Durante mucho tiempo navegué sin rumbo fijo
mientras las olas abrazaban mi cuerpo
empujándolo hacia el fondo.
Sentía el ancla enroscado en mis pies
tirando hacia abajo.
Sabía que en algún momento
no iba a poder resistir más
y caería.
De nuevo.
Caería en la más absoluta oscuridad
como caí hace tiempo.
Entonces el agua se colaría por mi boca,
atravesaría mi garganta
y llegaría a mis pulmones.
Entonces sería el fin.
Pero eso no pasó.
Al menos no esa vez.

No pasó porque te conocí a ti.
Entonces no hubo agua colándose en mi boca,
y los pulmones siguieron intactos.
No puedo decir lo mismo de mi corazón.
Entonces lo supe.
Ya estaba hundida cuando te fuiste,
y esa vez quien salió perdiendo fue mi corazón.
Mis pulmones siguieron intactos.