizas a los estudiantes más débiles pero si le dabas buenas razones se pegaría con quien hiciera falta. Desde que tumbó a Roy Jhonson, al que algunos apodaban como "el abusón alfa", Kurt se forjó una fama del tipo solitario que fumaba en algún rincón sin meterse con nadie y al que era mejor no joder con tonterías ni bravuconadas.

—No. Sheila y yo nos encargamos de limpiar la tumba—Dylan rectificó añadiendo—Realmente fue Sheila, yo sólo terminé acompañándola.

—¿En serio? Christine y tu novia no es que fueran las mejores amigas. De hecho según oí, discutían por el tema de la natación pero, ¿cómo lo sabía Sheila?

—...un... aparentemente... fue Christine, a través del gmail. Sheila, por supuesto, se alteró, ¡quiero decir, un mensaje desde el mail de una muerta...! Yo la acompañé, no la iba a dejar sola... pero estaba acojonadísimo. ¡Menudo mal rato pasé!—confesó Dylan.

—Robaron la cuenta de mail de Christine, creí que lo sabrías. Seguramente fue algún gilipollas, haciendo una mierda de cadena de mails escalofriantes. 

Dylan tuvo que preguntárselo. Los rumores habían sido muy fuertes.

—¿De veras crees que fue un suicidio, Kurt...? Christopher y sus padres, ellos dijeron que era... era imposible.

—Dylan, no te ralles—le respondió Kurt, dándole unos golpecitos en el hombro—¿Qué es más probable: que algún gilipollas esté aprovechando toda esta mierda para hacerse el gracioso o que tengamos en el pueblo un asesino con fetiche por nadadoras adolescentes?—Kurt cambió de tema—Y obviamente esa familia está en shock. ¿Han dado señales de vida?

—Christopher no me coge las llamadas pero tengo la esperanza de que el Lunes aparezca por el instituto. No... no tuve la cara de acercarme a su casa después del funeral, la verdad—fue lo que respondió Dylan, algo avergonzado.

—No te las coge ni a ti ni a nadie. Y no hay nadie en su casa—Kurt jugueteó una cajetilla vacía de cigarros. A pesar de que Kurt había intentado transmitirle a Dylan tranquilidad, realmente estaba preocupado por Christopher—Te llevo en moto al insti el Lunes y luego me vengo aquí—se ofreció Kurt, en parte, para poder ver a Christopher él mismo.

—Pues me salvas de aguantarme sin almuerzo, la verdad—Dylan sonrió agradecido—Y necesitaba hablar esta mierda con alguien, en serio.

—Claro. Como siempre, te hago el precio de amigo... aunque habrá que hablar de extras si no puedo encontrar piezas por ahí y tengo que comprar piezas nuevas—advirtió Kurt. Siempre intentaba hacer lo que él llamaba un precio de amigo a Dylan.

—Gracias, Kurt. ¡Eres un salvavidas!—a Dylan le encantaba poder contar con Kurt. Nunca lo admitiría en alto pero a veces fantaseaba con que Kurt fuera su hermano mayor.

—De gracias nada, pitufo. De momento, me debes un par de birras, que lo sepas. 

Tras despedirse de Kurt, Dylan decidió volver a casa: quizás un par de mazmorras y algún buen looteo le lograrían distraer de todo aquel asunto.

























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