Cuando estás a punto de irte a pique,
cuando sientes que estás rozando el fondo,
que se acerca tu final,
los pulmones se te encharcan de lágrimas
y el corazón se te resquebraja.
Los pedazos te golpean una y otra vez,
como la crónica de una muerte anunciada.
Hasta que vislumbras una luz a lo lejos,
sientes como una mano se sumerge dentro del agua
y tira de ti hacia arriba.
Tu última gota de esperanza.
La última oportunidad de salvarte.
Entonces cuando sales a la superficie
y contemplas a esa persona mirándote
mientras escuchas de su boca un «Estás a salvo»,
tan sólo piensas: «He estado a punto de irme a pique».