¿Recuerdas aquella canción que en tu ronca voz se volvió mi favorita?

Aquella sensación de poder hablar horas y horas de cosas sin sentido y reír,
aquellas locas ideas y sueños que podía compartir, y que definitivamente siempre quise conocer de ti.

¿Recuerdas los regaños y las ideas tan diferentes que terminaban en silencios por días?

Adoraba escucharte, leerte, conocerte...

Cada palabra que elegías para escribirme, tenía impregnado un poco de ti, de tu madurez, de tu juventud, de tus recuerdos, de tu inteligencia, de tus sarcasmos, de tus miedos, de tu forma de expresar amor.

Tus cuentos complejos, esos que odiaba tratar de entenderlos, pero adoraba que escribieras...

Yo, una adicta a los sarcasmos, y no podía tolerar que los usaras conmigo.

Yo, que me sentí diferente y como siempre, me equivoque.

Yo, me quede en el pasado y tu, tan cambiante como el tiempo.

Yo, me quedé esperando versos, me quedé mirando al cielo, 

Yo que aún quiero darte un beso...

y tu emprendiste un viaje sin extrañarme.

Yo, me di cuenta demasiado tarde que aunque juré no extrañarte, llevo casi una vida, imaginándote.

Yo, que aún te quiero...

Tú, que hoy, no eres más que un extraño, sin planes de regreso.